martes, 21 de julio de 2015

Capítulo 25

15
Nicolás
¿La cuenta? 6 días hasta Alabama. 

Diez y media de la mañana.

En el cobertizo, sentada frente a una bolsa de fertilizante. Simplemente no puedo ir a la escuela hoy. Escribo en mi diario:

El  amor duele peor que conseguir ser golpeado por un apoyador de  115 kilogramos.

Después de jugar a la guerra en silencio ayer por la tarde, y a excepción de decir “No quiero que nada cambie”, Peter no dio ninguna excusa sobre por qué no me besó.  En  su  defensa,  no  le  pregunté otra  vez  tampoco.  Me quedé  ahí sentada esperando que cambiara de opinión.

Ya que nunca faltaba, mamá entro a verme esta mañana.

— ¿Es tu padre? —preguntó—. Porque él se siente fatal por cómo se comportó en la cena la otra noche.

Negué con la cabeza.

— ¿Es Federico?

—No  —respondí, enterrando  la  cara  en  la  almohada  como  Peter  lo hace. Recordando lo que Victorio dijo ayer, espeté—: Oh sí, mamá, estoy saliendo con Federico, supongo.

Sonrió y entrelazó las manos. —Genial. A tu padre y a mí nos gusta mucho. Ven abajo a desayunar si te sientes mejor.

Todavía no me sentía mejor.

Mi móvil sonó. Antes de comprobar quién era, traté de adivinar quién sería. Bien podría ser Federico o Peter. Por favor que sea Peter. Por favor que sea Peter. Miré la pantalla. Era Nicolás.

—Oye —digo.

—Espósito, ¿qué diablos estás haciendo? —dice—. Mueve tu culo a la escuela o el entrenador no te permitirá venir a practicar esta tarde.

—No me siento bien.

— ¿Qué está mal?

—Todo.

Nicolás no responde. Somos buenos amigos, pero al igual que con Pablo, no gastamos mucho tiempo  hablando de sueños y  esperanzas y  cachorritos y mierdas. Sólo somos buenos amigos que pasan el rato, comen, y juegan con el balón junto.

— ¿Quieres que consiga a Peter?

— ¡No!

—Espósito, ¿qué está pasando? ¿Necesitas que vaya a buscarte?

—Sí, por favor ven a buscarme. Vamos a la Casa de los Waffles —digo.

—Lo tienes. Estaré allí en veinte minutos. Me lo debes, sin embargo. Voy a tener que faltar a clase de cocina, y hoy iba a aprender cómo hacer albóndigas.

—Te compraré un suministro de por vida de albóndigas —digo, colgando antes de que Nicolás cambie de opinión.

Corro al interior, tomo una ducha rápida, y me pongo la ropa interior que a Peter le gusta, la negra. No es como que piense que Peter verá mi ropa interior hoy; sólo espero que me den buena suerte. Dios, había pistas por todo el lugar, y no pude recoger ninguna de ellas. Cuando un hombre se da cuenta de tu ropa interior, ¡eso significa que te está mirando, Lali!

Peter dijo que no quería que nada cambiara, ¿pero en realidad quería decir eso? ¿Cómo se puede estar enamorado de alguien por siempre y no estar dispuesto a tener una oportunidad cuando esta finalmente te golpea en la cara como un apoyador?

Después  de  que  Nicolás  y  yo  ordenáramos  suficiente  comida  como  para alimentar a diez personas, deslizo el salero y el pimentero en frente de mí. Apilo el salero encima del pimentero, después retiro el pimentero. El salero cae directamente en la mesa, sin derramar una pizca. Nicolás los agarra y coloca el pimentero encima del salero. Retira el salero, pero el pimentero cae en un mal ángulo, derramándose por toda la mesa.

Mi móvil vibra. Es un mensaje de Federico:

¿Dónde estás?

No le contesto.

En su lugar, tomo un sorbo de Coca-Cola light y digo:

— ¿Qué está pasando con la Universidad estatal de Ohio?

—Todavía están interesados —responde Nicolás.

— ¿Y tú no lo estás?

—Voy a firmar con ellos, mi padre lo tiene todo listo.

— ¿Pero?

—Uhm, ya sabes, me encanta jugar al fútbol, pero no sé si quiero que sea mi vida.

Asintiendo, coloco el pimentero encima del salero.

—Es un poco como si no fuera mi vida. Es decir, es la vida de mi padre. Es lo que espera que haga —dice Nicolás, pasando los dedos por el caos de pimienta que derramó sobre la mesa.

Esto es muy importante. Nicolás nunca se abre de esta manera. — ¿Qué quieres hacer? —pregunto.

—No sé… ¿cocinar?

—Cocinar.

—Sí, quiero cocinar, como que quiero convertirme en chef.

Esto es una locura. Sin duda, si lo quiere, Nicolás tiene futuro en la NFL. ¿Y quiere cocinar?

¿Es así como la gente piensa de mí? ¿Lali Espósito es una chica y quiere jugar al  fútbol?   ¿No  debería   estar   jugando  con  el  maquillaje  y  la   ropa,  y pavoneándose por el centro comercial? ¿Qué demonios le pasa?

Así que supongo que no debería juzgar a Nicolás. No es de extrañar que siempre pensando en lo mucho que estoy empezando a disfrutar escribir, y en cómo de duro debe haber sido para él abrirse, digo:

—Sí. ¿Así que vas a decirme que pasa, Espósito? Has estado rara como por dos semanas.

—Bueno, gran parte de eso fue Federico.

—Como me lo imaginé. Están juntos ahora, ¿así que por qué saltarse la escuela?

— ¿Cómo está Peter hoy? —pregunto mientras la camarera trae platos con papas fritas, huevos y waffles a nuestra mesa.

—Bien, supongo. Cansado. Dijo que estuvo hasta tarde con Paula Markum.

¿Paula?  ¿Está  Peter  tomándome  jodidamente  el  pelo?  ¿Salió  con  ella sabiendo qué dijo de mí el lunes?

Oír esto hizo que mis ojos se aguaran de nuevo. Agarro el bote de cátsup y aprieto tan fuerte como puedo, esparciéndolo por todas mis papas. Trato de reventar la botella, apretando más y más hasta que no queda nada más que un montón de papas fritas ahogadas en cátsup.

Sintiendo la vacía botella desaparecer de mi mano, miro hacia arriba y veo a Nicolás dejarla sobre la mesa y poner su mano sobre la mía, la que tenía la botella. Aprieta la mano y se mueve al otro lado de la mesa para sentarse junto a mí. —Háblame.

—Pensé que me quería.

— ¿Quién? ¿Federico?

—No... Peter.

—Por supuesto que te quiere... Yo también te quiero. Y lo mismo Pablo. Miro a Nicolás, que pone un brazo a mí alrededor. —No de esa forma.

—Oh. —Nicolás comienza a removerse, apretando mi hombro innecesariamente fuerte. No dice nada más, simplemente nos sentamos así durante la siguiente hora, picoteando las papas y los waffles y jugando al juego del salero y el pimentero. Me alegro de que esté aquí conmigo, incluso si no está diciendo nada. A veces la amistad es sólo eso, simplemente estar con alguien.

Entonces el móvil de Nicolás suena. Echando un vistazo a la pantalla, toma una profunda respiración antes de contestar. —Oye... sí... sí... —Se centra en mis ojos, hinchados y escocidos por todas las lágrimas—. Ella está bien… estamos en la Casa de los Waffles de la carretera... sí... adiós.

— ¿Acabas de decirle dónde estamos?


—Necesitas hablar con él. —Nicolás toma la factura y se va a la caja registradora, luego regresa y deja caer varios dólares sobre la mesa—. Peter va a venir a recogerte. Y yo no debería estar aquí. —Nicolás acaricia mi espalda una vez más y se va.

6 comentarios:

  1. Quiero más ,justo ahora tenias k cortarlo ....
    Parece k todos los chicos entienden más d lo k ella pensaba.

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  2. Ay me mueee
    Maass massss
    No nos dejes así!!
    Le pegaria a peter!

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  3. No me dejes asssssi dios :(

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  4. Terminé de leerla hasta aquí quiero leer otro

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  5. Nooooo.. no puedes dejarla asi.. cdo xfin se empieza a aclarar lali...maasss

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  6. aw que peter le de una oportunidad a sus sentimientos!

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