Faltaban pocos días para la cena de
Nochebuena e Irene ya les había cotorreado a sus hermanas lo que había
descubierto en casa de Peter aquella noche. Continuaba muy enfadada. ¿Como
podía su hermano ser tan insensible?
Almudena y Eva no daban crédito a
que su hermano hubiera metido a otra mujer en casa teniendo a Lali como
invitada. No se lo podían creer. Pero era tal la vehemencia con la
que Irene lo afirmaba, que no tuvieron más remedio que creerla.
Intentaron hablar del tema con Peter, pero este tras escuchar con paciencia la
sarta de quejas y reproches de sus hermanas, lo único que pudo decir fue que se
preocupasen por sus vidas y que se olvidaran de la suya.
Gasti regresó. Su viaje a
Barcelona para estar con Peterman había
sido un acierto y volvió pletórico y feliz. Durante todos aquellos días Peter
no volvió a mencionar la palabra «problema». Si algo no quería Lali era ser una
molestia. Solo quería disfrutar aquellos días con él y atesorarlos para
siempre.
Una mañana, tras una maravillosa
noche de pasión, Lali obligó a Peter a llevarles de compras en su día libre. Él
al principio se resistió. Las compras no eran algo que le apasionara, pero al
final cedió ante la insistencia de ella y el loco de su primo.
Ataviados con ropa de sport el joven
policía les llevó hasta centro de Madrid. Ellos querían ir de shopping y él les
llevó hasta la calle Serrano y alrededores.
Sabía que aquellas calles y, en especial
sus tiendas, les gustarían. Como era de esperar Gasti, al ver aquel jubileo
de gente y glamour aplaudió
emocionado.
—Oh, si... si... si. ¡Esto es vida!
I love shopping. Quiero husmear un
ratito a mi manera. Así vosotros podéis estar a solas, que una cosa es sujetar
la vela y otra el velón.
Peter divertido como siempre cuando
Gasti hablaba, murmuró:
—Gasti, a mí no me molestas y...
—Lo sé, rey... eres divine. Pero I
need mis ratitos de soledad y de compreteo.
—Gasti, necesito que vengas conmigo
—aclaró la joven—. Si pago yo con mi tarjeta todo el mundo sabrá quién soy, ¿no
lo entiendes?
—Por el amor de Dior ¡es verdad!
—murmuró al darse cuenta de ello—. Menos mal que eres una cabeza pensante
además de una actriz divina.
—Puedo pagar yo —se ofreció Peter,
Al escuchar aquello ella sonrió y le
plantó un beso.
—Lo sé. Pero prefiero pagar yo. Son
mis regalos y el gasto también es mío.
Gasti al entender que ella se iba a
gastar una barbaridad, asintió y dijo cogiendo a Peter con comicidad del brazo:
—Okay, quien. Vayamos de compras y
enseñemos a este divine lo que es comprar con glamour. Eso sí, una vez
terminemos con tus compras, necesito que me dejes un par de horitas para las
mías ¿de acuerdo?
Durante más de cuatro horas Gasti y
Lali volvieron medio loco a Peter. Entraban en las tiendas más caras y se
gastaban ante él ingentes cantidades de dinero que lo dejaban boquiabierto.
¿Cómo podían gastar así con la crisis que había? En un par de ocasiones intentó
protestar, pero fue inútil, no le hicieron ni caso. Acabadas las compras y con
multitud de bolsas en las manos Gasti preguntó:
—Bueno ¿puedo comenzar mi shopping?
—Pero ¿vas a comprar más? —preguntó
Peter agotado.
—Oh, my love, pero si esto no ha
hecho más que comenzar —respondió aquel haciendo reír a su prima. Tras escuchar
cómo Peter resoplaba, Lali salió a su rescate, muerta de risa.
—Venga, ve. Nosotros tomaremos algo
en esta cafetería mientras tú fundes tu Visa gold. Nos vemos aquí dentro de una
hora. ¿Te parece?
—Mejor dos. Las prisas me vuelven
crazy. Ciao bellos.
Un par de
segundos después, Gasti
se alejó dispuesto
a disfrutar de las
tiendas. Desde su posición, Peter le observó marcharse y al
ver que volvía a entrar en una de las tiendas donde ya habían estado no pudo
dejar de preguntar:
—¿Pero todavía le queda algo que
comprar en esa tienda?
—¿En Loewe? Uf... solo te diré que
es una de nuestras tiendas favoritas. —Lali le besó y le cogió del brazo para
ir a tomar algo.
Corno una
pareja más de
enamorados, se encaminaron
a una bonita cafetería.
Una
vez allí soltaron las bolsas y de pronto un camarero cayó a los pies de
Peter con una bandeja llena de cafés. El ruido fue atronador y todo el mundo
les miró. Rápidamente Peter se agachó a ayudar al muchacho que avergonzado por
lo ocurrido no paraba de disculparse.
—Discúlpenme señores. Lo siento...
lo siento ¿les he manchado?
Lali negó con la cabeza y Peter miró
sus vaqueros. Algunas gotas de café habían caído encima, pero sin darle ninguna
importancia, leyó el nombre del camarero
en la chapa que llevaba en la solapa y se dirigió a él:
—No te preocupes por eso, Wilson.
¿Tú estás bien?
El muchacho asustado por lo que su
jefe pudiera decir por aquello asintió. Lali observaba como Peter ayudaba a
aquel pobre muchacho a recoger aquel estropicio, cuando un señor mayor se les
acercó:
—Disculpen. Soy
Damián Ruárez, dueño
de la cafetería.
Pidan lo que
quieran que están invitados. —Y clavando
la mirada en el chaval
continuó—: Wilson, recoge todo
rápidamente y pídele disculpas al señor.
Al escuchar aquel tono de
superioridad, Peter intervino:
—Muchas gracias señor Ruárez por su
invitación pero no hace falla. En cuanto a Wilson, un error lo comete
cualquiera, ya me ha pedido disculpas y no hace falta que le hable así.
Sin despegar los labios, Lali fue
testigo de la situación y pocos minutos después tanto el muchacho como su jefe
se marcharon y les dejaron a solas.
—Me pone enfermo ver cómo la gente
utiliza su poder para humillar al más débil. No lo soporto —protestó Peter.
Pero al ver el gesto de ella sonrió y dijo—: Venga, tomemos algo.
Se sentaron en una de las mesas,
otro camarero se les acercó y pidieron un par de cafés.
—Por cierto, mis hermanas están
deseando que yo desaparezca de casa para pillarte a solas y cotillear. Así que
te aviso. Ten cuidado con ellas, y más tras lo que ocurrió la otra noche con
Irene. Que por cierto, sigue ofendidísima conmigo. Ni me habla.
—Se le pasará —sonrió al recordar
como Irene se había defendido.
—Lo sé —asintió él—. Pero no me gusta que saquen
conclusiones erróneas, y este caso no puedo
subsanar el error o te descubrirían.
—Bah... no te preocupes, son
encantadoras.
—Vaya, creo que han conseguido
engañarte —rio al recordar lo que sus hermanas le dijeron—. Dales tiempo
y terminarás huyendo de ellas.
Solo recuerda lo que
ocurrió el otro
día con los policías y las vecinas.
Al recordar aquello Lali sonrió.
—¿Pero qué ocurre realmente con tus
vecinos? ¿Por qué esa enemistad?
—Todo comenzó hará unos noventa años
—contó él—. El padre del abuelo Goyo compró las tierras que tenemos y quiso
hacerse con unas hectáreas más. Pero el dinero no le llegó y no pudo ser. La
finca que está junto a la nuestra es fantástica. Tiene bastantes hectáreas y yo
particularmente a veces me doy el lujo de soñar que algún día si me toca la
lotería levantaré mi hogar allí —ambos sonrieron y él prosiguió—. Por esas
tierras corre un pequeño arroyo que nos vendría muy bien para regar los campos
que tenemos pero el dueño pide un precio desorbitado que no estoy dispuesto a
pagar. Durante años, tanto mi familia como la familia de las Chuminas...
—¡¿Chuminas?!
—Es el mote que tienen esos vecinos
en el pueblo, pero no me preguntes por qué, porque no lo sé —ella asintió—.
Como te decía, durante años mi familia y la de las Chuminas, han intentado
adquirir esas tierras pero nadie lo ha conseguido debido a su precio. Y de ahí
viene nuestra tonta enemistad, todo por unas tierras que ninguno tiene y que
hasta el momento solo nos han ocasionado problemas y disputas.
—Vaya... —murmuró Lali.
—Y en cuanto a lo de los policías,
¿de verdad creías que yo os iba a mandar a unos boys a casa?
—Yo qué sé Peter —se carcajeó al
pensar en aquello—. Todo fue una confusión que...
—Lo dicho, canija... cuidado con mis
hermanitas que son especialistas en meterse en problemas —se mofó.
—De eso nada. Las tres son
estupendas. ¿Cómo puedes pensar eso?
Inclinándose sobre la mesa para
acortar distancia entre ellos, el joven policía murmuró:
—Porque soy su hermano y las llevo
padeciendo para bien o para mal toooooooda mi vida.
Una vez dijo eso la besó. Fue un
beso leve, corto, pero lleno de erotismo. Cuando él regresó a su posición Lali
suspiró y murmuró anonadada:
—Me encantas.
—¡Genial! Yo también he conseguido
engañarte —se mofó el.
—En serio —insistió—. Todo lo haces
tan especial, tan natural, que es imposible no pasarlo bien contigo, tus besos
son estupendos. Tú eres maravilloso y yo...
Sin terminar la frase esta vez fue
ella la que se inclinó sobre la mesa y le besó. Aquel beso lento y profundo y
el recuerdo de la anterior noche de pasión, hizo que a Peter se le calentara
todo, absolutamente todo.
—Me parece que tú y yo nos vamos a
ir ahora mismo a un hotel a sofocar el calentón que me estás haciendo sentir en
estos momentos. Si sigues así te aseguro que...
—¿Te he dicho que me encanta España?
—le cortó ella haciéndole reír—. Es un país lleno de belleza y donde estoy
descubriendo muchas cosas... que me apasionan.
Peter sentía un persistente latido en su entrepierna causado
por lo que oía y veía, lo que le provocó un suspiro de frustración. El
camarero llegó y dejó los cafés sobre la mesa mientras ambos se miraban con
vehemencia. ¿Era posible acariciarse
con la mirada? Peter, excitado, llegó a la conclusión de que sí.
Peter cogió el sobrecito de azúcar
ante la atenta mirada de ella. Lo abrió y antes de volcarlo en su café sonrió
como solo él sabía y dijo:
—Me alegra saber que de España te
apasionan muchas cosas.
—Muchas —insistió ella hechizada por
su mirada.
—¿Sabes canija? —murmuró con voz
ronca apoyando los codos sobre la mesa para acercarse a ella—. No veo el
momento de llegar a casa, desnudarte y hacerte el amor mirando esos preciosos
ojos marrones que ocultas tras esas lentillas.
—Vaya… —rio ella enloqueciéndole
más.
—En este instante, te relataría
punto por punto todo, absolutamente todo, lo que quiero hacerte, pero creo que
si sigo pensando en ello, no voy a ser capaz de contener mis instintos más
primitivos y debo recordar que estamos en un local público, soy un agente de la
autoridad y en mi ficha no vendría nada bien que constara que me han detenido
por escándalo público con Mariana Espósito. Por lo tanto —dijo recostándose en
la silla—, me tomaré el café; retendré mis impulsos y mis ganas de ti y seré un
buen chico hasta que llegue a la intimidad de mí habitación.
Excitada por como él le hacía el
amor con la mirada en medio de aquella cafetería, la diva del cine tragó el
nudo de emociones atascado en su garganta.
—¿Sabes qué es lo que más me gusta
de España? —Mizo una pausa—: Sin lugar a dudas tú.
—Vaya... —bromeó él.
Ambos sonrieron y para enfriar el
momento Lali soltó:
—También me tiene
maravillada poder estar
sentada aquí contigo
en esta cafetería, pasar desapercibida y sentirme una persona
completamente normal corriente.
Dicho esto ella se levantó de su
asiento y, sin dudarlo, se sentó sobre sus piernas. Por primera vez en su vida
podía ser natural y espontánea, y sin importarle lo que la gente pudiera pensar
a su alrededor, le besó con adoración y le susurró a escasos centímetros de su
boca:
—Gracias.
—¿Por qué cielo? ¿Por traerte de
shopping? ¿Por desearte como te deseo? —preguntó divertido y excitado.
Consciente de que estaba totalmente
colada por él dejó escapar un suspiró.
—Por ser como eres y por invitarme a
pasar las Navidades contigo —dijo.
Aquella noche cansados por el día de
compras en Madrid, tras una cena maravillosa ya en casa de Peter, Gasti les
contó sus locas peripecias con Peterman por Barcelona.
Un par de horas después, los
tortolitos al fin se quedaron solos y decidieron dedicarse a lo que más les
gustaba. Besarse apasionadamente en el
sofá. Todo apuntaba a pasar una nueva noche de tórrida pasión, cuando sonó el
timbre de la casa. Eva, Irene, Eugenia, Almudena y Menchu habían decidido salir
a tomar algo y querían llevarse a Lali. Era la primera noche que Almudena salía
tras ser mamá. El pequeño Joel se quedaba con los abuelos y querían celebrarlo.
A ninguno de los dos les gustó aquella intromisión. Tenían planes y ellas con
sus risas y su buen humor se los habían estropeado.
—Venga vamos
¡que la noche es joven! Ya os
rebozaréis en la cama otro día —gritó Eva divertida al ver el gesto ceñudo de su
hermano.
—Hoy, por fin, soy una madre
liberada —gritó Almudena deseosa de pasarlo bien.
Lali miró a Peter deseosa de ver en
su mirada una señal para rechazar la oferta, pero él se limitó a sonreír.
—Venga Lali, ¡vámonos! —intervino
Irene y mirando a su hermano concluyó—. Es noche de chicas y ten por seguro que
lo vamos a pasar bien. ¡Muy bien! En Sigüenza hay muchos hombres guapísimos y
quiero que Lali los conozca.
Peter miró a su hermana. En seguida
pilló por dónde iba aquel comentario
tan sarcástico, y apoyándose en
el quicio de la puerta asintió resignado.
—Si te apetece, ve con ellas. Seguro
que lo pasaréis bien.
Acto seguido Lali corrió
escaleras arriba para cambiarse de ropa. En ese momento, Peter cambio el gesto y mirando a su hermana
mayor indicó.
—Cuidadito dónde metéis a Lali,
¿enterada?
—Piensa el ladrón que todos son de su condición
—contestó esta y al ver su ceño fruncido
aclaró—: Mira merluzo, te aseguro que esta noche ella va a disfrutar de lo
lindo. Tanto como tú la otra noche.
Fue a responder cuando escuchó decir
a Eugenia:
—Mi Bonito ha dicho que ahora te
llamaba. Dice que llevará a Sergio a casa de mis padres y así vosotros podéis
quedar y salir a tomar algo también. ¿Te apetece?
—Bueno... —suspiró resignado.
Sin querer escuchar las barbaridades
que sus hermanas decían subió a la habitación donde Lali se arreglaba a toda
prisa.
—¿Regresarás muy tarde?
Sorprendida por aquella pregunta le
miró y encogiéndose de hombros respondió:
—Pues no lo sé, Peter ¡es noche de
chicas!
Quiso pedirle que no se marchara,
que se quedara con él, pero algo se lo impedía. No debía hacer aquello. La
exclusividad no era buena y si ahora la exigía, tarde o temprano ella se la
podría exigir a él. Por ello observando cómo se maquillaba los ojos preguntó:
—¿Qué hacemos con Gasti? ¿Vas a
decírselo?
—No. Está durmiendo ya.
—Estoy seguro que él estaría
encantado de salir con vosotras —insistió de nuevo.
Lali, molesta porque no le pidiera que
se quedara con él, le miró, y con una fantástica sonrisa de lo más estudiada
dijo tras pensar en su primo:
—Sé que le encantaría una reunión de
mujeres. Peeeeroooooooo... cuando le duele la cabeza es mejor que duerma.
Además, se ha tomado dos pastillitas para dormir y cuando lo hace, cae como un
tronco en la cama.
Vaya con Irene,no se lo va a perdonar tan fácilmente .
ResponderEliminarJaja buenísimo espero mas caps
ResponderEliminarAtt lau