lunes, 3 de noviembre de 2014

Capítulo 55

Veinte minutos después, y animada por Peter para que se comiera otra galleta, terminaron con todo lo que él había subido en la bandeja, pasadas las ocho de la mañana ninguno de los dos tenía sueño’ cuando Peter recordó algo de pronto.


—Voy a enseñarte algo que cuando lo veas, te vas a sorprender.

Levantándose  desnudo para deleite de ella, abrió el armario del fondo. De la parte superior cogió una caja y la llevó hasta la cama. Una vez allí quitó la tapa sacó varias  carpetas  y tras rebuscar entre varios papeles— sacó un sobre y se lo entregó.

—Ábrelo.

Lali cogió sobre y obedeció.

—Vaya —murmuró realmente sorprendida.

—Sí  vaya  —asintió  él. Aquella  palabra. Aquella  cara de sorpresa,  aquel  gesto  tan suyo le volvía loco.

—La licencia de nuestra boda en Las Vegas —rio ella—. ¿Y la Foto?

—Sí.

Boquiabierta, observo lo jóvenes que se les veía a los dos y lo ridículos que estaban con aquellos feos vestidos de boda. No pudo contener la risa al darse cuenta, por sus caras, de la melopea que llevaban en ese momento.

—El dineral que pagaría la prensa por esta foto.

—¿En serio? —se mofó él sabiendo que tenía razón.

—Totalmente en serio,Sorprendiéndola como siempre, le dio un dulce beso en la mejilla y en tono divertido murmuró:

—La seguiré guardando como un perfecto seguro de vida.

Lali supo al instante que él nunca lo utilizaría como tal. El no veneraba el dinero y el poder como su padre.

—Pero yo recuerdo que rompiste esto y... —añadió ella.

—Si. Lo rompí. Pero cuando me marchaba de aquella preciosa suite, vi los papeles en el suelo, y, si te soy sincero, no sé porque, los cogí y los guardé. Y aquí están,

—Sin poder apartar la mirada de aquella foto, Lali sonrió:

—Vale, lo confieso. Yo aún conservo las horrorosas alianzas de la boda —confeso ella con un suspiro.

Ahora el sorprendido era él.

—¿Tienes las alianzas?

Ella asintió y al ver su gesto de incredulidad dijo:

—Están en mi casa de Bel Air en uno de mis joyeros. Son baratas, horrorosas y vulgares con esos dados de juego, pero siempre me dio pena deshacerme de ellas. Además, nunca se sabe. Quizá también en un futuro sean mi seguro de vida.

Le abrazó y, al cabo de unos minutos hicieron de nuevo apasionadamente el amor sobre la foto y la licencia de matrimonio.
Dos días después, una mañana en la que descargaba una fuerte tormenta sobre Sigüenza, Peter tuvo que ir a Guadalajara  con su padre  y su abuelo  para arreglar  unos  asuntos.  Él la animó  a acompañarles, pero ella se negó. Quería darse un baño relajante y ocuparse un poco de su aspecto. Desde que había llegado a casa de Peter, apenas se había mirado al espejo y ya era hora. Una vez se quedó sola, abrió el grifo de la bañera, y cuando se disponía a darse un maravilloso y relajante baño de espuma sonó el teléfono de la casa. En un principio lo dejó sonar, pero al ver la insistencia lo cogió y escuchó:

—Peter...

La voz de una mujer al otro lado le hizo sentir fatal. ¿Qué hacía ella cogiendo el teléfono? Pero intentando aparentar normalidad respondió:

—No está pero si quieres dejar un mensaje cuando regrese yo se lo daré.

—Oh, Dios... no... no —gimoteó la mujer—. Soy Almudena ¿Quién eres?

Al reconocer ¿la hermana de Peter dijo alarmada: —Almudena, soy Lali y...

—Ven a casa de mi padre con urgencia —resopló—. El búho se ha propuesto salir y creo que.... Oh... Dios mío qué dolorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Lali respiró alterada.

—A ver Almudena... tranquilízate y...

—Estoy sola —prosiguió aquella—. Papá y el abuelo se marcharon, a Irene no la localizo y Eva salió a comprar y no se llevó el jodido móvil... Ven rápido. Te necesito.

La comunicación se cortó y la joven actriz se quedó con el auricular en la nano. De pronto un trueno la hizo regresar a la realidad. ¡La necesitaba! Subió a la habitación como un rayo, se cambió de ropa, cerró el grifo de la bañera y dos minutos después salió de la casa.

—Maldita sea... y yo sin coche —cuchicheó bajo el paraguas.

Comenzó a andar por las callejuelas de Sigüenza con paso acelerado. La lluvia la calaba entera pero debía de llegar hasta la casa de Manuel cuanto antes. Quince minutos después empapada y con barro hasta en las orejas consiguió llegar. Llamó al portero automático, pero nadie abrió la puerta. Sin tiempo  que  perder,  saltó  una  pequeña  valla  y al  asomarse  por  una  de  las  ventanas,  vio  a Almudena tumbada y respirando con dificultad sobre el sillón.

Con el corazón a mil por hora llamó a Peter a su móvil pero estaba «Apagado o Fuera de cobertura».

Piensa... piensa maldita sea Lali, pensó temblorosa.

De pronto vio una piedra en el suelo y lo supo. Debía romper el cristal de la puerta para entrar. La cogió sin dudarlo y cuando iba a golpear escuchó.

—Si haces eso se lo diré a mi padre.

Volviéndose para mirar, suspiró al ver a Eva llegar cargada con unas bolsas y tiró el cascote apremiándola.

—Corre... Almudena está de parto.

Dos segundos después las dos estaban rodeando a la futura madre que chorreaba de sudor.

—Joder... ¿Por qué has tardado tanto en venir Eva? —gruñó la parturienta.

Temblando como una hoja la joven hermana la miró y al ver como su cara se contraía de dolor suspiró en busca de una rápida solución.

— ¿Llamo a una ambulancia? Verás cómo en breve estarán aquí. —Y mirando a Lali preguntó histérica—: ¿Cuál es el número de urgencias?

—No sé —gimió asustada. Ella no sabía los números en España. Almudena al escucharlas, tomó aire y gritó descompuesta.

—Uno, uno, dos ¡joder! Que la que está de parlo soy yo, no vosotras.

El dolor debía de ser tremendo. La cara de Almudena  se contraía mientras Eva hablaba por teléfono y cuando colgó dijo para tranquilizar a su hermana:

—Ya está. Ya vienen...

—¿Qué  vienen?  —gritó  la parturienta  con la frente  perlada  de sudor—.  El que viene  es el búhoooooooooooo ¡joderrrrrrrrrr qué dolorrrrrrrrrrrrr!

Lali, aturdida, intentó mantener la calma. Ordenó a Eva traer toallas limpias y agua. Al fin y al cabo eso se pedía siempre en las películas. Con delicadeza, tumbó a Almudena sobre la alfombra y le quitó como pudo el pantalón. Chorreaba por todos lados. Pero al encontrarse lo que se encontró murmuró:

—Oh, my God ¡esto es horrible! —pero levantando la voz para que Almudena la escuchara dijo —, Va todo genial, cielo. Va todo muy bien. La ambulancia llegará de un momento a otro y tendrás un bebé precioso.

Eva llegó con las toallas. Ninguna  de las dos podía apartar la vista de entre las piernas de aquella. Horrorizadas observaban lo dilatada que estaba y cómo empezaba a asomar la cabeza.

—Ay, copón que me voy a desmayar —murmuró Eva sentándose en el suelo.

—Ni se te ocurra —exigió Lali asustada y con las pulsaciones a mil.

—¿Pero tú has visto eso? —gimió Eva horrorizada—, Pero... pero si parece un volcán a punto de entrar en erupción.

—Es  que  va a entrar  en erupción —cuchicheó  la joven actriz . Pero mantén la calma  o tu hermana se pondrá histérica y será ella la que entre en erupción.

—Lali se levantó y fue al baño. Se lavó las manos y deseó quitarse la peluca, pero no podía, si hacía eso todo se liaría aun mas. Se echó un poco de agua por la cara para tranquilizarse. Almudena necesitaba ayuda y ella la ayudaría. Antes de salir cogió más toallas limpias que vio sobre un mueble, seguro que las necesitaría. Regreso al salón y tras hacer que la parturienta levantara el pompis y lo pusiera sobre varias de las toallas, se posicionó entre sus piernas, y tras suspirar y ver como la pobre se retorcía de dolor preguntó a una descolorida Eva:

—¿Crees que debemos animarla a que empuje?

Pero no hizo falta proponérselo. De pronto Almudena con una fuerza descomunal comenzó a empujar ante ellas.

—Ay, Dios mío. ¡Ay, Dios mío que sale algo por ahí! —gritó Eva.

Lali, tragando saliva con dificultad, agarró la mano de Almudena que empujaba como una loca cuando Eva, blanca como la cera, volvió a gritar.

—¿Qué es eso? Joder...joder... ¿qué sale de ahí?

—Agua... quiero beber agua —suplicó Almudena agotada.

Lali intentando no gritar a pesar de como la parturienta le retorcía la mano respondió.

—Eso debe ser la cabeza del bebé.

—¿Esa cosa pegajosa? —gritó Eva fuera de sí.

—¿Le estás llamando cosa pegajosa a mi búho? —gruñó la parturienta. Lali miró a la blanquecina hermana y tras darle un golpe para hacerla reaccionar sugirió:

—Eva, dale agua a Almudena y refréscala.

Pero la joven estaba tan trastocada, tan fuera de sí por lo que estaba viendo, que el vaso de agua en vez de acercárselo a su hermana se lo bebió ella del tirón.


—Por Diosssssss... Por Dios... mañana mismo voy al ginecólogo y que me lo cosa. No volveré a dejar que ningún tío se acerque a mí por mucho morbo que me dé. Pero... pero... ¿pero tú has visto como se pone esooooooooooooo?


NOTA: LOS CAPÍTULOS SE ENCUENTRAN PROGRAMADOS DURANTE CADA HORA EN LA TARDE.

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