viernes, 10 de julio de 2015

Capítulo 15

8
Nachos Grandes
¿La cuenta? 16 días hasta Alabama

 Cuando llego al remolque de Pablo, toco la bocina alrededor de diez veces. Le dije a Federico que me encontrara con Pablo, porque no quiero que vea, todavía, el lugar donde vivo. A juzgar por el hecho de que Federico no tiene un auto y no quiere que Peter vea donde vive, yo no quiero que vea mi casa y crea que soy una snob engreída.

Pablo  viene  corriendo  por  los  escalones  de  madera  podrida,  su  peso  extra rebotando en el sitio debajo de una camisa blanca, con botones y corbata.

—Estamos saliendo. Deja de tocar la bocina.

Caminando detrás de Pablo, Federico se ve lindo en su propia camisa abotonada, corbata, y pantalones de color caqui. Se ve limpio también. Él salta en el asiento trasero y Pablo se sienta enfrente, junto a mí.

—Sabes, algunas personas tienen modales y tocan el timbre  —dice Pablo. Haciendo caso omiso de Pablo, digo:

—Hola Federico.

—Hola —responde él. A través del espejo retrovisor, veo que me mira y toma una respiración profunda. Empuja su cabello rubio fuera de su frente.

— ¿Nicolás? —pregunta Pablo.

— Está en el 70 cumpleaños de su abuela —le respondo.

— ¿Peter? —pregunta Pablo.

—Durmiendo en mi cama.

— ¿Qué? —exclama Federico.

—No es gran cosa, amigo —dice Pablo—. Él duerme allí más de lo que lo hace en su propia casa.

—Oh —dice Federico mientras juega con los botones que abren el techo de mi camioneta, abriéndolo y cerrándolo un par de veces.

De alguna  manera  soy  capaz  de conducir  la  camioneta  hasta  Nashville sin chocar. Cada vez que miro a Federico en el espejo, me distraigo, y empiezo a pensar en lo genial que se ve con corbata.

Una hora más tarde, entramos en palco del propietario. Mamá ya está aquí, bebiendo y conversando con el dueño de los Titanes, pero cuando me ve llegar con Federico y Pablo, se acerca.

—Hola cariño —dice, dándome un beso en la mejilla. Luego se vuelve hacia Pablo y lo besa también.

Sonriendo ampliamente, Pablo dice:

—Hola, señora Espósito. Se ve hermosa, como siempre. —Pongo los ojos. Pablo es un coqueto. No es extraño que todas aquellas tontas porristas se desmayen sobre él, independientemente del hecho de que él es tan grande como un luchador de sumo.

—Gracias, Pablo —responde mamá—. ¿Y quién es este? —pregunta, señalando a Federico.

Federico extiende una mano. —Yo soy Federico Romero. Mucho gusto, señora.

—Es un placer conocerte, Federico —dice mamá sonriéndome y a Federico. Mi cara debe estar tan roja como una señal de alto—. Gran trabajo en el juego del viernes en la noche. Fue como si Lali fuera el acto de apertura y tú fueras el titular.

—Caramba, gracias mamá —dije riendo. No estoy enojada, solo estoy tratando de hacer que Federico se sienta cómodo aquí en el centro de la gente rica de los Titanes.

Mamá me hace guiños y continúa:

—Federico, puedo decirte que tienes un gran futuro por delante. Vamos, deberías reunirte con el Sr. Taylor, el propietario. —Ella pone una mano en la espalda de Federico y se lo lleva.

Por encima de su hombro, él me mira y traga. Yo aprovecho la oportunidad para respirar y agarrar una botella de agua. Ya es oficial: estoy con él.

Pablo me tira a un lado. — ¿Qué diablos pasa contigo, Espósito?

— ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, ¿qué está pasando contigo y Federico?

—Nada.

Pablo sonríe. —Como que creo eso. Él no puede apartar los ojos de ti.

— ¿En serio? —Exclamo.

—Vaya. Mira, Lali, tú eres mi mejor amiga. No sé cuánto confiar en este tipo —dice Pablo, señalando con la cabeza a Federico, a través de la habitación—. Yo no quiero que él robe tu posición o use a tu familia para salir adelante. Y Nicolás me dijo lo que le dijo el viernes a Duckett—. Eso no está bien.

—Entiendo lo que dices, pero vamos a darle una oportunidad, ¿de acuerdo? A menos que yo haga, digamos, diez intercepciones en un juego, el entrenador no le está dando mi posición. Y si se trata de usarme, tú, Victorio, Peter y Nicolás, todos patearían su trasero.

—Es verdad... así que, eh, ¿te gusta?

Vaya, no puedo creer que Pablo me pregunte acerca de mis sentimientos. Dado que esta es una ocasión tan trascendental, no puedo mentir, así que asiento con la cabeza una vez.

— ¡Maldición! Pensé que estarías soltera de por vida. Supuse que escaparías y te unirías a un convento.

—Eres un asno —le digo riendo—. Sabes, la cabeza de Rocío se funde por ti.

—Oh, Dios, yo nunca voy a hablar contigo de nuevo —dice Pablo, escapándose. Observo  mientras  construye  el  mayor  plato  de  nachos,  lo  suficientemente grande como para alimentar a Rhode Island.

¿Así que Pablo todavía me tomaría en serio, como un compañero de equipo y como capitán, si yo tuviera un novio?

Decidí que ahora es un buen momento para rescatar a Federico de mi mamá y el Sr. Taylor. Cuando me acerco al grupo, el Sr. Taylor sonríe y dice:

—He oído que tienes una cierta competencia por tu posición, Lali.

—Sí, señor. Gracias por invitarnos hoy —le digo. Yo siempre lo calmo porque necesito mantener las buenas relaciones del Sr. Taylor. Ellos sirven estas increíbles copas de helado cremoso, y Pablo vive para la barra de nachos grande.

—Tú eres siempre bienvenida —dice el Sr. Taylor—. Tu madre y tu hermano me dicen  que  Federico  será  fácilmente  escogido  por  un  gran  equipo  de  la  primera división.

Federico frunce el ceño y se frota la parte posterior de su cuello.

Le pido al señor Taylor y a mamá que nos excusen, entonces rescato a Federico, agarrando su mano y tirando de él a mi asiento favorito, este cómodo sofá de cuero en el otro lado de la habitación.

—Gracias —dice él mientras se echa en el sofá—. Me estaba muriendo por allá.

—Lo siento por eso. Pablo me distrajo con la barra de nachos —le digo con una sonrisa.

Un camarero se acerca y dice:

— ¿Puedo traerles algo?

— ¿Qué quieres? —le pregunto a Federico.

—Lo que sea que tengas, supongo —responde él, encogiéndose de hombros. Tose.

—Tomaremos dos Coca-Colas, dos de esos increíbles helados con salsa derretida, alas calientes, no la salsa suave, me refiero a la salsa 911, la cosa que sabe cómo que estuvieras comiendo lava, y una pizza grande de queso —digo.

—Uf —dice Federico—. ¿Eres realmente una chica?

Me quedo paralizada. Quiero que piense en mí como una chica, no como una de esas personas en un concurso profesional de comer, como Joey Chestnut, el hombre que se comió sesenta y ocho perritos calientes en doce minutos.

—La comida es increíble. Es la única razón por la que me siento en el palco del propietario en lugar de a nivel del campo.

Federico se ríe y me da palmaditas en el muslo. Él deja su mano quedarse allí durante unos dos segundos, pero luego se aleja y dobla las manos.

—Sabes —dice Federico, centrándose en la enorme pantalla de anotación de los Titanes, sin encontrar mis ojos—. Yo no quería venir a Hundred Oaks, y estaba preocupado por estar en un equipo con tipos que no conozco, pero tú me has hecho sentir que soy parte de algo. Así que, gracias.

—No hay problema. —Me limpio las manos sudorosas en mi vestido.

—No, en serio. Tú eres un buen líder. Me gusta que seas seria. Me gusta que seas diferente.

—Gracias —le respondo, sonriéndole mientras él sigue mirando el marcador, manteniendo sus manos fuertes y bronceadas entrelazadas.

Justo mientras Federico se voltea para sonreírme, Jake el amigo de Victorio se acerca y se sienta al otro lado mío. De todos los días, ¿por qué Victorio tenía que traer a su amigo imbécil al juego?

Jake pone su brazo a mí alrededor. —Oye, Esposito. ¿Quién es tu amigo? Espero que no sea tu novio.

Federico está  mirando el campo,  pero  puedo  decir  que está  escuchando  a  Jake, porque se está inclinando más cerca de mí y porque el juego no ha comenzado todavía. Los jugadores están haciendo ejercicios de estiramiento y entrenamientos finales. Veo a mi padre moviendo sus brazos alrededor y rebotando hacia arriba y hacia abajo. Él parece cansado.

— ¿Necesitas algo, Jake? —pregunto.

—Sólo quería sentarme con la chica más linda en la sala —dice Jake. Se inclina y planta este descuidado beso húmedo en mi mejilla.

— ¡Uf! —Exclamo, limpiando la baba de mi cara.

Por suerte, Victorio viene a rescatarme. Él agarra el brazo de Jake y lo aleja de nosotros.

—Lo siento, Federico, hay una razón por la que no permitimos que este chico salga mucho.

Cuando Victorio y Jake se han ido, Federico susurra:

— ¿Quién diablos era ese loco?

—Ese loco probablemente será selección de primera ronda en el draft de la NFL el año que viene —le digo, sacudiendo la cabeza.

— ¿Ese es Jake Reynolds? —dice, volviéndose a mirar. Sus ojos se abren tan anchos, que se parece a una de esas ranas dardo venenoso—. Santa mierda. Él es tan impresionante.

Me río. —Confía en mí, no lo es.

—Parece que le gustas. ¿No quieres salir con una primera ronda?

—Disculpa mientras voy a vomitar.

— ¿Así que no estás interesada en él? —pregunta Federico, sonriendo.

—Infiernos no. Preferiría salir con O. J. Simpson.

Federico se ríe. —Me alegra escuchar eso... creo.

Dios, esto es incómodo. Por suerte para mí, el juego comienza y Federico se vuelve loco. Me encanta que él este teniendo un gran momento. Acabamos totalmente con toda la comida que ordené, y ya puedo sentir mi vestido más apretado. Espero que Federico no vaya a pensar que estoy gorda.

Yo estoy tan enfocada en Federico que no le prestó atención a mi mamá, mi hermano, o Pablo. Eso está bien, sin embargo, porque Pablo sólo tiene ojos para las porristas de los Titanes y sus nachos. Yo tampoco he prestado atención al juego, de lo que no me doy cuenta hasta que Federico me dice lo bueno que fue cuando papá corrió por una anotación desde la línea de la yarda diez justo antes del medio tiempo. No puedo creer que me perdí eso. Papá es casi un anciano para luchar por una anotación.

En el entretiempo, Victorio se acerca y se escurre entre Federico y yo. —Hola, chicos —dice, poniendo un brazo alrededor de cada uno de nosotros.

— ¿Por qué estás actuando tan extraño, hermano? —pregunto.

—Estoy actuando extraño porque tengo un increíble pedazo de chisme —dice Victorio en voz baja.

—Victorio, creo que deberías olvidar una carrera en la NFL y ser mi agente. No deberías malgastar tus habilidades de cotorreo.

Victorio se ríe. —La idea ha pasado por mi mente. ¿Así que no te interesa escuchar mis noticias?

— ¡Por supuesto! —le digo.

—Tú sabes quién es el cuñado del señor Taylor, ¿verdad?

—No.

—Él es el entrenador en jefe de Notre Dame.

— ¿Y?

—El señor Taylor preguntó si podrías estar interesada, hermana, pero yo le dije que Alabama es tu primera opción. Pero le dije que valdría la pena para su cuñado venir a echarle un vistazo a Federico.

—Muchas gracias, Victorio —le digo, abrazando a mí hermano.

—Gracias —dice Federico. Sus ojos están danzando alrededor del campo, hacia Victorio, hacia su copa de helado. ¿Por qué está tan nervioso?

—Genial, bueno, los dejaré solos chicos. Tengo un poco más de charla que hacer —dice Victorio, mientras se pone de pie y se encamina de nuevo a la barra.

Federico se frota la parte posterior de su cuello de nuevo y mira hacia abajo al campo.

—Estos han sido un par de días extraños, Espósito —murmura.

—Háblame acerca de eso —le respondo antes de pensar. ¿Por qué demonios dije eso?

— ¿Después del juego de hoy, podemos ir a algún lugar a hablar? ¿Solos?

¿Solos Federico y yo?

—Por supuesto —le respondo, tranquila y profesional.

¿Pero por dentro?


Mi corazón y estómago están rebotando por ahí como un yo-yo.

5 comentarios: