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Oportunidad
¿La cuenta? 12 días hasta Alabama
Es
jueves y como es tradición, Pablo y yo estamos sentados en La Choza de Pasta de
Todo lo que Puedas Comer de Joe. Estoy jugando con el salero y
el pimentero y Pablo está
garabateando en su
libro de crucigramas.
—No
puedo creer que ya estés haciendo una sesión de fotos para Alabama —dice Pablo—.
Loco.
—Lo
sé, ¿cierto?
—Estoy
orgulloso de ti, Espósito.
—Gracias,
hombre
Pablo
anota algo en el crucigrama y pregunta:
— ¿Lista
para el juego?
Me
encojo de hombros, bostezando. —Estoy cansada de lidiar con el estúpido de
Jerry Rice toda la semana.
— ¿Dónde
está ese bebé tuyo? —pregunta Pablo, mirando debajo de la mesa, como si
realmente hubiera puesto a un bebé ahí abajo.
—Está
con su madre, quien probablemente está durmiendo con Mary Baird ahora mismo.
—Hago
rodar mis ojos y pongo la pimienta encima de la sal.
—Ella
tiene un malditamente lindo pedazo de culo
—No
seas tan cerdo, Pablo. —Saco la sal de debajo de la pimienta, la que cae
perfectamente en la mesa.
—SÍ,
señora —dice, antes de enterrar su nariz en el libro de crucigramas de nuevo
Estoy
tan enferma de los cambios de humor de Peter y de que duerma con cualquiera,
pero no le mencionaré eso a Pablo. Dos noches esta semana, Peter ha aparecido
en mi casa pasada la medianoche y metido en mi cama. Le dije que le patearía el
trasero si jugamos como la mierda mañana, porque no he tenido una buena noche
de sueño en más de una semana, gracias a los constantes lloriqueos de Jerry
Rice y yo estando estresada por Federico y Peter.
Es
como si Pablo supiera lo que estoy pensando, porque levanta la mirada de su
libro de crucigramas, sonríe con picardía y dice:
— ¿Ya
estás saliendo con Federico Romero?
Poniendo
la pimienta encima de la sal, niego con la cabeza.
—No.
Pablo
frunce el ceño. —Bueno, ¿por qué demonios no? Pensé que empezarían a salir
desde el palco del propietario el domingo. No podían mantener sus manos lejos
del otro.
Mierda.
¿Fue tan obvio?
Honestamente
he estado evitando a Federico desde el lunes y él se está echando para atrás.
No se ha acercado a mí en días, lo que es bueno, pero como que apesta al mismo
tiempo.
Me
enderezó y digo:
—Federico
ya está saliendo con Paula y puede conseguir lo que quiera del 99.9% de las
chicas de la escuela.
— ¿Y?
—Y
¿por qué yo sería diferente? No quiero ser una chica cualquiera para él.
— ¿Qué
hay de malo con andar tonteando por ahí?
—Primero
que todo, estamos en el mismo equipo, y segundo, a diferencia de ti y Peter, yo
no soy una mujerzuela y no quiero ser algo de una noche.
—Entonces
le patearé el trasero si te hace eso —gruñe Pablo, agarrando con fuerza su
pluma.
—Lo
sé, lo sé —digo, poniendo mis manos en el aire como si estuviera siendo
arrestada—. Mira, sólo voy a concentrarme en jugar. ¿Está bien?
—Lo
que quieras, Espósito… —Pablo sonríe ligeramente y sacude su cabeza.
Cruzo
mis manos a través de mi pecho. —Obtener una beca para la universidad debería
ser mi prioridad número uno, no salir con chicos.
Pablo
sigue sonriendo a su libro de crucigramas, obviamente tratando de no reírse de
mí. — ¿Una palabra de seis letras para una planta relajante?
Encogiéndome
de hombros, digo:
—No
sé… ¿hierba?
Apunta
con la pluma hacia mí. —Correcto.
— ¿Estás
segura de esto? —pregunto, mirándome fijamente en el espejo.
Una
de las artistas del maquillaje del Coffee Calendar ha alisado completamente mi
cabello, cae por mi espalda como un chorro de agua desde una llave. Y ahora la
dama está dándome ligeros toquecitos de base por toda la cara. Otra mujer pone
una mierda rosada en mis labios.
—Completamente
segura, —responde la mujer—. Luces genial.
— ¿Importa?
¿No van a tomarme la foto usando un casco?
—No
exactamente. —Ella me pasa una camiseta extra grande de Alabama y un par de
pantalones muy cortos.
—Usa
esto.
Me
echo a reír. —Debes estar bromeando.
La
mujer frunce los labios obviamente hartándose de lidiar con una chica que no
quiere jugar a vestirse. O en el caso de esta ropa, a desvestirse, apenas
usando algo.
Pero
si esto es lo que quiere el director atlético de Alabama, esto es lo que
tendrá.
Entro
al baño, me pongo la camiseta y los pantalones extremadamente cortos y luego
vuelvo al vestuario, donde encuentro a Eugenia y Mery.
Ambas
retroceden un paso cuando me ven.
—Vaya,
Lali —dice Eugenia—. Tu cara se ve muy linda.
— ¿Qué
estás usando? —pregunta Mery, mirando mis muslos.
Me
encojo de hombros, sintiendo mi cara arder. Cierro mis ojos y de alguna forma
resisto el impulso de tirar mi cabello hacia atrás y hacerme una cola de
caballo y sacarme toda esta porquería de mi cara.
— ¿Estás
usando esto para tu foto? —exclama Mery. Asiento lentamente.
—Esto
está realmente mal —dice Mery, sacudiendo su cabeza—. Ni siquiera se ve como si
estuvieras usando pantalones.
La
gente del Coffee Calendar me hace señas para que los siga hasta afuera así que
corro tras ellos, feliz de terminar esto de una vez. Miro por encima del hombro
a Eugenia y Mery, para asegurarme de que no se están burlando de mí y el noto
preocupadas y tristes.
Caminamos
hacia el campo, donde una cámara está situada junto a un poste de gol.
Escucho
silbidos, así que me giro para encontrar la fuente de ellos y veo a algunos de
mis compañeros saliendo del vestuario de chicos. Descubro a Federico mirando
mis piernas.
— ¡Te
ves bastante caliente, Espósito! —grita un junior varsity y otro hace eco de
eso antes de que Nicolás y Pablo se planten delante de ellos. Entonces los
silbidos paran.
Mi
cara debe combinar con nuestras camisetas de los Invasores Rojos.
Peter
trota hacia a mí y me lleva hacia un lado. — ¿Qué demonios estás haciendo?
—Mira mis piernas y luego de nuevo a mi cara y cabello.
—Tengo
que hacerlo, porque Alabama quiere que lo haga.
—No
tienes que hacer nada —responde Peter—. Eres una jugadora de muerte. No
deberías tener que degradarte a ti misma por ellos.
— ¡No
lo hago! Estoy feliz de hacer esto por mi futuro equipo.
Peter
asiente lentamente y me da una palmada en el hombro. —Bien…
Se
ve algo deprimido, así que digo:
—Te
ves más alto sin un cargador de bebes atado a tu pecho, sabes.
—Voy
a extrañar a ese Jerry Rice. Me convirtió en un imán para las chicas —dice Peter,
sonriendo—. Y la señora Bonner me dijo que tú y yo tuvimos la nota más alta de
toda la clase. Fuimos excelentes padres. —Asiente seriamente y le doy un
empujón, sacudiendo mi cabeza y riendo.
—Hora
de las fotos —digo, señalando con mi cabeza al fotógrafo. Él comienza a volver
hacia el equipo, pero se voltea y dice:
—Tu
cabello se ve genial. Le sonrío.
—Terminemos
con esto —le digo al fotógrafo. Recojo un balón y lo lanzo cincuenta yardas
por el campo
así puede tener
un buen vistazo
de mi lanzamiento.
—No,
no —responde el fotógrafo—. Pon una mano en tu cintura y sujeta el balón con la
otra.
Hago
lo que dice, y los silbidos empiezan de nuevo.
— ¡Sexy!
— ¡Quiero
un poco de eso!
Agarro
el balón tan fuerte como puedo y miro hacia mis zapatillas, tratando de pensar
en algo feliz para sacar mi mente de la experiencia más mortificante de toda mi
vida. Haré lo que sea para jugar por Alabama… pero esto se siente tan mal.
No
puedo creer que los chicos todavía estén silbando y faltándome el respeto de
esta manera.
Pero
cuando miró al equipo, veo que Pablo
se ha sacado su
camiseta y está modelando para los chicos. Su peso extra
se mueve mientras se pavone por la zona que rodea el campo con su camiseta
sobre su hombro.
Respiro
profundamente, tan increíblemente aliviada de que mi equipo no se estuviera
burlando de mí después de todo.
Suelto
una carcajada cuando Pablo grita:
— ¡Estoy
listo para mi foto, Lali!
Maassss!!
ResponderEliminarMaratón porfaaa
más más más se me hace que lali se va a decepcionar con todo esto
ResponderEliminarMe encanta como la protegen.
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