lunes, 3 de noviembre de 2014

Capítulo 58

Aquel comentario de Eva, hizo que Lali frunciera el ceño, pero finalmente sonrió. Escuchar las cosas que aquellos decían ante la cara de guasa del abuelo Goyo, no tenía precio. Ver aquella familia tan unida y con sus bromas... Eso era lo que siempre había anhelado tener y, de pronto, aquellas personas se lo estaban dando todo.

 Cinco minutos después el abuelo Goyo miró en dirección a Lali.

—Gorrioncillo, ¿vamos a tomar un café?

—Oh, sí... ahora mismo —asintió Lali.

—¡Abuelo Goyo que no puedes fumar! —le recordó Eva sonriendo.

El anciano al escuchar aquello, levantó el bastón y gruño. —Mecagoentoloquesemenea. ¿Quién ha dicho que voy a fumar?

Lali se tapó la boca para no sonreír. Estaba claro lo que el anciano quería y Peter, suspirando, indico:

—Vamos, abuelo... yo le acompañaré.

—Petercito, hermoso, no te ofendas. Pero me gusta más la compañía femenina. —Pero al ver como este le miraba dio un taconazo en el suelo y dijo—: De acuerdo, vayamos a la cafetería.

—Buena idea abuelo...buena idea —sonrió Peter, que antes de salir por la puerta dijo en broma —: Portaos bien chicas.

Una vez se quedaron solas Almudena, ya más tranquila, dijo:

—Qué fuerte lo de papá con la enfermera. ¿Maite? ¿Quién es Maite?

—Está visto que los uniformes nos ponen a todos los de la familia —se mofó Eva haciendo reír a carcajadas a Lali—. Yo creo que aquí hay tomate. ¿Has visto como se miraban? Lali, sintiéndose una más entre aquellas, añadió:

—Quizá  no deba de decir esto, pero vuestro padre es un hombre joven, solo y creo que se merece ser feliz ¿no creéis?

—Te doy toda la razón, pero ¡uf! verás cuando Irene se entere —susurró Almudena.

—Calla...  y no me lo recuerdes  —suspiró  Eva—. Que como aquí haya tomate nuestra santa Irene, estoy segura de que la va a liar y parda.

Sobre las seis de la tarde todos estaban en la casa de Manuel en Sigüenza. Como era de esperar, Almudena  lloró al entrar con su hijo, cuando entró en su habitación,  cuando se miró al espejo, cuando el bebé hizo caquita y en todas las ocasiones habidas y por haber. Una hora después los hombres  agotados  de  tanta  lágrima  decidieron  ir  a  comprar  provisiones  a  la  tienda  de  Charo, mientras las chicas se quedaban en casa. Poco después llegó Irene con sus hijos para achuchar al pequeño Joel, que plácidamente dormía en su cunita.

—Ay qué bonitooooooooo —susurró Rocío al ver a su pequeño primo.

—Si... es muy lindo —gimió la joven madre emocionada.

—Tita Almu ¿puedo cogerlo? —preguntó la pequeña Ruth.

—Ahora no cielo, esta dormidito dormidito. Pero cuando se despierte te prometo que serás la primera en cogerlo.

Javi, que como siempre andaba con su balón bajo el brazo, tras ver a su tita continuamente llorando dijo acercándose a la cuna:

—Vale mamá ya lo he visto ¿puedo irme a casa de Jesusín a jugar? Su madre asintió.
—Sí, hijo si puedes irte a jugar. Pero de allí no te muevas hasta que yo vaya a buscarte.
¿Entendido? —una vez el pequeño salió murmuró divertida—: Es un futuro hombre y le quiero con locura, pero tiene menos sensibilidad que un calamar.

Durante un rato las mujeres estuvieron hablando del bebé, de sus ojitos, sus morritos y lo precioso y gordito que estaba hasta que la pequeña Ruth para llamar la atención dijo:

—Me duele la tripita.

—Ay mi niña ¿Que te pasa? —se alarmó Almudena.

—Tendrá hambre —replicó su madre con tranquilidad— Ve a la cocina y coge un yogur del frigorífico del abuelo.

—Yo quiero una palmera de chocolate —exigió la niña mimosona.

—Ruth, no sé si el abuelo tiene palmeras en casa. Ha ido a comprar y...

—Pues yo quiero una palmera. La quiero ahora —insistió.

Aquel tono de voz y en especial como la cría se hacía notar hizo que las hermanas se miraran y Eva en tono de guasa dijera:

—Vayaaaaaaaaa...  me  parece  que  hoy  no  hemos  barrido  bien  y tenemos  la  casa  llena  de pelusilla.

Consciente de la carita de le pequeña, Lali sonrió y asiéndola del brazo le preguntó:

—¿Quieres que vayamos a la cocina y miremos lo que tiene el abuelo?

—Sí —sonrió la pequeña al ver que había conseguido la atención de alguien.

Segundos después llegaron a la cocina. Lali no sabia dónde guardaba las cosas Manuel, por lo que dejo que la pequeña se lo indicara. Su felicidad fue total cuando encontró lo que ella ansiaba. El abuelo, como siempre, tenía palmeras de chocolate para ella.

Cuando regresaban al salón sonó la puerta de la calle y una amiguita la reclamó para jugar. Irene dio su consentimiento y la niña si marchó a casa de Úrsula, una vecina.

—Mamá, ¿iremos de compras a Madrid? —preguntó Rocío.

—No lo sé. ¿Por qué?

La joven al ver que su madre no la miraba insistió.

—Mamá  quiero que me compres  el abrigo de cuero que te dije en la tienda de JLo ¿no lo recuerdas'?

Irene suspiró y mirando a su hija respondió.

—Sé que te vas a enfadar, pero tengo que decirte que lo que me pides es imposible, cielo. Tu padre necesita una nueva radio para el camión y el sueldo de él no da para mucho. Por lo tanto, y aun a riesgo de que no me hables el resto del año, tengo que decirte que no te puedo comprar el abrigo de cuero que quieres.

—Jolines, mamá ¡me lo prometiste!

—Lo sé cielo, pero tenemos un límite para los gastos y no contaba con la increíble factura de la calefacción y el seguro del hogar.

—¿Qué abrigo de cuero quieres? —preguntó con curiosidad Lali. Conocía toda la ropa de su amiga JLo y quizás ella pudiera hacer algo.

—Pues uno que cuesta un riñón y parte del otro —se quejó Irene.

—El nuevo de la colección de Jennifer López —suspiró Rocío . Uno que ella luce en su nuevo catálogo. Es que me encanta ¡es precioso!

Lali asintió. Tendría que mirar el último catálogo de su amiga para saberle qué abrigo se trataba. Irene, entristecida por tener que darle aquella noticia a su hija prosiguió.

—El problema es que si te compro ese abrigo de regalo de Reyes, el resto de la familia se quedaría sin regalos. ¿Crees que eso seria justo para ellos?

—Vale mamá... lo entiendo.

Sorprendida por aquella contestación Irene miró a su bija y murmuró boquiabierta.

—¿De verdad, cielo que lo entiendes?

—Que sí, mamá —suspiró sabedora de que su madre tenía razón. El sueldo de su padre no daba para mucho y tener un abrigo tan caro era un sueño imposible. Además, no quería enfadarla. Había quedado con unos amigos un par de horas después para ir a tomar algo al pueblo de al lado y mejor contentarla a que le prohibiera salir.

Olvidado el incidente del abrigo, todas siguieron adorando al pequeño hasta que Eva dijo:

—Es precioso... ¿Pero es solo cosa mía o se parece a él?

—Sí. Es clavadito a él —asintió Rocío muy segura de lo que decía.

Lali no entendió aquel acertijo hasta que Almudena mirando a su bebé asintió y como era de esperar gimoteó llevándose el kleenex a la boca:

—Es idéntico a su padreeeee.

—Por Dios, Almu, pareces un bulldog con tanta baba —se mofó Eva a! verla. Irene al escuchar aquello le dio un pescozón y consoló a la llorona abrazándola.

—Venga... venga... ya está, cielo... ya está.

Diez minutos después y tras conseguir que Almudena dejara de llorar, miró a su precioso hijo y dijo más tranquila:

—Si le viera Saúl se quedaría de piedra. Es idéntico a él.

—Por cierto y hablando de piedras —dijo Eva para cambiar de tema—. Irene, ¿a que no sabes quién es un ligón de tomo y lomo?

Lali  y Almudena  se miraron sorprendidas.  Sabían lo que iba a decir  y centraron toda su atención en Irene que con gesto dulce miraba al pequeñito.

—¿Quién es un ligón? —se interesó Rocío tras mirar su móvil.

—Tu abuelo, vamos, mi padre.

—¡¿El abuelo?!

—¡Ajá!

—¡¿Mi abuelo?!—confirmó Rocío sorprendida.

—El mismo que viste y calza. Ya ves... tenemos otro latín lover en la familia además de nuestro guapo Peter —asintió Eva esperando la reacción de su hermana mayor que no se hizo esperar.

Irene levantó el rostro y tras clavar la mirada primero en su hija y después en sus hermanas, dijo en un tono de voz nada sorprendido:

—Pues hace muy bien. Papá es un hombre joven y se merece ser feliz. ¿No creéis?

—Palabrita del niño Jesús, que a ti no hay quien te entienda —se mofó Eva al escucharla.

—¡Mamáaaaaaaa! Pero ¿has oído lo que han dicho las titas?

—Sí cariño, claro que lo he oído. Y repito. Me parece muy bien que el abuelo salga con alguien. La abuela murió hace años, para nuestro pesar y el suyo, y necesita compañía.

—¡Qué fuerte! Contigo una no sabe cómo acertar —murmuró Eva mirando a Lali.

—Y que lo digas —asintió Almudena.

Sorprendidas como nunca en su vida, Eva y Almudena se acercaron a su hermana y
poniéndole la mano en la frente murmuró Eva.

—Llamad a una ambulancia con urgencia.

—Irene ¿estás bien? —preguntó Almudena.

Esta tras sonreír  a Lali que las estaba observando  apartada,  se sentó junto a la cuna del pequeño Joel y dijo:

—Yo estoy perfectamente. ¿Y vosotras?

—Pero... pero... yo pensé que ibas a montar en cólera —cuchicheó Eva.

—Aisss Eva María. Qué exagerada eres —rio Irene.

—Pero vamos a ver ¿con quién sale el abuelo? —preguntó Rocio.

Irene, Tras tapar con la toquillita al bebé las miró y contesto con una sonrisa:

—Con una señora encantadora desde hace al menos año y medio.

—¡¿Cómo?! —gritaron sorprendidas Eva y Almudena.

—Relajaos,  mujeres  modernas  —se  mofó Irene tras soltar  su noticia—.  ¿A qué viene  tanto aspaviento? Ni que estuviera saliendo con una pütingui.

—¡¿Pilingui?! ¿Qué es eso? —preguntó sorprendida Lali.

Rocío respondió divertida: —Una pütingui es una guarrona, una mujer sueltecita de bragas.

—Ah... vale —se carcajeó Lali.

Las hermanas, ante la defensa de Irene de aquella desconocida corrieron a sentarse a su lado.


—Comienza a hablar si no quieres que te torturemos —dijo Almudena tras ponerse un flotador bajo el culo.

1 comentario:

  1. Jajaja,y Almudena y Eva k se creían k se las sabían todas.

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