22
Soledad
¿La cuenta? 21 días desde la pelea con Peter
Me gustaría
que prepararan un informe
oral de diez
minutos, incluyendo una
biografía de la
vida del compositor y un análisis
de la forma en que el trabajo del compositor influenció en la música actual.
Además me gustaría que reprodujeran una grabación de una pieza musical escrita
por el compositor y que nos digan que significa para ustedes. Así que ahora,
por favor, sigan adelante y elijan su pareja y su compositor.
A
pesar de que no me ha estado hablando, miro de forma automática a Peter, que
está sentado en la mesa junto a la mía. Mira hacia mi rostro, y después con el
ceño fruncido constantemente, se gira.
—Hola,
Bates —grita Peter por el salón—. Estás conmigo.
Bates,
que ya se estaba moviendo con su pareja habitual, mira de Peter hacía mí y de
regreso a Peter otra vez. Encogiéndose de hombros, Bates dice:
—Seguro,
lo que sea.
—Peter
—le digo—. Vamos.
Sacude
la cabeza. —Estoy trabajando con Bates esta vez.
Un
grupo de otros chicos, empieza a mirar fijamente hacía Peter y hacía mí, con
los ojos abiertos. Toda la clase está en silencio.
Recojo
mi pluma y empiezo a hacer clic repetidamente, esperando que el ruido me
distraiga, porque estoy a punto de romper algo. No hay otros jugadores de
fútbol en esta clase. Tal vez simplemente no haré el proyecto, me importa una
mierda esta clase de todos modos.
Pero
si me ponen una mala nota, el director podría hacer que mi entrenador me dejara
en la banca unos cuantos juegos hasta que suba mis notas. Y no puedo soportar
perderme un juego, tengo que probarle a Alabama que soy el mejor mariscal de
campo de la escuela secundaria en el país, y que cuando me una a su equipo,
deberían dejarme jugar.
Cuando pongo
mi cabeza sobre
mi escritorio, siento
un golpecito en mi hombro.
Me doy vuelta y encuentro a Mery, “la reciente aventura” de Peter.
—Oye
—dice en voz baja—, necesito una buena calificación en esto, y puesto que lo
hiciste muy bien en ese proyecto discoteca, ¿esperaba que pudiéramos trabajar
juntas?
Me
sonríe.
—Uhm,
claro.
—Genial
—dice, sentándose a mi lado—. He estado queriendo decirte que me encantó tu
jugada de truco la otra noche. No se ve muy a menudo.
Mi
boca se abre. — ¿Sabes lo que es una jugada de truco?
Mery
se encoge de hombros y saca una lima de uñas de su cartera, corriéndola de un
lado a otro por sus uñas.
—Por
supuesto. ¿Quién no?
Después
de la práctica, trato de alcanzar a Peter antes de que se marche, pero se va
sin decir nada. Apoyada en mi camioneta, saco mi móvil y marco su número, pero
no contesta. Esta debe ser la centésima vez que trato de llamarlo en las
últimas dos semanas.
¿Por
qué, oh, por qué lo acusé de no estar abierto en el campo? ¿Y por qué defendí a
Federico? ¿Por qué no dejé que Peter durmiera conmigo de todos modos?
¿Cómo
puedo solucionar esto?
—Peter —le digo a
su correo de voz—.
Espero que estés sintiéndote bien. ¿Podemos hablar? Te extraño
mucho. Mientras cierro mi teléfono, Nicolás se acerca.
—
¿Estás bien?
Asiento
con la cabeza.
—Sólo
preocupada por Peter.
—Yo
también —responde Nicolás mientras cambia su mochila de un hombro al otro.
Estoy
harta de hablar con mi diario sobre esta mierda—. ¿Crees que debo terminar con Federico?
Nicolás
se centra en sus zapatillas de deporte y agarra la correa de su mochila.
— No lo sé…
La
Sra. Lanzani contesta después de que llamo y me da un abrazo, alisando mi
cabello con los dedos.
—No
está aquí, cariño —dice mirándome.
—Está
bien. ¿Sabe dónde está?
—Creo
que iba a levantar pesas y a correr en el gimnasio con su entrenador personal.
—
¿Entrenador personal?
La
Sra. Lanzani sigue jugando con mi cabello cuando dice:
—Sí,
estoy tan feliz de que tu padre le haya presentado a Peter al entrenador.
Estará en tan buena forma para la universidad y tendrá una oportunidad mucho
mayor de conseguir una beca. Estoy tan contenta de que Peter tenga a tu
familia, no sé qué haríamos sin el apoyo de tu padre.
Sonrío.
¿Así que Peter llevo a papá a esto?
—Correcto
—digo, actuando como si lo supiera todo. Su mamá no sabe con claridad sobre lo
que ha pasado entre Peter y yo—. Bueno, me pondré en marcha entonces. Gracias,
Sra. Lanzani. Me da palmaditas en la espalda.
—Le
diré que paraste aquí.
Salto
bajando la escalera de entrada y empiezo a dirigirme a mi auto pero luego me
doy vuelta rápidamente.
—
¿Sra. Lanzani? ¿Podría decirle… que estoy muy orgullosa de él y que lo amo?
Ella
sonríe.
—Por
supuesto, pero él ya lo sabe.
Por
la tarde, cuando llego a mi casa, papá me detiene en el camino de entrada.
—Vamos
al autocine esta noche —dice.
—
¿Películas?
—Sí.
Si
no me sintiera tan mal acerca de Alabama y Peter y todo lo demás que pasa en mi
vida, probablemente una sonrisa hubiera aparecido en mi rostro.
Me
encanta el viejo autocine. En el verano, a Peter, Nicolás, Pablo, y a mí nos
gustaba comprar unos pocos tubos de pollo frito, y nos sentábamos en las sillas
de jardín en frente de la pantalla grande y tratábamos de adivinar lo que los
personajes estaban diciendo en la pantalla, porque nunca pedíamos altavoces.
—No
quiero ir al cine, papá.
—
¿Por qué no? Te encanta.
—Sí,
pero no contigo.
Papá
se frota los ojos.
—
¿Por qué nunca haces nada conmigo?
—Vamos
a ver. Le conseguiste a Peter un entrenador personal, pero lo único que vas a
hacer por mí es decir que Alabama nunca me dejará jugar, como si me estuvieras
haciendo un favor, y después vas adelante en el viaje a la escuela para poder
echármelo en cara, ¿y luego me dices que considere otras opciones? Ni siquiera
consideras mi primera opción.
—Eso
no es lo que…
—Lo
que sea, papá.
Paso
como una
tormenta al patio trasero, mirando
sobre mi hombro
para asegurarme de que papá no me sigue, luego me agacho en el
cobertizo, donde me acuesto en el suelo polvoriento y uso una bolsa de paja
como almohada.
La
luz del sol parpadea a través de la ventana mientras miro las telarañas, en
busca de patrones como la gente hace con las nubes. Veo una sección de red que
parece el estado de Tennesse. Una vez Peter vio una red que parecía un
dispensador Snoopy Pez. Varios minutos
después, escucho a mi madre hablar, así que me levanto y miro por la ventana.
Limpio un poco
el cristal. Mamá
está de pie en su
jardín, rodeada de girasoles, hablando con papá.
—Lo
siento, querido —dice, cortando un tallo de girasol—, pero Lali nunca te dejará
entrar en cualquier parte de su vida hasta que comiences a prestar atención a
lo que ella quiere.
—No
quiero verla salir lastimada. Vi a uno de mis mejores amigos morir a los treinta
y ocho años, porque había tenido tantas conmociones cerebrales…
—Lo
sé, pero el futbol es lo que tu hija más ama en estos momentos. Incluso
puedes compartir eso
con ella, o
puedes compartir nada
con ella. Probablemente por el
resto de tu vida. Tu elección. —Mamá se da la vuelta y se dirige al interior de
la casa con un manojo de flores, dejando a papá solo.
Se
frota los ojos un poco más, luego levanta la cabeza, y toca uno de los
girasoles de mamá.
Tres
noches más tarde, llevo los macarrones
con queso a la mesa y tomo asiento,
mirando la silla vacía de Peter. Federico está en el trabajo esta noche y
Victorio y Jake se encuentran en la escuela, por lo que el comedor se siente
solo con sólo mamá, papá, la botella Gatorade de papá y yo.
Tomo
una cucharada de ensalada y macarrones en mi plato, a continuación, agarro unas
pocas piezas de pan. Extraño tener que discutir con los chicos por los
alimentos.
—Por
lo tanto, Lali —dice papá, limpiándose la boca con una servilleta—, ¿cómo va la
escuela?
—Bien,
supongo. —Miento.
—
¿Dónde ha estado Peter? —pregunta mamá.
—No
lo sé… está ocupado. —Miento. Inclino mi cabeza y empujo mis macarrones en mi plato.
—He
estado pensando en que debería llamarlo —dice mamá.
No
respondo. Me trago mi limonada, que recientemente ha perdido su sabor. Ya ni
siquiera disfruto de mi bebida favorita, ya que sólo me recuerda a Peter.
Dios,
¿Qué no me recuerda a él? Incluso los macarrones me recuerdan a Peter. Una vez,
cuando estábamos a punto de tener nueve, decidimos abrir nuestro propio
restaurante en la sala familiar. Lo llamamos “La mordida y los trastos”. Yo era
la chef y Peter era el camarero. Cubrimos la mesa de café con un mantel y
pusimos platos, vasos y cubiertos de la cocina. Usando marcadores, purpurina y
papel de construcción, elaboramos un complejo menú que enlistaba nuestras
ofertas: ponche de frutas
Kool-Aid, palomitas de
microondas, palitos de pescado y macarrones con queso. Nuestros
únicos clientes eran mamá y Victorio, pero era un infierno de diversión, y mi
mamá dejaba a Peter un billete de veinte dólares, que rápidamente gastábamos en
skee-ball en la arcada.
—Lali…
¿Qué está pasando con Peter? —pregunta mamá.
Me
encojo de hombros. Por el rabillo de mi ojo, veo que mi padre le sacude la
cabeza a mamá, como si le dijera que no lo deje caer.
—Entonces
—dice papá. Odio todos estos torpes intentos de conversación—. ¿Con quién
jugarás mañana? Con el condado de Davidson, ¿verdad?
Me
vuelvo para mirar a papá. ¿Acaba de mencionar un juego? ¿Uno de mis juegos?
Mierda. Asiento con la cabeza frenéticamente.
—Sí, estamos
jugando contra el
condado de Davidson.
Es el baile
de bienvenida.
Mamá
sonríe a papá y da palmaditas en su mano. Papá se queda mirando hacia su plato,
masticando la ensalada. Después de tragar, dice:
—Estaré
allí.
—Genial
—replico. Tomo un sorbo de limonada y noto que ahora realmente puedo probar el
azúcar.
Maasss
ResponderEliminarNecesita la aprobación sincera d su padre
ResponderEliminarQue lo deje a Federico -.-
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