El 24 y 25 de diciembre lodos se
reunieron para cenar y comer en la casa familiar y la reunión fue todo un
éxito. Lali convenció a Gasti para que les acompañara, aunque tuvo que pelear
con él para que se
pusiera algo discreto,
mientras Peter como
siempre sonreía ante
la locura y el
excentricismo de aquel. Antes de salir
hacia la casa de Manuel, Lali
le recordó a su primo aquello que
su abuela siempre le decía: «Sé tú mismo, pero no asustes a los demás». Por lo
que Gasti intentó ser moderado en sus actos.
Manuel estaba encantado de que
fueran más invitados de los que esperaba y se emocionó al tener a Lali de nuevo
entre ellos. El abuelo Goyo se quedó sin palabras tras conocer a Gasti. No le
quitó el ojo de encima en toda la noche. Aquello no pasó desapercibido para
nadie y todos temían que el abuelo, de un momento a otro, soltara alguna de las
suyas, Pero no, sorprendiéndoles a todos no lo hizo. Fue discreto, aunque todos
sabían lo que pensaba, incluido el observado.
Aquella noche tras una divertida y
exquisita cena en la que lo pasaron a lo grande, Gasti se marchó de juerga con
Eva. Ambos tenían ganas de tomarse una cervecitas y bailar. Lali y Peter
regresaron solos a casa. Tras saludar a una efusiva Senda, Peter cogió una
botella fresca de champán de la nevera, dos copas y entre risas y besos
subieron a la habitación. Una vez allí, el joven dejó lo que llevaba en las
manos sobre la mesilla y abriendo un cajón sacó algo y dijo:
— Toma canija. Papá
Noel, ya sabes,
ese señor gordo
vestido de rojo
que baja por
las chimeneas, ha debido de pensar que has sido buena y dejó algo para
ti.
Con una deslumbrante sonrisa ella lo
cogió y abriendo su trolley, que estaba en un lateral de la habitación, sacó
otro paquete y se lo entregó.
—Vaya que casualidad. El mismo señor
gordo pensó que habías sido bueno y dejó esto para ti. Ambos sonrieron y se
sentaron con sus respectivos regalos sobre la cama.
—Las señoritas primero —insistió
Peter con galantería.
Divertida, y emocionada
porque él hubiera tenido tiempo
de comprarle algo a pesar de los
horarios de su trabajo comenzó a abrirlo. Lo primero que vio fue un perfume de
Loewe, una cajita de la misma marca y un CD de música.
—Sergio Dalma — susurró encantada.
—Sí. He visto que lo escuchas muy a menudo, y como veo que te gusta más que
AC/DC o Metálica te lo compré para que lo escuches en tu casa —al ver que ella
sonreía el prosiguió—. En cuanto a los otros regalos, recuerdo que el día que
fuimos de compras dijiste que una de tus tiendas preferidas era Loewe, ¿verdad?
Feliz asintió y al abrir la pequeña
cajita se quedó sin habla hasta que él dijo.
—Vale... no es un súper regalo de
esos a los que estás acostumbrada, pero es algo que yo me puedo permitir.
—No digas tonterías Peter por favor.
Al ver su ceño fruncido la besó y
susurró.
—Me he vuelto loco pensando qué
regalarte. Al principio pensé un Porsche rojo, pero luego imagine que una
estrellita como tú ya tendrías alguno.
—Dos. Rojo y azul antracita —asintió
sorprendiéndole.
—¿Lo ves? —sonrió encantado—. Sabía
que lo tendrías. Por ello al final pensé que un llavero
de Loewe con las llaves de mi casa
podría gustarte —y mirándola a los ojos murmuró—: Espero que mi casa y mi
compañía te gusten tanto como tu marca preferida.
Emocionada asintió sin poder hablar.
No esperaba un regalo así. En especial porque aquello le sonó a declaración de
amor. Peter al ver su mirada turbada prosiguió. Necesitaba hablar con ella y
aquel era un momento ideal.
—A ver... Lali. Quizá no venga a
cuento lo que te voy a decir, y sea una metedura de pata tremenda...
Con el corazón a mil ella murmuró:
—Qué... qué pasa.
Durante unos segundos se miraron a
los ojos y finalmente Peter a escasos centímetros de su boca susurró:
—Soy consciente de que eres un gran,
grandísimo problema para mí...
—No lo pretendo —cortó ella
torciendo el gesto.
—Me guste o no, cielo —prosiguió
él—, lo eres y más cuando no puedo dejar de pensar en ti.
—Al escuchar aquello el corazón a
Lali se le revolucionó—. Sé que tenemos unas normas que ninguno va a incumplir,
al igual que sé que tu vida no está aquí conmigo, ni yo soy hombre para ti.
Pero quiero que cuando regreses a tu hogar, te lleves este llavero de tu marca
favorita con estas llaves y sepas que aquí, en España, en Sigüenza, tienes tu
casa para cuando quieras. ¿De acuerdo?
Acalorada, emocionada y sorprendida
por sus palabras, y en especial, por lo que había sentido al escucharlo, le
besó.
—Muchas gracias —murmuró en un hilo
de voz.
Al ver que él la miraba cómo
esperando algo, sonrió y dijo:
—Peter, te prometí cumplir tus
normas, pero tengo que decir que me gustas mucho, demasiado y creo que...
De pronto él se agobió. ¿Qué iba a
decir? y le tapó la boca con las manos, al tiempo que le decía:
—Tú también me gustas mucho, cielo.
Eres maravillosa, divertida, preciosa y estoy encantado de que estés aquí conmigo,
pero seamos realistas y no digamos
cosas que dentro de unos días
puedan hacernos daño. ¿Vale, canija?
—Pero...
—No Lali, no sigas con ello.
—Pero yo intento vivir el presente
y...
—Lo estamos haciendo y lo estamos
pasando bien —cortó Peter—. Ahora lo que no tienes que olvidar es nuestro trato
y que esto es el mundo real y no una de tus románticas películas. ¿De acuerdo,
cielo?
Decepcionada por no poder manifestar
libremente lo que sentía por él, asintió e intentando guardar su desilusión,
sonrió como buena actriz y dijo:
—Tienes razón. Venga, ahora abre tu
regalo.
Con una radiante sonrisa, tras la
que escondía su malestar por lo que acababa de decir, Peter
rasgó el papel de regalo cuando ella
murmuró:
—Te compré este marco de fotos
porque pensé que si tenías la foto de nuestra primera boda a la vista, encima
de algún mueble, te acordarías de mí y querrías verme otra vez a pesar de que
soy un gran, grandísimo problema para ti.
Desconcertado, Peter clavó sus
oscuros ojos en ella.
—¿Qué estamos haciendo Lali?
Consciente de que aquella pregunta
revelaba, en cierto modo, lo que él sentía por ella le quitó el marco de fotos
de las manos y dejándolo a un lado de la cama, se abalanzó sobre y le besó.
—Conocemos. ¿Te parece poco?
Peter la abrazó y la besó. A partir
de ese momento sobraron las palabras. Solo deseaban hacer apasionadamente el
amor.
El
veintisiete de diciembre
Lali y Gasti quedaron
con las hermanas de
Peter para ir de compras. En esta ocasión, Manuel, el
orgulloso abuelo, volvió a hacer de niñero con Joel, Se quedó con su nieto e
infinidad de biberones de leche. Divertidas y felices visitaron la tienda de la
amiga de Almudena en Guadalajara. Una pequeña tienda de una joven diseñadora
donde, sorprendido, Gasti tocó las telas, gustoso y encantado.
—Por el amor de my life ¡pero que
ideal que es esto! —gritó al ver un fular a juego con una blusa azul.
—Pues todo lo que ves lo diseña y lo
cose ella —rio Almudena cogiendo del brazo a su amiga.
—Alicia Domínguez. Te auguro una
exitosa carrera —asintió Lali mirando a su alrededor. Aquella muchacha, en su
pequeña tienda, tenía cosas preciosas y originales. Moda mucho más
atractiva que muchas de las cosas
que veía en las tiendas de Rodeo Drive.
—Gracias. Me encanta saber que te
gustan —contestó emocionada.
Conocía por Almudena
que aquellos dos guiris eran personal
shoppers que viajaban por el
mundo y si recomendaban alguno de sus modelos a alguno de sus dientes podría
ser beneficioso para ella y su negocio.
—Oh Dios, soy lo más ¡Que lindo
estoy! —gritó Gasti al mirarse en el espejo y verse con uno de aquellos fulares
estampados—. Esta noche ligo fijo... fijo.
—¿Dónde vas esta noche? —preguntó
Almudena divertida.
—Salgo de copichuelas con el divine
de tu bother y algunos de sus musculosos compañeros. ¡oh my god¡ Estoy
emocionado. Estaré rodeado por verdaderos Xmen only para mi—
Sorprendidas por aquello las tres
hermanas se miraron y finalmente Eva murmuró:
—Como diría mi abuelo, ¡que Dios te
pille confesado hermoso! Salir con esos machos alfa de copichuelas a veces no
es lo más recomendable.
—Sí lo dices porque su ruda y
varonil heterosexualidad me puede asustar... Oh no, queen no. Yo solito con mi
suavidad y mi lengua viperina puedo con cualquiera de ellos. Es más, que tengan cuidado, no les
asuste yo a ellos.
—Lo que daría yo por veros esta
noche por un agujerito —rio Irene al escucharle. Ver a los rudos compañeros de
su hermano con aquel podía ser todo un numerito.
—Por cierto Almu —dijo Alicia tras
descolgar una blusa—. El otro día vi a Agustin y me preguntó por ti. ¿Recuerdas
a Agustin?
Almudena sonrió, ¿cómo no
recordarle? Hacía dos años que no le veía pero pensar en él aún le hacía
sonreír, pero al ver la cara de su hermana mayor dijo:
—No me mires así. ¿Quieres?
—Uis nenas, ¿quién es ese Agustin?
—preguntó Gasti.
—El chico con el que tenía que
haberse casado hace años —cuchicheó Irene.
—Buenoooooo habló doña decencia —rio
Eva divertida.
—Ni decencia ni leches Eva María.
Esta descerebrada dejó a Agustin para enrollarse con el innombrable del padre de su hijo y... ¡Zas!, ahora se ha
quedado sin uno y sin el otro y con un muchacho que alimentar.
—Vamos... traumatizadita que estoy
—se mofó Almudena mirando a Lali.
—Sí... pero ahora estás sola,
sola... sola —insistió Irene.
Eva, divertida por los aspavientos
de su hermana mayor, añadió:
—Mira Irene, sé que lo que te voy a
decir lo vas a considerar una gran vulgaridad, pero los hombres son como los
pedos, le los tiras cuando quieres y punto pelota.
—Oh Dios mío, ¡qué vulgaridad!
—protestó aquella mirando al cielo.
Aquello provoco una carcajada
general de todos menos de Irene y cuando esta zanjó el tema con sus protestas
Gasti se acercó a Eva.
—Guapa e inteligente. Uisss reina
¡tú vas a ser alguien en la vida!
Divertida por los comentarios, Lali
cogió una prenda y se la tendió a Irene.
—Ten pruébate este vestido gris y
blanco. Estoy segura de que te quedará perfecto.
—¿No es demasiado moderno para mi?
Al escuchar aquello, todas rieron y
Almudena empujando a su hermana murmuró:
—Anda... vamos para el probador que
eres más antigua que el hilo negro —pero dos segundos después gritó—: La madre
que te parió Irene, ¿cómo puedes llevar aún un sujetador matapasiones?
—Pero si es nuevo —se defendió.
Antes de poder decir nada más la
cortina del probador se abrió y todos miraron con curiosidad el sujetador de
aquella.
—Joderrrrrrr —murmuró Eva
mirándola—, Pero cómo puedes llevar todavía un sujetador con la típica
florecita de la abuela entre las tetas.
—Ay que angustia —susurró Gasti
mirándola—, ¿Eso te pones diariamente?
—¡Pero bueno! —gritó Irene
ofendida—. Este sujetador es nuevo. ¿No lo veis?
—¡¿Nuevo?! —preguntaron al unísono
Eva y Lali.
—Sí. Lo compré hace menos de un año
en el mercadillo y...
—Por el amor de my life —cortó
Gasti—. Eso de nuevo tiene lo que yo de ruso. Pero my love, ¿has visto donde te
asientan las tetillas?
Lali muerta de risa por los
comentarios de todos tiró de su primo y tras cruzar una mirada con Almudena
dijo antes de correr la cortina:
—Probaos los vestidos y recordad:
tenemos que pasar por una tienda de lencería.
—Con urgencia —insistió Gasti quien
de pronto al darse la vuelta y ver un vestido grito—. Oh dios mio cuchita ¡mira que divinidad! ¿No te
recuerda a uno de tus Armani? El que te regaló Giorgio cuando estuvimos en Italia
para su fiesta de cumpleaños.
Lali, acercándose a la prenda sin
percatarse de cómo les miraban Eva y Almu a lo tocó y respondió:
—No... no se parece al Armani, pero
tiene un aire al Givenchy que llevé para la fiesta de Arnold, en California.
Aunque este me parece mucho más bonito.
—Tienes razón. Es mucho más
majestuoso —asintió Gasti tocando las plumas. Lali se fijó en el precio que
ponía en la etiqueta.
—¿Cuatrocientos veinticinco euros?
—preguntó sorprendida.
—¡Oh qué escándalo! —gritó Gasti
llevándose las manos a la boca.
Aquel vestido en negro y blanco de
corte sirena y con plumas a la altura de la cintura y en la parte inferior de
la falda, con semejante diseño, textura y trabajo, en cualquiera de las tiendas
donde ellos compraban hubiera costado mucho, pero muchísimo más.
Alicia, la
diseñadora, al ver el gesto
de aquellos se
acercó y respondió casi
avergonzada mientras Eva no les quitaba ojo:
—Es una tela muy buena, y las plumas
están cosidas una a una, todas a mano —y mirando a Lali murmuró—, Pero si le
gusta, por ser amiga de Almudena, te haré un precio especial.
Confundida por lo que aquella le
decía, la actriz sonrió y aclaró:
—Ay Dios, creo que me has entendido
mal. Lo del precio lo decía porque me parece tremendamente barato. Este vestido
debería costar muchísimo más.
—Niña eres lo más. Cómo mínimo
deberías cobrar cinco vires más de lo que pides por él. Este vestido, con el
trabajo que lleva, debería tener el mismo precio que el Dior que compraste para
la fiesta de Johny
Deep, aquel con
el que te
pusiste las joyas
de Chopard aseguro
Gasti aun sorprendido por el
precio
La joven diseñadora rio y Eva,
sorprendida, preguntó:
—¿Tienes un Dior en el armario, has
ido a una fiesta con Johnny Deep y te has puesto joyas de Chopard?
Rápidamente, Lali reaccionó:
—Uf... ya quisiera yo. Ni caso,
tonterías de Gasti.
El joven, al ver que de nuevo estaba
metiendo la pata con sus comentarios, descolgó el impresionante vestido de
fiesta y se lo tendió con mimo a su prima.
—Pruébatelo. Tienes que estar divina
con él.
Eva,
sin decir palabra,
les observó intrigada.
Aquellos dos habían
zanjado el tema
con demasiada rapidez y eso le hizo reflexionar. ¿Qué ocultaban?
Durante horas se hicieron los dueños
de la tienda y se probaron todo, absolutamente todo lo que había, incluido
Gasti que era el más fashion. Lali se compró finalmente varios conjuntos de
pantalón y camisa, un bolso, un vestido de gasa de noche y el glamuroso vestido
con plumas. Alicia estaba rebosante de alegría. Nunca había vendido tanto a una
sola clienta. Animadas por Lali, las demás salieron con varias bolsas bajo el
brazo. Aquella Nochevieja sería glamurosa y todos irían de punta en blanco para
la cena.
Agotadas, felices y con media tienda
dentro de sus bolsas, a las tres de la tarde decidieron ir a un restaurante
para comer algo. Estaban hambrientos. Tras pedir los
primeros platos Lali, Almudena e Irene fueron al baño, la ex-embarazada
se había manchado la camisa de leche, y tenía que cambiársela por otra.
Mientras, en la mesa, sonó un móvil, Gasti, al reconocer que era el de su
prima, lo sacó del bolso de aquella y gritó encantado:
—Salma, ¿cómo estás Darling? —tras
escuchar algo contestó—. Oh sí, aún estamos en Spain. I love Spain es precioso
y su gente estupenda.
Durante un rato Eva escuchó en
silencio lo que aquel hablaba y se inquietó al notar que en ocasiones paraba su chorreo de palabras y la observaba. ¿Por qué la miraba así? Pero más se sorprendió al observar con
detenimiento las manos de aquel. ¿Dónde había visto aquel anillo?
Finalmente Gasti se levantó de su
asiento.
—En
seguida vuelvo my Love. Voy
a llevarle el
teléfono a Lali.
Esta llamada es very importante.
Al
levantarse tan
precipitadamente de la mesa tiró un bolso
al suelo, pero
él ni se inmutó mientras se
alejaba enfrascado en su glamurosa y alocada
conversación. Eva dejó
escapar un suspiro, se levantó de
su silla y se agachó a recoger el bolso. Era el de Lali y sus pertenencias
estaban desparramadas por el suelo. Lo
primero que recogió fue su pitillera de oro. Aquella que sacaba cada dos por
tres para fumarse uno de sus cigarrillos. Al cogerla se fijó en el grabado y
leyó Mariana.R.E. Durante unos segundos se quedó mirando aquello sorprendida.
¿Mariana? Después cogió una pequeña agenda de tono rosado y, de pronto, de ella
cayeron varias fotos. Al recogerlas Eva se quedó sin habla. Aquellas fotos eran
de la actriz Mariana Espósito y, al fijarse en ellas, saltaron las alarmas.
Copón bencito.
No puede ser cierto
lo que estoy imaginando,
pensó nerviosa mientras
su cabeza comenzaba a funcionar a toda máquina. ¿Lali podía ser Mariana
Espósito?
Con rapidez miró hacia la puerta de
los baños. Continuaba cerrada, y sin
poder contener su necesidad de
curiosear, cogió la cartera Loewe, a juego con el bolso, y estuvo a punto de gritar
cuando vio el permiso de conducir
americano y leyó «Mariana Rice Espósito. Los Angeles. California».
—Joder... joder ¡Es ella! —murmuró a
punto del infarto.
Con las pulsaciones a mil recogió
todo. Lo metió dentro del bolso y se sentó de nuevo en su silla. Sacó su
Blackberry y dio gracias al cielo al comprobar que había Wifi en el local. Sin
perder un segando, entró en su correo y buscó el email que le había mandado su
amiga Yolanda. Clicó en la foto que buscaba y miro de cerca un detalle. Dos minutos
después, sus hermanas llegaban a la mesa, seguidas de Gasti y Lali con el móvil
en la mano. Eva, noqueada, fijó la vista en la mano de Gasti. El anillo era el
mismo que se veía en la foto del hotel Ritz.
Uf...Dios mio.
Esto es un
bombazo informativo ¡que
calor! pensó abanicándose
con una servilleta. Lo que
acababa de descubrir no la dejaba articular palabra.
Frente a ella estaba Mariana
Espósito. La diva entre las divas de Hollywood tomándose un café, con toda la
tranquilidad del mundo parapetada
tras una
peluca y unas lentillas y ninguna
de sus hermanas, ni ella misma, se habían
dado cuenta. Pero ¿y su hermano? Le era difícil aceptar que su hermano no lo
supiera. Seguro que se habían conocido en el operativo del hotel Ritz y por eso
ella estaba allí. Pero algo no le cuadraba. Peter era un profesional y nunca se
pondría a ligotear con nadie en medio de un operativo, y menos con una
megaestrella de Hollywood como aquella. Tenia que hablar con él urgentemente.
Intentó comportarse con normalidad,
pero le era imposible. Miró con curiosidad las manos Lali y comprobó lo
cuidadas y sedosas que parecían. Las uñas estaban perfectas y hasta las
cutículas las tenía impecables. Después observó su reloj Piaget. Aquel que
Gasti dijo que tenía diamantes engastados, lo que Lali negó. Ese reloj debía de
costar una millonada, no como el Gucci de imitación que ella se había comprado
en el mercadillo de su pueblo. Acalorada posó su mirada en el bolso que minutos
antes había recogido y al ver el símbolo de Loewe se convenció que aquello era
tan verdadero como que ella se llamaba Eva María Lanzani. Así estuvo durante un
buen rato hasta que Irene, sorprendida por lo callada que estaba, le preguntó:
—A ti que te pasa ¿has visto un
fantasma?
Todos la miraron y con una tonta
sonrisa se encogió de hombros.
—Sí te dijera que sí ¿pensarías que
estoy como un cencerro?
El grupo volvió a reír y el camarero
llegó con la cuenta. Lali se empeñó en pagar pero esta vez fue Almudena la que
no la dejó y pagó.
—Inmortalicemos el momento —sugirió Eva saliendo de su
letargo con el móvil en la mano. Necesitaba pruebas. Necesitaba saber si
aquella era quien imaginaba y se negaba a darle un tirón de la peluca. No, Lali
no se lo merecía.
Tras
salir de allí
entraron en una zapatería donde
busca ron unas botas
para Irene que no
encontraron. AI salir Lali cogió por el brazo a Eva y le preguntó:
—¿Crees que las botas de Loewe color
chocolate que se ha probado Irene le gustaban y no se las compra por su precio?
—Sí.
Estoy convencida. Pero
ese dinero no
se lo gasta
mi hermana en
ella ¡ni loca! Conociéndola se las comprará en el
mercadillo —asintió esta y mirando a su hermana mayor dijo—: Irene haznos una
foto.
Posaron sonrientes ante la cámara. Lali se sentía feliz por
haber encontrado el regalo de Reyes para
Irene. De repente se escucharon los gritos de Gasti:
—Por
el amor de
Dior ladys. ¿Lo que ven mis
bellos ojitos almendrados
es una tienda de Adolfo Domínguez?
—Todas asintieron—. I need entrar
urgentemente en ella. ¡Vamos! Que esta
noche quiero estar espectacular para los Xmen.
Todas sonrieron y entraron en la
tienda. En el interior del local, Eva, más callada de lo normal, observaba
mientras sus hermanas y Lali, cuchicheaban con Gasti en referencia a un traje
de seda azul. Con disimulo, escaneó a la actriz con la mirada y unió las piezas
de su virtual rompecabezas. De pronto todo comenzaba a encajar y fue consciente
que ella, Lali, era la rubia de melena por los hombros que Irene había visto
noches atrás besando apasionadamente a su hermano a través de la ventana.
Veinte minutos después, cuando hubo consultado en su Blackberry cierta
información sobre Mariana Espósito y su primo Gaston Anthony Nández Espósito se
dirigió al grupo.
—Lali, me gustan un montón tus
gafas. ¿Dónde te las compraste?
—Son de la última colección de
Valentino —murmuró Tómi—. Se las compré en Roma o ¿fue en Londres?
—Roma —respondió la propietaria.
—Bueno qué más da —rio el joven— ¿A
que son lo más?
—Preciosas —asintió Eva—. Por
cierto, me llama la atención lo mucho que viajáis.
—Nuestro trabajo lo requiere —sonrió
Lali sin prestarle mas atención.
Eva, anotando mentalmente todo lo
que aquellos decían, miró directamente a la estrella deHollywood.
—¿Me dejas que me pruebe las gafas?
Me encantan.
La joven actriz, ensimismada en la charla con Irene, se las quitó y se las
pasó. Eva observó detenidamente su rostro sin las gafas. No se notaba nada que
aquel pelo no fuera suyo. Era increíble lo bien que hacían las pelucas. Aun así
buscó bajo la maquillada ceja derecha la marca que Google le había desvelado
que Mariana tenía tras sufrir una caída de un caballo en el rodaje de una de
sus películas.
Ahí está la puñetera marca, pensó al
ver aquella pequeña cicatriz, pero con actitud coqueta buscó un espejo para
mirarse y al instante comprobó que aquellas gafas no tenían graduación.
Vaya... vaya... por lo que veo,
Mariana te escondes muy bien pensó. Y, aprovechándose de que aquella no tenía
las gafas puestas, le pasó su Blackberry a su hermana Almudena.
—Almu, haznos una foto —le dijo
agarrando a Lali del brazo
Su hermana cogió el aparato que le
tendía.
—Eva María, qué pesadita estás hoy
con las fotos ¿no? Estás peor que cuando a Almudena le da por retratarnos —le
reprochó Irene.
Sin darle mayor importancia la joven
posó junto a Lali, y cogiendo el móvil que su hermana le entregaba tras
fotografiarlas murmuró entre dientes:
—Me gusta inmortalizar los momentos.
Finalmente se quitó las gafas y se
las devolvió a su dueña que encantada reía por las ocurrencias de su primo.
Lali ajena a todo lo que aquella pensaba se las colocó, sin embargo, al sentir
su insistente mirada tuvo que preguntar:
—¿Ocurre algo Eva?
—No... no. —E integrándose en el
grupo dijo mirando a Gasti—: Por Dios chico, ese traje te queda divine. Ahora
si que eres lo más.
—Estoy pa comerme, por delante y por
detrás, ¿verdad? —se guaseó aquel mirándose
en el espejo de la tienda.
El móvil de Lali sonó de nuevo. Se
lo sacó del bolsillo de sus vaqueros, sonrió al ver de quien se trataba y abrió la tapa. Desde hacía días estaba viviendo
una luna de miel y pensaba
disfrutarla a tope.
—Hola canija. ¿Dónde estás?
—De shopping en Guadalajara con tus
hermanas.
—¿Todavía? —preguntó Peter
sorprendido.
—Si crees que el otro día Gasti
gastó dinero, espera a que lleguemos y veas todo lo que se ha regalado hoy.
Divertido por aquel comentario
sonrió, estaba deseoso de verla.
—¿Tú no has comprado nada?
Mirando los bolsones que se
amontonaban a sus pies asintió.
—Bueno... algo he comprado.
—¿Solo algo? —rio Peter.
—Lo confieso. He comprado mucho.
Pero en la tienda de la amiga de Almudena tenían cosas tan maravillosas, que he
estado a punto de comprar la tienda entera.
Feliz por escuchar su voz y por saber
que ella estaba bien Peter sonrió. A pocos metros de él estaban sus compañeros
preparados para un simulacro y le reclamaban. Antes de colgar indicó:
—Bueno tesoro, te dejo. Solo llamaba
para saber si estabas bien. Luego te veo en casa ¿vale? Ah, y dile a Gasti que
no me iré esta noche sin él.
Lali sonrió y observando a su primo
pavonearse ante el espejo con un bonito traje dijo:
—Que sepas que le vas a hacer el gay
más feliz del mundo. No para de hablar de que le vas a presentar a otros Xmen
como tú.
Peter se carcajeó.
—Recuerda cielo, no hagas planes con
nadie a partir de mañana. Libro hasta el día siete de enero y tengo muchos
planes contigo.
—¿Ah si? —rio gustosa.
—Si, preciosa.
—Vaya... me gusta saberlo.
—Más me gusta a mi canija —murmuró
él antes de colgar. Lali cerró su móvil y dejó escapar un suspiro. Le gustaba
aquella sensación. Le encantaba Peter y se emocionaba al recordar la frase
«luego te veo en casa».
Espero k Eva no se aproveche d todo lo k se esta enterando.
ResponderEliminarAaaay Peter k amoroso!!!!