—¿En tu colegio había
hijos de mafiosos?
—Varios —contestó ella,
tan tranquila. Claudia y Peter se miraron, incrédulos.
—Mi hijo está casado con
una chica muy rara.
—No estamos casados,
mamá.
—Sí lo estáis.
—No lo estamos, pero lo
estaremos —sonrió entonces Lali.
—¿En serio? Quiero decir,
sí, claro. Vamos a casamos.
—Pues sí. Tenemos que
casamos.
—¿De qué estás hablando?
—Que la reunión de
antiguos alumnos de mi colegio es dentro de seis meses —contestó ella.
—He prometido no ir a más
reuniones de esas.
—Pues tenemos que ir. Ya
he enviado una carta confirmando mi asistencia.
—¿Tienes que enviar una
carta?
— Los colegios caros son
así.
Lali lo miró para ver si
parecía enfadado, pero no lo estaba. Sus
ojos verdes brillaban, contentos.
—¿Has oído eso, Allegra?
Vamos a ir a Nueva York. Te enseñaré dónde conocí a tu mamá... y dónde estuviste
a punto de nacer.
—Desde luego — rió Lali.
—Supongo que hoy voy a
tener que romper más de una promesa.
—¿A qué te refieres?
—Hace años prometí que no
me casaría mientras estuviera en el circuito de carreras. Es duro, Lali. Los
viajes, las horas... Hay muchos divorcios.
—No quiero que dejes algo
tan importante para ti, cariño.
—Te lo agradezco, pero me
preocupa. No quiero que nos peleemos, ni que me eches de menos. No sé qué
hacer. Excepto dejar el circuito.
Lali se quedó pensativa.
—Quizá no tengas que
dejar el circuito.
— Tengo que hacerlo. Tú
eres lo primero para mí y a Jude Barrett le da igual que sus mecánicos estén
casados.
—No estarás casado con
Jude Barrett, sino conmigo. ¿Has pensado alguna vez en patrocinar un coche? ¿O
en tener tu propio equipo?
—Claro qué lo he pensado.
Ese es mi sueño, pero... nunca tendré dinero suficiente.
—Pero yo sí —sonrió
ella—. No, no digas nada.
—¿Mi propio equipo? Si lo
hacemos, quiero devolverte todo el dinero que inviertas.
—Muy bien. Como cuando
nos casemos, lo mío será tuyo y viceversa...
—No sé qué decir, Lali.
—Di que sí, tonto —
intervino Claudia.
Peter soltó una carcajada.
Y después se inclinó para besar a su prometida.
—Muy bien. De acuerdo.
—Entonces, está decidido.
Lali pensaba que iba a
morir de felicidad. Así tenía que ser la vida: feliz, completa, llena de
promesas.
—Ah, por cierto, ¿sabes
quién vendrá a la reunión de antiguos alumnos con nosotros?
—¿Allegra?
—Claro. Pero también
vendrá otra persona.
—¿Quién? —preguntó Peter.
—Clovis. Estoy deseando
presentarle a tu madre —rió Lali.
—Oh, no. Mamá, ten
cuidado con ella.
—¿Quién es esa Clovis?
—Mi ama de llaves,
secretaria, enfermera y perro guardián. Ah, por cierto, los padres de mi difunto marido también estarán allí.
—No.
— Es que son patronos del
colegio. Pero te encantará .
Peter apoyó la cabeza en
el techo del coche.
—Genial. No, estoy de
broma. Yo querré a quien tú quieras. ¿Hay algo más que deba saber?
—Sí. Tengo tres hermanos
muy peleones. Y mis padres también irán a la reunión. ¿Sigues queriendo casarte
conmigo?
Él la abrazó, abrazando a
la vez a Allegra.
—Quiero casarme contigo.
He querido hacerlo desde que te vi en el ascensor.
—¿ Qué ascensor? —
preguntó Claudia.
Los dos se volvieron para
mirarla. .
— Tenemos que volver a casa
para que no se queme el pastel, así que te lo contaremos por el camino. Pero el
ascensor fue muy importante. Tan importante que si Lali y yo tenemos un hijo,
puede que lo llamemos Otis —rió Peter
FIN.