Ayer no pude subir por falta de tiempo, pero hoy les recompenso con 6 capítulos.
Inquieto por lo que sus hermanas
podían tener tramado pero sin querer manifestarlo, se sentó en la cama
mientras recorría lentamente aquel
cuerpo con la mirada. Ella se ha había puesto unos vaqueros, una
camiseta azul ajustada y sus botas altas. Estaba guapísima. Pero ¿cuándo no
estaba preciosa?, se preguntó mientras intentaba contener las ganas de
desnudarla.
—Yo saldré a tomar una copa con
Nicolás y los chicos.
—¡Perfecto! —asintió ella con
vivacidad.
Una vez se pintó los labios y
comprobó que su peluca estaba perfecta y en su sitio, se volvió hacia él que la
miraba con gesto indescifrable y tras darle un rápido beso en los labios
murmuró sin querer pensar en nada más:
—Pásalo bien con tus amigos. Hasta
luego.
Dicho esto se dio la vuelta y
desapareció. Boquiabierto miró la puerta que se cerró tras ella ¿se había ido?
Sorprendido por lo enfurecido que estaba porque se hubiera marchado se levantó
y se asomó a la ventana. Desde allí vio al grupo de locas montarse todas en el
todo terreno de Irene y ponerse en marcha. Durante unos segundos se quedo
mirando las luces del coche que se alejaban. Aquel silencio de pronto se le
torno incómodo. Le apetecía escuchar el bullicio de la risa de Lali y eso le
incomodó. ¿Que le estaba ocurriendo? ¿Desde cuándo la presencia de una mujer a
su lado le había sido tan necesaria? Finalmente sacó su móvil y llamó a
Nicolás.
—A ver, Bonito ¿Dónde habéis
quedado?
Las chicas cenaron en un restaurante
italiano entre risas y alboroto. Almudena contó por decimoctava vez lo ocurrido
el día del parto y todas se morían de risa con aquel relato. Cuando terminaron
la cena decidieron ir a tomar unas copas al bar de Quique, un amigo de Menchu.
—¡La madre del cordero! —rio Eva—.
Almu, ¿ese de allí no es el municipal que fue el otro día a casa?
Tolas las mujeres se volvieron para
mirar. Almu, tras hacerle un escáner y ver que este las miraba asintió.
—Correcto, hermanita. Allí tenemos
al supuesto boy que resultó que no lo era.
—Ay Virgencita qué vergüenza ¡qué
vergüenza! — murmuró Irene al ver como se acercaba hasta ellas.
—¿Vergüenza por qué? —preguntó Eva haciendo sonreír a
Lali—. Un tonto error lo tiene cualquiera.
—Pues claro que sí —asintió Menchu
divertida.
Segundos después aquel alto y
atractivo hombre llegó hasta ellas y tras clavar su mirada en
Almudena dijo:
—Qué grata sorpresa.
—Además que sí —asintió Eva
encantada.
Los siguientes instantes Irene los
dedicó a disculparse mientras las demás, a excepción de Eva que sacó toda su
artillería sexual, miraban hacia otro lado. Pero pasados diez minutos Eva
claudicó cuando el hombre se marchó y asumió que solo tenia ojos para Almudena.
—Has ligado —susurró Lali divertida.
—¡¿Yo?!
—Si, tu —asintió Eva—. Ese poli note
ha quitado la vista de encima. ¿No le has dado cuenta? Sorprendida. Almudena
miro hacia el poli y comprobó que aquel aun la miraba.
—Pero ¿cómo voy a ligar yo con la
pinta que tengo? Joder... pero si no tengo cintura y debo de oler a leche
agria.
—Será por las tetorras que tienes
—se mofó Menchu.
—Pues si es por eso lo lleva claro
—se mofó Almudena— Menuda decepción se llevará el hombre cuando vea que las
pierdo según pasan los días.
—Mujer... ¿y qué? —insistió Lali—.
Aprovecha el momento y pásalo bien.
—Tú sí que tienes que aprovechar el
momento, cielo —propuso Irene, y tras mirar a sus hermanas preguntó—. ¿Has
visto algún guaperas que te guste?
Sorprendida por aquella pregunta
pero intuyendo el porqué, la miró y dijo:
—Pues no. La verdad es que no.
—Vamos a ver La mira y observa,
porque yo estoy viendo mucho material de primera —se mofó Eva.
—¿Qué te parece el amigo del poli?
El que lleva el polo naranja —insistió Irene.
Lali volvió la cabeza para mirarle y
al ver que le sonreía, le devolvió la sonrisa y se encogió
de hombros para deleite de todas.
—Como diría alguien que conozco ¡es
divinel
Las tres hermanas aplaudieron.
Eugenia las miró alucinada. No entendía por qué las hermanas de Peter la
animaban a ligar con otro. Aquello no estaba bien. Fue a decir algo cuando
Almudena se le adelantó.
—Vale, el divino de naranja para ti
y el poli alto para mí.
—Vamos a ver, alma de cántaro
—intervino de nuevo Irene—. Te recuerdo que has tenido un bebé hace menos de
quince días y en lo que menos tienes que pensar ahora es en lo que estás
pensado. ¿Te has vuelto loca?
Todas rieron ante la reacción de
aquella.
—Tranquila, Irene. Tengo muy claro
lo que puedo o no puedo hacer ahora. Pero oye... que te miren con deseo cuando
estás como el muñeco reventón de Michelin, a una le sube la moral —dijo
Almudena, finalmente.
Dos horas después, el poli ya le
había entrado a Almudena y habían
conseguido que Lali hablara animadamente
con el del polo naranja. Decidieron cambiar de local y, como era de esperar,
los hombres decidieron acompañarlas.
Ya en el Loop Irene, que todo lo
controlaba, se fijó en que su hermano y sus amigos estaban al fondo del local,
pero no dijo nada. Quería que Peter viera a Lali divertirse con el del polo
naranja para que probara de su propia medicina y así ocurrió. En una de las
ocasiones en que Peter regresaba del baño, las vio y se quedó sin palabras al
ver a Lali bailar y reír con aquel individuo. ¿Quién era ese tío?
Regresó hasta
donde estaban sus
amigos pero ya
no pudo disfrutar
más con ellos. Estaba incómodo. Saber que Lali estaba cerca
y no precisamente con él, comenzó a martirizarle, aunque trató de aguantar el tirón. En especial cuando
cruzó una mirada con su
hermana Irene y vio su sonrisita
perversa.
Cuando llevaban en el pub cerca de
una hora y todos lo estaban pasando bien, Menchu que se había dado una vuelta
por el local, regresó con el resto del grupo e informó:
—Pero si hay más guaperas al fondo.
Con curiosidad todas miraron hacia
donde Menchu señalaba y Eugenia susurró:
—Pero si allí están mi Bonito y sus
compañeros.
—Uooo... los dicharachos— se mofó
Eva.
—No les llames así que no les gusta
—protestó Almudena muerta de risa.
Al fondo del local un grupo de
hombres jugaba ruidosamente a los dardos. En cuanto aparecían aquel grupo de
enormes y musculados hombres, las chicas perdían los papeles. Algo a lo que
ellos ya estaban acostumbrados y de lo que solían sacar el mayor partido.
Rápidamente Lali localizó a Peter y sonrió, aunque la sonrisa se le heló al ver
a varias jovencitas pasarlo bien con ellos.
—Joder, pero si está el bombonazo de
Damián —aplaudió Eva al ver al objeto de su deseo.
Irene que sabia lo mucho que le
gustaba a su hermana aquel hombre, la agarro del brazo y le susurro ni oído
—Eva María. Haz el favor de
comportarte como una señorita.
—No lo dudes —pero dos segundos
después, al ver cómo una de aquellas jóvenes se acercaba más de la cuenta a su
Damián rectificó—. Bueno... mejor comienza a dudarlo.
Con varias cervezas sobre la mesa
Peter, junto a Nicolás y algunos hombres más, reían mientras las muchachas
revoloteaban a su alrededor intentando llamar su atención.
—No me jodas, macho —rio Lucas—, Que
tengo que ir a pasar la ITV antes de un mes.
—Pues lo siento, pero mi prima ha
dicho que no piensa ponértelo fácil —rio Damián—. Tú sabrás qué has hecho, pero
que sepas que la tienes muy cabreada.
—Joder con tu prima —se mofó.
—Eso te pasa por mamonazo y por
jugar con fuego —se burló Nicolás.
Peter, divertido por lo que
escuchaba, sintió que una de aquellas jóvenes, la del top azul, se sentaba en
el brazo del sillón donde estaba sentado. La miró pero no dijo nada. Estaba
claro que ella quería algo que en otras ocasiones habría estado dispuesto a
darle, pero que aquella noche no se iba a dar el caso. ¿O sí?
—Pero qué pequeño es el mundo, por
Dios. Siempre tenemos que acabar en los mismos bares —
dijo Eva de pronto acercándose a ellos.
Damián al escuchar la voz de esta se
volvió y tras pasear su mirada por ella sonrió y dijo:
—... la hermanita de Lanzani. ¿Tú
por aquí?
—¿Algo que objetar, cucaracho?—
respondió aquella.
Damián resopló con resignación,
agarró su cerveza y a la pelirroja que hablaba con él y se alejó. Después de lo
que había pasado entre Eva y él una noche loca meses atrás, estaba claro que no
podían verse sin discutir. Aquella descarada y él nunca iban a poder llevarse
bien a pesar de lo mucho que se atraían.
—Será capullo el tío —se quejo Eva
ron media sonrisa al ver que se alejaba con la pelirroja.
Al escuchar el comentario de su
hermana, Peter miró hacia la derecha y por fin conectó con la gélida mirada de
Lali. Sin levantarse del sillón la observó acercarse pero no llegó hasta él,
Lucas la interceptó en el camino.
—Hola preciosa, ¿qué tal?
—Bien... ¿Y tú? —respondió con una
maravillosa sonrisa mientras en su interior deseaba levantar a la mujer que
estaba sentada tan cerca de Peter.
Lucas, sin necesidad de mirar, sabía
que Peter les observaba y aunque intuía que no tenía nada que hacer con ella,
decidió vengarse de lo ocurrido días atrás. Y, apoyando su mano sobre la
cintura de Lali, preguntó en tono cautivador:
—¿Bailas? Todavía recuerdo lo mucho
que te gusta bailar.
Lali quiso decirle que no, pero al
ver que Peter continuaba su animada charla con aquella muchacha, que ahora le
estaba tocando el cuello con las yemas de los dedos dijo:
—¿Por qué no?
Lucas cruzó una mirada con Nicolás
quien le pidió prudencia y este sonrió. Si algo detestaba Lucas era la
prudencia. Cogió a Lali de la mano y se encaminó hacia la pista de baile. Una
vez allí la agarró de la cintura y comenzó a bailar con ella al compás de la
música.
Nicolás al ver aquello a miró en
dirección a su amigo y, al acercarse, pudo ver las arrugas que se le formaban
en la frente y como se le tensaba la mandíbula por momentos.
—Cambia esa cara, nenaza. Lucas solo
lo está haciendo para tocarte los cojones ¿no lo ves? Peter les miró con gesto
hosco. Conocía perfectamente a Lucas.
Pero el que tuviera a Lali
entre sus brazos le molestaba
igualmente. Le fastidió tanto que tras controlar al del polo naranja al
fondo del local, preguntó enarcando
la ceja: ¿Estás seguro?
Nicolás sonrió.
—Conozco a ese mamonazo y solo
quiere jugar.
Ambos rieron aunque a Peter no se le
pasó por alto la sonrisa de Lali. ¿Que hacia sonriendo así al guaperas de
Lucas? Después cruzó una mirada con su hermana Irene y al ver la guasa en sus
ojos y cómo disfrutaba de su incomodidad resopló.
Aquellos bailaron varias canciones y
eso a Peter le quemó por dentro, pero incapaz de montar un numerito delante de
sus hombres, esperó pacientemente. Diez minutos después, cuando dejaron de
bailar, el del polo naranja se acercó a ella y la llevó de nuevo a la pista. El
enfado de Peter creció y más cuando vio que ella ni le miró. Cuando por fin la
canción acabó y dejaron de bailar en lugar de acercarse a él, Lali regresó
junto al grupo con el que había comenzado la noche. Peter, desde la distancia,
observaba sus movimientos junto a su amigo Nicolás.
—¿Sabes Lanzani?
Cuando me la lleve a mi cama esta noche, te aseguro que escucharás sus dulces gemidos de placer desde tu casa.
Ah... y por el idiota del polo naranja no te preocupes, si alguien disfrutará
de ella esta noche, seré yo —dijo Lucas, acercándose a ellos.
Nicolás, sorprendido por aquel
comentario, respondió:
—Lucas... ¿Por qué tienes que ser
tan capullo?
La carcajada de Peter no le dejó
escuchar su contestación.
—Mira Lucas, si vuelves a ponerle la
mano encima o a divagar delante de mí sobre algo que nunca, nunca, sucederá, el
que va a escuchar tus gemidos de angustia por la paliza que te voy a dar, seré
yo. Por lo tanto, aleja tus calientes pensamientos de ella si no quieres
problemas conmigo.
Lucas, divertido por la
contestación, y por lo que aquella
manifestación de posesión daba a entender, soltó una risotada.
—¿Son celos lo que intuyo?
—No —respondió Peter.
Nicolás miró hacia el otro lado.
Estaba claro que su amigo se negaba a aceptar algo que cada día era más
palpable. Lucas, asombrado, le dio un golpe en el hombro a Peter.
—No me jodas Lanzani que te has
pillado por la morena —le espetó.
—No.
—¿Seguro capullin?
—Seguro —zanjó Peter.
Tras cruzar una mirada con Nicolás,
Lucas soltó una risotada.
Aquella machada tan de hombres hizo
saltar a Nicolás.
—Eso lo dices porque todavía no ha
llegado la que te robe el corazón, y sientas que solo quieres estar con ella y...
—No sigas Bonito... eso nunca pasará
—corrigió Lucas alejándose entre carcajadas.
Aún entre risas, Nicolás cogió dos
de las cervezas que llevaba el camarero en una bandeja y le ofreció una a
Peter.
—A mí no me engañas. Te gusta Lali
y...
—No pretendo engañarte y se acabó
hablar del tema —gruñó este. Nicolás dio un trago a su bebida y loa dejó sobre
la mesa.
—Bebe y deja de mirarla, la vas a
desgastar.
Peter bebió como un autómata, pero
no podía dejar de mirarla. ¿Qué le ocurría? ¿Tanto se le notaba? ¿Qué hacía
ella con aquellos hombres y por qué no estaba con él? Finalmente no pudo más.
Se levantó y se encaminó hacia donde estaba. La agarró con posesión por la
cintura ante la mirada atónita del tipo del polo naranja y atrayéndola hacia sí
la besó en el cuello, para dejar claro que ella estaba con él y con nadie más.
Sus hermanas al ver aquello
sonrieron y se miraron con complicidad. Su hermano había picado y estaba
probando por primera vez en su vida de su propia medicina. Aquel arranque de
posesión no lo había tenido Peter en su vida y eso solo podía significar una
cosa. Esa chica le gustaba y mucho.
Por su parte, Lali, incapaz de no dejarse llevar
por aquel arrebato pasional,
disfrutó del contacto entre ellos
hasta que le escuchó susurrarle al oído:
—¿Divirtiéndote con otros hombres
canija?
—Tanto como tu con otras mujeres
—respondió levantando el mentón.
Al ver que ella intentaba separarse
de él, la agarró con más fuerza y volvió al ataque.
—Te he visto muy compenetrada bailando
con Lucas y luego con el idiota
este de naranja.
¿Debo pensar que deseas tener algo
con ellos?
Boquiabierta se dio la vuelta para
encarársele y tras cruzar una mirada con Lucas que sonreía con guasa desde la
barra, dijo en tono nada conciliador.
—¿Debo pensar que tú buscabas algo
con la chica del top azul?
Su contestación y su mohín de enfado
le hizo sonreír. Aquella mirada furiosa, y como ella se estiraba para parecer
más alta le puso duro en décimas de segundo, y no se lo pensó. Dejó la cerveza
que llevaba en la mano sobre la mesa, rodeó a Lali con sus fuertes brazos y
tras mirar a sus desconcertadas hermanas, a
los hombres que las acompañaban y a
sus compañeros, gritó divertido encaminándose hacia la puerta del local:
—Allí os quedáis todos. Yo tengo que
resolver ciertas cosas con esta preciosidad.
Lucas, Nicolás y el resto de los
compañeros al ver aquello vocearon cosas que consiguieron asustar a Irene.
¿Pero qué decían aquellos descerebrados?
Fuera del local, Lali que todavía
estaba entre sus brazos, le soltó:
—¡Suéltame!
—No —respondió él caminando hacia el
coche.
—Suéltame, maldita sea —gritó ella.
En lugar de parar, él continuó su
camino y suspirando con frustración ella preguntó:
—¿Se puede saber adonde me llevas?
Al llegar junto al coche, Peter lo
abrió con el mando a distancia y tras sentarla en el asiento, la besó, clavó
sus oscuros ojos en ella y con voz ronca murmuró:
—A mi cama, canija, de donde no
tenía que haberte dejado salir.
Jajjajajajajaja.
ResponderEliminarPOSESIVO!!!!!!!