martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 64 y 65

A la mañana siguiente, tras haber pasado una tórrida noche de pasión, cuando Peter se marchó a la base, sonó el portero automático de la casa. Lali, que estaba sentada mirando un correo en su portátil que su representante Max le había enviado de la Paramount Pictures, se levantó y al abrir la puerta, las hermanas de Peter entraron como una tromba en la casa. Al verlas sonrió. Él tenía razón. Ya estaban allí.

Menos mal que llevo la peluca y todo lo demás pensó al verlas.

—Hija de mi vida, anoche nos dejasteis preocupadas. Ese hermano mío a veces se comporta como un cromañón —murmuró Irene mientras le plantaba un par de besazos en la cara.

—Hola guapa —saludó Almudena y después Eva que la besuquearon una tras otra.

Entraron directamente en el salón, se quitaron los abrigos que dejaron sobre una de las sillas mientras Lali buscaba rápidamente con la mirada las gafas y se las ponía.

—¿Qué tal? ¿Todo bien? — preguntó Irene con una gran sonrisa.

—Sí bien... —respondió Lali.

Almudena sentándose con su bebé en los brazos, miró a la joven morena y sin darle tiempo a pensar sonrió abiertamente,

—¿De verdad que todo va bien entre Peter y tú?

—Si.

—¿Pero Todo... todo? —insistió Eva. Lali volvió a «asentir.

—Pues si.

—Uff... ¡Cuanto me alegro! —aprobó Irene cogiéndola de la mano para sentarla a su lado—. Anoche cuando os vimos a los dos discutir pensamos ¡Oh...oh... la que se va liar! Parecíais muy enfadados. Pero vamos, por lo que vemos habéis hecho las paces ¿verdad?

Al recordar aquel momento Lali sonrió y entendió el porqué de las preguntas.

—Sí. Tranquilas. Ya está todo solucionado.

—Ay, benditas reconciliaciones. Aún recuerdo yo cuando mi Lolo y yo nos reconciliábamos tras una de nuestras tontas trifulcas. Su manera de mirarme y como luego me sonreía, me volvía loquita perdida.

Eva, divertida por el chorreo de palabras de su hermana mayor, miró a Lali y le guiñó el ojo. Ambas sonrieron.

—Por cierto —dijo Almudena sacándose un pecho para dar de mamar al bebé—. Nos ha dicho Eva que eres personal shopper. Qué trabajo más alucinante, ¿no?

Vaya... como vuelan las noticias pensó Lali.

—Joder, Almu... ¿tienes que sacarte la teta en cualquier lado? Ayer igual. Estábamos en el médico y ¡zas!, teta fuera.

—¿Qué quieres que haga si le toca comer ahora? —se defendió Almudena—. Piensa que ahora soy como una central lechera. Produzco y debo suministrar si no quiero explotar, y no me apetecía sacarme la leche con la máquina infernal que me regalasteis —rio al recordar el sacaleches que utilizaba para dejar comida a su bebé cuando salía.

Irene sonrió ante las ocurrencias de sus hermanas y trató de reconducir el tema.

—Ay, hija, yo porque me explicó Almudena qué era eso, porque no tenía ni idea de que existiera un trabajo así. ¿En serio que trabajas yendo de compras?

—Sí.

Con gesto indescifrable la curiosa hermana de Peter volvió al ataque.

—¿De verdad que otros te pagan para que tú les vistas y les aconsejes sobre qué es lo que mejor les queda?

—Sí.

—Se lo dije, pero no me creyó —cuchicheó Eva, observan do con curiosidad el portátil color blanco de última generación que había abierto sobre la mesa.

—Es que me parece tan ridículo pagar a otros para que te vistan que ¿cómo iba a creerte?

Lali, al percatarse de hacia dónde se dirigía la mirada de Eva, y recordar que tenía abierto el email  de  Max,  su agente,  donde  le  hablaba  sobre  la  película  de  la  Paramount,  se  levantó  con rapidez, se apoyó en el portátil y, disimuladamente, lo cerró.

—No me seas paleta Irene —protestó Almudena—. Igual que tú pagas a Ulche, la chica rumana para que te limpie la cocina una vez al mes, otros pagan a personas  como Lali para que les aconseje sobre qué deben llevar.

—Pero pagar a alguien para que te ayude en la casa es más normal que pagar a alguien para que te diga qué te tienes que poner. Y oye... no te pases ni un pelo que yo de paleta tengo lo mismo que tú de santa ¿eh?

—Vale... vale... —rio Almudena besando a su bebé.

Eva, divertida por la conversación entre ambas, asintió y dijo:

—A ver, Irene. Esto es como todo en la vida. Es la ley de la oferta y la demanda. Hay quien busca  personal  doméstico  para  ayuda  en el  hogar  y otro  tipo  de  gente,  digamos  un poco  más adinerada que no tiene tiempo para compras, contrata a un personal shopper como Lali. Entiendo que a ti te parezca ridículo pagar para que alguien te diga lo que has de ponerte, pero para ciertas personas no lo es.

—Tienes toda la razón —asintió Lali al pensar en Clive Olsen, su asistente.

—Pero vamos a ver —insistió Irene—, ¿De verdad me estás diciendo que tu trabajo es ir de compras con quien te contrate?

—Si —asintió odiando tener que mentir.

—¡Qué maravilla! —se carcajeó Almudena.

—Entonces —cotilleó Irene—, el famoso pianista que nos dijo Eva que estuvo en el parador, ¿te contrató para comprar aquí en Sigüenza?

—A ver como te lo explico —suspiro Lali mientras ideaba una mentira creíble—. Ese pianista tuvo un par de conciertos en Madrid y allí fue donde hicimos las compras. Después vinimos a conocer el parador, él se marchó y yo me quedé unos días.

—Será muy moderno lo que cuentas, pero me parece ridículo ¡muy ridículo! —suspiró Irene.

—Te entiendo Irene, pero el mundo funciona así.
Al ver como su hermana Eva la miraba para que callara, volvió a decir para arreglarlo.

—A ver Lali... no me parece ridículo tu trabajo. Todo el mundo tiene derecho a trabajar, pero...

Consciente de que el mundo en el que se movía Irene nada tenia que ver con el suyo, Lali la cortó y dijo:

—Escucha Irene. Mi trabajo consiste en estar siempre al tanto de las tendencias de la moda y saber recomendar. Me ocupo de la imagen de mis clientes, y en el caso de algunas mujeres, de su maquillaje,  peinado  o complementos.  Incluso  a veces  si  mi  cliente  no  tiene  tiempo  para  ir  de tiendas, estudio su perfil, y soy yo quien compra lo que luego él, o ella, se vaya a poner.

Durante un rato las cuatro mantuvieron una animada conversación sobre aquel trabajo, cuando de pronto se escuchó:

—Jujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu...  My love, el divino George Clooney al celular. ¡Quiere hablar contigo! ¿Querrá hacerte una proposición indecente?

Las mujeres miraron hacia la puerta del salón donde apareció un Gasti recién salido de la ducha, vestido con un albornoz de Peter, una toalla enrollada  en la cabeza perfectamente  colocada  y el móvil  en la mano.  Sorprendidas  por  aquella  inesperada  aparición Irene  y Almudena  miraron a Lali que levantándose rápidamente para ponerse junto a aquel dijo:

—Os presento a mi primo Gaston Anthony —y mirando a la hermana menor indicó—: Eva, tú ya le conoces, ¿verdad?

—Sí. Hello, guapetón —sonrió esta divertida mirando a sus hermanas.

—Nena, qué mona has venido hoy —saludó.

Al ver como aquellas miraban las pintas de su primo, Lali intervino con rapidez.

—Él  y  yo  trabajamos  juntos  de  personal  shopper  y  fuimos  los  encargados  de  comprar  y aconsejar al pianista.

Sin perder un segundo, le quitó el teléfono de la mano, con la esperanza de que ninguna hubiera reparado en el nombre de George Clooney. Antes de desaparecer por el pasillo dijo:

—En seguida vuelvo.

Gasti al quedar a solas con aquellas desconocidas que le miraban como a un bicho raro, suspiró e intentando parecer natural, se acercó a Eva, la besó y luego mirando a las otras dos mujeres dijo:

—Podéis llamarme Gasti, me gusta mucho más.

Irene, boquiabierta, por ver a aquel hombre casi en paños menores ante ellas, apartó la vista, pero al ver que aquel se agachaba para besarle en la cara, tuvo que corresponderle.

—Gasti, la que te mira con cara de susto es mi hermana mayor, Irene —indicó Eva muerta de risa. Sabía que cuando su hermana le conociera se quedaría sin palabras.

—Sí... sí soy la mayor. ¿Conoces a Peter  verdad?

Gasti, poniendo los ojos en blanco y mordiéndose el labio inferior, murmuró:

—Oh, sí querida... le conozco. I love Peter. Le deseo locamente y todo lo que se te pueda ocurrir. Digamos  que  es  el  rey de  mis  pensamientos  más  oscuros  y perversos.  —Al  ver  como  se  le desencajaba la mandíbula finalizó—: En fin él es very...very divine.

—Yo soy Almudena, otra hermana de Peter.

—Encantado ladies —Y clavando su mirada en el bebé dijo—: Por el amor de Dior. ¿Qué es eso que te chupa un pecho?

—Mi búho particular —respondió divertida.

Inmediatamente  ambos se enzarzaron en una conversación sobré embarazos,  estrías y cremas reafirmantes,  mientras  Irene  se  recuperaba  de  la  impresión.  Cinco  minutos  después  cuando Lali regreso al salón tras hablar con su amigo George escuchó a su primo decir:

—Dejadme que os diga que tenéis un brother sexy y estupendo.

—¿Un qué? —preguntó Irene todavía patidifusa por la forma de hablar y de moverse de aquel. Nunca había conocido a nadie tan peculiar.

—Un hermano —aclaró Eva.

Las hermanas de Peter al ver entrar en el salón a Lali cruzaron una mirada con ella y Eva preguntó con curiosidad y guasa.

—¿Hablabas de verdad con George Clooney?

Lali agarrando a su primo del brazo le obligó a sentarse y respondió con naturalidad:

—¡Ojalá! Ya me gustaría a mi conocerle. Gasti reaccionando con rapidez murmuró:

—Y a mí... y a mí, pero no. Es un amigo que es tan divine que le hemos bautizado como el Clooney.

—Es guapísimo —apostilló con énfasis Lali.

—Mucho. Muy divinón —finalizó Gasti.

Tras escuchar aquello, Eva les miró extrañada. Ella había estado buscado por Internet la página web de la empresa que regentaban aquellos dos, y por más que buscó no encontró fashion Victim. Iba a comentarlo cuando Almudena atacó:

—¿Entonces los dos trabajáis juntos? Los primos se miraron.

—Sí. Desde hace años se puede decir que somos inseparables —respondió Lali.

Irene, escaneando de arriba abajo a Gasti preguntó boquiabierta:

—¿Tu también aconsejas sobre moda?

—Oh, sí querida ¡me encanta! En cierto modo me considero un fashion victim.

—¿Qué es eso? —volvió a preguntar Irene.

Gasti, quitándose la toalla mojada del pelo, sacó un peine de púas dorado del bolsillo del albornoz y mientras se peinaba su pelo color pistacho indicó:

—A ver, para que me entiendas. No soy fiel a ningún diseñador. Me vuelve crazy comprarme de todo y a veces compró más de lo que necesito. Me encanta que todo el mundo sepa que llevo lo último de Gucci, y lo próximo de Dior. Oh my God ¡adoro la moda!

Al ver que Eva sonreía, pero ninguna de las otras decía nada clavó su mirada de nuevo en la mujer que le había preguntado y dijo antes de que Lali le pudiera frenar:

—Por cierto, y esto te lo digo en confianza. Ese peinado que llevas te hace very... very mayor. Ese ahuecado  no se lleva desde hace lustros, y si me dejaras  aconsejarte  podría conseguir  que parecieras por lo menos diez años más joven, simplemente cambiando tu look. Por cierto, ¿dónde compras los trapuchos tan terriblemente feos que llevas?

La cara de Irene era todo un poema. ¿Quién era aquel tipo tan desagradable?  Lali al ver aquello, acercándose a su primo siseó:

—Gasti, cierra tu boquita ¡ya! ¿Alguien te ha pedido opinión?

Almudena, divertida por todo lo que escuchaba, soltó una risotada y mirando a su hermana que aún estaba boquiabierta  indicó:

—¿Lo ves? Te lo dijimos Eva y yo hace tiempo.

—Ese peinado no te favorece nada, Irene —señaló Eva—. Te hace mayor, vamos, muy marujil y...

—No me interesa vuestra opinión —cortó aquella.

Pero Almudena, sin darse por vencida, prosiguió tras dejar a su bebé sobre el sillón. Conocía cosas de la vida de su hermana, e intuía que desde hacía bastante tiempo le faltaba emoción.

—¿Recuerdas lo que hablamos el otro día con Lali en la cocina de papá sobre renovarse o morir? Pues creo que ha llegado el momento de renovarse querida hermanita. Y si podemos contar con la ayuda de Lali y Gasti, pues mejor que mejor ¿no crees?

Irene reaccionó, la miró y con gesto de enfado gruñó:

—Soy una madre de familia respetable, no una modernucha como vosotras. Para mi edad estoy estupenda, y no quiero cambiar. Mi vida está muy bien romo esta.

—Y una porra —gruñó Almudena—. Si hemos venido aquí es para que Lali te aconseje y ahora no te echas para atrás.

—¿Que yo la aconseje? —preguntó Lali.

—Sí —asintió Eva con seguridad—.  Irene necesita un cambio. Su vida últimamente  no es la mejor del mundo y necesita avivar la chispita en Lolo.

—¿Os habéis vuelto locas? ¿Desde cuándo aireamos los trapos sucios fuera de casa? —gritó indignada la mencionada.

—No estoy aireando nada. Solo he dicho que necesitas avivar la chispita de tu matrimonio o... —dijo Eva.

—Te he dicho que no necesito esa ayuda. Yo estoy muy bien como estoy y no necesito aparentar lo que no soy. Pero ¿por qué queréis que cambie?

Sin darle tregua Almudena le espetó:

—Porque lo necesitas, porque eres una persona joven y, en cambio no lo aparentas.

Lali y Gasti sorprendidos por  aquella trifulca entre hermanas se  miraron y este último preguntó con curiosidad:

—Pero bueno, querida ¿cuántos años tienes?

Al escuchar aquello Irene pensó en no contestar, pero finalmente carraspeó y cuchicheó:

—Cuarenta y dos, y a mucha honra.
Como si le hubieran dicho ciento veinte, Gasti  se llevó las manos  a la cara y gritó ante el desconcierto de su prima:

—Por-el-amor-de-my life. Pero si yo te echaba veinte más. Oh no... eso no puede ser, Darling, un poco de glamour in your life no te vendría mal.

Lali fue a parar aquello cuando Irene gritó mirando a sus hermanas:

—¡¿Qué pretendéis ricas?! ¿Que parezca una actorucha de Hollywood con vida pecaminosa e irreal? —aquello  sorprendió  a Lali—,  ¿O acaso pretendéis  que me ponga un pendiente  en el ombligo cómo llevas tú?

—Ahora no lo llevo —se defendió Almudena , pero en cuanto mi cuerpo vuelva a ser lo que fue, me lo volveré a poner. ¿Y sabes por qué? Porque me gusta y porque me gusta gustar, ¿has oído bien?

—Ya  te vale, rica. La sarta  de tonterías  que  tengo  que  escuchar,  ahora  que  eres  madre  —
protestó su hermana mayor.

—Vale. Soy madre soltera pero no tonta. Me gusta el sexo, me gustan los hombres y me gusta gustar. Y eso, querida hermanita, me seguirá gustando siendo madre o no. ¿Te enteras?

—Sí... si ya te vi cómo tonteabas con el municipal ese —le recriminó.

—Enfádate todo lo que quieras, pero creo que a Lolo un cambio en tu apariencia le encantaría. Joder Irene... que es un hombre —insistió Eva—. Tú imagen es antigua y por lo visto no soy la única que lo piensa.

—¿Y tú qué tienes que hablar de mi marido Eva María?

—Yo nada —suspiró  su hermana—.  Solo que Lolo es un hombre  y estoy segura  de que le gustaría  verte  guapa  y diferente.  Chica,  un poquito  de  morbito  y atracción  no  os  vendría  mal. Además, no me digas que no te gustaría que te ocurriera algo emocionante y altamente estimulante con él, en cualquier lugar, y...

—Yo no soy una libertina como tú o ella. Yo soy...

Almudena molesta por aquel comentario, escudriñó a su hermana y siseó:

—Sí... tú eres la santa de la familia ¡Santa Irene! Y te vamos a canonizar cuando la palmes. Oh Dios. ¿Por qué tendrás que siempre tan negativa? Necesitas un cambio y punto, o dentro de poco tu bigote será más largo que el del tío Jacinto.

—Oh... las cosas que tengo que escuchar —refunfuñó aquella, mientras se tocaba el labio superior. ¿Tanto bigote tenía?

—Vamos a ver, Irene —protestó Eva—. Te pasas media vida quejándote porque Lolo no te mira, y ahora que te proponemos que te actualices exteriormente como mujer, y le enseñes tu potencial ¿también protestas? Joer chica, a ti no hay quien te entienda.

Esto es un desastre pensó Lali al ver como aquellas se enfadaban, pero fue a hablar cuando su primo se le adelantó.

—Stop… Stop... Stop...—exigió Gasti y mirando a la malhumorada hermana mayor indico: — Querida, para estar divina y actual ¡no hay edad! Puedes ser una mamá respetuosa y un bombón de mujer. Puedes ser una woman respetable y una mujer divina.

—Pero...

—No hay peros, ni excusas. Soy un profesional y tú necesitas un extreme makover.

—¿Un qué? —preguntó Irene.

—Un cambio radical —asintió aquel—. Si no he oído mal tus sisters creen que necesitas un cambio in your life y fíjate my love, yo no te conozco, pero solo con verte pienso como ellas. Eres muy joven querida para parecer la abuela de cualquiera de ellas. Pero ¿no lo ves lady? Puedes ser una woman espectacular. ¿Por qué te lo niegas?

Irene metiéndose la mano en el bolsillo de su chaqueta granate, sacó un pañuelo y se lo llevó a la nariz. Pensar en Lolo, su marido, le hacía llorar. Desde que tuvieron a la pequeña Ruth, apenas la miraba. Prefería irse al bar a echar la partidita con sus amigos a pasear con ella o ir simplemente al cine,  como  hacían  antes.  Tras  sonarse  y  secarse  las  lagrimillas  de  los  ojos,  miró  a  aquel desconocido y preguntó:

—¿Por qué hablas tan raro?

—¡¿Yo?! Oh my God si yo hablo divinamente el spanish.

—Pues metes cada patada al diccionario que me dejas sin palabras.

Ahora el desconcertado era Gasti. Lali al ver la cara de Gasti, respondió adelantándose:

—Es  que  mi  primo  tiene  una  particular  manera  de  hablar.  Digamos  que  habla espanglish. Mezcla el español con el inglés, y eso se debe a nuestro trabajo. Y aunque creas que somos unos entrometidos, si quieres nuestra ayuda para cambiar en algo, aprovéchate del momento. Aquí nos tienes.

Irene, tras cruzar una mirada con sus hermanas sonrió, y mirándoles murmuró:

—De acuerdo. Quiero volver a ser guapa y sorprender a mi Lolo. ¿Podéis ayudarme?

—Sí —dijeron al unísono los implicados.

—¡Genial! —aplaudió Eva.

—Copón ¡ya era hora! —rio Almudena llamar mi amiga y le diré que iremos a visitarla. Ya veréis que cosas más chulas tiene en su tienda de ropa y a unos precios impresionantes.

Durante un rato hablaron sobre compras, trapos, cremas y Eva, al fijarse de nuevo en el reloj que Lali llevaba, dijo:

—Me encanta ese reloj. Te lo dije ya una vez, pero es que es precioso. Lali sonrió y Gasti saltó:

—Es un glamuroso Limelight de la marca Piaget inspirado en la alta costura con diamantes talla grande engastados. ¿Como no va a ser precioso?

—¿Lo dirás en broma no? —insistió Eva al escucharle.

—Pues no, reina. Ese reloj es magnifico, además de un símbolo del glamour.

Eva, sorprendida por lo que le decía, y en especial por lo que esos relojes costaban se acercó aún más y mirándolo de cerca preguntó:

—¿De verdad que es un Piaget de pata negra?

Lali al darse cuenta de su error, pellizcó a su primo para que se callara y actuando como solo ella sabía hacer sonrió y dijo:

—No, mujer. Es una estupenda imitación, pero ¿a que parece auténtico?

Eva aún sorprendida asintió y cuando fue a responder su hermana Almudena preguntó:

—Por cierto, vuestra empresa de personal shoppers ¿cómo se llama? Lali y Gasti se miraron, y este último rápidamente y sin pensar contestó.

—Crazy Life, vamos para que nos entendamos, Vida loca.

Todos sonrieron, excepto Eva. No recordaba que Lali le hubiera dicho aquel nombre. Pero decidió  olvidarlo  y centrarse  en planear  junto  al grupo  el maravilloso  día de compras  que les esperaba en unos días. Tenían mucho que hacer.


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