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El Campeonato Estatal
Un montón
de reporteros están tomando fotos de mí. Toneladas de entrenadores universitarios están
aquí, pero ninguno
es de Alabama.
Mark Tucker no está aquí tampoco. Imbécil.
El gran
Carlos Espósito está aquí, sentado en la primera fila de las gradas con mamá,
Victorio, y Jake Reynolds. El entrenador en jefe de Tennessee está con ellos,
sin lugar a dudas aquí para echar un vistazo a Federico, si llega a jugar.
Cuando echo
un vistazo a papá, él sonríe y me da un saludo con la mano. Uhm, ¿de acuerdo?
Le devuelvo la sonrisa, amándolo por
pasar una hora entera conmigo esta tarde, viendo una película.
¡Película!
Jake
Reynolds grita:
— ¡Luces
caliente, La! —Y silba. Le grito:
— ¡Es mejor
que no te metas con mi concentración o voy a reventar tus rodillas, pervertido!
Jake se ríe.
Eugenia y
Mery vienen corriendo hacia mí, sus faldas cortas de color rojo y negro
azotando en el viento.
— ¡Lali! —Dice
Mery—. ¿Quién es el ardiente chico sentado con tu familia? —Ella mira más allá
de Jake, quién le guiña el ojo, dando codazos a Victorio, y señalando al
trasero de Mery. Mi hermano niega con la cabeza y vuelve a comer sus palomitas
de maíz.
—Confía en
mí —respondo, haciendo un ruido de arcadas—. No pierdas tu tiempo.
—No estoy
interesada —dice Mery, poniendo sus pompones bajo el brazo para que pueda
examinar sus uñas, que parecen recién pintadas—. Paula me estaba preguntando
quién es.
Hago una
pausa, y luego me echó a reír.
—Oh.
¡Bueno, son el uno para el otro! Voy a presentarlos después del juego. Tal vez
él me deje de molestar si consigue a alguien nuevo a quién hostigar.
—Y entonces
tal vez Paula dejaría de estar obsesionada con Federico —dice Eugenia, poniendo
los ojos en blanco.
—Suena como
un ganar-ganar para todos nosotros. Entonces, ¿hablaste con Nicolás? —le pregunto
a Eugenia.
Ella sonríe
tan fuerte que creo que podría desmayarse.
—Él me
invitó a salir para el próximo viernes por la noche.
— ¡Detalles!
—dice Mery.
—Va a
preparar la cena para mí y para sus padres, y entonces me va a llevar a una
cosa de un concierto de jazz en el Hotel Opryland en Nashville.
Siento esta
extraña urgencia de saltar arriba y abajo y reír, pero decido decir:
—Eso está
bien. Muy romántico. —Y doy palmaditas en el hombro de Eugenia en su lugar.
—Escucha,
Lali —dice Mery—. Deberías tratar la jugada de la Estatua de la Libertad que
hiciste en la práctica el otro día.
Miro para
arriba en la cabina del locutor en la parte superior de las gradas y me froto
las manos, tratando de mantener el calor.
—Saben,
apuesto a que ellos están pensando que voy a bombardear a Peter en primer
lugar.
—Correcto
—responde Mery, asintiendo con la cabeza.
— ¿De qué
están ustedes incluso hablando? —dice Eugenia, suspirando, y luego riendo.
—Ya verás
—le digo, sonriendo.
— ¡Capitanes!
—grita el árbitro.
—Tengo que
irme —les digo a las chicas antes de volver a correr hacia el campo.
— ¡Buena suerte,
Lali! —dicen en voz alta,
saltando arriba y
abajo y moviendo sus pompones.
Pablo y yo
salimos corriendo a la línea de cincuenta yardas, y cuando me vuelvo a
encontrar a Nicolás, lo veo caminar hacía Eugenia. Ella lo alcanza y le da un
abrazo, probablemente para la suerte, pero luego la toma en brazos y la besa en
frente de toda la multitud. Todo el mundo empieza a aplaudir y gritar por ellos,
incluyéndome a mí y Pablo. Peter está sonriendo hacía ellos también.
El
entrenador lanza su portapapeles en el suelo y le grita:
— ¡Nicolás,
mete el culo en el campo!
Poniéndose su
casco, Nicolás trota
hasta nosotros, y
ambos, Pablo y
yo, lo empujamos un poco.
—Gracias
por unirte a nosotros, labios calientes —dice Pablo.
Estamos
jugando el juego en la Universidad de Vanderbilt, y ya que tenemos el mejor
registro, Woodbridge High llama al sorteo. Dicen cara. Aterriza en sello.
Elijo
recibir la patada.
Corro de
nuevo a las líneas laterales, encontrando a Peter mientras él sale a devolver
el saque inicial. Tocamos los puños, luego toca los puños con Nicolás y Pablo.
Empujo los pensamientos de Peter de mi mente, tengo que entrar en la zona, por
lo que doy la vuelta y miro la banca de Woodbridge. Un equipo del Oeste de
Tennessee, con quien nunca hemos jugado antes, y tampoco lo hizo mi hermano.
Nunca los he visto jugar tampoco. Pero he hecho mi tarea.
El mariscal
de campo no tiene un gran brazo, pero es rápido e inteligente. Sabe cómo
dirigir el campo, pero lleva el balón más que nada. Le dije a Nicolás que se
enfocara en la contención del mariscal de campo, o él iba a ejecutar la jugada.
Nicolás ama despachar al mariscal de campo, pero no podemos darnos el lujo de
perderlo, porque si el mariscal de campo escapa, no creo que nadie en nuestro
equipo tenga la velocidad para detenerlo, excepto Peter. Y Peter no puede jugar
tanto de receptor como de defensivo trasero a la vez. Además, es demasiado
delgado para jugar a la defensiva.
Hablando de
Peter, también sé que el pateador de Woodbridge tiene una pierna mucho más
poderosa que la mayoría de los jugadores de la escuela secundaria.
— ¡Peter!
—le grito cuando él está casi en posición en la zona de anotación de Woodbridge.
Él corre de vuelta a las líneas laterales.
— ¿Sí? —dice,
saltando arriba y
abajo, tratando de mantener
sus músculos calientes.
—Sabes
acerca de este tipo, ¿cierto? ¿Este pateador?
Levanta su
casco un poco, y lo veo sonriendo, sus ojos verdes brillando. Humo saliendo de
su boca.
—Obviamente,
Espósito. ¿Por qué diablos crees que estaba jugando tan atrás?
—Sólo
checaba.
Él asiente
con la cabeza hacia las gradas.
—Entonces,
¿dónde están los entrenadores de Alabama? Juego con la cinta de mi barbilla y
me encojo de hombros.
—No aquí,
supongo.
— ¿No están
aquí? —exclama—. Pero esta es la última vez que conseguirán verte jugar este
año.
Me muerdo
el labio superior, mientras me doy cuenta de que si no hago lo que dice papá y
veo algunas otras opciones, esta puede ser la última vez que realmente llegue a
jugar. La última vez que alguna vez me agrupe bajo cientos de luces y huela las
líneas de yarda recién pintadas y escuche a los fanáticos vitoreando. La última
vez que tire mi espiral perfecto en un juego.
— ¿Peter?
— ¿Sí?
Tomo una
respiración profunda.
— ¿Recuerdas
esa vez que estaba buscando grillos en tu juego, y el balón se fue fuera de
límites y lo lancé de regreso a ti?
—Sip —dice
con una sonrisa. Le devuelvo la sonrisa.
— ¿Estabas
enojado de que me llevara tu posición?
—Por
supuesto que no. Pude ver lo mucho que amabas jugar con el balón... y eso me
hizo amar el juego aún más. Siempre he amado atrapar tus pases.
—Si
Michigan te pidiera unirte a su equipo, pero entonces, como, que dejan en claro
que no vas a jugar, ¿aún querrías ir allí?
Se saca el
casco por completo y me mira fijamente.
—De ninguna
manera. Quiero jugar al balón. Y si eso es por qué Alabama no está aquí esta
noche, entonces es su pérdida. —Me da un codazo—. Puedes hacerlo mejor, y lo
sabes.
— ¡Peter! —Grita
el entrenador—. ¿Podría molestarte para que vayas a recibir la patada de
salida, o debo enviar a Pablo a hacerlo?
Peter se
desplaza hacia atrás en el campo, mirándome mientras se pone el casco de nuevo.
Corro a
los bancos, dónde
me interpongo entre Pablo y Nicolás mientras Woodbridge se prepara para ponerse
en marcha. Federico viene detrás de mí y me susurra:
—Peter sabe
acerca del pateador, ¿verdad?
—Sí —le
digo con los dientes apretados. Es mi trabajo ser capitán de este equipo, no de
Federico. ¿Todavía no lo entiende?
—Bien
—responde Federico.
Woodbridge
patea y Peter atrapa el balón. Corriendo, logra llegar hasta la línea de las
treinta yardas antes de que es abordado. Todos gritamos y celebramos, gritando
el nombre de Peter.
—Espósito
—dice el entrenador—, toma el pase.
—Entendido, entrenador.
—Para ver lo
buena que es
la defensa de Woodbridge, el entrenador quiere ponerlos
a prueba haciendo correr el balón por el centro.
Corro a las
treinta y me agrupo con los chicos.
—Estatua de
la Libertad a Bates. —Todos aplaudimos una vez y rompemos. Pablo me lanza
el balón, tomo
tres pasos hacia
atrás y con
mi mano derecha, pretendo lanzar el balón a Peter,
quien está corriendo por el lado derecho del campo. Esto hace que la mayor
parte de la defensa cambie de dirección, y cuando lo hacen, yo entrego el balón
con la mano izquierda a Bates, quien lo agarra y lanza por el centro del campo.
El truco de la Estatua de la Libertad sólo funciona de vez en
cuando, pero con
este experimento, puedo ver que la defensa está a la espera que haga un
pase cada vez que puedo. Bates hace once yardas antes de ser tacleado.
Corremos
hasta la línea y grito:
— ¡Azul
cincuenta, rojo veinte, azul cincuenta, rojo treinta! —Rojo treinta es la
señal. Pablo lanza el balón y lo arrojo al campo sobre Higgins. Un esquinero
está todo sobre él, y Higgins pierde el balón y se estrella en el suelo.
Incompleto. Maldita sea. La defensa de Woodbridge podría ser mejor de lo que
pensaba. Si queremos anotar, Peter es nuestra mejor oportunidad, pero la
defensa se duplica sobre él.
Nos
agrupamos.
—Ruta de
Poste a Peter. Llévenlo con fuerza a la línea de la yarda veinte — digo. Peter
aplaude. Pablo lanza el balón, y Peter recorre el campo tan rápido que
confunde a la
línea defensiva de
Woodbridge. En la
veinte, un esquinero acorrala a Peter, pero Peter toma
la izquierda rápido y atrapa mi pase perfecto y lo lanza fuera. Tomando pasos
agigantados, apenas supera al esquinero de la zona de anotación.
¡Touchdown! Salto,
grito y arranco
mi casco. Impulso
mi puño mientras corremos de
regreso a las
líneas laterales, donde
agarro a Peter
por la camiseta.
— ¡Excelente!
—le digo.
Tomo un
poco de Gatorade mientras observo a nuestro pateador hacer el punto extra,
después de lo cual nuestra defensa corre al campo, liderada por Nicolás. No
permitir que Woodbridge consiga la primera oportunidad es más difícil de lo
habitual para nosotros, pero Nicolás se las arregla para derribar a su mariscal
de campo una vez. Pero ellos todavía lo hacen dentro del rango de gol de campo.
En la cuarta oportunidad, van por un gol de campo desde la línea de veinticinco
yardas y anotan. Estamos arriba 7-3 cuando corro de regreso al campo.
Reuniéndome
con los chicos, digo:
—Esta vez, Woodbridge
va a ir todo sobre Peter. Tenemos que arrojarlos un poco.
— ¿Qué
quieres hacer? —pregunta Peter. Él pone sus manos en sus caderas.
Estoy muy
nerviosa, estoy sudando, así que me limpio las manos en la toalla.
— ¿Conejo
Rojo a Bates?
—Vamos a
hacerlo —dice Peter con un aplauso.
Pablo lanza
el balón, hago un pase corto de diez yardas a Peter, lo atrapa y mientras la
defensa se mueve para darle una paliza, se lo lanza a Bates, quien se extiende
hasta el lado izquierdo del campo. Consigue otras diez yardas antes de ser
tacleado.
— ¡Caliente!
—grito mientras avanzamos hasta la línea. Doy a Peter un choque de mano, y
luego oprimo el antebrazo de Bates. Nuestra victoria no dura mucho tiempo,
porque la defensa intensifica su juego. No soy capaz de conseguir otra primera
oportunidad.
¿Cuándo fue
la última vez que pasó? El año pasado en el campeonato estatal.
En las
líneas laterales, me tomo mi Gatorade y trato de relajarme. Me doy vuelta y
miro a mi familia, Victorio y Jake elevar sus puños hacía mí. Cuando miro a mi
papá, me da un pulgar en alto. Caray.
Para el
medio tiempo, el juego sigue 7-3 a favor de Hundread Oaks, pero los chicos
están animados y no hemos perdido nuestro espíritu. Cuando estamos corriendo
para el vestidor, veo a mi papá y Victorio saludando a Federico sobre las gradas. Federico
trota hasta ellos y
estrecha la mano
del entrenador en
jefe de Tennessee.
Siento
celos porque sé que el entrenador de Tennessee se está tomando en serio a Federico.
Él está tratando a Federico como un jugador real, no un boleto de comida,
alguna reina de
belleza, una chica
de afiche. Pero
yo soy la
que está sosteniendo su posición
ante Woodbridge; aun así, ninguno de estos entrenadores universitarios piensa
en mí como un verdadero jugador. Nadie ha hecho una oferta a excepción de
Alabama. Cada vez que un reclutador viene a un juego, son a Peter, Federico y Nicolás
a quienes están viendo. No a mí. Lo cual no entiendo, porque chica o no, soy un
impresionante jugador de fútbol. Eso es lo que debería importar, ¿no? Que puedo
tirar una impresionante espiral perfecta.
Ni siquiera
sé de qué estaba hablando papá cuando dijo que debería considerar todas las
opciones. ¿Hay otras opciones?
El tercer
cuarto inicia, y escucho al entrenador a través del altavoz en mi casco.
—Espósito,
corre el balón para la primera jugada. Ve qué tan lejos puede llegar Bates. Tan
pronto como estemos dentro de las treinta yardas de la zona de anotación,
bombardea a Peter. Él puede correr más rápido que cualquiera de esos jugadores
de Woodbridge.
Hago lo que
dice el entrenador. Corremos el balón hasta que ya casi estamos en la línea de
treinta yardas. Ahí, grito:
— ¡Azul
cuarenta y dos! ¡Azul cuarenta y dos! ¡Rojo diecisiete!
Pablo lanza
el balón hacia mí y tomo cinco pasos hacia atrás mientras Peter se lanza por
el campo. La
defensa está bombardeando.
Oh, diablos. Toda
la defensa se está viniendo hacia mí. Mi línea ofensiva está siendo
golpeada. Pablo no puede mantener a raya tanto al jugador de profundidad como
al apoyador que está tratando de llegar a mí. Pablo elige bloquear al de
profundidad. Peter está a punto de llegar a la zona de anotación, y sólo tengo
un segundo antes de que el apoyador se estrelle contra mí. Tengo que deshacerme
del balón. Ahora. Justo cuando lo lanzo, el apoyador me golpea bajo y duro, y
soy aplastada contra el suelo. Entonces escucho a nuestra banca entrar en
erupción.
— ¡Touchdown!
Pablo grita:
— ¡Chúpense
esa, tontos! Y por un segundo, estoy celebrando, pero el dolor me golpea. Algo
está muy, muy mal con mi rodilla. Grito.
no pobre lali todo mal
ResponderEliminarMaasss
ResponderEliminarOhh nooo! Sube mas
ResponderEliminarNOoooo el temor d su padre se hace presente.
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