lunes, 20 de julio de 2015

Capítulo 23

14
Revelaciones
¿La cuenta? 7 días hasta Alabama

 Después de la práctica, me voy al vestidor y me dirijo al estacionamiento mientras Eugenia corre hacia mí. Puedo ver a Federico de pie al lado de mi camioneta esperando por mí, pero me detengo para ver qué es lo que quiere.

—Nicolás me dijo que Federico y tú están saliendo, ahora estoy muy feliz

— ¿Es, como, un besador increíble? Sonrío y, sin pensarlo, le suelto:

—Él es genial. —Bien, de acuerdo, es bastante divertido hablar de Federico. No es como si Pablo, Peter, o Nicolás quieran saber cómo se siente la lengua de Federico. Eugenia me devuelve la sonrisa.

—Mira, besar no es tan difícil.

—Sí.

—Tiene un gran cuerpo también.

—Sí.

— ¿Lali? Sabes que puede hablar conmigo, ¿verdad? Yo nunca diré nada de todo lo que me digas.

La miro directamente y asiento. Sería genial hablar con ella acerca de todo, tal vez incluso conseguir algunas pistas de lo que les gusta a los chicos.

—Gracias, Eugenia. Uhm, sí, tengo una pregunta, pero no le puedes decir nada a nadie.

—Mis labios están sellados.

—Uhm, bueno, eso, ya sabes, es sobre el dolor. ¿Siempre duele? Porque Pablo y, uhm, Peter dice que se siente muy bien.

Ella sonríe, cambiando su bolso en el hombro.

— ¿La primera vez? Asiento con la cabeza.

—Claro, que duele. Pero son chicos, para ellos siempre se siente bien. Así que, ¿sólo lo has hecho una vez, entonces? Asiento.

—No será tan mala la próxima vez.

— ¡No fue tan mala la primera vez! —Ambas nos reímos.

—Me alegro de que estés feliz, Lali.

— ¿Y tú? ¿Están Nicolás y tú...?

Ella niega con la cabeza. —Él está bien, pero echo de menos a Peter, y tengo que sacarlo de mí, antes de empezar a salir de nuevo.

El impacto de esta declaración hace que se me caiga mi bolso. — ¿Qué? Pero rompiste con él.

—Lo sé... Tenía que hacerlo.

— ¿Por qué? —digo, poniendo una mano en mi cadera. No puedo creer que confiara en ella y ella parece que no tiene ni idea de nada.

—Lali... Creo que deberías hablar con él acerca de esto.

— ¿Por qué? ¡Es culpa tuya que rompieran! —Estoy tentada a empujar a Eugenia al suelo y golpearle la cara. Peter no ha sido él mismo en absoluto, desde que ella lo dejó, y aquí está, diciendo que todavía siente algo por él. ¡Qué zorra!

Se aprieta la cola de caballo, y luego me mira. —Él quiere volver junto a mí, y debes saber que lo amo mucho... pero no puedo estar con alguien que no me quiere de vuelta.

— ¿De qué estás hablando? Él te amaba.

— ¿Es eso lo que te dijo? —dice Eugenia frunciendo el ceño.

Escaneo en mi memoria, pero ahora que lo pienso, no recuerdo haberle visto decir nada sobre su amor hacia Eugenia. ¡Pero parecía tan feliz con ella!

—No, nunca me lo dijo en palabras, pero estoy segura de que lo hace.

Ella asiente, mordiéndose el labio y se examina sus uñas. —No puedo estar con él, si él está enamorado de otra persona.

— ¿Quién? —exclamo.

— ¿No lo sabes? —dice Eugenia lentamente. Niego.

—Piensa en ello. Y entenderás. —Ella levanta las cejas, dejándome ver las lágrimas en sus ojos, y entonces se aleja. Guau, mi primer intento de una charla de chicas fue una mierda considerando que hice llorar a Eugenia y todo. ¿Qué mierda? De hecho, me gustó hablar con ella acerca de Federico.

¿Querrá hablar conmigo otra vez?

Pero, ¿de qué hablaba Eugenia? ¿De quién está enamorado Peter? Si él está enamorado, me lo diría. Definitivamente, me lo diría.

Y luego me di cuenta de quién es ella.

Yo.

Todas esas noches de compartir la cama

Todas esas veces que pasó un brazo alrededor de mí

Todas las cosas que ha hecho para hacerme feliz

... me animó a darle una oportunidad a Federico

Realmente debe amarme si me ve salir con otro chico sólo para asegurarse de que soy feliz

Pero él es como mi hermano

Y Federico es mi novio ahora

Mi novio soñado

El chico con el que acabo de perder mi virginidad

¿Qué me da miedo? Estoy tan caliente por Federico pero

Peter me hace sentir entera de otra manera diferente aunque yo nunca he considerado saltarle encima

Mierda, mierda, mierda.

Llevé a Federico a su casa. Ahora estamos sentados en mi camioneta en su camino de entrada, haciéndolo, pero todo en lo que puedo pensar es en Peter. No, no es como que estoy pretendiendo hacerlo con Peter, mientras que Federico me besa, es que me pregunto por qué nunca me habló de sus sentimientos. ¿Por qué nadie me lo dijo hasta después de que tuve mi primer novio verdadero?

— ¿Federico? —murmuro.

— ¿Sí? —dice, pasando sus labios en mi cuello. Se siente increíble. Me sube la camisa, y en vez de perderme en Federico, mi mente divaga de nuevo a Peter.

—Tengo que ir a la casa de Peter por un rato, pero ¿puedo volver por aquí después?

— ¿Por qué tienes que ir? —Él se arrastra encima de mí y tira de la palanca que hace que el respaldo del asiento se incline. Hay un crujido, y volvemos a caer junto con el asiento, riendo. Lo beso de nuevo.

—Estoy preocupada por Peter —le digo.

— ¿Por qué? ¿Está todo bien? —Me pasa la mano por mi cabello. Sus ojos son tan azules... me encantan. Recuerdo cuando pensaba que iba a ahogarme en ellos, pero luego de repente empiezo a pensar en los ojos verdes de Peter.

—Salió de la práctica sin decir nada hoy, y eso es raro, y no contesta a su teléfono cuando lo llamé.

— ¿Puedo ir cont.?

—Está bien, puedo ir sola.

Federico me toma la mano y aprieta con fuerza. —Me sentiría mejor si pudiera ir contigo.

Saco mi mano de su agarre. — ¿Por qué?

—Me gusta saber dónde estás.

—Tendré mi móvil.

—Iré contigo, y esperaré afuera por ti.

—Federico, soy totalmente capaz de conducir por mí misma a la casa de mi amigo.

—Bien —dice Federico, besándome en la frente. Él se arrastra fuera de mí y se sube a la puerta del lado del conductor. Luego mete la cabeza por la ventana y me besa de nuevo—. No te quedes mucho tiempo. Si no estás de regreso en dos horas, voy a ir detrás de ti con un grupo de búsqueda.

—Trato —le digo.

—Escucha —dice Federico, empujando el cabello de la frente—. Lo siento por lo de ayer... en la cena.

Una gran diferencia entre Federico y Peter es que Peter siempre dice lo que piensa cuando lo piensa, pero Federico siempre vuelve a pedir disculpas más tarde.

—Lo que sea —le digo.

—No, no lo que sea. Después de salir, yo estaba tan enojado, les expliqué mi situación en su totalidad a tus padres y les hice saber que sólo quiero jugar al fútbol y pasar el rato contigo, pero yo no voy a alejarte de tu posición. —Federico acaricia mi mandíbula con un dedo.
— ¿Qué dijeron mis padres?

—Tu padre parecía furioso por el naufragio, y tu madre parecía triste. Ella se ofreció a pagar por el cuidado de mi mamá, pero me rehusé.

Amo a mi mamá. Ella actúa de manera desinteresada. — ¿Por qué te niegas?

—Yo no necesito ayuda, Espósito. Sólo tengo que trabajar duro y mantenerme organizado. Pero necesito  una  novia  genial.  —Me besa  de nuevo,  pero  mi cuerpo no se derrite ni se convierte en goma.

¿Es Federico adecuado para mí?

Antes de ir al remolque de Peter,  llamo  a Victorio  con  mi móvil.  Cuando  él responde, yo le grito:

— ¡Gran Crisis!

—Cálmate, Lali. ¿Qué está pasando? ¿Está papá actuando como un idiota?

—No.

— ¿Es Federico?

—Eh... no. Bueno, más o menos.

—He oído que están saliendo.

— ¿De quién?

—Pablo me llamó. Y mamá piensa que estás saliendo con él, incluso si no le has dicho todavía. Ella está herida de que no lo mencionaras.

—Se lo diré más tarde.

—Entonces, ¿qué es esa importante crisis?

— ¡Eugenia Myer acaba de decirme que Peter está enamorado de mí!  —Yo sólo escucho el silencio que viene del teléfono—. ¿Victorio?

—Bueno, duh. ¿No lo sabías?

— ¿De qué demonios estás hablando? —digo, suspirando.

—Lali,  él  te  ha  amado  siempre.  Es  obvio.  ¿No  has  visto  cómo  te  mira fijamente?

—No... Es que es... Peter.

—Mamá y yo siempre pensamos que lo sabías, pero no estabas interesada. ¿De verdad crees que mamá y papá lo dejarían pasar la noche en nuestra casa si pensaran que estabas interesada en él?

—No, yo no lo sabía. —Estoy impresionada, se siente de locos. ¿Cómo no me he dado cuenta? Pensé que sólo éramos amigos, que así es como nuestra amistad es, muy sensiblera y de apoyo. Mi amistad con Pablo y Nicolás es diferente, porque no son emocionales. Ellos no son como Peter, que está lleno de amor y lealtad y dulzura. Dios, sueno como una niña.

—Por lo tanto —dice Victorio—, ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Te gusta algo?

—No estoy segura.

—Es un gran tipo, La, y un gran amigo. No te metas con su corazón. Tienes que ser sincera con él.

—Lo haré. Voy a verlo ahora mismo.

—Llámame después, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —contesto. Entonces me golpeó la cabeza contra el volante.

Toco el timbre, y la hermana menor de Peter, que tiene cuatro años, abre la puerta. Cuando ve que soy yo, ella grita:

— ¡Lali! —Y agarra mi pierna. La señora sonríe y después de separar a su hija de mí, me da un abrazo y suaviza mi cabello. Siempre tengo la sensación de que se está muriendo por agarrar un cepillo y un rizador y darme un cambio de imagen.

— ¿Qué pasa, señora H.? ¿Dónde está él? —digo, saludando a su otra hermana, que tiene doce años.

—En su habitación. No creo que se sienta bien. —Ella mira por el pasillo. Su cara es una sombra de preocupación y tristeza. Yo sé que ella y su esposo hacen lo mejor para sus hijos, pero definitivamente ha sido difícil para Peter, que Nicolás y yo, dos niños ricos hijos de jugadores de la NFL, sean sus mejores amigos.

Sin decir una palabra, voy a su habitación y permanezco fuera de la puerta. No tengo  ni  idea  de  lo  que  voy  a  decir,  o  cómo  saber  si  él  está  realmente enamorado  de  mí.  ¿Cuánto  tiempo  ha  estado  sucediendo  esto  de  todos modos?

Finalmente, decido tocar, abro la puerta, y lo encuentro tendido boca abajo. Es como si su cabeza estuviera siendo tragada por la almohada. Se vuelve hacia mí y sus rizos rubios se caen por todo el lugar.

—Oye, Espósito —dice, dándose la vuelta para hacer un sitio para mí en la cama doble. Es un lugar muy estrecho para dos aficionados jugadores de fútbol de 1,80 metros. No tengo ninguna idea de lo que estoy haciendo, pero me acuesto junto a él y examino todas las estrellas que brillan en la oscuridad, pegadas a su techo.

Toso. — ¿Peter?

— ¿Sí? —Él se da la vuelta, apoyándose en un codo, y me enfrenta. Por lo general, cuando hace esto, creo que es dulce y amable, pero hoy cuando lo hace, me hace sentir toda caliente, por todo mi cuerpo. Sus preciosos ojos verdes se funden con los míos, y un rizo se balancea por su frente, y lo alcanzo y se lo quito. Dejo que mis dedos permanezcan en su sien. Entorna sus ojos, y luego se acuesta sobre su espalda otra vez.

—Entonces, ¿cómo fueron las cosas con Federico anoche? —pregunta Peter.

—Las cosas están bien. Creo que estamos saliendo ahora.

—Genial, me alegra que lo lleves bien, Espósito.

Trago. —Uhm, así que tuve una charla con Eugenia hoy, después de la escuela.

— ¿Ah, sí? —Él se pasa la mano por el cabello, y luego sube y se apoya en su codo de nuevo.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste?

— ¿Decirte qué?

—Ya sabes... ¿por qué Eugenia y tú rompieron?

Vuelve a caer hacia abajo sobre la almohada, se frota los ojos. — ¿Qué te dijo?

—Ella  me  dijo  que  todavía  está  enamorada  de  ti,  y  luego  casi  le  doy  un puñetazo por hacerte daño, pero entonces ella me dijo que no podía estar contigo... porque estás enamorado... de, bueno, alguien más.

—Diría que eso es correcto —susurra. Él se da la vuelta hacia la pared—. No puedo creer que ella te lo dijera.

—Bueno, tal vez lo dijo para que no le diera una paliza. Peter se ríe ligeramente. —Sí. Buen punto.

Me giro y me pongo sobre mí codo, mirándolo por encima del hombro. —No has respondido a mi pregunta. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

Él me mira a los ojos por un segundo, luego los cierra. —Hubiera cambiado todo, Espósito. Y yo no quiero que nada  cambie.

—Sí, lo entiendo.

No tengo idea de lo que estoy haciendo, pero tengo la imperiosa necesidad de abrazarlo, así que me acurruco contra él y le abrazo. Es extraño, porque una parte de mí se siente tan bien en estos momentos. La otra parte quiere estar con Federico. Deseo que Eugenia nunca me hubiera dicho acerca de por qué se separaron, porque ahora sigo  pensando en la barrera entre Peter y yo, la barrera que no se puede cruzar, en la que nunca había pensado.

Algo se agita dentro de mí. ¿Lo he amado, como algo más que un amigo, todo el tiempo? ¿Qué diablos me pasa? Estoy acostumbrada a saber lo que es mejor para mí. Supongo que es una gran decisión. La elección ya sea para llevarlo al siguiente nivel. Pero no era tan difícil decidir con Federico. Yo lo quería, así que lo hicimos. No es tan sencillo con Peter, con una persona que ha llenado diez años de mi vida. Y ¿qué pasa con Federico? Él es más sexy que Tom Brady, pero no es Peter.

Cuando estoy agarrada él, Peter se voltea, toma el brazo de entre nosotros y lo pone sobre mis hombros, apretándome contra él. Yo descanso mi barbilla en su pecho y encuentro sus ojos, llevándoselo todo. Entonces siento mis labios que me arrastran hacia arriba hacia él, hacia su boca, y justo cuando estoy a punto de darle un beso, sólo para ver cómo se siente, pone una mano sobre mi pecho.

—No podemos, Espósito. Lo siento...

—Oh.  Muy  bien.  —Avergonzada,  dejo  caer  mi  cabeza  hacia  atrás sobre  su pecho. Los pájaros cantan fuera de la ventana, y escucho a sus hermanas riendo y jugando en la sala de estar mientras estamos aquí tendidos, en silencio. Siento lágrimas en mis ojos. Las alcanzo y arrastro el dorso de mi mano en mi cara.

—Tienes novio ahora, Espósito. No puedes ir por ahí haciéndolo con cada chico que veas —dice con una sonrisa. Después aprieta mi hombro, se sienta, agarra una baraja de cartas de su mesita de noche, y empieza a arrastrar los pies—. Vamos a jugar a alguna guerra. —Él empieza a repartir las cartas en dos montones.

Otra lágrima cae de mis ojos, pero no tengo la fuerza para quitármela. Toda mi energía está siendo utilizada por mi corazón, porque está bombeando el doble, tan duro sólo para seguir trabajando. ¿Por qué no me besaría?

Peter sigue barajando. Cuando todas las cartas han sido repartidas, recojo mi pila y mezclo mis cartas. Entonces miro a los ojos a Peter, y él está mirando hacia mí, a mis lágrimas, y veo todas esas pequeñas arrugas alrededor de sus ojos, arrugas de tristeza. Frunce el ceño, mordiéndose el labio.

— ¿Qué demonios acaba de pasar? —digo, mirando sobre el hombro de Peter a su afiche de Jerry Rice.

—No quiero que nada cambie. —Tira una carta, un cinco. Tiro un nueve. Recojo las cartas y las uno a mi montón. Él lanza un rey, y yo un cuatro. Él recoge las cartas. ¿Debo decirle que todo ya ha cambiado?

Tiro por un siete.

3 comentarios:

  1. K bien disimuló sus sentimientos x Lali,y k capacidad d aguante....
    Prefiere estar con ella d esa manera ,a k todo cambie entre ellos ....raro en un chico.

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