26
Preparándonos para el Campeonato Estatal
¿La cuenta? 45 días desde la pelea con Peter
— ¿Espósito?
—dice Pablo, sacándome de golpe de este penoso trance en el que he estado
ahogada por una semana. Estamos sentados en Joe’s—. ¿Vas a comer eso? —Pablo
apunta a mi plato de espagueti son tocar, luego se inclina sobre la mesa y toca
mi frente con el dorso de su mano.
—Detente,
hombre. Estoy bien —digo, golpeando su mano.
—Come.
Necesitas tus carbohidratos para el juego.
Saludo a Pablo,
y luego excavo, capturando algunos fideos llenos de salsa y me los llevo a mi
boca.
— ¿Estás
nervioso por el juego? —digo a través de la boca llena.
—Demonios,
sí. —Usando su mano sin el tenedor, Pablo presiona su lapicero sin cesar—. Pero
siempre que estés jugando, estaré bien.
Suspiro.
Seguro, Federico es un poco controlador, pero ¡él es el mariscal de campo!
— ¿Cuál es
tu problema con Federico? Pablo se encoje de hombros.
—Te lo he
dicho. Él es exigente. No ves cómo es en los vestidores, mirando hacia abajo a
nosotros, molestándonos sobre cómo no metemos correctamente nuestras camisetas,
o cómo Nicolás hizo un bloqueo usando la parte equivocada de su hombro. Quiero
decir, ¿de qué va eso? Honestamente no sé qué vez en él.
Me
concentro en mi pasta.
—Él es
dulce, agradable conmigo, es apasionado. Seamos honestos, no hay muchas
opciones alrededor de aquí. —Uso mi tenedor para señalarlo—. Como dijiste, Rocío
es un buen polvo, ¿verdad?
Pablo
inclina su cabeza hacia mí, obviamente concediendo.
—Oye, si el
sexo es bueno, ¿qué más necesitas, eh?
—Bueno, uhm,
apuesto que el
sexo podría ser
mejor si estás
realmente enamorado, ¿sabes?
Él se
encoje de hombros.
— ¿Quieres
pasarme el queso parmesano?
Tomo el
queso y se lo paso a Pablo, sintiéndome desinflada. Con Peter desaparecido, no
tengo con quien hablar a excepción de mi diario, y este no siempre puede
responder.
—Mira, a Nicolás
y a mí no nos importa si sales con Federico. Pero Peter…
Esto me
sorprende, porque esta es la primera vez que Pablo ha mencionado a Peter desde
que esta estúpida pelea empezó.
— ¿Por qué?
¿Qué dijo él?
Pablo
presiona su lapicero, vacilante.
—Sólo que
él no puede permanecer alrededor de ti mientras estés saliendo con Federico y
cree que has elegido a Federico sobre nosotros. Se me cae el tenedor.
—Oh, eso es
una total tontería, Pablo.
—Lo sé.
— ¿Le
dijiste a Peter eso?
—Claro…
pero creo que él tiene que averiguarlo por sí mismo. Y eso es todo lo que voy a
decir.
—Todo lo
que voy a decir es que primero que nada, Peter me dijo que saliera con Federico.
Luego se molestó por eso. Después le di a Peter la opción de elegir si salía
con Federico o no… y su respuesta fue darle a Federico un ojo negro e ignorarme
por mes y medio.
—Nunca dije
que esto fuera tu culpa, Espósito. ¿Pero cuándo te convertiste en el Ángel del
Drama? —Sonriendo, mira su libro de crucigramas—. ¿Cuál es una palabra de seis
letras para participante de polo?
—No sé,
amigo… ¿una camisa? ¿Cómo una camisa de polo?
Después de
dejar a Pablo en su casa, conduzco. Conduzco sin un destino real. Pero luego me
doy cuenta a dónde quiero ir.
Pronto me
encuentro parada junto al río Cumberland, el lugar de mi última conversación en
serio con Peter. Abro mi diario y saco
un lapicero de mi bolsillo.
El dolor sordo aún infesta mi
cuerpo como cáncer
Peter el cáncer
Sólo que en lugar de matarme,
este cáncer me deja vivir, en una especie de reducida forma
Sin Peter, estoy viviendo al
75 por ciento de mi vida.
Y tal vez
algunas personas aceptan eso, se conformen por eso, pero yo no quiero.
Encuentro
el madero donde Peter y yo nos sentamos hace más de un mes. Revuelvo debajo de
la madera podrida, a tientas por piedras planas. Saco varias, me paro, y pongo
la mira en el río. Primero manejo dos saltos. Luego tres. ¿Incluso conseguiría
cuatro? Busco por más piedras, descubriendo algunos ladrillos como rocas, las
que lanzo al río, creando grandes salpicaduras.
Salto
piedras y tiro rocas hasta que el sol comienza a ponerse. Justo cuando me estoy
preparando para irme, veo una gran salpicada en el río, así que me arrojo a
buscar alrededor por el lanzador de la roca. Y allí esta él. Peter. Parado allí
con un puñado de rocas, lanzándolas en el río. Nadie sabía que iba a venir
aquí, así que debe haber aparecido simplemente, como yo.
Él se queda
viendo al diario en mi mano, y luego mira a lo lejos mientras levanta más rocas
y comienza a lanzarlas en el río.
Dejo caer
mi diario sobre la tierra, me agacho, y tomo una inmensa piedra, casi tan
grande como un ladrillo, y lo lanzo al agua. Luego levanto algunas piedras
planas y las hago saltar a cada una tres veces.
Él levanta
una pequeña roca, probablemente no más grande que una pelota de golf y golpea
rápidamente en el río, creando las más miserables salpicaduras de alguna vez.
Le doy un
vistazo, con miedo
a decir o
hacer cualquier cosa. Observo como se agacha y levanta
algunas flores silvestres. Girasoles. Vara de oro. Cordón de la Reina Anne.
Lentamente las mezcla y me entrega el ramo.
Mis
lágrimas están por todas partes. Las compenso usando mi sudadera, y cuando
levanto la mirada a su rostro, él lleva sus dedos alrededor de su cuello y se
quita la cadena de plata que guarda el talismán plástico de fútbol,
toqueteándolo. Mira fijamente el talismán, luego busca mis ojos y coloca la
cadena alrededor de mi cuello.
—Lo siento,
arruine todo, Lali —dice, y luego se ha ido.
Más tarde
esa noche, estoy acurrucada en la casilla de las macetas con mi linterna, escribiendo
en mi diario.
Mis temores se han hecho
realidad:
Soy esa chica que ha perdido
todo el control y perspectiva a causa de un chico
¿Qué le digo a Peter?
¿Hay algo que podría decir
para mejorar las cosas? Finalmente tengo el talismán que he querido siempre
Pero sólo es un pedazo de
jodido plástico sino está unido a Peter
De repente
la puerta de la casilla de las macetas rechina al abrirse y mamá se arrastra dentro
conmigo.
—¿Cómo
sabías dónde estaba?
—Cariño,
has estado viniendo aquí durante años. Desde esa primera vez en que tú y Peter
jugaron a la casa.
—Oh. —Mamá
realmente sabe todo.
—Tus amigos
están aquí.
Furiosamente
limpio mis ojos húmedos con mi manga.
—¿Nicolás?
¿Pablo?
La luz
del porche ilumina el
interior del cobertizo,
así puedo ver
a mamá sonriendo.
—Eugenia y
Mery.
¿Qué
demonios?
—¿Por qué
están aquí?
—Eugenia
quiere hablar contigo.
—Oh.
Mamá duda.
—Mira, cariño,
quiero que hables
con alguien. Odio
verte mantener todo encapsulado.
—¡No lo
hago! He estado escribiendo en el estúpido diario que me diste.
Mamá coloca
un brazo alrededor de mi cintura y deja caer su frente en mi hombro.
—Y estoy tan contenta de que hayas encontrado
otra salida además del fútbol. Pero hablar con Eugenia podría ser más útil que
escribir en tu diario.
Recuerdo
cuando le dije a Eugenia que me acosté con Federico, y me sentí tan asustada,
porque ella podría decirle a todos. Pero nadie lo supo. Y Mery no hizo un gran
convenio siendo mi compañera en la clase de apreciación musical. Me gusta que
ella sea del tipo de bajo-perfil, al menos en comparación con las otras porristas.
Demonios, ella sabe lo que es una jugada de engaño.
—No es una
mala idea, mamá.
—Bien.
¿Quieres entrar?
Me pongo de
pie, y juntas salimos de la casilla de las macetas. Mamá sostiene mi mano
mientras caminamos a través del jardín y hasta el porche.
De regreso
en la casa, después de mirar mi cara enrojecida en el espejo del baño, voy al
vestíbulo, donde Eugenia y Mery están esperándome.
—¿Qué pasa?
—digo.
Cuando las
chicas me ven, se miran entre ellas. Eugenia aclara su garganta.
—¿Estás
bien, Lali?
—Oh sí…
estoy bien. ¿Qué me cuentan?
—Eugenia
necesita tu consejo —dice Mery, dando palmaditas en la espalda de Eugenia.
—¿Es algún
tipo de broma? ¿Pablo las metió en esto?
Mery ríe.
—No… de
verdad. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar?
—Seguro…
vamos al sótano. —Eugenia y Mery me siguen hacia las escaleras y nos dejamos
caer en los sofás. ¿Y ahora qué? ¿Debería ofrecerles una bebida? ¿Qué querría
hacer Peter?
—¿Quieren
pedir pizza? —digo.
—Absolutamente
—dice Eugenia.
—¿Podemos
conseguir alitas también? —pregunta Mery.
—Claro que
sí —digo.
¿A Mery le
gustan las alitas?
Agarro un
menú del escritorio, saco mi móvil y ordeno la pizza y alitas, luego vuelvo a
sentarme en el sofá.
—Entonces,
¿qué tipo de consejo necesitas? ¿Necesitas mi opinión sobre la compra de un
nuevo par de botas?
—No —dice
Mery—. Consejo de chicos. Me río sonoramente.
—Deben
estar bromeando.
—Nop —dice
Mery—. El problema es que a Eugenia le gusta completamente Nicolás, pero él no
quiere salir con ella.
—¿De
verdad? —exclamo, centrándome en Eugenia, cuyo rostro está todo rojo—. Pensé
que le gustabas mucho.
—Eso es lo
que he estado diciendo —replica Mery.
—Miren, chicas
—dice Eugenia—, sé
que él me
gusta. Pero él
no quiere involucrarse porque
piensa que Peter todavía está colgado de mí.
Me rio.
—Nicolás es
tan denso.
Eugenia se
detiene por un momento. —Lo sé, ¿cierto?
—¿Le
dijiste a Nicolás por qué dejaste a Peter? —pregunto.
—No…
—Entonces
cuéntale.
—¿No te
importa si le cuento sobre Peter? —dice Eugenia, levantando una ceja.
—Por
supuesto que no. O si lo prefieres, puedo enviarle un mensaje a Nicolás para
decirle que deje de ser un estúpido.
Eugenia
sonríe.
—Nah, puedo
hacerlo. Gracias, Lalo.
—Ahora que
eso está arreglado, ¿podemos jugar algo de futbolito? —pregunta Mery, mirando
la mesa en la esquina.
—Vamos a
hacerlo —digo. Las tres nos dirigimos hacia la mesa y comenzamos un torneo. Ya
que ellas eran las invitadas, dejo que Mery y Eugenia jueguen el primer juego
mientras subo las escaleras e incursiono en la cocina por sodas.
Genial
—digo, destapando una Cola de Dieta y colocándola en la
mesa. Agarro las perillas y comienzo a mover mis hombres de madera para
golpear la bola. Uno de los hombres de madera de Mery le roba la bola al mío y
golpea la bola haciendo un gol.
Cuando
regreso abajo, sólo tres minutos después, Mery dice:
—Es tu
turno de jugar conmigo, Lali. Acabo de masacrar a Eugenia.
—Campeona
del Campamento Cedar Creek, tres años seguidos —replica Marie.
—Demonios
—digo—. Eugenia, podrías haberme advertido que Mery es un prodigio del futbolito.
—Entonces,
¿cómo van las cosas con Federico? —pregunta Eugenia, tomando asiento en un
taburete y abriendo
su Cola de
Dieta. Cuando levanto
la vista del futbolito, ella está mirando fijamente a
mis ojos.
—Bien
—mentí.
—¿Sólo
bien? —exclama Mery. Ella se atraganta antes de preguntar—: ¿Están ustedes, ya
sabes, tonteando por ahí?
Asiento.
—¿Cómo es
en la cama?
Me
paralizo… no puedo creer que ella preguntó eso, pero él es ardiente, así que puedo
entender por qué ella esta curiosa.
—Malditamente
increíble.
No es una
mentira.
—¿Pero?
—pregunta Mery.
—Enrollarse
no lo es todo —digo, tratando de no pensar sobre cuánto quiero a Peter. Peter
quién probablemente ha desaparecido para siempre. Como amigo o de otra forma.
—¿No amas a
Federico? —pregunta en voz baja Eugenia.
Me encojo
de hombros y me concentro en el juego de futbolito
—Con Federico,
es como tener un asombroso chico, que es dulce y agradable, y sí, increíble en
la cama, pero no lo es todo, ¿sabes?
—Hay un
montón de otros chicos por allí —dice Mery mientras gira la perilla, golpeando
la bola en mí portería de nuevo—. Así que, si quieres dejar a Federico, todo
estará bien.
—No estará
bien —dejé escapar antes de darme cuenta que estaba hablando.
—¿Por qué Peter
no está alrededor? —pregunta Eugenia, el ceño fruncido difundiéndose por su
rostro.
—Sí, y si
él no está alrededor, podría muy bien estar con alguien como Federico, ¿verdad?
Mery y Eugenia intercambian una mirada de nuevo y luego Mery dice:
—Si Peter
no sabe que está siendo un tonto y lo que se está perdiendo, entonces que se
joda.
—Eso no
ayuda —dice Eugenia,
acercándose y apoyando
una mano en mi
espalda—. Estamos aquí si quieres hablar de eso.
—Eso apesta
—replica Mery. Saca la bola fuera de la portería y la deja caer de nuevo en el
centro de la mesa, y comenzamos a jugar de nuevo.
No sé
lo que se
apodera de mí,
pero siento estar
como despotricando. Despotricando
como un reguero de pólvora.
—No
entiendo. Es decir, me dijo que me amaba y entonces sólo desaparece. ¿Cómo
podría? Hemos sido los mejores amigos siempre y ahora, ¿no puede ni siquiera
hablarme? ¿Qué demonios?
—Apuesto
que sólo está asustado —dice Eugenia.
—Estoy
segura que regresará a la normalidad pronto —agrega Mery—. Él te mira fijamente
todo el tiempo en clases. Te extraña también.
—Pablo dice
que Peter sólo necesita pasar por todo esto por sí mismo. —Dudo antes de
agregar—: Es mucho más fácil hablar con ustedes chicas sobre estas cosas.
—¿Hablas
con Pablo acerca de tu vida amorosa? —exclama Eugenia.
—¿Pablo, el
chico que se comió un sándwich de albóndiga de casi dos metros de largo en
media hora por una apuesta con Nicolás? —Dice Mery antes de anotar otro gol—.
¿Estás loca?
Rio. Amo
escribir en mi diario, pero tengo que admitir, hablar con estas chicas es mucho
mejor.
Jugador de
fútbol o porrista… no importa.
Jugamos
futbolito mientras llega la pizza, y luego las tres nos sentamos frente a la TV
y vemos algunos asquerosos programas donde la lista B de estrellas de Hollywood
compite alrededor del mundo. Asombrosamente, Mery y Eugenia destrozan el
programa más de lo que yo lo hago. ¿Cómo nunca me di cuenta que estas
chicas pueden tener
tanta diversión, y
tener el mismo
tipo de diversión, como lo hacen
los chicos?
Maaaass
ResponderEliminarSigo sin entender a peter
muy buen cap! Cuando le va a pasar la idiotez a peter?
ResponderEliminarK bueno k las chicas fueron a hablar con Lali.
ResponderEliminarSubí másss!!
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