Nicolas Riera, alias
Nicco Diamante, parecía a punto de llorar.
—¿Podemos hablar a solas?
—murmuró, llevándola aparte—. Por favor, no se lo digas a mi padre. Lo he hecho
por una buena razón. Quiero recuperar a mi mujer.
—Pues toda para ti. Anda,
llévatela. Con mis bendiciones.
—No puedo. No quiere
venir conmigo.
—¿Por qué no?
—Mírala, Lali.
—Ya la he visto, gracias.
—No, mírala, de verdad. Y
ahora mírame a mí. Me hice pasar por un mafioso para que me quisiera, pero como
no hacía nada peligroso se aburrió de mí. Por eso he venido con los
guardaespaldas de mi padre... por favor, ayúdame. Tengo que decirle una cosa
muy importante.
Antes de que Lali pudiera decir nada, Peter la tomó del brazo.
—¿Qué pasa aquí?
—Te presento a Nicolas Riera—dijo ella en voz baja—. Nicco y yo fuimos juntos al colegio. Era el
alumno más aventajado en las clases de teatro. Pero lo de la mafia...
—¿Qué me estás contando?
—murmuró Peter, con un tono mucho más mafioso del que Nico podría conseguir
jamás.
Entonces apareció Bobby
Jean.
—¿Qué es esto? ¿Qué
estáis murmurando?
—Mira, tengo que decirte
una cosa —empezó a decir Lali—. Conocí a tu marido en el colegio, cuando era Nico Riera. Pero eso fue antes de que... bueno, de que entrara en la mafia.
Ahora es un hombre fuerte de la organización, pero no te preocupes... su
secreto está a salvo conmigo.
—Oh, cariño... —suspiró
la pelirroja—. Nunca me has dicho que te llamabas Nicolas. Nicolas es un nombre
precioso.
Él hizo un gesto copiado
de Robert de Niro en Taxi Driver.
—Estás embarazada,
cariño. El médico me dio los resultados anoche. Por eso te encontrabas tan mal.
Vamos a tener un hijo.
—Va a tener un hijo
—rumoreó la multitud—. Está embarazada del mafioso.
La expresión de Bobby
Jean era tan sorprendida como la noche anterior, cuando Lali le dio un
puñetazo.
—¿Qué? ¿Vamos a tener un
niño? —exclamó—. ¡Vamos a tener un niño! ¡Vamos a tener un niño! —empezó a
gritar, dando saltitos—. Tengo que decírselo a mis padres ahora mismo —entonces
se volvió para mirar a Lali—. Cariño, tú eras amiga de mi marido, así que
ahora eres como de la familia. Te llamaré. Tú tienes una hija y podrás darme
consejos.
—¿ Y qué pasa con la
denuncia?
Bobby Jean hizo un gesto
con la mano.
—No te preocupes por eso,
ya se me ha olvidado —dijo, sonriendo. Entonces se volvió hacia Peter—. Perdona
que me haya portado tan mal contigo. Te quiero mucho... pero como amigo. Nada
más. Lo otro era un juego de críos.
—Ya os dije que era buena
chica —intervino Claudia.
—Felicidades, Bobby Jean
—dijo Peter.
—Vamos, cielo. Ya verás
cuando les diga a mis padres que van a ser los abuelos de un futuro jefe de la
mafia.
—Entonces, ¿ya no estamos
separados?
—Claro que no. ¿Quién te
ha dicho que estábamos separados?
Los cuatro guardaespaldas
rodearon a Bobby Jean y a su feliz marido para acompañarlos al interior de la
casa y Lali se volvió, sonriendo de oreja a oreja.
La multitud prácticamente
prorrumpió en aplausos. Bueno, no del todo, pero se alegraron mucho de que no
hubiera habido pelea.
—Vamos a ver ese pastel
de nueces. Supongo que ya estará casi a punto —dijo Peter.
—De modo que todo ha
terminado. No puedo creerlo — rió Lali.
—Yo tampoco —sonrió él,
tomando a Allegra en brazos —. ¿De verdad lo conocías del colegio?
—Sí. Me sonaba mucho su
cara, pero con ese traje oscuro y las gafas...
—Entonces, ¿no es de la
mafia?
— Él no, su padre.
—¿Su padre es de la
mafia?
—En los colegios caros
hay gente de todo tipo —sonrió Lali—. Y su padre va a matarlo cuando se entere
de la que ha montado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario