lunes, 3 de noviembre de 2014

Capítulo 56

Almudena, incapaz de escuchar un segundo más a su desconcertada hermana, la asió con fuerza de la mano y gritó fuera de sí:

—Como no te calles, la que te va a coser la boca voy a ser yoooooooo... ¡Me estás asustando! Ahhhhh que me viene otra contracción.


Durante  unos segundos  que a las tres se les hizo interminables  Almudena  empujó  y empujó mientras Las tres gritaban asustadas.

—¿Dónde están los del puto Samur cuando se los necesita? —preguntó Eva. y al fijarse con atención entre  las  piernas  de su hermana  gritó  de nuevo—:  ¡Ay Dios  mío que  ahora  sale  algo baboso!

—No es algo baboso es mi búho —aulló la parturienta acalorada. Incapaz de estarse quieta, Lali soltó la mano de Almudena.

—Cógele de las manos con fuerza —le ordenó a Eva—. Y tú, Almudena, ¡empuja!. ¡Empuja! que el búho ya está aquí.

Como si la vida le fuera en ello la joven y futura mamá chilló junto a su asustada hermana y tras tres  empujones que  parecieron llevarse  su  vida,  el  bebé  salió.  Lali  lo  cogió  con manos resbaladizas e instantes después el bebé comenzó a llorar. Aquel lloro hizo que las tres jóvenes se miraran y comenzaran a reír entre sollozos. Eva, emocionada, abrazó a su hermana y Lali con lágrimas en los ojos susurró:

—Vaya...

—¿Está bien? ¿Está bien mi bebé? —gimió Almudena.

—Creo... creo que sí...

—¿Qué es? —preguntó sin resuello la madre.

Con una sonrisa triunfal por haberlo conseguido, Lali la miró y enseñándole al bebé dijo llena de satisfacción:

—Es un niño. El búho es un precioso y guapísimo niño. —Además de pegajoso —añadió Eva abrazando a su hermana.

Instantes después los médicos del Samur entraron en el salón y apartando a las dos jóvenes hacia un lado, se encargaron de la mamá y el bebé, mientras Lali y Eva se abrazaban emocionadas.

Aquella noche, cuando regresaron del hospital, donde todos se felicitaron por el nacimiento del bebé de Almudena, en la cocina de la casa de Peter, Lali hablaba con un tal Max por teléfono. Él preparaba unos filetes de pollo a la plancha y derretía mantequilla en un cazo con leche. Intentaba concentrarse en lo que hacía, pero se le hacía difícil al escuchar a la joven que estaba sentada sobre la mesa de la cocina divertida y muerta de risa.

Lali, por su parte, tampoco podía prestar total atención a Max Nixon, su representante. No podía dejar de observar a Peter. Ver cómo cocinaba y se movía con seguridad por la cocina, era una de  las  cosas  más  sexys  que  había  visto  en su vida.  Su ceño  fruncido  al  salar  el  pollo  y su concentración al ponerlo en la sartén le hizo sonreír. Diez minutos después cerró su móvil, se bajó de la mesa de un salto, le dio un manotazo en el trasero para llamar su atención y preguntó:

—¿Puedo ayudarte en algo? Eso sí... facilito porque ya sabes que la cocina no es lo mío. Él sonrió, quiso preguntarle quién era ese tal Max, pero calló y sugirió:

—¿Qué tal si preparas el puré de patatas?

—¡Perfecto!

Ver su entusiasmo ante cualquier cosa cotidiana, era algo que a Peter le dejaba K.O., y sacando del armarito de arriba la caja de puré instantáneo se lo entregó y dijo:

—En el segundo cajón, a tu derecha, encontrarás cucharas de madera para mover los copos en la leche hasta que espese.

Durante unos minutos ambos se mantuvieron en silencio hasta que de pronto ella dijo.

—Qué fácil ha sido preparar el puré. ¡Es facilísimo!

—Me alegra saberlo —sonrió Peter dando la vuelta al pollo mientras ella se sentaba en una de las sillas de la cocina.

Mirándola por el rabillo del ojo observó que se miraba las uñas y preguntó.

—¿Buenas noticias?

—Era  Max.  Mi  representante.  He  recibido  dos  estupendas  ofertas  por  dos  películas  y está contentísimo. —Al ver que él sonreía murmuró—: Y sí... lo reconozco, yo también estoy contenta. Rodar  con Morgan Freeman y Denzel  Washington  me apetece  mucho.  Son excelentes  actores  y profesionales y sé que con ellos tendré un buen rodaje.

Al ver que él no decía nada, ni la miraba, continuó:

—Por cierto, cuando regrese y le diga a mi nutricionista todo lo que he comido estos días ¡me va a matar!

Limpiándose las manos en el pequeño delantal oscuro que llevaba Peter atado a la cintura, la miró, y preguntó.

—¿Tienes nutricionista?

—Oh, sí ¿acaso lo dudabas? —Él no respondió—. Necesito controlar las calorías si quiero mantenerme en este peso. Como ya te  dije, mi  público espera de mí  que no cambie durante muchooooooooo tiempo.

—Increíble —se mofó él apagando la vitrocerámica.

Una vez colocó las porciones de pollo en dos platos, cogió el cazo donde ella había hecho el puré y al no poder sacar la cuchara, la miró y preguntó:

—¿Cuánto puré has echado?

—Un sobre entero. ¿Me he pasado?

Peter se dio la vuelta divertido e intentando sacar la cuchara del cazo dijo con una sonrisa:

—Creo que sí. Ha espesado tanto, que esto vale como cemento para la construcción. Levantándose  de la silla Lali miró aquella pasta dura e hizo un gesto que le provocó una carcajada a Peter.

—¿Lo ves? Lo mio no es la rocina.

Media hora después. Tras cenar el pollo con una improvisada ensalada que el preparó los dos se encaminaron hacia el sofá del salón con una copa de vino para ver una película, mientras Peter continuaba riéndose de ella por lo del puré.

—Si  alguna  vez  decides  buscar  otro  oficio,  recuerda,  como  obrera  de  la  construcción preparando cemento no tienes precio.

Con una sonrisa en los labios se sentó en el sofá justo en el momento en que le sonó el móvil.

—Hola Anthony, ¿cómo estás, cielo? —saludó consiguiendo que Peter la mirara ceñudo.

Durante veinte minutos ella rio y habló con un tal Anthony mientras Peter, tirado en el sillón, cambiaba de canal en busca de algo que le entretuviera y su humor se oscurecía por momentos. Oírla reír  y  hacer  planes  con  aquel  para  cuando  regresara  a  Los  Angeles,  no  le  estaba  gustando absolutamente nada.

Guando la conversación acabó y ella se despidió, para su gusto, demasiado cariñosa, su humor había cambiado, pero intentó disimularlo. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso una de las condiciones que él mismo  había  exigido  no era aquello  de «Sin reproches»?  Lali,  sin ser  consciente  de lo que pensaba, con una sonrisa de oreja a oreja se acurrucó junto a él para ver la televisión.

—¿Qué ves?

—Aún nada. Estoy cambiando a la espera de encontrar algo bueno.

—Esta película me gusta mucho —exclamó ella de pronto señalando el televisor.

—¿Cuál?

—Siete días y siete noches. Harry está estupendo y...

—¡¿Harry?! —preguntó él mirándola

—Harrison Ford. ¿No le conoces?

—Ah... el actor —dijo Peter encogiéndose de hombros.

—Es un cielo de hombre. Hace unos meses estuve con él y unos amigos dando un paseo en su avioneta y lo pasamos muy bien.

—No me gusta Harrison Ford como actor —mintió él, cambiando de canal.

—Pero si es buenísimo —insistió ella.

—Pues a mi no me gusta —zanjó el tema él.

Durante unos segundos ambos permanecieron callados hasta que ella volvió a decir.

—Oh, Dios ¿has visto esta serie alguna vez?

—¿House?

—Sí... es que no sabía si se llamaba igual en España. Bueno... bueno, el papel que hace Hugh de doctor  antipático  y sarcástico  me encanta.  Lo que  me puedo  reír  con él  cuando  me cuenta  sus peripecias. Cada vez que coincidimos en alguna fiesta nos morimos de risa los dos.

Peter volvió a cambiar de canal sin comentar nada y ella de pronto gritó.

—¡¡Alatriste!! Uooo, qué guapo que sale Viggo Mortensen en esta película. De verdad, tendrías que conocerle. Es un tipo maravilloso  y muy simpático. Ni te cuento la que se lió con mis fans cuando fuimos a...

—joder, ¿es que conoces a todos los hombres que salen en las películas? —cortó Peter. Sorprendida por aquel tono de voz, y en especial por aquella ridícula pregunta, ella se encogió de hombros y respondió:

—Muchos han trabajado conmigo y son amigos desde hace años. Son actores como yo. Y en la industria cinematográfica, al menos en la americana, casi todos nos conocemos.

—Qué bien. ¡Qué emoción!

Al ver en él un gesto que hasta el momento no había visto nunca preguntó.

—Oye ¿qué te pasa? Parece que te moleste que conozca a...

—¿Tuviste algo con tu guapo y simpático Viggo?

Sorprendida por aquella pregunta y el cariz que estaba tomando aquella conversación, le miró y frunciendo el ceño preguntó:

—¿Que es lo que me estás preguntando exactamente?

Molesto por haber dicho aquello sin pensar, se irguió en el sillón. Se toco la cabeza y sintió que estaba perdiendo su trabajado autocontrol.

—Bah... déjalo. Olvídalo —dijo.

—De eso nada. Tú has empezado y ahora yo quiero seguir —siseó molesta—. Es más, como bien me dijiste una vez, somos adultos para poder charlar.

—Mejor dejémoslo —insistió él.

—No.

—Sí.

—¡ No!

Al ver la terquedad de ella la miró y en actitud chulesca cruzó los brazos tras la cabeza, estiró las piernas y preguntó con voz grave.

—¿Tienes ganas de discutir y decir la última palabra canija?

Aquella absurda pregunta, y más cuando él había comenzado toda con la discusión le quemó la sangre, y levantándose del sillón gritó:

—¡No... no quiero discutir, pero tú sí! Yo solo he comentado que conocía a esas personas, porque soy actriz como ellos, cuando tú has preguntado una cosa terrible. ¿Qué pasa? ¿Que todo lo que sale en la prensa crees que es verdad? Porque si es así, entonces creerás que he tenido líos con todos los hombres que comparten plano conmigo en mis películas y...

—¿Con Mike Crisman no has tenido un lío?

Al ver su gesto torcido y la chulería en su cara, Lali resopló y señalándole con el dedo siseó:

—Pero bueno. ¿Y a ti que te importa?

—Vaya... veo que a mí si me dices lo que a la prensa no te atreves a decir —se mofó enfadado.

—Te  recuerdo  que  la  pulsera  del  todo  incluido  —gritó  señalándose  la  muñeca—  excluye reproches y preguntas incómodas. ¿Has olvidado que tú mismo lo pediste?

—No —mintió malhumorado. ¿Qué hacía él preguntando aquello?

—¿Acaso yo te he preguntado con cuantas mujeres te has acostado?

—No.

—Entonces ¿por qué tú me lo prefinías a mi?

Con la sangre hirviéndole y tan fuera de si como ella gritó enfadado consigo mismo por lo que estaba haciendo:

—Porque he visto fotos tuyas muy acaramelada con él, con Crisman, y...

—¿Que has visto fotos mías?

—Sí. En la prensa.

—Vaya...

—He visto fotos tuyas con Crisman y con muchos otros prosiguió él—. He visto películas tuyas donde te besas apasionadamente y...¡ —¿Y?!

Con la sensación de haber metido la pata hasta el fondo, pero incapaz de frenar respondió.

—Y nada. Soy un gilipollas por haber preguntado algo que en el fondo no me interesa. Y aunque no quiero pensarlo, si que me imagino que si la prensa descubre  que estás aquí, conmigo,  solo tendría problemas.

—Si quieres me voy. Nunca me ha gustado ser el problema de nadie.

Aquello le dolió. Estaba siendo injusto y al ver su mirada miento modular su tono de su voz, se acercó a ella y sin tocarla susurró.

—Yo no he dicho que te vayas.

—Sí... sí que lo has dicho.


Dolorida se  apartó  de  él,  cogió  su pitillera que  estaba  sobre  la  mesa  y con un enfado monumental decidió irse a la cocina. Se conocía, y en aquel preciso momento lo mejor era alejarse o continuaría discutiendo con él.

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