Juego #1
¿La cuenta? 18 días hasta Alabama.
Cinco
minutos antes de que el juego empiece, el cielo se ha abierto y la lluvia está
empapándome. Pero apenas lo siento… sólo puedo concentrarme en el juego y en el
reclutador de Alabama. Ignoro a las docenas de reporteros tomándome fotos desde
detrás de la valla.
Estoy
desesperada por aire. Intento aspirar la mayor cantidad de oxígeno a través de
mi mascara, pero no está funcionando. Agarro el balón, lo giro y le doy la
vuelta, una y otra vez.
Una
mano desciende sobre mi hombro, me giro y me encuentro a Victorio. Su
cabello rubio está
pegado a su
cara, y su
camiseta y sus
jeans están empapados. Mi hermano
es la única persona a la que el entrenador le permite estar en el banquillo
durante el juego.
—Hola
hermana —se inclina cerca y susurra—. Así que ¿Dónde está Federico?
—Cállate —digo—.
Estoy intentando concentrarme.
Y tú necesitas
una sombrilla… te vas a enfermar antes de juego de mañana.
Él
se encoje de hombros, luego frota mi brazo. —Necesitas relajarte o te vas a
quedar tan rígida como el abuelo Espósito.
Le
doy una mirada asesina. ¿No sabe lo importante que es este juego?
—Sí,
se lo importante que es este juego —dice Victorio.
—
¡Oye Espósito!
Veo
a Pablo andar hacia acá. — ¿Sí? —digo.
—No
estaba hablando contigo, estaba hablando con tu hermano —contesta Pablo,
sacudiendo la mano de Victorio—. Es bueno verte, hombre.
—A
ti también. Así que ¿Dónde está ese nuevo mariscal, Federico? —pregunta
Victorio, Pablo mira hacia mí. Me alegro de estar usando mi casco, porque puedo
sentir mi rostro calentarse otra vez.
—El
número quince —murmura Pablo.
—Gracias
—dice Victorio, golpeándole la espalda a Pablo y alejándose.
— ¿Qué
fue todo eso? —pregunta Pablo.
—No
lo sé. Le conté lo bueno que es Federico. Está interesado.
—Bueno,
mejor que Federico no intente desviar su atención lejos de ti o le patearé el
culo. No
puedo creer que
él intentara jodidamente
venir aquí y
tomar tu posición —gruñe Pablo.
—Sácalo
fuera con Lynchburg ¿de acuerdo? —digo, riendo.
Observo
mientras Victorio se acerca a Federico, sacudiendo su mano y dándole en la
espalda. Federico se quita su casco y sonríe hacia Victorio, y ellos empiezan a
hablar animadamente. Victorio apunta hacia el campo, describiéndole
probablemente lo “mierdoso” que es el campo de Lynchburg, señalando todos los
agujeros de la hierba.
Siento
unos dedos pinchándome a los lados, y me doy la vuelta para ver a Peter,
llevando un paraguas bajo el brazo, lo saca y lo abre, sujetándolo sobre mí.
—Detente
—siseo—. Estás haciendo que parezca tonta.
—Bien,
—contesta Peter. Puedo verlo sonreír detrás de su máscara. Él da dos pasos
gigantes lejos de mí, pero mantiene el paraguas abierto y se para debajo, sólo.
Peter mueve la cabeza hacia Victorio y Federico—. Entonces, ¿Qué está pasando
allí?
Suspiro.
Todos mis amigos chicos son demasiado sobreprotectores y entrometidos.
—Él
quería conocer a Federico. Le conté lo bueno que es.
—Lo
bueno que es, ¿eh?
—Cállate
Peter. Estoy intentando obtener la zona.
—Colega,
¡estamos jugando en Lynchburg! Bien podíamos estar jugando en el equipo Pop
Warner. —Peter se acerca a mí otra vez y le da el paraguas a un novato.
Apretando mí mano dice—: Tú vas a estar genial esta noche.
—Tú
también —contesto cuando Victorio y Federico se acercan.
Peter
ve como Victorio se inclina hacia mí y rápidamente se acerca para escuchar.
Victorio susurra:
—El
entrenador de Alabama está aquí.
Peter
y yo nos giramos de cara a la valla, donde los promotores y ex alumnos
suelen ponerse a
tomar notas. Efectivamente
un hombre que
lleva una chamarra roja de
Alabama Roll Tide está aquí.
Victorio
continúa:
—Los
reclutadores de Ohio están aquí, también.
—Deben
estar aquí por Nicolás. —Me siento mal porque los reclutadores de Michigan no
estén aquí. Peter ha querido ir a la escuela de allí desde siempre.
—Impresiónalos,
Espósito —dice Peter, golpea mi espalda cuando los árbitros llaman a los
capitanes al campo para el lanzamiento de la moneda.
Corro
hacia la línea de cincuenta yardas con Pablo y Nicolás y pronto estoy parada en
el centro del campo con Nicolás a mi derecha y Pablo a mi izquierda. El árbitro
me dice que elija.
—Cara
—digo. El árbitro lanza la moneda al aire y deja que golpee la hierba, sale
cruz. El capitán de Lynchburg dice que ellos patearan. Mirando hacia el
campo, digo que nosotros queremos
defender el lado
menos fangoso. No quiero que
nuestra defensa esté
resbalando y cayendo
por todo el
lugar. Prefiero correr por el barro del otro lado. Pablo, Nicolás y yo
corremos de vuelta a las líneas laterales,
donde golpeo los puños con
Peter, antes de
que salga a despejar.
—Es
genial que los de Ohio estén aquí —le digo a Nicolás. Él se encoge de hombros,
lo que me sorprende. Me imaginé que estaría entusiasmado. ¡Joe Nicolás Fue defensa del Estado de Ohio, por no
mencionar a los Delfines de Miami y los Titanes!
Cuando
el otro equipo saca, Federico se une a mí. Juntos, vemos a Peter atrapar el
balón y correr por el campo. Él está en nuestras veinte, luego en las treinta…
zigzagea a un par de esquineros, quienes tropiezan y caen al barro. Luego Peter
va directo hacia abajo, y pasa las veinte del otro equipo, luego las diez. Y ¡Touchdown!
Nuestras
porristas animan como locas, nuestra banda de música toca una canción de lucha.
Somos impresionantes.
—Mierda
—dice Federico—. Él hizo que eso pareciera fácil.
Gritando,
salto arriba y abajo. Empujo a un novato, que tropieza y cae al banco. Empujo a
Pablo, que no se mueve por supuesto, pero es el motivo del empujón lo que
importa. Golpeo los puños y doy los cinco a los otros chicos del banquillo,
incluido a Federico. Cuando nuestras manos golpean los cinco entre ellas,
siento, como una descarga de electricidad entre nosotros.
Peter
agarra el balón y empieza hacer un baile, entonces se para. Supongo que se da
cuenta que hacer el baile no vale la pena con este tiempo. Después de que
nuestro pateador marca un punto extra, nuestros defensas empujan hacia fuera y
no permiten que Lynchburg haga la primera fase.
Hora
del espectáculo.
Corro
hacia el campo, y tomo mi posición detrás de Pablo. El imbécil delantero de
Lynchburg dice:
—Hola
lesbiana, tu culo se ve mejor que el año pasado.
—Cierra
la boca, idiota —dice Pablo, golpeando la máscara del delantero.
—Está
bien —le digo a Pablo, lo suficientemente alto para que el delantero me oiga—.
La única novia que él tendrá será su mano derecha.
El
entrenador me habla a través del altavoz de mi casco. —Sólo carga esta noche.
Nada de pases vistosos.
— ¡Cincuenta
rojo! —Grito—. ¡Cincuenta rojo! ¡Veinticinco azul! —La señal, el veinticinco
azul, lo que significa que Pablo golpea el balón hacia mí, y yo se lo paso a
nuestro corredor principal, Drew Bates, y él lo conduce hasta el medio campo.
Obtenemos la primera con facilidad.
Pablo
golpea como el infierno al delantero, que ahora está tirado sobre el campo,
agarrándose el estómago.
—Bonito
—digo en voz alta.
El
tiempo está causando que Lynchburg juegue incluso peor de lo normal, lo cual es
bastante malo, así que nosotros seguimos conduciendo el campo.
Después
de que paso el balón para el segundo touchdown, escucho a mi madre gritándome
desde las gradas. Ella está sentada con la madre de Nicolás, la de Peter y los
padres de Pablo. No me imaginaba que mi padre fuera a venir, pero agacho mi
cabeza cuando veo que no está aquí.
Empapada
por la lluvia, mi madre sonríe mientras grita mi nombre. No puedo esperar a decirle
cuanto la quiero.
Para
el medio tiempo, el marcador esta 28-0. Estoy avergonzada por Lynchburg, pero
estoy jugando un juego asombroso incluso si sólo estoy pasando el balón sin
tirar ningún pase largo. Corrí para un touchdown, sin embargo, simplemente
porque necesitaba mostrarme al tipo de Alabama. Normalmente no hago cosas como
esa, pero si no podía lanzar ninguna gran bomba con este tiempo, tenía que
hacer algo para destacar.
Ahora
estamos en los vestidores y ya que vamos ganando, el entrenador no nos tiene
que decir nada sobre que estamos haciendo algo mal, así que bebo algo de
Gatorade y me seco. Mis manos están tan mojadas que parecen pasas. Peter se
aprieta junto a mí a un lado del banco y Federico al otro. Como estamos
machacando a Lynchburg, siento que me puedo relajar un poco, así que dejo la
zona del fútbol y empiezo a pensar en Federico otra vez. Su codo está tocando
el mío.
¿No
sería genial si fuéramos las dos únicas personas en esta habitación? Nos
arrancaríamos los uniformes y…
— ¡Espósito!
—dice el entrenador.
— ¿Qué
pasa?
—Te
estoy sacando del campo para la segunda mitad. Pablo, Nicolás y Peter saltan.
Ellos empiezan a gritar:
— ¿Va
enserio, entrenador?
Y: —
¡Ella está genial en este juego!
El entrenador
levanta una mano.
—Espósito ha demostrado
que es perfectamente capaz de
correr por un campo de fútbol. Pero el tiempo está empeorando, y no quiero que
salga herida.
—Suena
como mi padre.
El
entrenador se quita la gorra y se frota la cabeza, frunciendo el ceño hacia mí.
—Apuesto
a que tu padre estaría de acuerdo conmigo. Estoy sacando a Federico en el
segundo tiempo.
— ¡Mierda!
—digo levantándome y saliendo del vestidor. Cuando estoy afuera en el pasillo,
tomo una larga y profunda respiración, y recorro mis manos a través de mi
cabello mojado.
¿Cómo
puede hacerme esto el entrenador? El entrenador de Alabama está aquí para
verme. A mí. Lali Espósito.
No a
Federico.
Es
como si todo el mundo en este maldito planeta estuviera aquí para verme jugar y
realizar mi sueño. Todos excepto los chicos de mi equipo.
Mi
equipo…
Nadie
respeta a un capitán que actúa así, no importa si el entrenador está actuando
en plan idiota esta noche, así que vuelvo a entrar en el vestidor. —Lo siento,
entrenador —digo—, no volverá a suceder.
El
entrenador sonríe, lanzándome el balón. —Genial. Ayuda a Federico a calentar.
Gracias
al Señor, que el entrenador no es meteorólogo, porque sus predicciones apestan.
“El tiempo está empeorando”, mi culo. Para el momento que Federico está calentando,
las estrellas brillantes cubren el cielo despejado.
Grito
mis instrucciones a los defensas del campo mientras Victorio se acerca y se
para a mi lado.
—Jugaste
como el infierno en este juego, hermana.
—Gracias
—murmuro—. No puedo creer que el entrenador me sacara.
—No
importa. Le mostraste a todo el mundo tu talento.
— ¿Hablaste
con el entrenador de Alabama? Él se ríe. —Sí. — ¿Qué dijo?
—Ahora
no es un buen momento. Céntrate en el juego. Hablaré contigo en casa. —Victorio
se aleja hacia la valla, donde están los chicos de Alabama y la Estatal de Ohio
todavía con el padre de Nicolás. Desearía tener las habilidades de mi hermano
en las charlas.
No
dejamos que Lynchburg llegue a la primera, por lo que el balón ya es nuestro. Federico
corre hacia el campo, haciendo incluso parecer que lo hace sin esfuerzo.
Los
defensas de Lynchburg parecen relajarse cuando ven que no me he reincorporado
al juego. Gran error. Grande. Incluso aunque Federico sólo entrenó una vez con
nuestro equipo, y la práctica duró veinte minutos, él va a destrozar a
Lynchburg.
Pablo
le lanza el balón a Federico. Él toma cinco pasos y escanea el campo. Pablo
deja que un defensa lo pase. A propósito, obviamente. Pablo nunca hubiera
dejado que un lateral de Lynchburg se acercara a ningún lugar cerca de mí. No
importa, sin embargo, Federico deja de lado al lateral y le da un pase en
profundidad a Peter, quien está luchando con un esquinero en la zona de
anotación. El balón se desliza hacia los brazos abiertos de Peter.
Mierda.
¡Federico
acaba de hacer un pase de cuarenta yardas! Dios, no creo que yo hubiera podido
hacer eso.
Me
giro para encontrar a Victorio y a los reclutadores universitarios. Los
entrenadores le están hablando rápidamente a un boquiabierto Victorio, quien
les dice algo a ellos. Los reclutadores escriben algo en sus notas.
El
nombre de Federico.
¿Me
recordará el tipo de Alabama incluso después de haber visto a Federico?
Después
de quitarse su casco, Federico corre hacia aquí. Él deja caer una mano sobre mi
hombro y me acerca hacia él. Rápidamente aparto sus manos.
—Lo
siento, Espósito —dice Federico, con su grueso acento de Texas.
—Está
bien —murmuro—. Buen pase. —Después de que Pablo golpee el balón, así podemos
tener otro punto extra, lo aparto a un lado—. Pablo, no vuelvas a hacer eso.
— ¿Hacer
qué?
—Dejar que un
lateral vaya detrás de un
jugador de esa manera.
Habrían podido cubrir a Federico. Gracias a Dios que sólo es Lynchburg.
— ¿Qué
mierda te importa? El tipo te ha robado la posición.
—Pablo,
no me importa si él amenaza con matar a mis hijos aún no nacidos. Federico sigue siendo
parte del equipo.
Nosotros nos encargaremos
de los demás.
¿Entiendes? —Le golpeo el casco lo suficientemente fuerte para hacer que
le doliera la cabeza, para hacer un punto.
—Sí,
señora.
Entonces
veo a Federico hablando con Duckett, quien ha puesto su cara de ''Estoy
asustado de mi mente'', así que voy a ver lo que está pasando allí.
Oigo
A Federico decir:
—No
puedes interferir con un receptor como él.
— ¡Sólo
nos costó quince yardas!
El
consejo de Federico es correcto, pero él no es el entrenador y ciertamente
tampoco es el capitán.
—Duckket
—le digo—. Estás haciendo un fantástico juego, pero Federico tiene razón. No
dejes que vuelva a suceder.
—Lo
tengo, Espósito. —Duckett mira a Federico y se aleja.
—Eres
demasiado buena con él —me dice Federico.
—Yo
soy el capitán de aquí. Hay una gran diferencia entre ser brutalmente honesta y
decirle a la gente lo que necesita oír. ¿Entiendes?
Federico
me mira como si nunca hubiera tomado direcciones de nadie. Lo agarro por la
camiseta y tiro de él más de cerca.
—Si
tienes algún problema con
alguno de los jugadores, me lo
traes ¿De acuerdo?
—Lo
siento —murmura. Se frota la parte posterior del cuello, frunciendo sus cejas.
—Yo
corro por el campo de Hundred Oaks. No tú.
—Entiendo
—Federico empuja de nuevo su casco de vuelta y sale corriendo para nuestro
próximo juego. Peter y Pablo siguen a Federico, pero una vez que se han ido, Nicolás
se acerca hacia mí.
—No
me gusta esto ni un poco, Espósito —dice Nicolás—. Algo está fuera de lugar con
ese tipo, que asume demasiado.
—Está
bajo control —le digo con un tono para decirle a Nicolás que se vaya, que es lo
que hace.
Pero
no puedo dejar de preguntarme si Nicolás está en lo cierto. Este es mi equipo.
Es sólo nuestro primer juego, y el entrenador ya me ha sacado y puesto en el mejor
puesto de mariscal de campo, el mariscal de campo que se utiliza para gritar
las jugadas y conseguir el camino.
Pero
no voy a ser controlada por nadie. No importa lo bonita que sea.
Como
de costumbre, soy la primera en salir del vestidor y sentarme en el autobús. Saco mi iPod y me
extiendo a través de la última fila. Pablo y yo siempre nos sentamos en los
últimos asientos, que son unos beneficios para los de alto nivel. Cierro los
ojos y escucho algo de música rap y espero que los latidos me relajen.
No
puedo esperar a llegar a casa y escuchar lo que el reclutador, le dijo a
Victorio acerca de mí. Por supuesto, podría haberse olvidado ya de mí, teniendo
en cuenta que sólo soy la segunda. La mejor del instituto QB en Tennessee
ahora.
Ganamos
42-0. Federico era lo suficientemente agradable para disfrutar en Lynchburg,
sólo lanzando dos pases largo, al tanto de Peter. Y los tres touchdowns de Peter en
un juego impresionante. Los
entrenadores de las
universidades definitivamente lo debieron de haber notado.
Me
encuentro sonriendo a mí misma ante el recuerdo del baile de Peter al final del
juego.
En
la zona de anotación, después de su tercer touchdown, hizo el movimiento llamado
“La podadora” donde pretende imitar a una. Y luego hizo ''El aspersor''.
Conseguimos
una penalización por conducta antideportiva y luego tuvimos que marchar quince
yardas atrás. El entrenador se enojó por el exhibicionismo de Peter, pero no me
importa.
De
repente, el resto del equipo sube al
autobús, y el autobús comienza a rebotar y agitarse distrayéndome, llevándome a
los otros jugadores gritando, desde la música y mis pensamientos. Cierro los
ojos otra vez. Siento un golpe en el pie, y esperando ver a Pablo, miro hacia
arriba y encuentro a Federico de pie delante de mí. Me empuja las piernas,
haciendo que me sentara, y mis pies cayeran al suelo, y comienza a apretar mi
lado del sitio.
—A
Espósito le gusta sentarse sola —Nicolás dice en voz alta—. Saca tu culo de su asiento.
Federico
se da vuelta y lo mira.
—Métete
en tus asuntos, Nicolás. Tengo que hablar con Espósito sobre el juego. —Él se
desliza, y me deslizo contra la ventana quitándome los auriculares.
Mierda.
Tengo que oler fatal, como una mezcla de sudor, perro mojado, y olor a gas diésel
que se ha filtrado en los asientos de vinilo del autobús. Pero no importa a lo
que huela. No puedo bajar la guardia con este tipo o él no sólo se hará cargo
de mi posición. Él va a hacerse cargo de todo el equipo.
—Oye
—dice, acariciando mi rodilla—. Gran juego el de esta noche. Eres muy buena.
Doblo
mis brazos sobre mi estómago. —Tú también eres bueno.
—Estoy
contento de haber llegado a jugar. Me gusta tanto el fútbol.
—A
mí también... —Me detengo por un instante antes de añadir—: Me ha gustado desde
que tenía cinco años, cuando mi padre me llevó al juego del Súper Bowl XXXII.
Federico
sonríe. — ¿Broncos vs Empacadores?
—Sip.
—Impresionante
juego, mi hombre John Elway destruyó a Brett Favre. Yo digo:
—Favre
apesta. Y Federico dice:
—No
puedo soportar a Brett Favre. —Al mismo tiempo. Y luego los dos decimos:
—Jinx.
—Le pellizqué su antebrazo y él me pellizcó el muslo.
Nos
reímos y se apoya en mi hombro, y luego
nos sonreímos el uno al otro. Sus ojos son tan azules...
—Entonces…
¿de qué quieres hablar? —pregunto.
Federico
sonríe con esa sonrisa malvada de nuevo. Susurra:
—Mentí.
Sólo quería una excusa para sentarme contigo.
En
ese momento, Peter agarra el asiento directamente en frente de nosotros, de
forma rápida mira mis ojos, luego se sienta y mira hacia adelante. Normalmente,
él se cierne sobre el respaldo de su asiento y charla conmigo, pero él se
encorva tan abajo en su asiento que no puedo ni verlo.
Maaass
ResponderEliminarquiero LALITER que ese federico se vaya
ResponderEliminarPobrecito k mal se siente d verla con Federico
ResponderEliminarPoniendom al día con la novela
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