Aquella tarde, tras la trifulca con
los vecinos, Lali y Peter regresaron caminando a la casa de este. Pararon en la
plaza donde se tomaron unas cervecitas y se comieron unas bravas, que a Lali le
apasionaron, y luego continuaron su camino. Aquel paseo tranquilo, agarrados de
la mano, Lali lo disfrutó de una manera increíble. Cosas tan básicas como
pasear por la calle, ir a comprar a una tienda o tomar algo en una terraza,
ella las disfrutaba de una manera que a Peter le hacía sonreír.
Durante el camino hablaron sobre sus
vidas. Ella le contó curiosidades de rodajes y divertidas anécdotas que le
habían ocurrido y él la escuchaba encantado. Aunque cuando hablaron sobre las
escenas de sexo que ella interpretaba o los supuestos besos a los galanes, a
Peter ya no le hacía tanta gracia.
—No me seas antiguo. Los actores
interpretamos ¿tan difícil es de entender? Peter se paró para responder.
—Mira Lali... no pongo en duda que
interpretéis, pero a ver, ¿cuando rodáis una escena de sexo y estáis desnudos
en la cama, no os excitáis?
Con gesto pícaro murmuró:
—Pues depende.
—¡¿Depende?!
—Si —respondió ella echando a andar
de nuevo.
Incapaz de creer una respuesta tan
sincera la cogió de la mano y haciendo que se detuviera, preguntó:
—¿Te le has excitado alguna vez ante
la cámara? Le miro con seguridad y asintió.
—Interpretar una buena escena es
dejarte llevar y...
—No quiero escuchar mas —dijo Peter
levantando las manos.
Aquel gesto a Lali le hizo sonreír y
acercándose a él murmuró: —Peter, los actores sabemos interpretar muy bien, no
pienses cosas raras.
—Pero si me acabas de afirmar que te
has excitado —replicó enfadado.
—Pues sí. Pero mira, yo por norma
cuando interpreto una escena de sexo, bloqueo mi mente y visiono lo que yo
quiero para que sea más realista. El que tenga a un actor sobre mí besándome no
significa que me guste. Además, tú en el cine ves solo la escena final montada,
y déjame decirte que una escena tiene muchas tomas. Y en esas tomas lo que
menos haces es excitarte de la manera que estás pensando.
—Oh... ¿y los besos? — se interesó
Peter—. ¿Me vas a decir que los besos que os dais no son reales?
Encogiéndose de hombros la joven
suspiró.
—Sí... Peter, nos besamos. En
ocasiones más pasionalmente porque lo exige el guion, pero te puedo asegurar
que es solo un beso, nada más. —Y dejándole planchado le agarró y dijo
acercando su boca a la de él—: Ahora te voy a dar un beso de los que a mí me gustan,
vamos para que me entiendas, de los nuestros.
Sin dejarle hablar tomó sus labios y
con una sensualidad que a Peter le puso la carne de gallina le besó. Enredó su
lengua con la de él y se la succionó primero lenta y pausadamente para
instantes después devorarle con pasión. Tras conseguir que él respondiera a
aquel apasionado beso, la joven lo finalizó dándole un pequeño tirón en el
labio inferior.
—Ves... eso ha sido un maravilloso y
excitante beso —y sin dejarle hablar añadió—. Y ahora, voy a bloquear mi mente,
no pensar que eres tú, y te voy a dar un beso típico de toma de cine.
Sin más volvió a tomar sus labios,
aunque sin la misma emoción de minutos antes. Metió su lengua en la boca de
aquel, pero no la movió. Simplemente restregó sus labios contra los de él. Una
vez se separó, ante su cara de incredulidad por la diferencia del beso la joven pregunto:
—¿Has notado la diferencia?
Como
si mirara a
una vaca con
manchas marrones Peter
asintió. Claro que
había notado la diferencia. Pero sin querer darle la razón
murmuró comenzando a andar.
—Sinceramente, no me gustaría que la mujer
que estuviera conmigo hiciera
esas cosas. No soportaría verla
desnuda en la pantalla y menos refregándose con otro que no sea yo.
—Vaya... es bueno saberlo —se mofó
divertida.
Tras unos segundos en silencio, al
ver que ella sonreía, la agarró por la cintura e intentando ser más suave
murmuró.
—En serio, Lali. Yo entiendo tu
trabajo, pero no lo apruebo.
—Vale... eso es un principio
—asintió optimista.
—De todas formas —añadió él
comenzando a andar—, lo que ambos hagamos una vez te hayas ido, no es de la
incumbencia del otro ¿verdad?
Dolorida y decepcionada por aquello,
pero consciente de que él siempre le había dejado claro aquello, le besó y murmuró:
—Por supuesto.
Cuando llegaron a casa, Senda les
saludó con su acostumbrado chorreo de lametazos y saltitos Peter comenzó a
preparar la cena y Lali subió a darse una ducha. Veinte minutos después bajó
sin peluca y sin lentillas. Su rubio cabello relucía cayendo en cascada sobre
sus hombros y él, al verla aparecer,
silbó. Estaba preciosa.
Feliz por aquel
recibimiento se acercó
y al ver que
estaba cocinando algo en el horno preguntó:
—¿Qué celebramos?
Tras besarla él sonrió y aclaró:
—Que es miércoles.
—Genial ¡Que vivan los miércoles!
Entre risas y confidencias,
degustaron una exquisita dorada a la sal. Cuando terminaron de cenar ella se
ofreció a recoger la cocina. Mientras él se estaba duchando sonó el teléfono.
Nuria, sin dudarlo, descolgó.
—Hola, soy Roció ¿esta mi tito?
—Esta duchándose, cielo ¿Te puedo yo
ayudar?
—Realmente quería hablar contigo, no
con él.
—Vaya... pues aquí me tienes
—asintió sonriente sentándose en el sillón.
—Tengo un pequeñito problema. Son
las diez menos cinco y a las diez en punto tengo que estar en casa. Pero estoy
a una hora de distancia y he pensado llamar a mi madre y decirle que estoy
contigo tomando algo por el pueblo. Si le digo eso, sé que no se enfadará y...
—¿Pretendes que yo le mienta a tu
madre?
—Lo sé, Lali... lo sé —suspiró la
joven—. Pero es que si le digo que estoy con Fran en una fiesta se va a
enfadar. Solo sería una pequeña mentira. Como diría ella, una mentira piadosa.
Lo justo como para que me dé tiempo a llegar sobre las once a casa. Si te lo
digo es porque sé que mi madre lo pondrá en duda y seguramente os llamará para
confirmarlo.
Lali al notar el tono de voz de
Rocío suspiró. Ella también había tenido dieciséis años y había suspirado por
algún joven. AI final resopló.
—De acuerdo. Por esta vez te cubro
las espaldas, pero no me gusta que me
metas en estos jaleos. Imagínate que te pasa algo. ¿Qué le podría decir yo
después?
—Tranquila, no pasará, y te prometo
estar en casa a las once.
—Más te vale —asintió divertida.
—Y, por favor, si mi madre llama que
el tito le diga que tú estás conmigo ¿vale?
—Okay. Pero lo dicho... a las once.
No más tarde.
Dicho esto la comunicación entre
ellas se cortó y Lali sonrió. Le agradaba ayudar a aquella jovencita. Era
una niña bastante
buena con los
típicos problemas de
la adolescencia. En ese momento, Peter entró vestido
únicamente con una toalla negra alrededor de sus caderas. Al verle esta vez fue
ella la que silbó y él sonrió.
—¿Quién ha llamado?
—Rocío.
—¿Y qué quería?
Sonrió y bajo la atenta mirada de
este contestó.
—Sé que lo que te voy a decir quizás
no te guste, pero he prometido ayudarla. Está en el pueblo de al lado con unos
amigos —omitió el nombre de Fran—, y llegará un poco más Tarde de lo que su
madre le dijo... y va a llamar a su madre para decirle que está conmigo
Tomándose algo en el pueblo, así no la
regañará. Y tú, si su madre llama, se lo tienes que confirmar.
Boquiabierto por aquella artimaña,
gruñó.
—¿Pero a qué hora piensa llegar esa
mocosa a casa? Deben ser casi las diez de la noche.
—En una horita más o menos.
—¿A las once?
—Sí.
—¿Pero en qué estás pensando para
ayudarla en algo así? Es una cría.
—No me regañes. Necesita ese tiempo
para llegar del pueblo de al lado —al ver su gesto ceñudo murmuró—: Venga no le
enfades ni con ella, ni conmigo. Es una jovencita y está en la edad de querer
llegar un poquito más tarde a su casa.
—No me gustan estas cosas, Lali. Hoy
en día hay mucho loco suelto y Rocío aún es una menor. No deberías haber dejado
que te engatusara porque...
—Lo sé... lo sé... soy una blanda y
tienes toda la razón —sonrío ella—. Pero es que he sido incapaz de decirle que
no.
Verla ante
él con aquella sonrisa
picara en los labios
fue lo máximo
que Peter resistió y acorralándola contra
el sofá se
tumbó encima de
ella y posando sus
manos sobre sus
caderas murmuró quitándole la camiseta.
—Esto lo vas a pagar, muy... muy
caro.
—Biennnnnnnnn... Me gusta lo caro
—se mofó haciéndole sonreír.
Sin decir nada más Peter la besó.
Comenzó devorándole los labios para después bajar lenta, muy lentamente su
boca hasta su
cuello. En aquel
pequeño recorrido, cientos de
dulces besos acompañados de
delicadas caricias hicieron que a Lali se le pusiera la carne de gallina y
tirara de la toalla que aquel tenia enrollada en la cintura hasta hacerla caer
al suelo.
Jajjajaaja,vaya con Rocío si k sabe buscarse aliados.!!!!
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