martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 66 y 67

El 24 y 25 de diciembre lodos se reunieron para cenar y comer en la casa familiar y la reunión fue todo un éxito. Lali convenció a Gasti para que les acompañara, aunque tuvo que pelear con él para  que  se  pusiera  algo  discreto,  mientras  Peter  como  siempre  sonreía  ante  la  locura  y  el excentricismo  de aquel. Antes  de salir  hacia  la casa de Manuel,  Lali  le recordó  a su primo aquello que su abuela siempre le decía: «Sé tú mismo, pero no asustes a los demás». Por lo que Gasti intentó ser moderado en sus actos.

 Manuel estaba encantado de que fueran más invitados de los que esperaba y se emocionó al tener a Lali de nuevo entre ellos. El abuelo Goyo se quedó sin palabras tras conocer a Gasti. No le quitó el ojo de encima en toda la noche. Aquello no pasó desapercibido para nadie y todos temían que el abuelo, de un momento a otro, soltara alguna de las suyas, Pero no, sorprendiéndoles a todos no lo hizo. Fue discreto, aunque todos sabían lo que pensaba, incluido el observado.

Aquella noche tras una divertida y exquisita cena en la que lo pasaron a lo grande, Gasti se marchó de juerga con Eva. Ambos tenían ganas de tomarse una cervecitas y bailar. Lali y Peter regresaron solos a casa. Tras saludar a una efusiva Senda, Peter cogió una botella fresca de champán de la nevera, dos copas y entre risas y besos subieron a la habitación. Una vez allí, el joven dejó lo que llevaba en las manos sobre la mesilla y abriendo un cajón sacó algo y dijo:

— Toma canija.  Papá  Noel,  ya  sabes,  ese  señor  gordo  vestido  de  rojo  que  baja  por  las chimeneas, ha debido de pensar que has sido buena y dejó algo para ti.

Con una deslumbrante sonrisa ella lo cogió y abriendo su trolley, que estaba en un lateral de la habitación, sacó otro paquete y se lo entregó.

—Vaya que casualidad. El mismo señor gordo pensó que habías sido bueno y dejó esto para ti. Ambos sonrieron y se sentaron con sus respectivos regalos sobre la cama.

—Las señoritas primero —insistió Peter con galantería.

Divertida,  y emocionada  porque  él hubiera  tenido tiempo  de comprarle  algo a pesar de los horarios de su trabajo comenzó a abrirlo. Lo primero que vio fue un perfume de Loewe, una cajita de la misma marca y un CD de música.

—Sergio Dalma — susurró encantada.

—Sí. He visto que lo escuchas  muy a menudo, y como veo que te gusta más que AC/DC o Metálica te lo compré para que lo escuches en tu casa —al ver que ella sonreía el prosiguió—. En cuanto a los otros regalos, recuerdo que el día que fuimos de compras dijiste que una de tus tiendas preferidas era Loewe, ¿verdad?

Feliz asintió y al abrir la pequeña cajita se quedó sin habla hasta que él dijo.

—Vale... no es un súper regalo de esos a los que estás acostumbrada, pero es algo que yo me puedo permitir.

—No digas tonterías Peter por favor.

Al ver su ceño fruncido la besó y susurró.

—Me he vuelto loco pensando qué regalarte. Al principio pensé un Porsche rojo, pero luego imagine que una estrellita como tú ya tendrías alguno.

—Dos. Rojo y azul antracita —asintió sorprendiéndole.

—¿Lo ves? —sonrió encantado—. Sabía que lo tendrías. Por ello al final pensé que un llavero
de Loewe con las llaves de mi casa podría gustarte —y mirándola a los ojos murmuró—: Espero que mi casa y mi compañía te gusten tanto como tu marca preferida.

Emocionada asintió sin poder hablar. No esperaba un regalo así. En especial porque aquello le sonó a declaración de amor. Peter al ver su mirada turbada prosiguió. Necesitaba hablar con ella y aquel era un momento ideal.

—A ver... Lali. Quizá no venga a cuento lo que te voy a decir, y sea una metedura de pata tremenda...

Con el corazón a mil ella murmuró:

—Qué... qué pasa.

Durante unos segundos se miraron a los ojos y finalmente Peter a escasos centímetros de su boca susurró:

—Soy consciente de que eres un gran, grandísimo problema para mí...

—No lo pretendo —cortó ella torciendo el gesto.

—Me guste o no, cielo —prosiguió él—, lo eres y más cuando no puedo dejar de pensar en ti.

—Al escuchar aquello el corazón a Lali se le revolucionó—. Sé que tenemos unas normas que ninguno va a incumplir, al igual que sé que tu vida no está aquí conmigo, ni yo soy hombre para ti. Pero quiero que cuando regreses a tu hogar, te lleves este llavero de tu marca favorita con estas llaves y sepas que aquí, en España, en Sigüenza, tienes tu casa para cuando quieras. ¿De acuerdo?

Acalorada, emocionada y sorprendida por sus palabras, y en especial, por lo que había sentido al escucharlo, le besó.

—Muchas gracias —murmuró en un hilo de voz.

Al ver que él la miraba cómo esperando algo, sonrió y dijo:

—Peter, te prometí cumplir tus normas, pero tengo que decir que me gustas mucho, demasiado y creo que...

De pronto él se agobió. ¿Qué iba a decir? y le tapó la boca con las manos, al tiempo que le decía:

—Tú también me gustas mucho, cielo. Eres maravillosa, divertida, preciosa y estoy encantado de que estés aquí  conmigo,  pero seamos  realistas  y no digamos  cosas  que dentro de unos días puedan hacernos daño. ¿Vale, canija?

—Pero...

—No Lali, no sigas con ello.

—Pero yo intento vivir el presente y...

—Lo estamos haciendo y lo estamos pasando bien —cortó Peter—. Ahora lo que no tienes que olvidar es nuestro trato y que esto es el mundo real y no una de tus románticas películas. ¿De acuerdo, cielo?

Decepcionada por no poder manifestar libremente lo que sentía por él, asintió e intentando guardar su desilusión, sonrió como buena actriz y dijo:

—Tienes razón. Venga, ahora abre tu regalo.

Con una radiante sonrisa, tras la que escondía su malestar por lo que acababa de decir, Peter
rasgó el papel de regalo cuando ella murmuró:

—Te compré este marco de fotos porque pensé que si tenías la foto de nuestra primera boda a la vista, encima de algún mueble, te acordarías de mí y querrías verme otra vez a pesar de que soy un gran, grandísimo problema para ti.

Desconcertado, Peter clavó sus oscuros ojos en ella.

—¿Qué estamos haciendo Lali?

Consciente de que aquella pregunta revelaba, en cierto modo, lo que él sentía por ella le quitó el marco de fotos de las manos y dejándolo a un lado de la cama, se abalanzó sobre y le besó.

—Conocemos. ¿Te parece poco?

Peter la abrazó y la besó. A partir de ese momento sobraron las palabras. Solo deseaban hacer apasionadamente el amor.
El  veintisiete  de  diciembre  Lali  y Gasti  quedaron  con las  hermanas  de  Peter para  ir  de compras. En esta ocasión, Manuel, el orgulloso abuelo, volvió a hacer de niñero con Joel, Se quedó con su nieto e infinidad de biberones de leche. Divertidas y felices visitaron la tienda de la amiga de Almudena en Guadalajara. Una pequeña tienda de una joven diseñadora donde, sorprendido, Gasti tocó las telas, gustoso y encantado.

—Por el amor de my life ¡pero que ideal que es esto! —gritó al ver un fular a juego con una blusa azul.

—Pues todo lo que ves lo diseña y lo cose ella —rio Almudena cogiendo del brazo a su amiga.

—Alicia Domínguez. Te auguro una exitosa carrera —asintió Lali mirando a su alrededor. Aquella muchacha, en su pequeña tienda, tenía cosas preciosas y originales. Moda mucho más
atractiva que muchas de las cosas que veía en las tiendas de Rodeo Drive.

—Gracias. Me encanta saber que te gustan —contestó emocionada.

Conocía  por Almudena  que aquellos  dos guiris  eran personal  shoppers  que viajaban por el mundo y si recomendaban alguno de sus modelos a alguno de sus dientes podría ser beneficioso para ella y su negocio.

—Oh Dios, soy lo más ¡Que lindo estoy! —gritó Gasti al mirarse en el espejo y verse con uno de aquellos fulares estampados—. Esta noche ligo fijo... fijo.

—¿Dónde vas esta noche? —preguntó Almudena divertida.

—Salgo de copichuelas con el divine de tu bother y algunos de sus musculosos compañeros. ¡oh my god¡ Estoy emocionado. Estaré rodeado por verdaderos Xmen only para mi—

Sorprendidas por aquello las tres hermanas se miraron y finalmente Eva murmuró:

—Como diría mi abuelo, ¡que Dios te pille confesado hermoso! Salir con esos machos alfa de copichuelas a veces no es lo más recomendable.

—Sí lo dices porque su ruda y varonil heterosexualidad me puede asustar... Oh no, queen no. Yo solito con mi suavidad y mi lengua viperina puedo con cualquiera  de ellos. Es más, que tengan cuidado, no les asuste yo a ellos.

—Lo que daría yo por veros esta noche por un agujerito —rio Irene al escucharle. Ver a los rudos compañeros de su hermano con aquel podía ser todo un numerito.

—Por cierto Almu —dijo Alicia tras descolgar una blusa—. El otro día vi a Agustin y me preguntó por ti. ¿Recuerdas a Agustin?

Almudena sonrió, ¿cómo no recordarle? Hacía dos años que no le veía pero pensar en él aún le hacía sonreír, pero al ver la cara de su hermana mayor dijo:

—No me mires así. ¿Quieres?

—Uis nenas, ¿quién es ese Agustin? —preguntó Gasti.

—El chico con el que tenía que haberse casado hace años —cuchicheó Irene.

—Buenoooooo habló doña decencia —rio Eva divertida.

—Ni decencia ni leches Eva María. Esta descerebrada dejó a Agustin para enrollarse con el innombrable  del padre de su hijo y... ¡Zas!, ahora se ha quedado sin uno y sin el otro y con un muchacho que alimentar.

—Vamos... traumatizadita que estoy —se mofó Almudena mirando a Lali.

—Sí... pero ahora estás sola, sola... sola —insistió Irene.

Eva, divertida por los aspavientos de su hermana mayor, añadió:

—Mira Irene, sé que lo que te voy a decir lo vas a considerar una gran vulgaridad, pero los hombres son como los pedos, le los tiras cuando quieres y punto pelota.

—Oh Dios mío, ¡qué vulgaridad! —protestó aquella mirando al cielo.

Aquello provoco una carcajada general de todos menos de Irene y cuando esta zanjó el tema con sus protestas Gasti se acercó a Eva.

—Guapa e inteligente. Uisss reina ¡tú vas a ser alguien en la vida!

Divertida por los comentarios, Lali cogió una prenda y se la tendió a Irene.

—Ten pruébate este vestido gris y blanco. Estoy segura de que te quedará perfecto.

—¿No es demasiado moderno para mi?

Al escuchar aquello, todas rieron y Almudena empujando a su hermana murmuró:

—Anda... vamos para el probador que eres más antigua que el hilo negro —pero dos segundos después gritó—: La madre que te parió Irene, ¿cómo puedes llevar aún un sujetador matapasiones?

—Pero si es nuevo —se defendió.

Antes de poder decir nada más la cortina del probador se abrió y todos miraron con curiosidad el sujetador de aquella.

—Joderrrrrrr —murmuró Eva mirándola—, Pero cómo puedes llevar todavía un sujetador con la típica florecita de la abuela entre las tetas.

—Ay que angustia —susurró Gasti mirándola—, ¿Eso te pones diariamente?

—¡Pero bueno! —gritó Irene ofendida—. Este sujetador es nuevo. ¿No lo veis?

—¡¿Nuevo?! —preguntaron al unísono Eva y Lali.

—Sí. Lo compré hace menos de un año en el mercadillo y...

—Por el amor de my life —cortó Gasti—. Eso de nuevo tiene lo que yo de ruso. Pero my love, ¿has visto donde te asientan las tetillas?

Lali muerta de risa por los comentarios de todos tiró de su primo y tras cruzar una mirada con Almudena dijo antes de correr la cortina:

—Probaos los vestidos y recordad: tenemos que pasar por una tienda de lencería.

—Con urgencia —insistió Gasti quien de pronto al darse la vuelta y ver un vestido grito—. Oh dios  mio cuchita ¡mira que divinidad! ¿No te recuerda a uno de tus Armani? El que te regaló Giorgio cuando estuvimos en Italia para su fiesta de cumpleaños.

Lali, acercándose a la prenda sin percatarse de cómo les miraban Eva y Almu a lo tocó y respondió:

—No... no se parece al Armani, pero tiene un aire al Givenchy que llevé para la fiesta de Arnold, en California. Aunque este me parece mucho más bonito.

—Tienes razón. Es mucho más majestuoso —asintió Gasti tocando las plumas. Lali se fijó en el precio que ponía en la etiqueta.

—¿Cuatrocientos veinticinco euros? —preguntó sorprendida.

—¡Oh qué escándalo! —gritó Gasti llevándose las manos a la boca.

Aquel vestido en negro y blanco de corte sirena y con plumas a la altura de la cintura y en la parte inferior de la falda, con semejante diseño, textura y trabajo, en cualquiera de las tiendas donde ellos compraban hubiera costado mucho, pero muchísimo más.

Alicia,  la  diseñadora,  al  ver  el  gesto  de  aquellos  se  acercó  y respondió  casi  avergonzada mientras Eva no les quitaba ojo:

—Es una tela muy buena, y las plumas están cosidas una a una, todas a mano —y mirando a Lali murmuró—, Pero si le gusta, por ser amiga de Almudena, te haré un precio especial.

Confundida por lo que aquella le decía, la actriz sonrió y aclaró:

—Ay Dios, creo que me has entendido mal. Lo del precio lo decía porque me parece tremendamente barato. Este vestido debería costar muchísimo más.

—Niña eres lo más. Cómo mínimo deberías cobrar cinco vires más de lo que pides por él. Este vestido, con el trabajo que lleva, debería tener el mismo precio que el Dior que compraste para la fiesta  de  Johny  Deep,  aquel  con  el  que  te  pusiste  las  joyas  de  Chopard  aseguro  Gasti  aun sorprendido por el precio

La joven diseñadora rio y Eva, sorprendida, preguntó:

—¿Tienes un Dior en el armario, has ido a una fiesta con Johnny Deep y te has puesto joyas de Chopard?

Rápidamente, Lali reaccionó:

—Uf... ya quisiera yo. Ni caso, tonterías de Gasti.

El joven, al ver que de nuevo estaba metiendo la pata con sus comentarios, descolgó el impresionante vestido de fiesta y se lo tendió con mimo a su prima.

—Pruébatelo. Tienes que estar divina con él.

Eva,  sin  decir  palabra,  les  observó  intrigada.  Aquellos  dos  habían  zanjado  el  tema  con demasiada rapidez y eso le hizo reflexionar. ¿Qué ocultaban?

Durante horas se hicieron los dueños de la tienda y se probaron todo, absolutamente todo lo que había, incluido Gasti que era el más fashion. Lali se compró finalmente varios conjuntos de pantalón y camisa, un bolso, un vestido de gasa de noche y el glamuroso vestido con plumas. Alicia estaba rebosante de alegría. Nunca había vendido tanto a una sola clienta. Animadas por Lali, las demás salieron con varias bolsas bajo el brazo. Aquella Nochevieja sería glamurosa y todos irían de punta en blanco para la cena.

Agotadas, felices y con media tienda dentro de sus bolsas, a las tres de la tarde decidieron ir a un restaurante para comer algo. Estaban hambrientos. Tras pedir  los  primeros platos Lali, Almudena e Irene fueron al baño, la ex-embarazada se había manchado la camisa de leche, y tenía que cambiársela por otra. Mientras, en la mesa, sonó un móvil, Gasti, al reconocer que era el de su prima, lo sacó del bolso de aquella y gritó encantado:

—Salma, ¿cómo estás Darling? —tras escuchar algo contestó—. Oh sí, aún estamos en Spain. I love Spain es precioso y su gente estupenda.

Durante un rato Eva escuchó en silencio lo que aquel hablaba y se inquietó al notar que en ocasiones  paraba su chorreo de palabras  y la observaba.  ¿Por qué la miraba  así? Pero más se sorprendió al observar con detenimiento las manos de aquel. ¿Dónde había visto aquel anillo?

Finalmente Gasti se levantó de su asiento.

—En  seguida  vuelvo my Love.  Voy  a  llevarle  el  teléfono  a  Lali.  Esta  llamada  es very importante.

Al  levantarse  tan precipitadamente  de la mesa  tiró un bolso  al  suelo,  pero  él  ni  se inmutó mientras  se  alejaba  enfrascado  en su glamurosa  y alocada  conversación.  Eva  dejó  escapar  un suspiro, se levantó de su silla y se agachó a recoger el bolso. Era el de Lali y sus pertenencias estaban desparramadas  por el suelo. Lo primero que recogió fue su pitillera de oro. Aquella que sacaba cada dos por tres para fumarse uno de sus cigarrillos. Al cogerla se fijó en el grabado y leyó Mariana.R.E. Durante unos segundos se quedó mirando aquello sorprendida. ¿Mariana? Después cogió una pequeña agenda de tono rosado y, de pronto, de ella cayeron varias fotos. Al recogerlas Eva se quedó sin habla. Aquellas fotos eran de la actriz Mariana Espósito y, al fijarse en ellas, saltaron las alarmas.

Copón  bencito.  No puede  ser  cierto  lo que  estoy  imaginando,  pensó  nerviosa  mientras  su cabeza comenzaba a funcionar a toda máquina. ¿Lali podía ser Mariana Espósito?

Con rapidez miró hacia la puerta de los baños. Continuaba  cerrada, y sin poder contener  su necesidad de curiosear, cogió la cartera Loewe, a juego con el bolso, y estuvo a punto de gritar cuando  vio el permiso  de conducir  americano  y leyó «Mariana  Rice Espósito.  Los Angeles. California».

—Joder... joder ¡Es ella! —murmuró a punto del infarto.

Con las pulsaciones a mil recogió todo. Lo metió dentro del bolso y se sentó de nuevo en su silla. Sacó su Blackberry y dio gracias al cielo al comprobar que había Wifi en el local. Sin perder un segando, entró en su correo y buscó el email que le había mandado su amiga Yolanda. Clicó en la foto que buscaba y miro de cerca un detalle. Dos minutos después, sus hermanas llegaban a la mesa, seguidas de Gasti y Lali con el móvil en la mano. Eva, noqueada, fijó la vista en la mano de Gasti. El anillo era el mismo que se veía en la foto del hotel Ritz.

Uf...Dios  mio.  Esto  es  un  bombazo  informativo  ¡que  calor!  pensó  abanicándose  con  una servilleta. Lo que acababa de descubrir no la dejaba articular palabra.

Frente a ella estaba Mariana Espósito. La diva entre las divas de Hollywood tomándose un café, con toda  la  tranquilidad del  mundo parapetada tras  una  peluca y unas  lentillas y ninguna de  sus hermanas, ni ella misma, se habían dado cuenta. Pero ¿y su hermano? Le era difícil aceptar que su hermano no lo supiera. Seguro que se habían conocido en el operativo del hotel Ritz y por eso ella estaba allí. Pero algo no le cuadraba. Peter era un profesional y nunca se pondría a ligotear con nadie en medio de un operativo, y menos con una megaestrella de Hollywood como aquella. Tenia que hablar con él urgentemente.

Intentó comportarse con normalidad, pero le era imposible. Miró con curiosidad las manos Lali y comprobó lo cuidadas y sedosas que parecían. Las uñas estaban perfectas y hasta las cutículas las tenía impecables. Después observó su reloj Piaget. Aquel que Gasti dijo que tenía diamantes engastados, lo que Lali negó. Ese reloj debía de costar una millonada, no como el Gucci de imitación que ella se había comprado en el mercadillo de su pueblo. Acalorada posó su mirada en el bolso que minutos antes había recogido y al ver el símbolo de Loewe se convenció que aquello era tan verdadero como que ella se llamaba Eva María Lanzani. Así estuvo durante un buen rato hasta que Irene, sorprendida por lo callada que estaba, le preguntó:

—A ti que te pasa ¿has visto un fantasma?

Todos la miraron y con una tonta sonrisa se encogió de hombros.

—Sí te dijera que sí ¿pensarías que estoy como un cencerro?

El grupo volvió a reír y el camarero llegó con la cuenta. Lali se empeñó en pagar pero esta vez fue Almudena la que no la dejó y pagó.

—Inmortalicemos  el momento —sugirió Eva saliendo de su letargo con el móvil en la mano. Necesitaba pruebas. Necesitaba saber si aquella era quien imaginaba y se negaba a darle un tirón de la peluca. No, Lali no se lo merecía.

Tras  salir  de  allí  entraron en una  zapatería  donde  busca  ron unas  botas  para  Irene  que  no encontraron. AI salir Lali cogió por el brazo a Eva y le preguntó:

—¿Crees que las botas de Loewe color chocolate que se ha probado Irene le gustaban y no se las compra por su precio?

—Sí.  Estoy  convencida.  Pero  ese  dinero  no  se  lo  gasta  mi  hermana  en  ella  ¡ni  loca! Conociéndola se las comprará en el mercadillo —asintió esta y mirando a su hermana mayor dijo—: Irene haznos una foto.

Posaron sonrientes  ante la cámara. Lali se sentía feliz por haber encontrado  el regalo de Reyes para Irene. De repente se escucharon los gritos de Gasti:

—Por  el  amor  de  Dior ladys.  ¿Lo que ven mis bellos  ojitos  almendrados  es una tienda  de Adolfo  Domínguez?  —Todas  asintieron—. I need entrar urgentemente  en ella. ¡Vamos! Que esta noche quiero estar espectacular para los Xmen.

Todas sonrieron y entraron en la tienda. En el interior del local, Eva, más callada de lo normal, observaba mientras sus hermanas y Lali, cuchicheaban con Gasti en referencia a un traje de seda azul. Con disimulo, escaneó a la actriz con la mirada y unió las piezas de su virtual rompecabezas. De pronto todo comenzaba a encajar y fue consciente que ella, Lali, era la rubia de melena por los hombros que Irene había visto noches atrás besando apasionadamente a su hermano a través de la ventana. Veinte minutos después, cuando hubo consultado en su Blackberry cierta información sobre Mariana Espósito y su primo Gaston Anthony Nández Espósito se dirigió al grupo.

—Lali, me gustan un montón tus gafas. ¿Dónde te las compraste?

—Son de la última colección de Valentino —murmuró Tómi—. Se las compré en Roma o ¿fue en Londres?

—Roma —respondió la propietaria.

—Bueno qué más da —rio el joven— ¿A que son lo más?

—Preciosas —asintió Eva—. Por cierto, me llama la atención lo mucho que viajáis.

—Nuestro trabajo lo requiere —sonrió Lali sin prestarle mas atención.

Eva, anotando mentalmente todo lo que aquellos decían, miró directamente a la estrella deHollywood.

—¿Me dejas que me pruebe las gafas? Me encantan.

La joven actriz, ensimismada  en la charla con Irene, se las quitó y se las pasó. Eva observó detenidamente su rostro sin las gafas. No se notaba nada que aquel pelo no fuera suyo. Era increíble lo bien que hacían las pelucas. Aun así buscó bajo la maquillada ceja derecha la marca que Google le había desvelado que Mariana tenía tras sufrir una caída de un caballo en el rodaje de una de sus películas.

Ahí está la puñetera marca, pensó al ver aquella pequeña cicatriz, pero con actitud coqueta buscó un espejo para mirarse y al instante comprobó que aquellas gafas no tenían graduación.

Vaya... vaya... por lo que veo, Mariana te escondes muy bien pensó. Y, aprovechándose de que aquella no tenía las gafas puestas, le pasó su Blackberry a su hermana Almudena.

—Almu, haznos una foto —le dijo agarrando a Lali del brazo

Su hermana cogió el aparato que le tendía.

—Eva María, qué pesadita estás hoy con las fotos ¿no? Estás peor que cuando a Almudena le da por retratarnos —le reprochó Irene.

Sin darle mayor importancia la joven posó junto a Lali, y cogiendo el móvil que su hermana le entregaba tras fotografiarlas murmuró entre dientes:

—Me gusta inmortalizar los momentos.

Finalmente se quitó las gafas y se las devolvió a su dueña que encantada reía por las ocurrencias de su primo. Lali ajena a todo lo que aquella pensaba se las colocó, sin embargo, al sentir su insistente mirada tuvo que preguntar:

—¿Ocurre algo Eva?

—No... no. —E integrándose en el grupo dijo mirando a Gasti—: Por Dios chico, ese traje te queda divine. Ahora si que eres lo más.

—Estoy pa comerme, por delante y por detrás, ¿verdad? —se guaseó aquel mirándose  en el espejo de la tienda.

El móvil de Lali sonó de nuevo. Se lo sacó del bolsillo de sus vaqueros, sonrió al ver de quien se trataba  y abrió la tapa. Desde  hacía días estaba  viviendo  una luna de miel  y pensaba disfrutarla a tope.

—Hola canija. ¿Dónde estás?

—De shopping en Guadalajara con tus hermanas.

—¿Todavía? —preguntó Peter sorprendido.

—Si crees que el otro día Gasti gastó dinero, espera a que lleguemos y veas todo lo que se ha regalado hoy.

Divertido por aquel comentario sonrió, estaba deseoso de verla.

—¿Tú no has comprado nada?

Mirando los bolsones que se amontonaban a sus pies asintió.

—Bueno... algo he comprado.

—¿Solo algo? —rio Peter.

—Lo confieso. He comprado mucho. Pero en la tienda de la amiga de Almudena tenían cosas tan maravillosas, que he estado a punto de comprar la tienda entera.

Feliz por escuchar su voz y por saber que ella estaba bien Peter sonrió. A pocos metros de él estaban sus compañeros preparados para un simulacro y le reclamaban. Antes de colgar indicó:

—Bueno tesoro, te dejo. Solo llamaba para saber si estabas bien. Luego te veo en casa ¿vale? Ah, y dile a Gasti que no me iré esta noche sin él.

Lali sonrió y observando a su primo pavonearse ante el espejo con un bonito traje dijo:

—Que sepas que le vas a hacer el gay más feliz del mundo. No para de hablar de que le vas a presentar a otros Xmen como tú.

Peter se carcajeó.

—Recuerda cielo, no hagas planes con nadie a partir de mañana. Libro hasta el día siete de enero y tengo muchos planes contigo.

—¿Ah si? —rio gustosa.

—Si, preciosa.

—Vaya... me gusta saberlo.


—Más me gusta a mi canija —murmuró él antes de colgar. Lali cerró su móvil y dejó escapar un suspiro. Le gustaba aquella sensación. Le encantaba Peter y se emocionaba al recordar la frase «luego te veo en casa».

1 comentario:

  1. Espero k Eva no se aproveche d todo lo k se esta enterando.
    Aaaay Peter k amoroso!!!!

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