Veinte minutos después, y animada
por Peter para que se comiera otra galleta, terminaron con todo lo que él había
subido en la bandeja, pasadas las ocho de la mañana ninguno de los dos tenía
sueño’ cuando Peter recordó algo de pronto.
—Voy a enseñarte algo que cuando lo
veas, te vas a sorprender.
Levantándose desnudo para deleite de ella, abrió el
armario del fondo. De la parte superior cogió una caja y la llevó hasta la
cama. Una vez allí quitó la tapa sacó varias
carpetas y tras rebuscar entre
varios papeles— sacó un sobre y se lo entregó.
—Ábrelo.
Lali cogió sobre y obedeció.
—Vaya —murmuró realmente
sorprendida.
—Sí
vaya —asintió él. Aquella
palabra. Aquella cara de
sorpresa, aquel gesto
tan suyo le volvía loco.
—La licencia de nuestra boda en Las
Vegas —rio ella—. ¿Y la Foto?
—Sí.
Boquiabierta, observo lo jóvenes que
se les veía a los dos y lo ridículos que estaban con aquellos feos vestidos de
boda. No pudo contener la risa al darse cuenta, por sus caras, de la melopea
que llevaban en ese momento.
—El dineral que pagaría la prensa
por esta foto.
—¿En serio? —se mofó él sabiendo que
tenía razón.
—Totalmente en serio,Sorprendiéndola
como siempre, le dio un dulce beso en la mejilla y en tono divertido murmuró:
—La seguiré guardando como un
perfecto seguro de vida.
Lali supo al instante que él nunca
lo utilizaría como tal. El no veneraba el dinero y el poder como su padre.
—Pero yo recuerdo que rompiste esto
y... —añadió ella.
—Si. Lo rompí. Pero cuando me
marchaba de aquella preciosa suite, vi los papeles en el suelo, y, si te soy
sincero, no sé porque, los cogí y los guardé. Y aquí están,
—Sin poder apartar la mirada de
aquella foto, Lali sonrió:
—Vale, lo confieso. Yo aún conservo
las horrorosas alianzas de la boda —confeso ella con un suspiro.
Ahora el sorprendido era él.
—¿Tienes las alianzas?
Ella asintió y al ver su gesto de
incredulidad dijo:
—Están en mi casa de Bel Air en uno
de mis joyeros. Son baratas, horrorosas y vulgares con esos dados de juego,
pero siempre me dio pena deshacerme de ellas. Además, nunca se sabe. Quizá
también en un futuro sean mi seguro de vida.
Le abrazó y, al cabo de unos minutos
hicieron de nuevo apasionadamente el amor sobre la foto y la licencia de
matrimonio.
Dos días después, una mañana en la
que descargaba una fuerte tormenta sobre Sigüenza, Peter tuvo que ir a
Guadalajara con su padre y su abuelo
para arreglar unos asuntos.
Él la animó a acompañarles, pero
ella se negó. Quería darse un baño relajante y ocuparse un poco de su aspecto.
Desde que había llegado a casa de Peter, apenas se había mirado al espejo y ya
era hora. Una vez se quedó sola, abrió el grifo de la bañera, y cuando se disponía
a darse un maravilloso y relajante baño de espuma sonó el teléfono de la casa.
En un principio lo dejó sonar, pero al ver la insistencia lo cogió y escuchó:
—Peter...
La voz de una mujer al otro lado le
hizo sentir fatal. ¿Qué hacía ella cogiendo el teléfono? Pero intentando
aparentar normalidad respondió:
—No está pero si quieres dejar un
mensaje cuando regrese yo se lo daré.
—Oh, Dios... no... no —gimoteó la
mujer—. Soy Almudena ¿Quién eres?
Al reconocer ¿la hermana de Peter
dijo alarmada: —Almudena, soy Lali y...
—Ven a casa de mi padre con urgencia
—resopló—. El búho se ha propuesto salir y creo que.... Oh... Dios mío qué
dolorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.
Lali respiró alterada.
—A ver Almudena... tranquilízate
y...
—Estoy sola —prosiguió aquella—.
Papá y el abuelo se marcharon, a Irene no la localizo y Eva salió a comprar y
no se llevó el jodido móvil... Ven rápido. Te necesito.
La comunicación se cortó y la joven
actriz se quedó con el auricular en la nano. De pronto un trueno la hizo
regresar a la realidad. ¡La necesitaba! Subió a la habitación como un rayo, se
cambió de ropa, cerró el grifo de la bañera y dos minutos después salió de la
casa.
—Maldita sea... y yo sin coche
—cuchicheó bajo el paraguas.
Comenzó a andar por las callejuelas
de Sigüenza con paso acelerado. La lluvia la calaba entera pero debía de llegar
hasta la casa de Manuel cuanto antes. Quince minutos después empapada y con
barro hasta en las orejas consiguió llegar. Llamó al portero automático, pero
nadie abrió la puerta. Sin tiempo
que perder, saltó
una pequeña valla
y al asomarse por
una de las
ventanas, vio a Almudena tumbada y respirando con
dificultad sobre el sillón.
Con el corazón a mil por hora llamó
a Peter a su móvil pero estaba «Apagado o Fuera de cobertura».
Piensa... piensa maldita sea Lali,
pensó temblorosa.
De pronto vio una piedra en el suelo
y lo supo. Debía romper el cristal de la puerta para entrar. La cogió sin
dudarlo y cuando iba a golpear escuchó.
—Si haces eso se lo diré a mi padre.
Volviéndose para mirar, suspiró al
ver a Eva llegar cargada con unas bolsas y tiró el cascote apremiándola.
—Corre... Almudena está de parto.
Dos segundos después las dos estaban
rodeando a la futura madre que chorreaba de sudor.
—Joder... ¿Por qué has tardado tanto
en venir Eva? —gruñó la parturienta.
Temblando como una hoja la joven
hermana la miró y al ver como su cara se contraía de dolor suspiró en busca de
una rápida solución.
— ¿Llamo a una ambulancia? Verás cómo
en breve estarán aquí. —Y mirando a Lali preguntó histérica—: ¿Cuál es el
número de urgencias?
—No sé —gimió asustada. Ella no
sabía los números en España. Almudena al escucharlas, tomó aire y gritó
descompuesta.
—Uno, uno, dos ¡joder! Que la que está
de parlo soy yo, no vosotras.
El dolor debía de ser tremendo. La
cara de Almudena se contraía mientras
Eva hablaba por teléfono y cuando colgó dijo para tranquilizar a su hermana:
—Ya está. Ya vienen...
—¿Qué vienen?
—gritó la parturienta con la frente
perlada de sudor—. El que viene
es el búhoooooooooooo ¡joderrrrrrrrrr qué dolorrrrrrrrrrrrr!
Lali, aturdida, intentó mantener la
calma. Ordenó a Eva traer toallas limpias y agua. Al fin y al cabo eso se pedía
siempre en las películas. Con delicadeza, tumbó a Almudena sobre la alfombra y
le quitó como pudo el pantalón. Chorreaba por todos lados. Pero al encontrarse
lo que se encontró murmuró:
—Oh, my God ¡esto es horrible! —pero
levantando la voz para que Almudena la escuchara dijo —, Va todo genial, cielo.
Va todo muy bien. La ambulancia llegará de un momento a otro y tendrás un bebé
precioso.
Eva llegó con las toallas.
Ninguna de las dos podía apartar la
vista de entre las piernas de aquella. Horrorizadas observaban lo dilatada que
estaba y cómo empezaba a asomar la cabeza.
—Ay, copón que me voy a desmayar
—murmuró Eva sentándose en el suelo.
—Ni se te ocurra —exigió Lali
asustada y con las pulsaciones a mil.
—¿Pero tú has visto eso? —gimió Eva
horrorizada—, Pero... pero si parece un volcán a punto de entrar en erupción.
—Es
que va a entrar en erupción —cuchicheó la joven actriz . Pero mantén la calma o tu hermana se pondrá histérica y será ella
la que entre en erupción.
—Lali se levantó y fue al baño. Se
lavó las manos y deseó quitarse la peluca, pero no podía, si hacía eso todo se
liaría aun mas. Se echó un poco de agua por la cara para tranquilizarse.
Almudena necesitaba ayuda y ella la ayudaría. Antes de salir cogió más toallas
limpias que vio sobre un mueble, seguro que las necesitaría. Regreso al salón y
tras hacer que la parturienta levantara el pompis y lo pusiera sobre varias de
las toallas, se posicionó entre sus piernas, y tras suspirar y ver como la
pobre se retorcía de dolor preguntó a una descolorida Eva:
—¿Crees que debemos animarla a que
empuje?
Pero no hizo falta proponérselo. De
pronto Almudena con una fuerza descomunal comenzó a empujar ante ellas.
—Ay, Dios mío. ¡Ay, Dios mío que
sale algo por ahí! —gritó Eva.
Lali, tragando saliva con
dificultad, agarró la mano de Almudena que empujaba como una loca cuando Eva,
blanca como la cera, volvió a gritar.
—¿Qué es eso? Joder...joder... ¿qué
sale de ahí?
—Agua... quiero beber agua —suplicó
Almudena agotada.
Lali intentando no gritar a pesar de
como la parturienta le retorcía la mano respondió.
—Eso debe ser la cabeza del bebé.
—¿Esa cosa pegajosa? —gritó Eva
fuera de sí.
—¿Le estás llamando cosa pegajosa a
mi búho? —gruñó la parturienta. Lali miró a la blanquecina hermana y tras darle
un golpe para hacerla reaccionar sugirió:
—Eva, dale agua a Almudena y
refréscala.
Pero la joven estaba tan trastocada,
tan fuera de sí por lo que estaba viendo, que el vaso de agua en vez de
acercárselo a su hermana se lo bebió ella del tirón.
—Por Diosssssss... Por Dios...
mañana mismo voy al ginecólogo y que me lo cosa. No volveré a dejar que ningún
tío se acerque a mí por mucho morbo que me dé. Pero... pero... ¿pero tú has
visto como se pone esooooooooooooo?
NOTA: LOS CAPÍTULOS SE ENCUENTRAN PROGRAMADOS DURANTE CADA HORA EN LA TARDE.
NOTA: LOS CAPÍTULOS SE ENCUENTRAN PROGRAMADOS DURANTE CADA HORA EN LA TARDE.
Jajajaja,pobre Eva ,le va a dar algo.
ResponderEliminarGracias.