Almudena, incapaz de escuchar un
segundo más a su desconcertada hermana, la asió con fuerza de la mano y gritó
fuera de sí:
—Como no te calles, la que te va a
coser la boca voy a ser yoooooooo... ¡Me estás asustando! Ahhhhh que me viene
otra contracción.
Durante unos segundos
que a las tres se les hizo interminables
Almudena empujó y empujó mientras Las tres gritaban
asustadas.
—¿Dónde están los del puto Samur
cuando se los necesita? —preguntó Eva. y al fijarse con atención entre las
piernas de su hermana gritó
de nuevo—: ¡Ay Dios mío que
ahora sale algo baboso!
—No es algo baboso es mi búho —aulló
la parturienta acalorada. Incapaz de estarse quieta, Lali soltó la mano de
Almudena.
—Cógele de las manos con fuerza —le
ordenó a Eva—. Y tú, Almudena, ¡empuja!. ¡Empuja! que el búho ya está aquí.
Como si la vida le fuera en ello la
joven y futura mamá chilló junto a su asustada hermana y tras tres empujones que
parecieron llevarse su vida,
el bebé salió.
Lali lo cogió
con manos resbaladizas e instantes después el bebé comenzó a llorar.
Aquel lloro hizo que las tres jóvenes se miraran y comenzaran a reír entre
sollozos. Eva, emocionada, abrazó a su hermana y Lali con lágrimas en los ojos
susurró:
—Vaya...
—¿Está bien? ¿Está bien mi bebé?
—gimió Almudena.
—Creo... creo que sí...
—¿Qué es? —preguntó sin resuello la
madre.
Con una sonrisa triunfal por haberlo
conseguido, Lali la miró y enseñándole al bebé dijo llena de satisfacción:
—Es un niño. El búho es un precioso
y guapísimo niño. —Además de pegajoso —añadió Eva abrazando a su hermana.
Instantes después los médicos del
Samur entraron en el salón y apartando a las dos jóvenes hacia un lado, se
encargaron de la mamá y el bebé, mientras Lali y Eva se abrazaban emocionadas.
Aquella noche, cuando regresaron del
hospital, donde todos se felicitaron por el nacimiento del bebé de Almudena, en
la cocina de la casa de Peter, Lali hablaba con un tal Max por teléfono. Él
preparaba unos filetes de pollo a la plancha y derretía mantequilla en un cazo
con leche. Intentaba concentrarse en lo que hacía, pero se le hacía difícil al
escuchar a la joven que estaba sentada sobre la mesa de la cocina divertida y
muerta de risa.
Lali, por su parte, tampoco podía
prestar total atención a Max Nixon, su representante. No podía dejar de observar
a Peter. Ver cómo cocinaba y se movía con seguridad por la cocina, era una
de las
cosas más sexys
que había visto
en su vida. Su ceño fruncido
al salar el
pollo y su concentración al
ponerlo en la sartén le hizo sonreír. Diez minutos después cerró su móvil, se
bajó de la mesa de un salto, le dio un manotazo en el trasero para llamar su
atención y preguntó:
—¿Puedo ayudarte en algo? Eso sí...
facilito porque ya sabes que la cocina no es lo mío. Él sonrió, quiso
preguntarle quién era ese tal Max, pero calló y sugirió:
—¿Qué tal si preparas el puré de
patatas?
—¡Perfecto!
Ver su entusiasmo ante cualquier
cosa cotidiana, era algo que a Peter le dejaba K.O., y sacando del armarito de
arriba la caja de puré instantáneo se lo entregó y dijo:
—En el segundo cajón, a tu derecha,
encontrarás cucharas de madera para mover los copos en la leche hasta que
espese.
Durante unos minutos ambos se
mantuvieron en silencio hasta que de pronto ella dijo.
—Qué fácil ha sido preparar el puré.
¡Es facilísimo!
—Me alegra saberlo —sonrió Peter
dando la vuelta al pollo mientras ella se sentaba en una de las sillas de la
cocina.
Mirándola por el rabillo del ojo
observó que se miraba las uñas y preguntó.
—¿Buenas noticias?
—Era
Max. Mi representante. He recibido dos
estupendas ofertas por
dos películas y está contentísimo. —Al ver que él sonreía
murmuró—: Y sí... lo reconozco, yo también estoy contenta. Rodar con Morgan Freeman y Denzel Washington
me apetece mucho. Son excelentes actores
y profesionales y sé que con ellos tendré un buen rodaje.
Al ver que él no decía nada, ni la
miraba, continuó:
—Por cierto, cuando regrese y le
diga a mi nutricionista todo lo que he comido estos días ¡me va a matar!
Limpiándose las manos en el pequeño delantal
oscuro que llevaba Peter atado a la cintura, la miró, y preguntó.
—¿Tienes nutricionista?
—Oh, sí ¿acaso lo dudabas? —Él no
respondió—. Necesito controlar las calorías si quiero mantenerme en este peso.
Como ya te dije, mi público espera de mí que no cambie durante muchooooooooo tiempo.
—Increíble —se mofó él apagando la
vitrocerámica.
Una vez colocó las porciones de
pollo en dos platos, cogió el cazo donde ella había hecho el puré y al no poder
sacar la cuchara, la miró y preguntó:
—¿Cuánto puré has echado?
—Un sobre entero. ¿Me he pasado?
Peter se dio la vuelta divertido e
intentando sacar la cuchara del cazo dijo con una sonrisa:
—Creo que sí. Ha espesado tanto, que
esto vale como cemento para la construcción. Levantándose de la silla Lali miró aquella pasta dura e
hizo un gesto que le provocó una carcajada a Peter.
—¿Lo ves? Lo mio no es la rocina.
Media hora después. Tras cenar el
pollo con una improvisada ensalada que el preparó los dos se encaminaron hacia
el sofá del salón con una copa de vino para ver una película, mientras Peter
continuaba riéndose de ella por lo del puré.
—Si
alguna vez decides
buscar otro oficio,
recuerda, como obrera
de la construcción preparando cemento no tienes
precio.
Con una sonrisa en los labios se
sentó en el sofá justo en el momento en que le sonó el móvil.
—Hola Anthony, ¿cómo estás, cielo?
—saludó consiguiendo que Peter la mirara ceñudo.
Durante veinte minutos ella rio y
habló con un tal Anthony mientras Peter, tirado en el sillón, cambiaba de canal
en busca de algo que le entretuviera y su humor se oscurecía por momentos.
Oírla reír y hacer
planes con aquel
para cuando regresara
a Los Angeles,
no le estaba
gustando absolutamente nada.
Guando la conversación acabó y ella
se despidió, para su gusto, demasiado cariñosa, su humor había cambiado, pero
intentó disimularlo. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso una de las condiciones que él
mismo había exigido
no era aquello de «Sin
reproches»? Lali, sin ser
consciente de lo que pensaba, con
una sonrisa de oreja a oreja se acurrucó junto a él para ver la televisión.
—¿Qué ves?
—Aún nada. Estoy cambiando a la
espera de encontrar algo bueno.
—Esta película me gusta mucho
—exclamó ella de pronto señalando el televisor.
—¿Cuál?
—Siete días y siete noches. Harry
está estupendo y...
—¡¿Harry?! —preguntó él mirándola
—Harrison Ford. ¿No le conoces?
—Ah... el actor —dijo Peter
encogiéndose de hombros.
—Es un cielo de hombre. Hace unos
meses estuve con él y unos amigos dando un paseo en su avioneta y lo pasamos
muy bien.
—No me gusta Harrison Ford como
actor —mintió él, cambiando de canal.
—Pero si es buenísimo —insistió
ella.
—Pues a mi no me gusta —zanjó el
tema él.
Durante unos segundos ambos
permanecieron callados hasta que ella volvió a decir.
—Oh, Dios ¿has visto esta serie
alguna vez?
—¿House?
—Sí... es que no sabía si se llamaba
igual en España. Bueno... bueno, el papel que hace Hugh de doctor antipático
y sarcástico me encanta. Lo que
me puedo reír con él
cuando me cuenta sus peripecias. Cada vez que coincidimos en
alguna fiesta nos morimos de risa los dos.
Peter volvió a cambiar de canal sin
comentar nada y ella de pronto gritó.
—¡¡Alatriste!! Uooo, qué guapo que
sale Viggo Mortensen en esta película. De verdad, tendrías que conocerle. Es un
tipo maravilloso y muy simpático. Ni te
cuento la que se lió con mis fans cuando fuimos a...
—joder, ¿es que conoces a todos los
hombres que salen en las películas? —cortó Peter. Sorprendida por aquel tono de
voz, y en especial por aquella ridícula pregunta, ella se encogió de hombros y
respondió:
—Muchos han trabajado conmigo y son
amigos desde hace años. Son actores como yo. Y en la industria cinematográfica,
al menos en la americana, casi todos nos conocemos.
—Qué bien. ¡Qué emoción!
Al ver en él un gesto que hasta el
momento no había visto nunca preguntó.
—Oye ¿qué te pasa? Parece que te
moleste que conozca a...
—¿Tuviste algo con tu guapo y
simpático Viggo?
Sorprendida por aquella pregunta y
el cariz que estaba tomando aquella conversación, le miró y frunciendo el ceño
preguntó:
—¿Que es lo que me estás preguntando
exactamente?
Molesto por haber dicho aquello sin
pensar, se irguió en el sillón. Se toco la cabeza y sintió que estaba perdiendo
su trabajado autocontrol.
—Bah... déjalo. Olvídalo —dijo.
—De eso nada. Tú has empezado y
ahora yo quiero seguir —siseó molesta—. Es más, como bien me dijiste una vez,
somos adultos para poder charlar.
—Mejor dejémoslo —insistió él.
—No.
—Sí.
—¡ No!
Al ver la terquedad de ella la miró
y en actitud chulesca cruzó los brazos tras la cabeza, estiró las piernas y
preguntó con voz grave.
—¿Tienes ganas de discutir y decir
la última palabra canija?
Aquella absurda pregunta, y más
cuando él había comenzado toda con la discusión le quemó la sangre, y
levantándose del sillón gritó:
—¡No... no quiero discutir, pero tú
sí! Yo solo he comentado que conocía a esas personas, porque soy actriz como
ellos, cuando tú has preguntado una cosa terrible. ¿Qué pasa? ¿Que todo lo que
sale en la prensa crees que es verdad? Porque si es así, entonces creerás que
he tenido líos con todos los hombres que comparten plano conmigo en mis
películas y...
—¿Con Mike Crisman no has tenido un
lío?
Al ver su gesto torcido y la
chulería en su cara, Lali resopló y señalándole con el dedo siseó:
—Pero bueno. ¿Y a ti que te importa?
—Vaya... veo que a mí si me dices lo
que a la prensa no te atreves a decir —se mofó enfadado.
—Te
recuerdo que la
pulsera del todo
incluido —gritó señalándose
la muñeca— excluye reproches y preguntas incómodas. ¿Has
olvidado que tú mismo lo pediste?
—No —mintió malhumorado. ¿Qué hacía
él preguntando aquello?
—¿Acaso yo te he preguntado con
cuantas mujeres te has acostado?
—No.
—Entonces ¿por qué tú me lo
prefinías a mi?
Con la sangre hirviéndole y tan
fuera de si como ella gritó enfadado consigo mismo por lo que estaba haciendo:
—Porque he visto fotos tuyas muy
acaramelada con él, con Crisman, y...
—¿Que has visto fotos mías?
—Sí. En la prensa.
—Vaya...
—He visto fotos tuyas con Crisman y
con muchos otros prosiguió él—. He visto películas tuyas donde te besas
apasionadamente y...¡ —¿Y?!
Con la sensación de haber metido la
pata hasta el fondo, pero incapaz de frenar respondió.
—Y nada. Soy un gilipollas por haber
preguntado algo que en el fondo no me interesa. Y aunque no quiero pensarlo, si
que me imagino que si la prensa descubre
que estás aquí, conmigo, solo
tendría problemas.
—Si quieres me voy. Nunca me ha
gustado ser el problema de nadie.
Aquello le dolió. Estaba siendo
injusto y al ver su mirada miento modular su tono de su voz, se acercó a ella y
sin tocarla susurró.
—Yo no he dicho que te vayas.
—Sí... sí que lo has dicho.
Dolorida se apartó
de él, cogió
su pitillera que estaba sobre
la mesa y con un enfado monumental decidió irse a la
cocina. Se conocía, y en aquel preciso momento lo mejor era alejarse o
continuaría discutiendo con él.
No puede verla feliz con otro,celitos Peter.!!
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