miércoles, 5 de agosto de 2015

Capítulo 36

23
¿Quién demonios fue el encargado del baile de bienvenida?
¿La cuenta? 25 días desde la pelea con Peter
Como una especie de broma, Dios decidió que Peter debería ser el rey del baile regreso de bienvenida  y Eugenia Myer debería  ser reina. Es la primera mitad, y estoy sufriendo a través de este acto horrible donde montan alrededor de la pista en un convertible, color a huevos revueltos, y saludan a la multitud.

La banda de marcha está tocando la canción de Titanic: “My Heart Will Go On”.

— ¿En serio? —Dice Nicolás mientras se inclina en contra de la valla que rodea el campo—. ¿Esa película no salió, como, hace décadas atrás?

—Incluso yo podría planear un baile de bienvenida mejor que esto —le respondo—. Descapotables amarillos y Titanic, mi trasero. —Lanzo un balón de fútbol en el aire y lo atrapo. Apuntando a Peter, quien todavía está sentado en la parte trasera del descapotable, pretendo lanzar el balón a él.

—Ni siquiera pienses en ello —dice Nicolás, riendo en voz baja.

—Apuesto a que puedo sacar a Peter fuera del auto —le digo, tomando unos cuantos saltos hacia atrás y girando el brazo como si estuviera a punto de lanzar una larga bomba.

—Definitivamente, podrías, pero sé que no quieres avergonzar a Eugenia de esa forma. Dame el balón.

De mala gana, dejo caer el balón en la palma extendida de Nicolás, pero apuesto a que a Peter le resultaría gracioso si lo golpeo fuera del auto. El viejo Peter lo haría, de todos modos.

—Así que, ¿realmente vas a llevar a Eugenia al baile?

Nicolás despliega una pequeña sonrisa.

—Sí, pero no es como una cita o algo así. Vamos como amigos.

Siento una sonrisa enlazar mis labios, secretamente con la esperanza de que termine por convertirse en una cita. Nicolás se merece una buena chica.

Voy al baile con Federico, por supuesto, y a pesar de que con vehemencia se opuso a “asistir a un evento social en el gimnasio de mierda”, Pablo va a llevar a Rocío. Pero no sé si Peter va.

Finalmente, después de lo que parece ser un año, Peter y Eugenia salen del convertible y se unen al resto de la corte del baile. Ahora, la banda está tocando la canción de Whitney Houston: “I Will Always Love You”, y siento como si pudiera vomitar en cualquier momento dado.

Todo el mundo, además de Peter, incluso los otros jugadores de fútbol está vestido con un esmoquin. Él decidió quedarse en su uniforme de fútbol. Yo quiero reír, realmente quiero hacerlo, pero todavía estoy tan enojada con él. Estoy triste también.

Debido a que Paula sigue obsesionado con Federico o algo así, las porristas le pidieron que “presidiera la coronación de Eugenia”, lo que significa que ponga la barata corona de porquería en su cabeza. Él la besa en la mejilla mientras ella estabiliza su tiara de plástico. Antes de que él se aleje, él y Peter se observan el uno al otro.

Como jefa de porristas, Rocío pone una estúpida corona barata en la cabeza de Peter. Ella le sonríe, pero él sólo le frunce el ceño a su vez. Echa un vistazo hacia mí por un segundo, pero luego se quita la corona y comienza a darle vueltas en un dedo. Sacudiendo la cabeza, Eugenia se estira, saca la corona de su dedo y la pone de nuevo en la cabeza de él.

Haciendo todo lo que puedo hacer por ignorar la reedición de la banda de marcha “When a Man Loves a Woman”, estoy mirando el marcador, que dice 17-0, a favor de los Hundred Oaks, por supuesto, cuando Nicolás dice:

—Estás haciendo un juego increíble, Espósito.

—Gracias…   tú   también.   —Hago   una   pausa—.   He   estado   realmente esforzándome,  ya  sabes,  para  mostrarle  a  la  gente  como  jugaría  en  la universidad.

— ¿Peter te dijo que la Western Kentucky y la Auburn le enviaron cartas para jugar para ellos el año que viene?

Sonrío hacia abajo a mis tacos.

—No, pero eso es genial.

—Así que, ¿hay alguna escuela que te haya llamado o enviado por correo electrónico o cualquier otra cosa?

Tomo una respiración profunda y miro a Nicolás por el rabillo de mi ojo y giro el balón.

—Uhm, no realmente. No.

— ¿Qué? —Dice, sus cejas se elevan más allá que un gol de meta—. ¿Crees que es porque todos ya saben que vas a aceptar la oferta de Alabama?

Vuelvo a pensar en cuando Victorio estaba en el último año, y casi cada uno de los equipos en todo el maldito país lo llamó. Todo el mundo desde los dementes grandes equipos como USL y USC hasta los equipos no tan impresionantes como los Apalaches del Estado en Boone, Carolina del Norte. Incluso después de que Victorio hizo un compromiso verbal a Tennessee, las cartas todavía inundaban nuestro buzón y el contestador automático se llenaba, como, tres veces a la semana.

—No sé por qué nadie ha llamado —le digo a Nicolás—. Pero sí, probablemente sea por Alabama. —Miento.

Es porque soy una chica. Justo como Peter dijo.

Sintiendo lágrimas en mis ojos, envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura, apretando mi camiseta de color rojo y negro, e inclinándome hacia atrás contra la valla, soportando la cursi música de la banda hasta que la señora Lanzani viene corriendo hacia mí.

—Lali, cariño —dice ella—, necesito una foto de ti con Peter. Vamos. —Toma mi mano y me empuja hacia el lugar donde la corte del baile está de pie. Mamá y la mamá de Nicolás están allí también, sorprendidas y alabando el vestido de satén rosa de Eugenia.

—Vamos a tomar una foto de los cuatro —dice mamá, señalándome, a Peter, Pablo, y Nicolás. Cuando Peter se arranca la corona de su cabeza, me pongo de pie entre  Pablo  y  Nicolás  cuando  nuestras  mamás  toman  fotos  felices.  Nos  hacen cambiar de lugar unas mil millones de veces y nos animan a sonreír mientras pasaban sus cámaras de ida y vuelta la una a la otra, haciendo gala de sus tomas.

Finalmente después de cerca de cincuenta malditas fotos, una señora Lanzani con los ojos llorosos dice:

—Peter, Lali, quiero una de los dos solos.

Nicolás se retira, dejando un espacio entre Peter y yo. Al mismo tiempo damos un paso más cerca, pero no nos tocamos. — ¡Sonrían! —dice la Sra., por lo que pongo una sonrisa falsa en mi rostro, pero cuando miro por el rabillo de mi ojo, la cara de Peter está en blanco.

Esto es lo más cerca que ha estado de mí en tres semanas, así que aprovecho mi oportunidad.

—Peter, lo siento, muchísimo.

—Yo también —responde en voz baja.

— ¿Podemos hablar de todo esto?

—Lali, no puedo justo en este momento —susurra, mirando a mi cara una vez antes de caminar a la banca, donde coloca su casco por encima de sus rizos rubios y empieza a leer el cuaderno de jugadas.

De pie en el vestidor después del juego, que, por supuesto, sacudí, me estoy preparando para el baile. Estoy realmente emocionada.

Nunca  he  ido  a  un  baile,  y  realmente  nunca  he  usado  un  vestido  de  noche femenino  y ajustado. Mamá y Vanessa me llevaron al centro comercial y mientras yo jugaba juegos de video en la galería, ellas escogieron este impresionante ejemplar negro con una abertura en el costado. Es mejor que ponga loco a Federico, porque no puedo respirar en esta maldita cosa. Aunque, tengo que admitir que se ve muy bien.

Mirándome en el espejo, me cepillo el cabello, tratando de hacer que se vea bien, pero me parece que no puedo hacer nada con él.

La puerta del vestidor se abre de golpe y Eugenia entra. No he hablado con ella desde aquel día en la práctica.

No digo nada, sigo cepillándome mi cabello, con la esperanza de que tal vez algún tipo de hada madrina aparecerá y hará que mi cabello se vea respetable, y tal vez cambie mi Gatorade en un Ferrari como la Hada Madrina de Cenicienta convirtió la calabaza en un carruaje a caballo.

—Me encanta tu vestido —dice Eugenia en voz baja. Usando el reflejo del espejo, veo como me observa. Ella deja caer su bolso en su casillero y luego se frota los codos.

—Gracias. Me gusta el tuyo también —digo, echando un vistazo a su vestido de color rosa. Sólo ella podría hacer que ese color se vea bien.

Se muerde el labio, y comienza a salir.

—Eugenia… espera.

— ¿Sí?

—Uhm, ¿crees que, tal vez, podrías? —Levanto un mechón de cabello.

Se llame los labios, mirando a la raída alfombra negra y roja pero luego se vuelve hacía  mí, toma mi mano,  y me lleva a un banco.  Ella me sienta  y empieza a juguetear con mi cabello.

En el espejo, veo que cepilla mi cabello y tira de él hacia atrás. Ella deja pequeños mechones de cabello fuera del moño de modo que casi se parece a uno de mis nudos, pero de alguna manera esto se ve más suave, primoroso. Se ve bien.

—Gracias —le digo.

Eugenia toma una respiración profunda. —Siento mucho lo que te dije, Lali... esto es todo por mi culpa. No sé si Peter me perdonará alguna vez. Espero que tú puedas.

De pie y suavizando mi vestido, sonrío. Prefiero estar rodeada  de chicos, pero necesito esta amistad también. No es como si Nicolás o Pablo pudieran hablar de cosas de chicas, como conectar con chicos. O arreglar mi cabello cuando estoy desesperada. Si le pidiera a Nicolás que arreglara mi cabello, estoy segura de que lo habría vuelto un desastre y me hubiera puesto un sombrero.

—Sí… definitivamente. Estoy muy contenta de que seamos amigas.

Me resplandece una sonrisa.

—Gracias. ¿Lista para azotar el baile? Federico está afuera esperando por ti y se ve tan condenadamente caliente que casi le salto encima.

Yo me río. —Sí, es difícil no hacerlo —le digo mientras dejamos el vestidor, donde encontramos a Federico y a Nicolás esperando por nosotras.

—Mierda, Espósito —dice Nicolás, mirándome de arriba abajo—. No puedes usar esa mierda. Es, como, en contra de la naturaleza del universo o algo así.

Riendo, me acerco y lo empujo, y él también se ríe. —Es broma —susurra. Tirando de mí más cerca, continúa—: Aunque, en serio, serás la chica más hermosa en el baile esta noche.

—Gracias —le respondo, dándole un puñetazo en el hombro.

Federico está sosteniendo una rosa roja y está vestido con una camisa de botones y pantalones caqui sin corbata. Eugenia tenía razón; se ve robusto y caliente. Tomo la rosa de él y le doy un beso.

— ¿Quién dijo que la rosa era para ti? —susurra Federico en mi cuello.

— ¿Para quién es? ¿Nicolás?

—Uh, sip. —Federico sonríe.

Atraigo la rosa a mi nariz, para olerla.

—Gracias de todos modos. Te ves bien.

Federico observa mi vestido.

—Te ves sexy. —Me aleja de Nicolás y Eugenia, llevándome lejos del gimnasio y hacia el estacionamiento.

—Uh, Federico, el gimnasio está en esa dirección.

Se da la vuelta, se mueve hacia atrás mientras sigue tirando de mí.

—Lo sé. Pero después de verte con ese vestido, quiero arrancarlo de ti.

Riendo, dejo caer la mano. —De ninguna manera, amigo. Nunca he ido a un baile. Vamos  a  ir.  —Me  doy  vuelta  y  marcho  hacia  el  gimnasio,  haciendo  que  me persigue. Desde atrás, él salta y desliza una mano alrededor de mi cintura.

En el interior del gimnasio, globos de color rojo y negro cuelgan de las paredes y papel crepe está en todas partes.

—Súper cursi —le digo a Federico—. Incluso yo podría hacerlo mejor que esto.

Aun así, me alegro de experimentar esto antes de graduarme.

Una lenta canción de Tim McGraw está sonando mientras Federico toma mi mano y me lleva al centro del gimnasio. Se gira a mí alrededor, y entonces me empuja más cerca.  Apoyo  la  barbilla  en  su  hombro  y  miro  en  torno  al  oscuro  gimnasio, Pablo y Rocío están de pie en la esquina, peleando.

Nicolás y Eugenia están bailando, sonriendo el uno al otro. Por supuesto espero que ella sea capaz de conseguir superar a Peter, porque parece como si a Nicolás de hecho le gusta, y a él nunca le gusta nadie en serio. Paula está bailando con Higgins, pero ella sigue mirándonos a mí y a Federico, e inmediatamente después mira hacia otro lado. ¿Así de celosa?

Inclino mi frente contra la de Federico por un minuto, pero luego muevo la barbilla de vuelta sobre su hombro, fijándome en la escena de nuevo. Ahora, Pablo y Rocío están parados  en  la esquina,  besándose.  Ridículo.  A continuación,  Peter  entra  en  el gimnasio. Desde luego, no se vistió para el baile. Lleva jeans y una vieja camiseta, pero todavía se ve condenadamente caliente.

Está  dando  vueltas  a  esa  estúpida  corona  barata  en  el  dedo  y  mirando  a  su alrededor en el gimnasio. Un par de chicas se apresuran hacia él, probablemente estarán pidiéndole bailar, pero él las aparta. Apoyándose contra la pared, sigue girando  la corona. 

Cuando  la lenta  canción  termina,  los ojos verdes de Henry encuentran los míos,  me alejo de Federico y comienzo a caminar hacia mi amigo. Peter me mira, luego mira fijamente a mi vestido. Y entonces él se da la vuelta y se va del gimnasio, dejando caer la estúpida corona. ¿Qué demonios?

DE: Espósito, Lali
PARA: Tucker, Mark (Atletismo, Universidad de Alabama) 
FECHA: Sábado, 9 de octubre, 06:47 am.
ASUNTO: Finales de Distrito.

Estimado Sr. Tucker:

Espero que esté bien. Tengo muchas ganas de asistir al Baile de Caridad de  Antiguos  Alumnos  en  diciembre. Gracias  por  las  pruebas  del calendario. Me encanta.

Sólo quería que supiera que ganamos nuestro último juego de la temporada ayer por la noche. Le ganamos al Condado de Davidson 31-7. Lancé para 320 yardas. He adjuntado un vídeo del juego para que usted pueda compartir con los entrenadores de fútbol.
La  semana que viene, nos dirigimos a  las  finales de  distrito, y  si ganamos, vamos a ir al campeonato estatal. Espero que usted y el entrenador Thompson puedan ir al juego.

Gracias de nuevo por todo.

Atentamente,

Lali Espósito. 

Hasta aquí he subido todo lo programado, lo más seguro que mañana o pasado suba de noche, quería subir hasta el final, pero me falta adaptar parte de la historia al menos unos 8 capítulos. Espero comprensión y gracias por seguir leyendo.

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