lunes, 19 de agosto de 2013

Capítulo 40

Nicolas Riera, alias Nicco Diamante, parecía a punto de llorar.
—¿Podemos hablar a solas? —murmuró, llevándola aparte—. Por favor, no se lo digas a mi padre. Lo he hecho por una buena razón. Quiero recuperar a mi mujer.
—Pues toda para ti. Anda, llévatela. Con mis bendiciones.
—No puedo. No quiere venir conmigo.
—¿Por qué no?
—Mírala, Lali.
—Ya la he visto, gracias.
—No, mírala, de verdad. Y ahora mírame a mí. Me hice pasar por un mafioso para que me quisiera, pero como no hacía nada peligroso se aburrió de mí. Por eso he venido con los guardaespaldas de mi padre... por favor, ayúdame. Tengo que decirle una cosa muy importante.
Antes de que Lali pudiera decir nada, Peter la tomó del brazo.
—¿Qué pasa aquí?
—Te presento a Nicolas Riera—dijo ella en voz baja—. Nicco y yo fuimos juntos al colegio. Era el alumno más aventajado en las clases de teatro. Pero lo de la mafia...
—¿Qué me estás contando? —murmuró Peter, con un tono mucho más mafioso del que Nico podría conseguir jamás.
Entonces apareció Bobby Jean.
—¿Qué es esto? ¿Qué estáis murmurando?
—Mira, tengo que decirte una cosa —empezó a decir Lali—. Conocí a tu marido en el colegio, cuando era Nico Riera. Pero eso fue antes de que... bueno, de que entrara en la mafia. Ahora es un hombre fuerte de la organización, pero no te preocupes... su secreto está a salvo conmigo.
—Oh, cariño... —suspiró la pelirroja—. Nunca me has dicho que te llamabas Nicolas. Nicolas es un nombre precioso.
Él hizo un gesto copiado de Robert de Niro en Taxi Driver.
—Estás embarazada, cariño. El médico me dio los resultados anoche. Por eso te encontrabas tan mal. Vamos a tener un hijo.
—Va a tener un hijo —rumoreó la multitud—. Está embarazada del mafioso.
La expresión de Bobby Jean era tan sorprendida como la noche anterior, cuando Lali le dio un puñetazo.
—¿Qué? ¿Vamos a tener un niño? —exclamó—. ¡Vamos a tener un niño! ¡Vamos a tener un niño! —empezó a gritar, dando saltitos—. Tengo que decírselo a mis padres ahora mismo —entonces se volvió para mirar a Lali—. Cariño, tú eras amiga de mi marido, así que ahora eres como de la familia. Te llamaré. Tú tienes una hija y podrás darme consejos.
—¿ Y qué pasa con la denuncia?
Bobby Jean hizo un gesto con la mano.
—No te preocupes por eso, ya se me ha olvidado —dijo, sonriendo. Entonces se volvió hacia Peter—. Perdona que me haya portado tan mal contigo. Te quiero mucho... pero como amigo. Nada más. Lo otro era un juego de críos.
—Ya os dije que era buena chica —intervino Claudia.
—Felicidades, Bobby Jean —dijo Peter.
—Vamos, cielo. Ya verás cuando les diga a mis padres que van a ser los abuelos de un futuro jefe de la mafia.
—Entonces, ¿ya no estamos separados?
—Claro que no. ¿Quién te ha dicho que estábamos separados?
Los cuatro guardaespaldas rodearon a Bobby Jean y a su feliz marido para acompañarlos al interior de la casa y Lali se volvió, sonriendo de oreja a oreja.
La multitud prácticamente prorrumpió en aplausos. Bueno, no del todo, pero se alegraron mucho de que no hubiera habido pelea.
—Vamos a ver ese pastel de nueces. Supongo que ya estará casi a punto —dijo Peter.
—De modo que todo ha terminado. No puedo creerlo — rió Lali.
—Yo tampoco —sonrió él, tomando a Allegra en brazos —. ¿De verdad lo conocías del colegio?
—Sí. Me sonaba mucho su cara, pero con ese traje oscuro y las gafas...
—Entonces, ¿no es de la mafia?
— Él no, su padre.
—¿Su padre es de la mafia?

—En los colegios caros hay gente de todo tipo —sonrió Lali—. Y su padre va a matarlo cuando se entere de la que ha montado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario