lunes, 13 de julio de 2015

Capítulo 16

9
¿Él sabía…? 

— ¿De qué querías hablar? —pregunto mientras pongo mi camioneta en estacionar.
Él   toma   mi   mano y en silencio, nos quedamos tomados de la mano por unos minutos.  Sigue abriendo  su  boca  como  si estuviera a punto de decir algo, luego la cierra de nuevo.

—Mi padre murió hace seis meses — dice finalmente.

Sorprendiéndome a mí misma, me estiro y lo atraigo a un abrazo. Él deja su frente descansando en mi hombro. —Lo siento. ¿Qué sucedió?

—Terrible accidente automovilístico. Conductor borracho.

— ¿Es por eso que te mudaste a aquí?

Él aleja su cuerpo, pero mantiene sus brazos alrededor de mí. —Más o menos.

— ¿Dijiste que vivías con tu mamá y hermana? ¿Y tu abuelo?

—Sí, deberías venir y conocer a papá Es genial.

— ¿También conocer a tu mamá y hermana?

Se mueve en su asiento y comienza a jugar con el techo corredizo de nuevo.

—Mi mamá estaba en al auto también.

¿Pero si ella estaba en el auto… y no murió…?
— ¿Qué sucedió?

—Uhm, bueno, ella está, uhm, ¿paralizada? —Federico entierra sus ojos en los talones de sus manos—. Y quiero decir, en verdad intenté lo más que pude hacerme cargo de todo para que mi hermana y yo nos pudiéramos quedar en Texas… pero no pude…

— ¿Por qué me estás diciendo eso?

Él deja caer sus manos y se voltea a mirar mis ojos. — ¿Somos amigos, cierto? Espero que… dejé todo en Texas.

Tomo su mano. —Por supuesto que somos amigos.

—Bueno, mi padre no tenía un seguro de vida como pensé que tendría… bueno, él no tenía mucho dinero para comenzar. Pero mamá necesita un montón de cuidado… como, ¿cuidado que no puede darle? Necesita una enfermera.

— ¿Así que te mudas aquí para que tu abuela pudiera ayudar?

—Sí…  tuve  que  vender  nuestra   casa  en  Texas…  para  que  pudiéramos permitirnos el cuidado de mamá. Además mi abuelo ya tenía un trabajo aquí trabajando en una fábrica de pijamas.

— ¿Una fábrica de pijamas?

— ¿No sabías que Tennessee es, como, la capital de pijamas del mundo? —Federico sonríe un poco.

—No, no uso pijamas —digo sin pensar. Federico tose. — ¿Qué?

—Uh, quería  decir que uso, como,  ropa de ejercicio en  la cama, tú sabes, camisas y pantalones de malla y mierda así.

—Claro… —dice Federico, sonriendo. La sonrisa característica de Federico es la cosa más sexy en el planeta.

— ¡Uso ropa en la cama!

—Eso apesta.

Golpeo el hombro de Federico. —Entonces… ¿tu abuelo se está encargando de todo?

Federico frota la parte posterior de su cuello, mirándome de reojo. —No. No exactamente. Él tampoco podía permitírselo porque no tiene un buen seguro de salud, y no es como si su seguro pudiera cubrir el cuidado de mamá de todos modos. Los padres de mi mamá murieron bastante jóvenes, así que el padre de mi papá fue lo suficientemente agradable para aceptarnos. Quiero decir, él no tiene que ayudar en el cuidado de mi mamá en absoluto.

—Así que… uhm, estamos viviendo del dinero por vender nuestra casa en este momento. Y ayer, encontré un trabajo para lavar platos los jueves, sábados y domingos. Fueron lo suficientemente agradables para que funcionara con el horario del fútbol americano, pero no sé qué demonios voy a hacer.

— ¿Qué quieres decir?

—Incluso si consigo un trabajo después de la secundaria, no voy a estar haciendo el suficiente dinero para sostener a mi hermana y que mi mamá consiga el cuidado que necesita al mismo tiempo.

— ¿Trabajo? ¿Y la universidad?

—Espósito… no puedo ir a la universidad.

—Tienes que ir a la universidad. ¿Qué pasa con Notre Dame? ¡Eres material de la NFL!

— ¿No crees que sé eso? —dice Federico rápidamente. Luego mueve su cabeza como si estuviera  molesto consigo  mismo—.  Lo  siento…  no  quise decirlo  de  esa manera. Lo que quise decir es que quiero ir a la universidad, y quiero jugar fútbol más que cualquier cosa, pero no puedo darme cuatro años y dejar a mi hermana y mamá para que se defiendan solas. Papá no hace mucho dinero en absoluto… ya está tomando más dinero del que puede manejar al alimentarme a mí y a mi hermana.

—Pero tiene que haber algo. Conseguirás una beca.

—Las becas no ponen comida en tu mesa.

— ¿Entonces por qué no estás jugando fútbol en este momento? ¿Por qué no estás trabajando más que tres días a la semana?

Él toma mi mano, acariciándola. —Amo el fútbol. Cuando era niño, mi papá y yo lanzábamos las pelotas por horas. Lo hacíamos casi todos los días… hasta, bueno, tú sabes, el accidente.

— ¿Así que sólo quieres jugar fútbol?

—La temporada es como mi último hurrah, porque después de esto, tengo que conseguir un trabajo de verdad y dejar de soñar.

Aprieto su mano. — ¿Sabes lo que pienso sobre los sueños? Federico sonríe un poco.

 — ¿Qué?

—Que si pasas soñando mucho tiempo, en verdad dejarás de hacerlo. Y cuando haces cosas en verdad, hay una buena probabilidad de que funcionen. Hacemos que las cosas sucedan al atacar, no al sentarse soñando.

—Esto me va a hacer sonar como un idiota, ¿pero exactamente qué tendrías que soñar? Tu vida es, como, perfecta.

Me río fuertemente. — ¿Estás bromeando, verdad? Federico niega con su cabeza.

—De acuerdo, bueno mis problemas son nada comparados con los tuyos, pero mi papá no cree en mí en absoluto y odia el hecho de que juegue fútbol.

— ¿En verdad? Pero tu padre parece tan genial en SportsCenter.

—Él es bastante genial… en cuanto no digas nada sobre mí jugando fútbol.

—Tú papá está equivocado. —Vuelve a acariciar mi mano. Mi cuerpo se siente caliente. — Gracias.

— ¿Puedes entrar por un momento? —Usando su pulgar, Federico señala por encima de su hombro a la casa.

—Sí —digo con una sonrisa.

Infierno, entraría por el resto de mi vida. ¿Conseguiré sentarme en su cama?
¿Tiene una ropa de cama con gráficos?

Salto fuera de mi camioneta y subo el porche, y mientras me acerco a la puerta, comienzo a enloquecerme un poco. ¿Cómo puedo estar tan absorta en mí misma para obsesionarme por estar en su cama cuando su madre está aquí, paralizada?

Cuando Federico abre la puerta, se estira hacia atrás y toma mi mano, llevándome dentro. Todo parece meticulosamente limpio. ¿Encontraré polvo en su casa?

La sala es totalmente de 1970, complete con un sofá marrón a cuadros. Lo amo. Tal vez pueda comprar el sofá y ellos tendrán más dinero. Pero por lo que sé hasta ahora de Federico, nunca aceptaría favores.

Una hermosa chica que sólo puede ser la hermana de Federico está sentada en el sofá leyendo una revista y viendo televisión. Debe tener trece o catorce y debe estar rompiendo todos los corazones de los chicos de su nueva escuela. Cuando ve a Federico, salta del sofá y lo abraza.

— ¿Cómo estuvo el juego? —pregunta su hermana, una chica alta con cabello rubio rojizo. Ella está usando maquillaje y una linda camisa con una falda. Sip, definitivamente rompecorazones.

— ¡Genial! ¿Lo viste en TV? —responde Federico.

—Uh… no.

Federico se ríe, luego me dice. —Vanessa odia el fútbol americano. Vanessa, esta es
Lali Espósito, y Espósito, esta es mi hermana, Vanessa.

Estrechamos nuestras manos y su hermana me sonríe. — ¡Federico me ha hablado mucho de ti! Me encanta el vestido, ¿puedo pedirlo prestado algún día?

Federico gruñe. ¿Pero cuál declaración lo asusta más, el hecho de que su hermana me preguntó si podía prestarle este tonto vestido? ¿O el hecho que sé que estaba hablando de mí?

—Vanessa, eso es grosero —dice Federico.

Me encojo de hombros. —Puedes tenerlo si tienes algo más que pueda usar para ir a casa. Odio los vestidos.

— ¡Oh Dios mío! Iré a buscar algo en este momento —dice, saliendo disparada de la habitación.

Federico pone sus ojos en blanco pero sonríe. Pone una mano debajo de mi codo, guiándome a salir de la sala hacia la cocina, donde un hombre mayor está sentado en una mesa con sus pies en ella, leyendo el periódico.

—Papá, me gustaría que conocieras a Lali Espósito —dice Federico, mirando del rostro de su abuelo hacia el mío.

El hombre se pone de pie, extendiendo una mano. —Jim Romero.

—Un placer conocerlo —respondo.

—Es un placer, Lali. He estado leyendo de ti en los periódicos por años.

— ¿En verdad? —digo, sin sorprenderme. Mi nombre está constantemente apareciendo por la temporada de fútbol, como si el fútbol fuera la única cosa para hacer aquí.

—Sí, antes de que él se mudara aquí, incluso le envíe algunos artículos a Federico por correo —dice el Sr. Romero, palmeando la espalda de Federico—. Le dije que sería difícil entrar en el equipo en Hundred Oaks, lo que hiciste aquí y allá, y estaba tan emocionado porque lo dejó entrar en el equipo. Bob Millers es un buen chico.

Espera, ¿así que Federico sabía sobre mí? ¿Sabía que yo era una chica? ¿Entonces por qué demonios actuó tan sorprendido cuando me quité el casco?

—Ahora que has regresado, tengo que ir a la fábrica. Descanso de suerte, tuve el turno  del domingo  —le dice  el  Sr. Romero a Federico—.  Fue bueno conocerte, Lali.

 —Lo mismo digo —respondo mientras se va.

Estoy  totalmente  confundida.  ¿Federico  sabía  sobre  mí?  Mis  pensamientos  son interrumpidos por la aparición de Vanessa con un montón de atuendos. Federico comienza a hurgar por las ropas, las cuales incluyen mini faldas, una chaqueta de cuero, y un par de pantalones de camuflaje. Sonríe, él pone en la mesa una mini falda fucsia, una chaqueta de jean, y un bustier elástico.

—No. Jodidamente no.

Federico se ríe, entregándome un par de shorts de malla y una camisa Nike. —Sólo bromeaba. Puedes cambiarte en el baño.

Federico señala una puerta, y entro, cambiándome a ropa de entrenamiento, y camino a la cocina descalza. Después de entregarle la ropa a una Vanessa que chilla, noto que Federico está frunciendo el ceño, así que decido salir. No le he preguntado dónde está su mamá, pero supongo que si él quiere que la conozca, me la presentará. ¿Ella puede hablar? ¿O está paralizada hasta el punto que es, como, esto es terrible de mi parte, un vegetal? Nunca lo preguntaría.

—Es mejor que me vaya —le digo a Federico—. Necesito revisar a Peter.

— ¿Oh? —Responde Federico, alzando una ceja—. ¿Cómo es eso?

La ruptura de Peter con Eugenia es de conocimiento muy público, como todo el asunto  de  Jennifer  Aniston-Brad  Pitt-Angelina  Jolie,  así  que  no  lo  voy  a traicionar al decir: “Ha estado un poco destrozado desde que Eugenia Myer lo dejó”.

—Ah. Bueno, caminaré contigo hasta afuera.

Vanessa  lanza  sus  brazos  alrededor  de  mí.  —Fue  tan  genial  conocerte.  ¡Y muchas gracias por el vestido! ¡Tienes un gran sentido de la moda! ¿Podemos ir de compras alguna vez?

Federico se ríe por lo bajo. —No tengo el presentimiento de que a Lali le guste ir de compras.

La  mandíbula  de  Vanessa  cae.  —No  lo  creo.  Todas  las  chicas  aman  ir  de compras.

Niego con la cabeza. —Nah, no yo. Pero mi mamá te llevaría de compras. El
Señor sabe por qué no voy con ella. Apuesto que amaría la compañía.

Ella sonríe y muerde su labio. —Me encantaría eso. Gracias, Lali. Puedo notar que vamos a ser, como, grandes amigas.

De alguna  manera fuerzo  una  sonrisa.  Estoy  segura  que Vanessa  se siente desesperada por una figura maternal de cualquier clase, incluso una machorra jugadora de fútbol de metro ochenta.

—Volveré en un rato —Federico le dice a Vanessa, y comienza a seguirme hacia la puerta cuando Vanessa dice:

—Por cierto, Nate llamó… —Y Federico se detiene.

—Lali —dice, frunciendo el ceño—, ¿puedes esperar en la sala por un minuto?

Asiento, camino en la otra habitación, y miro una fotografía de Federico y su mamá, papá y su hermana colgada junto a la puerta. Estoy pensando en cuán hermosa es su mamá y cuán apuesto es su padre, cuando escucho a Vanessa exclamar:

— ¡Nada malo va a pasarme!

Federico habla en un tono apresurado. —No. No vas a ir a la casa de cualquier chico. Él puede venir a aquí, pero no vas a ningún lado. Y es mejor que la tarea esté terminada.

— ¡Dios! ¡Es como estar en una prisión!

—No me importa, Vanessa. No vas a salir.

Luego Federico entra a la sala y suspira. —Espósito… déjame acompañarte a la salida.

¿Cuál es su problema? Debe estar aterrorizado de que algo le pase a ella, como sus padres. Pero no puedes confinar a una chica adolescente, eso sólo la hará rebelde. Por otro lado, no puedo imaginar cómo se siente Federico, sabiendo que su hermana es su responsabilidad. Ella es todo lo que le queda.

Me dirijo hacia afuera en mis ropas de entrenamiento cerradas y mis chanclas plateadas. Es como la caminata de la vergüenza de la tarde. Try me sigue a mi camioneta,  soltando  su  corbata.  Subo,  y  Federico  me  sorprende  cuando  salta  al asiento del pasajero.

Meto mis llaves en la ignición, pero no las giro. Encuentro los ojos de Federico y pregunto:

— ¿Si ya sabías de mí, por qué actuaste tan sorprendido cuando me quité el casco el otro día?

Federico se quita la corbata el resto del camino. —Uhm… admito que sabía que eras una chica…

— ¿Y?

—Yo, uh, no esperaba que fueras… tan… ¿no marimacha?

— ¿Qué demonios quiere decir eso?


Federico se inclina hacia adelante y pasa una mano por su cabello. —Quiere decir que… no esperaba que fueras tan hermosa.

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