martes, 11 de agosto de 2015

Capítulo 41

26
Preparándonos para el Campeonato Estatal
¿La cuenta? 45 días desde la pelea con Peter

El día antes del campeonato estatal, estoy sintiéndome decaída. ¿No es el último año de bachillerato supuestamente el mejor año de mi vida? Qué fracaso.

— ¿Espósito? —dice Pablo, sacándome de golpe de este penoso trance en el que he estado ahogada por una semana. Estamos sentados en Joe’s—. ¿Vas a comer eso? —Pablo apunta a mi plato de espagueti son tocar, luego se inclina sobre la mesa y toca mi frente con el dorso de su mano.

—Detente, hombre. Estoy bien —digo, golpeando su mano.

—Come. Necesitas tus carbohidratos para el juego.

Saludo a Pablo, y luego excavo, capturando algunos fideos llenos de salsa y me los llevo a mi boca.

— ¿Estás nervioso por el juego? —digo a través de la boca llena.

—Demonios, sí. —Usando su mano sin el tenedor, Pablo presiona su lapicero sin cesar—. Pero siempre que estés jugando, estaré bien.

Suspiro. Seguro, Federico es un poco controlador, pero ¡él es el mariscal de campo!

— ¿Cuál es tu problema con Federico? Pablo se encoje de hombros.

—Te lo he dicho. Él es exigente. No ves cómo es en los vestidores, mirando hacia abajo a nosotros, molestándonos sobre cómo no metemos correctamente nuestras camisetas, o cómo Nicolás hizo un bloqueo usando la parte equivocada de su hombro. Quiero decir, ¿de qué va eso? Honestamente no sé qué vez en él.

Me concentro en mi pasta.

—Él es dulce, agradable conmigo, es apasionado. Seamos honestos, no hay muchas opciones alrededor de aquí. —Uso mi tenedor para señalarlo—. Como dijiste, Rocío es un buen polvo, ¿verdad?

Pablo inclina su cabeza hacia mí, obviamente concediendo.

—Oye, si el sexo es bueno, ¿qué más necesitas, eh?

—Bueno,  uhm,  apuesto  que  el  sexo  podría  ser  mejor  si  estás  realmente enamorado, ¿sabes?

Él se encoje de hombros.

— ¿Quieres pasarme el queso parmesano?

Tomo el queso y se lo paso a Pablo, sintiéndome desinflada. Con Peter desaparecido, no tengo con quien hablar a excepción de mi diario, y este no siempre puede responder.

—Mira, a Nicolás y a mí no nos importa si sales con Federico. Pero Peter…

Esto me sorprende, porque esta es la primera vez que Pablo ha mencionado a Peter desde que esta estúpida pelea empezó.

— ¿Por qué? ¿Qué dijo él?

Pablo presiona su lapicero, vacilante.

—Sólo que él no puede permanecer alrededor de ti mientras estés saliendo con Federico y cree que has elegido a Federico sobre nosotros. Se me cae el tenedor.

—Oh, eso es una total tontería, Pablo.

—Lo sé.

— ¿Le dijiste a Peter eso?

—Claro… pero creo que él tiene que averiguarlo por sí mismo. Y eso es todo lo que voy a decir.

—Todo lo que voy a decir es que primero que nada, Peter me dijo que saliera con Federico. Luego se molestó por eso. Después le di a Peter la opción de elegir si salía con Federico o no… y su respuesta fue darle a Federico un ojo negro e ignorarme por mes y medio.

—Nunca dije que esto fuera tu culpa, Espósito. ¿Pero cuándo te convertiste en el Ángel del Drama? —Sonriendo, mira su libro de crucigramas—. ¿Cuál es una palabra de seis letras para participante de polo?

—No sé, amigo… ¿una camisa? ¿Cómo una camisa de polo?

Después de dejar a Pablo en su casa, conduzco. Conduzco sin un destino real. Pero luego me doy cuenta a dónde quiero ir.

Pronto me encuentro parada junto al río Cumberland, el lugar de mi última conversación en serio con Peter. Abro mi diario y  saco un lapicero de mi bolsillo.

El dolor sordo aún infesta mi cuerpo como cáncer
Peter el cáncer

Sólo que en lugar de matarme, este cáncer me deja vivir, en una especie de reducida forma

Sin Peter, estoy viviendo al 75 por ciento de mi vida.

Y tal vez algunas personas aceptan eso, se conformen por eso, pero yo no quiero.

Encuentro el madero donde Peter y yo nos sentamos hace más de un mes. Revuelvo debajo de la madera podrida, a tientas por piedras planas. Saco varias, me paro, y pongo la mira en el río. Primero manejo dos saltos. Luego tres. ¿Incluso conseguiría cuatro? Busco por más piedras, descubriendo algunos ladrillos como rocas, las que lanzo al río, creando grandes salpicaduras.

Salto piedras y tiro rocas hasta que el sol comienza a ponerse. Justo cuando me estoy preparando para irme, veo una gran salpicada en el río, así que me arrojo a buscar alrededor por el lanzador de la roca. Y allí esta él. Peter. Parado allí con un puñado de rocas, lanzándolas en el río. Nadie sabía que iba a venir aquí, así que debe haber aparecido simplemente, como yo.

Él se queda viendo al diario en mi mano, y luego mira a lo lejos mientras levanta más rocas y comienza a lanzarlas en el río.

Dejo caer mi diario sobre la tierra, me agacho, y tomo una inmensa piedra, casi tan grande como un ladrillo, y lo lanzo al agua. Luego levanto algunas piedras planas y las hago saltar a cada una tres veces.

Él levanta una pequeña roca, probablemente no más grande que una pelota de golf y golpea rápidamente en el río, creando las más miserables salpicaduras de alguna  vez.  Le  doy  un  vistazo,  con  miedo  a  decir  o  hacer  cualquier  cosa. Observo como se agacha y levanta algunas flores silvestres. Girasoles. Vara de oro. Cordón de la Reina Anne. Lentamente las mezcla y me entrega el ramo.

Mis lágrimas están por todas partes. Las compenso usando mi sudadera, y cuando levanto la mirada a su rostro, él lleva sus dedos alrededor de su cuello y se quita la cadena de plata que guarda el talismán plástico de fútbol, toqueteándolo. Mira fijamente el talismán, luego busca mis ojos y coloca la cadena alrededor de mi cuello.

—Lo siento, arruine todo, Lali —dice, y luego se ha ido.

Más tarde esa noche, estoy acurrucada en la casilla de las macetas con mi linterna, escribiendo en mi diario.

Mis temores se han hecho realidad:

Soy esa chica que ha perdido todo el control y perspectiva a causa de un chico

¿Qué le digo a Peter?
¿Hay algo que podría decir para mejorar las cosas? Finalmente tengo el talismán que he querido siempre

Pero sólo es un pedazo de jodido plástico sino está unido a Peter

De repente la puerta de la casilla de las macetas rechina al abrirse y mamá se arrastra dentro conmigo.

—¿Cómo sabías dónde estaba?

—Cariño, has estado viniendo aquí durante años. Desde esa primera vez en que tú y Peter jugaron a la casa.

—Oh. —Mamá realmente sabe todo.

—Tus amigos están aquí.

Furiosamente limpio mis ojos húmedos con mi manga.

—¿Nicolás? ¿Pablo?

La  luz  del  porche ilumina  el  interior  del  cobertizo,  así  puedo  ver  a  mamá sonriendo.

—Eugenia y Mery.

¿Qué demonios?

—¿Por qué están aquí?

—Eugenia quiere hablar contigo.

—Oh.

Mamá duda.

—Mira,  cariño,  quiero  que  hables  con  alguien.  Odio  verte  mantener  todo encapsulado.

—¡No lo hago! He estado escribiendo en el estúpido diario que me diste.

Mamá coloca un brazo alrededor de mi cintura y deja caer su frente en mi hombro.

 —Y estoy tan contenta de que hayas encontrado otra salida además del fútbol. Pero hablar con Eugenia podría ser más útil que escribir en tu diario.

Recuerdo cuando le dije a Eugenia que me acosté con Federico, y me sentí tan asustada, porque ella podría decirle a todos. Pero nadie lo supo. Y Mery no hizo un gran convenio siendo mi compañera en la clase de apreciación musical. Me gusta que ella sea del tipo de bajo-perfil, al menos en comparación con las otras porristas. Demonios, ella sabe lo que es una jugada de engaño.

—No es una mala idea, mamá.

—Bien. ¿Quieres entrar?

Me pongo de pie, y juntas salimos de la casilla de las macetas. Mamá sostiene mi mano mientras caminamos a través del jardín y hasta el porche.

De regreso en la casa, después de mirar mi cara enrojecida en el espejo del baño, voy al vestíbulo, donde Eugenia y Mery están esperándome.

—¿Qué pasa? —digo.

Cuando las chicas me ven, se miran entre ellas. Eugenia aclara su garganta.

—¿Estás bien, Lali?

—Oh sí… estoy bien. ¿Qué me cuentan?

—Eugenia necesita tu consejo —dice Mery, dando palmaditas en la espalda de Eugenia.


—¿Es algún tipo de broma? ¿Pablo las metió en esto?

Mery ríe.

—No… de verdad. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar?

—Seguro… vamos al sótano. —Eugenia y Mery me siguen hacia las escaleras y nos dejamos caer en los sofás. ¿Y ahora qué? ¿Debería ofrecerles una bebida? ¿Qué querría hacer Peter?

—¿Quieren pedir pizza? —digo.

—Absolutamente —dice Eugenia.

—¿Podemos conseguir alitas también? —pregunta Mery.

—Claro que sí —digo.

¿A Mery le gustan las alitas?

Agarro un menú del escritorio, saco mi móvil y ordeno la pizza y alitas, luego vuelvo a sentarme en el sofá.

—Entonces, ¿qué tipo de consejo necesitas? ¿Necesitas mi opinión sobre la compra de un nuevo par de botas?

—No —dice Mery—. Consejo de chicos. Me río sonoramente.

—Deben estar bromeando.

—Nop —dice Mery—. El problema es que a Eugenia le gusta completamente Nicolás, pero él no quiere salir con ella.

—¿De verdad? —exclamo, centrándome en Eugenia, cuyo rostro está todo rojo—. Pensé que le gustabas mucho.

—Eso es lo que he estado diciendo —replica Mery.

—Miren,  chicas  —dice  Eugenia—,  sé  que  él  me  gusta.  Pero  él  no  quiere involucrarse porque piensa que Peter todavía está colgado de mí.

Me rio.

—Nicolás es tan denso.

Eugenia se detiene por un momento. —Lo sé, ¿cierto?

—¿Le dijiste a Nicolás por qué dejaste a Peter? —pregunto.

—No…

—Entonces cuéntale.

—¿No te importa si le cuento sobre Peter? —dice Eugenia, levantando una ceja.

—Por supuesto que no. O si lo prefieres, puedo enviarle un mensaje a Nicolás para decirle que deje de ser un estúpido.

Eugenia sonríe.

—Nah, puedo hacerlo. Gracias, Lalo.

—Ahora que eso está arreglado, ¿podemos jugar algo de futbolito? —pregunta Mery, mirando la mesa en la esquina.

—Vamos a hacerlo —digo. Las tres nos dirigimos hacia la mesa y comenzamos un torneo. Ya que ellas eran las invitadas, dejo que Mery y Eugenia jueguen el primer juego mientras subo las escaleras e incursiono en la cocina por sodas.

Genial —digo, destapando una Cola de Dieta y colocándola en  la  mesa. Agarro las perillas y comienzo a mover mis hombres de madera para golpear la bola. Uno de los hombres de madera de Mery le roba la bola al mío y golpea la bola haciendo un gol.

Cuando regreso abajo, sólo tres minutos después, Mery dice:

—Es tu turno de jugar conmigo, Lali. Acabo de masacrar a Eugenia.

—Campeona del Campamento Cedar Creek, tres años seguidos —replica Marie.

—Demonios —digo—. Eugenia, podrías haberme advertido que Mery es un prodigio del futbolito.

—Entonces, ¿cómo van las cosas con Federico? —pregunta Eugenia, tomando asiento en  un  taburete  y  abriendo  su  Cola  de  Dieta.  Cuando  levanto  la  vista  del futbolito, ella está mirando fijamente a mis ojos.

—Bien —mentí.

—¿Sólo bien? —exclama Mery. Ella se atraganta antes de preguntar—: ¿Están ustedes, ya sabes, tonteando por ahí?

Asiento.

—¿Cómo es en la cama?

Me paralizo… no puedo creer que ella preguntó eso, pero él es ardiente, así que puedo entender por qué ella esta curiosa.

—Malditamente increíble.

No es una mentira.

—¿Pero? —pregunta Mery.

—Enrollarse no lo es todo —digo, tratando de no pensar sobre cuánto quiero a Peter. Peter quién probablemente ha desaparecido para siempre. Como amigo o de otra forma.

—¿No amas a Federico? —pregunta en voz baja Eugenia.

Me encojo de hombros y me concentro en el juego de futbolito

—Con Federico, es como tener un asombroso chico, que es dulce y agradable, y sí, increíble en la cama, pero no lo es todo, ¿sabes?

—Hay un montón de otros chicos por allí —dice Mery mientras gira la perilla, golpeando la bola en mí portería de nuevo—. Así que, si quieres dejar a Federico, todo estará bien.

—No estará bien —dejé escapar antes de darme cuenta que estaba hablando.

—¿Por qué Peter no está alrededor? —pregunta Eugenia, el ceño fruncido difundiéndose por su rostro.

—Sí, y si él no está alrededor, podría muy bien estar con alguien como Federico, ¿verdad? Mery y Eugenia intercambian una mirada de nuevo y luego Mery dice:

—Si Peter no sabe que está siendo un tonto y lo que se está perdiendo, entonces que se joda.

—Eso  no  ayuda  —dice  Eugenia,  acercándose  y  apoyando  una  mano  en  mi espalda—. Estamos aquí si quieres hablar de eso.

—Eso apesta —replica Mery. Saca la bola fuera de la portería y la deja caer de nuevo en el centro de la mesa, y comenzamos a jugar de nuevo.

No  sé  lo  que  se  apodera  de  mí,  pero  siento  estar  como  despotricando. Despotricando como un reguero de pólvora.

—No entiendo. Es decir, me dijo que me amaba y entonces sólo desaparece. ¿Cómo podría? Hemos sido los mejores amigos siempre y ahora, ¿no puede ni siquiera hablarme? ¿Qué demonios?

—Apuesto que sólo está asustado —dice Eugenia.

—Estoy segura que regresará a la normalidad pronto —agrega Mery—. Él te mira fijamente todo el tiempo en clases. Te extraña también.

—Pablo dice que Peter sólo necesita pasar por todo esto por sí mismo. —Dudo antes de agregar—: Es mucho más fácil hablar con ustedes chicas sobre estas cosas.

—¿Hablas con Pablo acerca de tu vida amorosa? —exclama Eugenia.

—¿Pablo, el chico que se comió un sándwich de albóndiga de casi dos metros de largo en media hora por una apuesta con Nicolás? —Dice Mery antes de anotar otro gol—. ¿Estás loca?

Rio. Amo escribir en mi diario, pero tengo que admitir, hablar con estas chicas es mucho mejor.

Jugador de fútbol o porrista… no importa.


Jugamos futbolito mientras llega la pizza, y luego las tres nos sentamos frente a la TV y vemos algunos asquerosos programas donde la lista B de estrellas de Hollywood compite alrededor del mundo. Asombrosamente, Mery y Eugenia destrozan el programa más de lo que yo lo hago. ¿Cómo nunca me di cuenta que  estas  chicas  pueden  tener  tanta  diversión,  y  tener  el  mismo  tipo  de diversión, como lo hacen los chicos?

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