jueves, 16 de julio de 2015

Capítulo 19

11
Oportunidad 
¿La cuenta? 12 días hasta Alabama 

Es jueves y como es tradición, Pablo y yo estamos sentados en La Choza de Pasta de Todo lo que Puedas Comer de Joe. Estoy jugando con el salero  y  el  pimentero  y  Pablo  está  garabateando  en  su  libro  de crucigramas.

—No puedo creer que ya estés haciendo una sesión de fotos para Alabama —dice Pablo—. Loco.

—Lo sé, ¿cierto?

—Estoy orgulloso de ti, Espósito.

—Gracias, hombre

Pablo anota algo en el crucigrama y pregunta:

— ¿Lista para el juego?

Me encojo de hombros, bostezando. —Estoy cansada de lidiar con el estúpido de Jerry Rice toda la semana.

— ¿Dónde está ese bebé tuyo? —pregunta Pablo, mirando debajo de la mesa, como si realmente hubiera puesto a un bebé ahí abajo.

—Está con su madre, quien probablemente está durmiendo con Mary Baird ahora mismo.

—Hago rodar mis ojos y pongo la pimienta encima de la sal.

—Ella tiene un malditamente lindo pedazo de culo

—No seas tan cerdo, Pablo. —Saco la sal de debajo de la pimienta, la que cae perfectamente en la mesa.

—SÍ, señora —dice, antes de enterrar su nariz en el libro de crucigramas de nuevo

Estoy tan enferma de los cambios de humor de Peter y de que duerma con cualquiera, pero no le mencionaré eso a Pablo. Dos noches esta semana, Peter ha aparecido en mi casa pasada la medianoche y metido en mi cama. Le dije que le patearía el trasero si jugamos como la mierda mañana, porque no he tenido una buena noche de sueño en más de una semana, gracias a los constantes lloriqueos de Jerry Rice y yo estando estresada por Federico y Peter.

Es como si Pablo supiera lo que estoy pensando, porque levanta la mirada de su libro de crucigramas, sonríe con picardía y dice:

— ¿Ya estás saliendo con Federico Romero?

Poniendo la pimienta encima de la sal, niego con la cabeza.

—No.

Pablo frunce el ceño. —Bueno, ¿por qué demonios no? Pensé que empezarían a salir desde el palco del propietario el domingo. No podían mantener sus manos lejos del otro.

Mierda. ¿Fue tan obvio?

Honestamente he estado evitando a Federico desde el lunes y él se está echando para atrás. No se ha acercado a mí en días, lo que es bueno, pero como que apesta al mismo tiempo.

Me enderezó y digo:

—Federico ya está saliendo con Paula y puede conseguir lo que quiera del 99.9% de las chicas de la escuela.

— ¿Y?

—Y ¿por qué yo sería diferente? No quiero ser una chica cualquiera para él.

— ¿Qué hay de malo con andar tonteando por ahí?

—Primero que todo, estamos en el mismo equipo, y segundo, a diferencia de ti y Peter, yo no soy una mujerzuela y no quiero ser algo de una noche.

—Entonces le patearé el trasero si te hace eso —gruñe Pablo, agarrando con fuerza su pluma.

—Lo sé, lo sé —digo, poniendo mis manos en el aire como si estuviera siendo arrestada—. Mira, sólo voy a concentrarme en jugar. ¿Está bien?

—Lo que quieras, Espósito… —Pablo sonríe ligeramente y sacude su cabeza.

Cruzo mis manos a través de mi pecho. —Obtener una beca para la universidad debería ser mi prioridad número uno, no salir con chicos.

Pablo sigue sonriendo a su libro de crucigramas, obviamente tratando de no reírse de mí. — ¿Una palabra de seis letras para una planta relajante?

Encogiéndome de hombros, digo:

—No sé… ¿hierba?

Apunta con la pluma hacia mí. —Correcto.

— ¿Estás segura de esto? —pregunto, mirándome fijamente en el espejo.

Una de las artistas del maquillaje del Coffee Calendar ha alisado completamente mi cabello, cae por mi espalda como un chorro de agua desde una llave. Y ahora la dama está dándome ligeros toquecitos de base por toda la cara. Otra mujer pone una mierda rosada en mis labios.

—Completamente segura, —responde la mujer—. Luces genial.

— ¿Importa? ¿No van a tomarme la foto usando un casco?

—No exactamente. —Ella me pasa una camiseta extra grande de Alabama y un par de pantalones muy cortos.

—Usa esto.

Me echo a reír. —Debes estar bromeando.

La mujer frunce los labios obviamente hartándose de lidiar con una chica que no quiere jugar a vestirse. O en el caso de esta ropa, a desvestirse, apenas usando algo.

Pero si esto es lo que quiere el director atlético de Alabama, esto es lo que tendrá.

Entro al baño, me pongo la camiseta y los pantalones extremadamente cortos y luego vuelvo al vestuario, donde encuentro a Eugenia y Mery.

Ambas retroceden un paso cuando me ven.

—Vaya, Lali —dice Eugenia—. Tu cara se ve muy linda.

— ¿Qué estás usando? —pregunta Mery, mirando mis muslos.

Me encojo de hombros, sintiendo mi cara arder. Cierro mis ojos y de alguna forma resisto el impulso de tirar mi cabello hacia atrás y hacerme una cola de caballo y sacarme toda esta porquería de mi cara.

— ¿Estás usando esto para tu foto? —exclama Mery. Asiento lentamente.

—Esto está realmente mal —dice Mery, sacudiendo su cabeza—. Ni siquiera se ve como si estuvieras usando pantalones.

La gente del Coffee Calendar me hace señas para que los siga hasta afuera así que corro tras ellos, feliz de terminar esto de una vez. Miro por encima del hombro a Eugenia y Mery, para asegurarme de que no se están burlando de mí y el noto preocupadas y tristes.

Caminamos hacia el campo, donde una cámara está situada junto a un poste de gol.

Escucho silbidos, así que me giro para encontrar la fuente de ellos y veo a algunos de mis compañeros saliendo del vestuario de chicos. Descubro a Federico mirando mis piernas.

— ¡Te ves bastante caliente, Espósito! —grita un junior varsity y otro hace eco de eso antes de que Nicolás y Pablo se planten delante de ellos. Entonces los silbidos paran.

Mi cara debe combinar con nuestras camisetas de los Invasores Rojos.

Peter trota hacia a mí y me lleva hacia un lado. — ¿Qué demonios estás haciendo? —Mira mis piernas y luego de nuevo a mi cara y cabello.

—Tengo que hacerlo, porque Alabama quiere que lo haga.

—No tienes que hacer nada —responde Peter—. Eres una jugadora de muerte. No deberías tener que degradarte a ti misma por ellos.

— ¡No lo hago! Estoy feliz de hacer esto por mi futuro equipo.

Peter asiente lentamente y me da una palmada en el hombro. —Bien…

Se ve algo deprimido, así que digo:

—Te ves más alto sin un cargador de bebes atado a tu pecho, sabes.

—Voy a extrañar a ese Jerry Rice. Me convirtió en un imán para las chicas —dice Peter, sonriendo—. Y la señora Bonner me dijo que tú y yo tuvimos la nota más alta de toda la clase. Fuimos excelentes padres. —Asiente seriamente y le doy un empujón, sacudiendo mi cabeza y riendo.

—Hora de las fotos —digo, señalando con mi cabeza al fotógrafo. Él comienza a volver hacia el equipo, pero se voltea y dice:

—Tu cabello se ve genial. Le sonrío.

—Terminemos con esto —le digo al fotógrafo. Recojo un balón y lo lanzo cincuenta  yardas  por  el  campo  así  puede  tener  un  buen  vistazo  de  mi lanzamiento.

—No, no —responde el fotógrafo—. Pon una mano en tu cintura y sujeta el balón con la otra.

Hago lo que dice, y los silbidos empiezan de nuevo.

— ¡Sexy!

— ¡Quiero un poco de eso!

Agarro el balón tan fuerte como puedo y miro hacia mis zapatillas, tratando de pensar en algo feliz para sacar mi mente de la experiencia más mortificante de toda mi vida. Haré lo que sea para jugar por Alabama… pero esto se siente tan mal.

No puedo creer que los chicos todavía estén silbando y faltándome el respeto de esta manera.

Pero cuando miró al equipo,  veo  que Pablo  se ha  sacado  su  camiseta  y  está modelando para los chicos. Su peso extra se mueve mientras se pavone por la zona que rodea el campo con su camiseta sobre su hombro.

Respiro profundamente, tan increíblemente aliviada de que mi equipo no se estuviera burlando de mí después de todo.

Suelto una carcajada cuando Pablo grita:


— ¡Estoy listo para mi foto, Lali!

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