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Papá
¿La
cuenta? 30 días desde la pelea con Peter
Federico y yo estamos lanzándonos un balón en el patio
trasero. Estamos jugando a los quemados, un juego donde lanzas el balón hacia
el otro tan fuerte como puedes, y la primera persona que deja caer el balón pierde.
Federico
está parado a unos veintisiete metros de distancia cuando lanzo el balón hacia
él. Lo atrapa y lo lanza de regreso hacia mí. Es un mariscal de campo
malditamente bueno —tengo heridas rojas en las manos para probarlo. Troto un
par de pasos
hacia atrás y
lanzo el balón
hacia Federico y sorprendentemente, se le cae.
—Maldición
—grita—. Eso tenía algo de presión encima, Espósito.
— ¿Quieres
volver a jugar?
—Nah —dice,
caminando hacia mí, lanzando el balón en alto y atrapándolo. Luego me agarra
del costado, me hala contra él y nos besamos.
—Adivina
qué.
— ¿Qué?
—Podría
firmar para jugar en Tennessee. Aprieto sus bíceps.
— ¡Eso es
genial!
—Es bueno
que estaré viviendo cerca de mamá y Vanessa. No es Alabama, pero sigue siendo
un equipo malditamente bueno —dice, riendo.
Apoyo mi
barbilla en su hombro y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—Sí, no es
Alabama.
—Y dado que
tu hermano se graduará el año que viene, estaría empezando en segundo año.
—Estoy
realmente emocionada por ti. —También estoy realmente celosa.
— ¿Cuándo
piensas que empezarás en Alabama? ¿Cómo en Segundo año? ¿O en Primero?
Abrazo a Federico
con más fuerza y cierro los ojos.
—No estoy
segura. —Miento, pensando en cómo Mark Tucker nunca siquiera discute mis
habilidades en el campo, y probablemente nunca lo hará. Esto me avergüenza
mucho, tanto que en el fondo conozco la verdad, Alabama probablemente nunca me
dejará jugar, lo que, a menos que busque otro programa universitario que pueda
tomar a una chica, significa que mi carrera en el futbol Americano
probablemente terminará esta temporada. Pero, ¿y si Alabama termina dándome una
oportunidad? ¿Por qué debería rendirme ahora cuando he trabajado tan duro?
—Veamos
quién lanza más lejos —digo—. Luego de cada pase, retrocedemos cinco metros más
o menos.
—Perfecto.
Federico me
lanza el balón y lo atrapo.
Retrocedo
unos cuantos metros y se la lanzo a Federico, quien lo atrapa y retrocede unos
cuantos pasos más. Luego me lo
lanza otra vez.
Seguimos arrojando bombardeos largos hasta que estamos como a cuarenta y
cinco metros de distancia.
—Ve del
otro lado del lago —grito. Federico se sonríe.
— ¿En serio
crees que puedes lanzar el balón más allá del lago? Deben ser como sesenta y
cinco metros en la parte más delgada.
— ¡Vamos!
Quiero intentar.
—Bien. Pero
si cae al agua, tú irás a buscarlo.
—Trato.
Federico
baja trotando hacia el lago y corre por la orilla hacia el otro lado. Mientras
estoy esperando que se ponga en posición, papá sale y se para junto a mí.
—Maldición,
Federico seguro tiene un brazo —dice papá.
No me di
cuenta de que papá no decía nada de mi brazo, pero sin embargo siento a mi
cuerpo desanimarse un poco. Supongo que nunca esperaré su apoyo.
Papá ahueca
su barbilla con la mano.
—Los estaba
mirando lanzarse el balón. Es impresionante que fuera de los Estados Unidos, la
NFL no pueda encontrar treinta y dos buenos mariscales. Sin embargo tú y Federico
pueden lanzar espirales perfectas a la edad de diecisiete.
—Lo sé,
¿cierto? —Lanzo el balón en el aire y lo atrapo.
— ¿Realmente
crees que vas a lanzar el balón más allá del lago? —Dice papá con una sonrisa—.
Dudo que siquiera tu hermano pueda hacer ese pase.
—Mírame.
—Troto unos cuantos pasos hacia atrás y arrojo el balón tan fuerte como puedo.
Vuela sobre el agua, y como papá y Federico sospechan, no aterriza en los
brazos de Federico. Golpea el agua justo antes de la orilla y rebota en el
césped.
— ¡Eso fue
asombroso! —grita Federico desde el otro lado cuando recoge el balón húmedo y
lo limpia en su camisa.
—Bien —dice
papá, palmeándome en la espalda.
Me doy la
vuelta y le sonrío a papá. No burlándome de él o algo así, sino porque estoy
contenta de que al menos haya dicho “bien”.
—Me
pregunto si puedo hacer que pase el lago. Lo que hiciste fue bastante asombroso
—dice papá, apretando mi hombro. Respira hondo—. ¿Puedo lanzar el balón con ustedes?
Miro
fijamente la brillante agua por un segundo, mi pulso corriendo a toda velocidad
mientras me doy la vuelta para mirar a papá, quien está usando la misma mirada
expectante que me da cuando me pide ir a pescar, o ir a carreras de karts. Me
encuentro envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, dejando que me atrape
en un abrazo, por primera vez desde siempre.
—Puedes
lanzar el balón con nosotros siempre y cuando me lleves más tarde por batidos.
—Trato.
—Lali
—grita Federico—. ¡Atrápalo! —Corre hacia atrás unos pasos, levanta sus brazos
y lanza el balón. No llega a ninguna parte cerca de mí y aterriza como a diez
metros de distancia, directamente en el agua. Salpica y flota allí como un
corcho. Federico inclina su cabeza mientras papá estalla en carcajadas.
Yo también
me parto de la risa.
— ¡Tú vas a
buscarlo, Federico!
al fin el papa la acompaña un poco!
ResponderEliminarX fin le presta atención.
ResponderEliminarjjajajajaja,Fede a nadar
Por un fin un poco d apoyo!
ResponderEliminarMaass