A la mañana siguiente, tras haber
pasado una tórrida noche de pasión, cuando Peter se marchó a la base, sonó el
portero automático de la casa. Lali, que estaba sentada mirando un correo en su
portátil que su representante Max le había enviado de la Paramount Pictures, se
levantó y al abrir la puerta, las hermanas de Peter entraron como una tromba en
la casa. Al verlas sonrió. Él tenía razón. Ya estaban allí.
Menos mal que llevo la peluca y todo
lo demás pensó al verlas.
—Hija de mi vida, anoche nos
dejasteis preocupadas. Ese hermano mío a veces se comporta como un cromañón
—murmuró Irene mientras le plantaba un par de besazos en la cara.
—Hola guapa —saludó Almudena y
después Eva que la besuquearon una tras otra.
Entraron directamente en el salón,
se quitaron los abrigos que dejaron sobre una de las sillas mientras Lali
buscaba rápidamente con la mirada las gafas y se las ponía.
—¿Qué tal? ¿Todo bien? — preguntó
Irene con una gran sonrisa.
—Sí bien... —respondió Lali.
Almudena sentándose con su bebé en
los brazos, miró a la joven morena y sin darle tiempo a pensar sonrió
abiertamente,
—¿De verdad que todo va bien entre
Peter y tú?
—Si.
—¿Pero Todo... todo? —insistió Eva.
Lali volvió a «asentir.
—Pues si.
—Uff... ¡Cuanto me alegro! —aprobó
Irene cogiéndola de la mano para sentarla a su lado—. Anoche cuando os vimos a
los dos discutir pensamos ¡Oh...oh... la que se va liar! Parecíais muy
enfadados. Pero vamos, por lo que vemos habéis hecho las paces ¿verdad?
Al recordar aquel momento Lali
sonrió y entendió el porqué de las preguntas.
—Sí. Tranquilas. Ya está todo
solucionado.
—Ay, benditas reconciliaciones. Aún
recuerdo yo cuando mi Lolo y yo nos reconciliábamos tras una de nuestras tontas
trifulcas. Su manera de mirarme y como luego me sonreía, me volvía loquita
perdida.
Eva, divertida por el chorreo de
palabras de su hermana mayor, miró a Lali y le guiñó el ojo. Ambas sonrieron.
—Por cierto —dijo Almudena sacándose
un pecho para dar de mamar al bebé—. Nos ha dicho Eva que eres personal
shopper. Qué trabajo más alucinante, ¿no?
Vaya... como vuelan las noticias
pensó Lali.
—Joder, Almu... ¿tienes que sacarte
la teta en cualquier lado? Ayer igual. Estábamos en el médico y ¡zas!, teta
fuera.
—¿Qué quieres que haga si le toca
comer ahora? —se defendió Almudena—. Piensa que ahora soy como una central
lechera. Produzco y debo suministrar si no quiero explotar, y no me apetecía
sacarme la leche con la máquina infernal que me regalasteis —rio al recordar el
sacaleches que utilizaba para dejar comida a su bebé cuando salía.
Irene sonrió ante las ocurrencias de
sus hermanas y trató de reconducir el tema.
—Ay, hija, yo porque me explicó
Almudena qué era eso, porque no tenía ni idea de que existiera un trabajo así.
¿En serio que trabajas yendo de compras?
—Sí.
Con gesto indescifrable la curiosa
hermana de Peter volvió al ataque.
—¿De verdad que otros te pagan para
que tú les vistas y les aconsejes sobre qué es lo que mejor les queda?
—Sí.
—Se lo dije, pero no me creyó
—cuchicheó Eva, observan do con curiosidad el portátil color blanco de última
generación que había abierto sobre la mesa.
—Es que me parece tan ridículo pagar
a otros para que te vistan que ¿cómo iba a creerte?
Lali, al percatarse de hacia dónde
se dirigía la mirada de Eva, y recordar que tenía abierto el email de
Max, su agente, donde
le hablaba sobre
la película de
la Paramount, se
levantó con rapidez, se apoyó en
el portátil y, disimuladamente, lo cerró.
—No me seas paleta Irene —protestó
Almudena—. Igual que tú pagas a Ulche, la chica rumana para que te limpie la
cocina una vez al mes, otros pagan a personas
como Lali para que les aconseje sobre qué deben llevar.
—Pero pagar a alguien para que te
ayude en la casa es más normal que pagar a alguien para que te diga qué te
tienes que poner. Y oye... no te pases ni un pelo que yo de paleta tengo lo
mismo que tú de santa ¿eh?
—Vale... vale... —rio Almudena
besando a su bebé.
Eva, divertida por la conversación
entre ambas, asintió y dijo:
—A ver, Irene. Esto es como todo en
la vida. Es la ley de la oferta y la demanda. Hay quien busca personal
doméstico para ayuda
en el hogar y otro
tipo de gente,
digamos un poco más adinerada que no tiene tiempo para
compras, contrata a un personal shopper como Lali. Entiendo que a ti te parezca
ridículo pagar para que alguien te diga lo que has de ponerte, pero para
ciertas personas no lo es.
—Tienes toda la razón —asintió Lali al
pensar en Clive Olsen, su asistente.
—Pero vamos a ver —insistió Irene—,
¿De verdad me estás diciendo que tu trabajo es ir de compras con quien te
contrate?
—Si —asintió odiando tener que
mentir.
—¡Qué maravilla! —se carcajeó
Almudena.
—Entonces —cotilleó Irene—, el
famoso pianista que nos dijo Eva que estuvo en el parador, ¿te contrató para
comprar aquí en Sigüenza?
—A ver como te lo explico —suspiro
Lali mientras ideaba una mentira creíble—. Ese pianista tuvo un par de
conciertos en Madrid y allí fue donde hicimos las compras. Después vinimos a
conocer el parador, él se marchó y yo me quedé unos días.
—Será muy moderno lo que cuentas,
pero me parece ridículo ¡muy ridículo! —suspiró Irene.
—Te entiendo Irene, pero el mundo
funciona así.
Al ver como su hermana Eva la miraba
para que callara, volvió a decir para arreglarlo.
—A ver Lali... no me parece ridículo
tu trabajo. Todo el mundo tiene derecho a trabajar, pero...
Consciente de que el mundo en el que
se movía Irene nada tenia que ver con el suyo, Lali la cortó y dijo:
—Escucha Irene. Mi trabajo consiste
en estar siempre al tanto de las tendencias de la moda y saber recomendar. Me
ocupo de la imagen de mis clientes, y en el caso de algunas mujeres, de su
maquillaje, peinado o complementos. Incluso
a veces si mi
cliente no tiene
tiempo para ir de
tiendas, estudio su perfil, y soy yo quien compra lo que luego él, o ella, se
vaya a poner.
Durante un rato las cuatro
mantuvieron una animada conversación sobre aquel trabajo, cuando de pronto se
escuchó:
—Jujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu... My love, el divino George Clooney al celular.
¡Quiere hablar contigo! ¿Querrá hacerte una proposición indecente?
Las mujeres miraron hacia la puerta
del salón donde apareció un Gasti recién salido de la ducha, vestido con un
albornoz de Peter, una toalla enrollada
en la cabeza perfectamente
colocada y el móvil en la mano.
Sorprendidas por aquella
inesperada aparición Irene y Almudena
miraron a Lali que levantándose rápidamente para ponerse junto a aquel
dijo:
—Os presento a mi primo Gaston
Anthony —y mirando a la hermana menor indicó—: Eva, tú ya le conoces, ¿verdad?
—Sí. Hello, guapetón —sonrió esta
divertida mirando a sus hermanas.
—Nena, qué mona has venido hoy
—saludó.
Al ver como aquellas miraban las
pintas de su primo, Lali intervino con rapidez.
—Él
y yo trabajamos
juntos de personal
shopper y fuimos
los encargados de
comprar y aconsejar al pianista.
Sin perder un segundo, le quitó el
teléfono de la mano, con la esperanza de que ninguna hubiera reparado en el
nombre de George Clooney. Antes de desaparecer por el pasillo dijo:
—En seguida vuelvo.
Gasti al quedar a solas con aquellas
desconocidas que le miraban como a un bicho raro, suspiró e intentando parecer
natural, se acercó a Eva, la besó y luego mirando a las otras dos mujeres dijo:
—Podéis llamarme Gasti, me gusta
mucho más.
Irene, boquiabierta, por ver a aquel
hombre casi en paños menores ante ellas, apartó la vista, pero al ver que aquel
se agachaba para besarle en la cara, tuvo que corresponderle.
—Gasti, la que te mira con cara de
susto es mi hermana mayor, Irene —indicó Eva muerta de risa. Sabía que cuando
su hermana le conociera se quedaría sin palabras.
—Sí... sí soy la mayor. ¿Conoces a
Peter verdad?
Gasti, poniendo los ojos en blanco y
mordiéndose el labio inferior, murmuró:
—Oh, sí querida... le conozco. I
love Peter. Le deseo locamente y todo lo que se te pueda ocurrir. Digamos que
es el rey de
mis pensamientos más
oscuros y perversos. —Al
ver como se le
desencajaba la mandíbula finalizó—: En fin él es very...very divine.
—Yo soy Almudena, otra hermana de
Peter.
—Encantado ladies —Y clavando su
mirada en el bebé dijo—: Por el amor de Dior. ¿Qué es eso que te chupa un
pecho?
—Mi búho particular —respondió
divertida.
Inmediatamente ambos se enzarzaron en una conversación sobré
embarazos, estrías y cremas
reafirmantes, mientras Irene
se recuperaba de
la impresión. Cinco
minutos después cuando Lali regreso al salón tras hablar con
su amigo George escuchó a su primo decir:
—Dejadme que os diga que tenéis un
brother sexy y estupendo.
—¿Un qué? —preguntó Irene todavía
patidifusa por la forma de hablar y de moverse de aquel. Nunca había conocido a
nadie tan peculiar.
—Un hermano —aclaró Eva.
Las hermanas de Peter al ver entrar
en el salón a Lali cruzaron una mirada con ella y Eva preguntó con curiosidad y
guasa.
—¿Hablabas de verdad con George
Clooney?
Lali agarrando a su primo del brazo
le obligó a sentarse y respondió con naturalidad:
—¡Ojalá! Ya me gustaría a mi
conocerle. Gasti reaccionando con rapidez murmuró:
—Y a mí... y a mí, pero no. Es un
amigo que es tan divine que le hemos bautizado como el Clooney.
—Es guapísimo —apostilló con énfasis
Lali.
—Mucho. Muy divinón —finalizó Gasti.
Tras escuchar aquello, Eva les miró
extrañada. Ella había estado buscado por Internet la página web de la empresa
que regentaban aquellos dos, y por más que buscó no encontró fashion Victim.
Iba a comentarlo cuando Almudena atacó:
—¿Entonces los dos trabajáis juntos?
Los primos se miraron.
—Sí. Desde hace años se puede decir
que somos inseparables —respondió Lali.
Irene, escaneando de arriba abajo a
Gasti preguntó boquiabierta:
—¿Tu también aconsejas sobre moda?
—Oh, sí querida ¡me encanta! En
cierto modo me considero un fashion victim.
—¿Qué es eso? —volvió a preguntar
Irene.
Gasti, quitándose la toalla mojada
del pelo, sacó un peine de púas dorado del bolsillo del albornoz y mientras se
peinaba su pelo color pistacho indicó:
—A ver, para que me entiendas. No
soy fiel a ningún diseñador. Me vuelve crazy comprarme de todo y a veces compró
más de lo que necesito. Me encanta que todo el mundo sepa que llevo lo último
de Gucci, y lo próximo de Dior. Oh my God ¡adoro la moda!
Al ver que Eva sonreía, pero ninguna
de las otras decía nada clavó su mirada de nuevo en la mujer que le había
preguntado y dijo antes de que Lali le pudiera frenar:
—Por cierto, y esto te lo digo en
confianza. Ese peinado que llevas te hace very... very mayor. Ese ahuecado no se lleva desde hace lustros, y si me
dejaras aconsejarte podría conseguir que parecieras por lo menos diez años más
joven, simplemente cambiando tu look. Por cierto, ¿dónde compras los trapuchos
tan terriblemente feos que llevas?
La cara de Irene era todo un poema.
¿Quién era aquel tipo tan desagradable?
Lali al ver aquello, acercándose a su primo siseó:
—Gasti, cierra tu boquita ¡ya!
¿Alguien te ha pedido opinión?
Almudena, divertida por todo lo que
escuchaba, soltó una risotada y mirando a su hermana que aún estaba
boquiabierta indicó:
—¿Lo ves? Te lo dijimos Eva y yo
hace tiempo.
—Ese peinado no te favorece nada,
Irene —señaló Eva—. Te hace mayor, vamos, muy marujil y...
—No me interesa vuestra opinión
—cortó aquella.
Pero Almudena, sin darse por
vencida, prosiguió tras dejar a su bebé sobre el sillón. Conocía cosas de la
vida de su hermana, e intuía que desde hacía bastante tiempo le faltaba
emoción.
—¿Recuerdas lo que hablamos el otro
día con Lali en la cocina de papá sobre renovarse o morir? Pues creo que ha
llegado el momento de renovarse querida hermanita. Y si podemos contar con la
ayuda de Lali y Gasti, pues mejor que mejor ¿no crees?
Irene reaccionó, la miró y con gesto
de enfado gruñó:
—Soy una madre de familia
respetable, no una modernucha como vosotras. Para mi edad estoy estupenda, y no
quiero cambiar. Mi vida está muy bien romo esta.
—Y una porra —gruñó Almudena—. Si
hemos venido aquí es para que Lali te aconseje y ahora no te echas para atrás.
—¿Que yo la aconseje? —preguntó
Lali.
—Sí —asintió Eva con
seguridad—. Irene necesita un cambio. Su
vida últimamente no es la mejor del
mundo y necesita avivar la chispita en Lolo.
—¿Os habéis vuelto locas? ¿Desde
cuándo aireamos los trapos sucios fuera de casa? —gritó indignada la
mencionada.
—No estoy aireando nada. Solo he
dicho que necesitas avivar la chispita de tu matrimonio o... —dijo Eva.
—Te he dicho que no necesito esa
ayuda. Yo estoy muy bien como estoy y no necesito aparentar lo que no soy. Pero
¿por qué queréis que cambie?
Sin darle tregua Almudena le espetó:
—Porque lo necesitas, porque eres
una persona joven y, en cambio no lo aparentas.
Lali y Gasti sorprendidos por aquella trifulca entre hermanas se miraron y este último preguntó con
curiosidad:
—Pero bueno, querida ¿cuántos años
tienes?
Al escuchar aquello Irene pensó en
no contestar, pero finalmente carraspeó y cuchicheó:
—Cuarenta y dos, y a mucha honra.
Como si le hubieran dicho ciento
veinte, Gasti se llevó las manos a la cara y gritó ante el desconcierto de su
prima:
—Por-el-amor-de-my life. Pero si yo
te echaba veinte más. Oh no... eso no puede ser, Darling, un poco de glamour in
your life no te vendría mal.
Lali fue a parar aquello cuando
Irene gritó mirando a sus hermanas:
—¡¿Qué pretendéis ricas?! ¿Que
parezca una actorucha de Hollywood con vida pecaminosa e irreal? —aquello sorprendió
a Lali—, ¿O acaso pretendéis que me ponga un pendiente en el ombligo cómo llevas tú?
—Ahora no lo llevo —se defendió
Almudena , pero en cuanto mi cuerpo vuelva a ser lo que fue, me lo volveré a
poner. ¿Y sabes por qué? Porque me gusta y porque me gusta gustar, ¿has oído
bien?
—Ya
te vale, rica. La sarta de
tonterías que tengo
que escuchar, ahora
que eres madre
—
protestó su hermana mayor.
—Vale. Soy madre soltera pero no
tonta. Me gusta el sexo, me gustan los hombres y me gusta gustar. Y eso,
querida hermanita, me seguirá gustando siendo madre o no. ¿Te enteras?
—Sí... si ya te vi cómo tonteabas
con el municipal ese —le recriminó.
—Enfádate todo lo que quieras, pero
creo que a Lolo un cambio en tu apariencia le encantaría. Joder Irene... que es
un hombre —insistió Eva—. Tú imagen es antigua y por lo visto no soy la única
que lo piensa.
—¿Y tú qué tienes que hablar de mi
marido Eva María?
—Yo nada —suspiró su hermana—.
Solo que Lolo es un hombre y
estoy segura de que le gustaría verte
guapa y diferente. Chica,
un poquito de morbito
y atracción no os
vendría mal. Además, no me digas
que no te gustaría que te ocurriera algo emocionante y altamente estimulante
con él, en cualquier lugar, y...
—Yo no soy una libertina como tú o
ella. Yo soy...
Almudena molesta por aquel
comentario, escudriñó a su hermana y siseó:
—Sí... tú eres la santa de la
familia ¡Santa Irene! Y te vamos a canonizar cuando la palmes. Oh Dios. ¿Por
qué tendrás que siempre tan negativa? Necesitas un cambio y punto, o dentro de
poco tu bigote será más largo que el del tío Jacinto.
—Oh... las cosas que tengo que
escuchar —refunfuñó aquella, mientras se tocaba el labio superior. ¿Tanto
bigote tenía?
—Vamos a ver, Irene —protestó Eva—.
Te pasas media vida quejándote porque Lolo no te mira, y ahora que te
proponemos que te actualices exteriormente como mujer, y le enseñes tu
potencial ¿también protestas? Joer chica, a ti no hay quien te entienda.
Esto es un desastre pensó Lali al
ver como aquellas se enfadaban, pero fue a hablar cuando su primo se le
adelantó.
—Stop… Stop... Stop...—exigió Gasti
y mirando a la malhumorada hermana mayor indico: — Querida, para estar divina y
actual ¡no hay edad! Puedes ser una mamá respetuosa y un bombón de mujer.
Puedes ser una woman respetable y una mujer divina.
—Pero...
—No hay peros, ni excusas. Soy un
profesional y tú necesitas un extreme makover.
—¿Un qué? —preguntó Irene.
—Un cambio radical —asintió aquel—.
Si no he oído mal tus sisters creen que necesitas un cambio in your life y
fíjate my love, yo no te conozco, pero solo con verte pienso como ellas. Eres
muy joven querida para parecer la abuela de cualquiera de ellas. Pero ¿no lo
ves lady? Puedes ser una woman espectacular. ¿Por qué te lo niegas?
Irene metiéndose la mano en el
bolsillo de su chaqueta granate, sacó un pañuelo y se lo llevó a la nariz.
Pensar en Lolo, su marido, le hacía llorar. Desde que tuvieron a la pequeña
Ruth, apenas la miraba. Prefería irse al bar a echar la partidita con sus
amigos a pasear con ella o ir simplemente al cine, como
hacían antes. Tras
sonarse y secarse
las lagrimillas de
los ojos, miró
a aquel desconocido y preguntó:
—¿Por qué hablas tan raro?
—¡¿Yo?! Oh my God si yo hablo
divinamente el spanish.
—Pues metes cada patada al
diccionario que me dejas sin palabras.
Ahora el desconcertado era Gasti.
Lali al ver la cara de Gasti, respondió adelantándose:
—Es
que mi primo
tiene una particular
manera de hablar.
Digamos que habla espanglish. Mezcla el español con el
inglés, y eso se debe a nuestro trabajo. Y aunque creas que somos unos
entrometidos, si quieres nuestra ayuda para cambiar en algo, aprovéchate del
momento. Aquí nos tienes.
Irene, tras cruzar una mirada con
sus hermanas sonrió, y mirándoles murmuró:
—De acuerdo. Quiero volver a ser
guapa y sorprender a mi Lolo. ¿Podéis ayudarme?
—Sí —dijeron al unísono los
implicados.
—¡Genial! —aplaudió Eva.
—Copón ¡ya era hora! —rio Almudena
llamar mi amiga y le diré que iremos a visitarla. Ya veréis que cosas más
chulas tiene en su tienda de ropa y a unos precios impresionantes.
Durante un rato hablaron sobre
compras, trapos, cremas y Eva, al fijarse de nuevo en el reloj que Lali
llevaba, dijo:
—Me encanta ese reloj. Te lo dije ya
una vez, pero es que es precioso. Lali sonrió y Gasti saltó:
—Es un glamuroso Limelight de la
marca Piaget inspirado en la alta costura con diamantes talla grande engastados.
¿Como no va a ser precioso?
—¿Lo dirás en broma no? —insistió
Eva al escucharle.
—Pues no, reina. Ese reloj es
magnifico, además de un símbolo del glamour.
Eva, sorprendida por lo que le
decía, y en especial por lo que esos relojes costaban se acercó aún más y
mirándolo de cerca preguntó:
—¿De verdad que es un Piaget de pata
negra?
Lali al darse cuenta de su error,
pellizcó a su primo para que se callara y actuando como solo ella sabía hacer
sonrió y dijo:
—No, mujer. Es una estupenda
imitación, pero ¿a que parece auténtico?
Eva aún sorprendida asintió y cuando
fue a responder su hermana Almudena preguntó:
—Por cierto, vuestra empresa de
personal shoppers ¿cómo se llama? Lali y Gasti se miraron, y este último
rápidamente y sin pensar contestó.
—Crazy Life, vamos para que nos
entendamos, Vida loca.
Todos sonrieron, excepto Eva. No
recordaba que Lali le hubiera dicho aquel nombre. Pero decidió olvidarlo
y centrarse en planear junto
al grupo el maravilloso día de compras que les esperaba en unos días. Tenían mucho
que hacer.
Pobre Irene ,menos mal k la convencieron.
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