En su interior, Lali
sabía que Peter
era un hombre muy
distinto
a su
exnovio.
Peter era intenso,
apasionado.
Lali cerró la puerta y pensó que le vendría bien tomar un café y pastel con su
padre para recuperar el equilibrio. Y para aliviar el temor de que su
padre volviera a caer en el alcohol.
—No debimos venir —dijo Lali—. Estás cansada. Habían ido a
casa
de Kylie
la noche del jueves.
Kylie estaba embarazada de seis meses y llevaba un peto. Parecía cansada, y Lali no podía imaginarla haciendo las tareas del rancho además de cumplir
con su trabajo en la ciudad.
—Estoy bien —protestó Kylie.
—Tienes que
cuidarte, y cuidar al
bebé
también —le dijo Candela.
—Lo estoy haciendo.
—Espero que no estés
levantando peso —le advirtió Lali, que notó que la televisión de plasma
que había comprado Alex para ver el
rodeo ya no estaba.
—Dix no me deja,
ya sabes.
Dix Pepperdale había sido el encargado del rancho desde los tiempos
de Jack
Warner, el suegro de Kylie, que había muerto. Había cuidado
a Kylie como a una
hija.
—¿Qué
tal el nuevo potro?
—Muy bien —contestó Kylie con una sonrisa—. Feather ya no me tiene miedo, al menos
no tanto como antes. Espero que esta semana pueda hacerla comer de mi
mano.
Kylie había adoptado un
potrillo salvaje.
—Realmente me está ayudando… a superar la muerte de Alex. Es tan extraño… Lo echo de
menos. Aunque yo estaba pensando en dejarlo, antes de casarnos éramos amigos.
Lali pensó en Alex. Recordó al joven vaquero que nunca había crecido. Había sido un niño mimado. Y no había estado preparado para el compromiso. Pero Kylie
lo había descubierto demasiado tarde.
—¿Has sabido algo de
Brock? —preguntó Candela.
Kylie dudó un momento.
—Llamó unos días después del funeral.
Era extraño que Kylie no se lo hubiera
dicho antes.
—Tenía su dirección en Texas y lo llamé allí. Dejé un mensaje diciéndole que me llamase. No lo recibió hasta después
del funeral. Andaba por ahí, buscando
petróleo. No recibió mi
mensaje hasta
que volvió al campamento base.
—¿Le dijiste que
estabas embarazada?
—preguntó Lali.
Kylie había aceptado el
trabajo de
entrenadora de caballos en Saddle Ridge a los
diecisiete años. Como había vivido allí, se había encontrado con
Brock, el hermanastro de Alex, cuando
éste
volvía a su
casa
en
las vacaciones de la universidad. Y Lali
sabía que, de adolescente, Kylie sentía
fascinación por Brock Warner.
Después de un
momento de
duda, Kylie contestó:
—Sí, se
lo he dicho. Y me
he enterado de algo que Alex no me dijo.
Sospechando que habría muchas cosas que Alex no le había dicho, Lali
preguntó:
—¿Qué?
—Brock lleva divorciado un año aproximadamente.
Brock tenía ascendentes apaches
y siempre se había sentido un ciudadano de segunda
en el rancho, sobre todo porque para
Jack Warner Alex había sido su hijo
favorito.
Y Brock se
había
abierto camino como geólogo en Texas.
—Le he dicho a Brock que todo va bien aquí. No podía decirle la verdad. Necesito tiempo. Tengo que levantar el rancho.
Es el futuro de mi
hijo.
—¿Qué
vas
a hacer si
regresa Brock y quiere venderlo?
Lali era realista. El
testamento de Jack Warner había dejado a Kylie en un apuro. Warner se lo había dejado a Alex siempre que éste viviera allí y lo explotase.
Si lo vendía, la mitad
iría a parar a Brock. Y eso sería lo que pasaría con
Kylie.
—Realmente no puedo pensar en
eso
ahora. He vendido la televisión. El dinero lo estoy usando para gastos. He anunciado el toro mecánico en el periódico,
y espero
obtener un buen precio por él. Con eso podría pagar los impuestos. El ganado no
dará suficiente dinero este año.
—Tal vez pueda tomarme vacaciones después
de que nazca el bebé para venir a
ayudarte —dijo Lali.
Los ojos de Kylie
se llenaron de lágrimas.
—Gracias, pero ya veremos qué pasa. Si consigo alquilar los establos a unos cuantos caballos más, podría compensar el dinero que estoy perdiendo por no
entrenarlos durante el embarazo.
No puedo arriesgarme a caerme.
—Todavía
tienes colchas tejidas a mano, Kylie.
Puedes venderlas.
—He vendido una cuantas para comprar a Feather, y para pagar las
facturas del
veterinario.
El resto lo he ahorrado para emergencias.
Kylie se sonó la nariz
con
un pañuelo de papel y se lo guardó en el bolsillo.
—¿Y, qué tal va el agente del FBI? —preguntó Kylie,
evidentemente cansada de ser el centro de
atención.
—Es una buena pregunta —bromeó Lali—. No he sabido nada de él desde el
lunes y no sé si ha avanzado en
la investigación. Le dejé un
mensaje ayer pero no me ha llamado.
—Y no vas a
llamarlo —dijo Candela con una sonrisa.
—No. La verdad
es que no. Creo que voy a
pasar a verlo después de dejarte a ti.
—Sabemos que tú no te duermes en los laureles —bromeó Kylie.
Lali sintió esperanzas al ver luz en la casa de Peter.
Aunque podía ser que
dejase una luz
encendida cuando se
marchase, para
no entrar en una
casa
a oscuras.
Pero no sabía si
los
hombres pensaban
en esas cosas…
Subió al porche
y tocó el timbre.
Momentos más tarde
volvió a
tocar.
Y de pronto apareció
Peter descalzo, con el pelo despeinado, y la camisa abierta delante.
Parecía
haber estado durmiendo.
Ella fue incapaz
de decir nada.
—Me he quedado dormido en el sofá
—dijo él.
—Yo… Mmm… No me has
llamado…
—Iba a hacerlo. Volví de una búsqueda a las seis. Tuve intención de descansar
un poco en el sofá,
pero… —miró su reloj—. Han pasado horas,
no minutos… Pasa.
El salón
estaba a oscuras. Peter encendió una lámpara. La luz iluminó un sofá
de piel marrón. Lali se quitó la
chaqueta y se
sentó en un
sillón.
—¿Dónde estuviste trabajando?
—Cerca de Yellowstone. Un
chico que estaba acampando con la familia. Lo hemos encontrado a
última hora
de esta tarde.
—¿Se encuentra bien?
—Está un poco conmocionado, con
sed
y hambre… Pero está bien. Hacía
veinticuatro horas que había desaparecido y sus
padres estaban desesperados
— Peter se frotó la barbilla—. Es por eso que tengo este aspecto de haber salido de la
jungla…
Ese era exactamente el aspecto que tenía, pero estaba tan sexy,
que ella sintió un
cosquilleo en su interior.
—Siento molestarte, pero como no has contestado mis llamadas… Creía que me
estabas evitando.
—Lo estaba haciendo. No he tenido noticias de la madre de Amy, y después de ese
beso, sabía
que iba a haber mucha
tensión entre nosotros.
Ella no estaba segura de que lo que estuviera sintiendo fuera tensión, sino un fuego en
el cuerpo… Se
preguntaba si
él sentiría lo mismo.
Pero Peter era un hombre
con
el
que no quería tener una
relación. Ella prefería
alguien
más
sincero, más transparente.
Aquel hombre, sospechaba Lali, debía de tener mucha práctica en
ocultar sus sentimientos,
y hasta ocultar quién
era verdaderamente.
—Haya o no tensión
entre
nosotros,
tengo que saber si ha habido novedades.
—Ponte cómoda. Ve a
la cocina, si quieres. Hay chocolate caliente al lado de las tazas. Me
daré una ducha rápida. Luego hablaremos.
A no ser que no tengas tiempo.
—Tengo tiempo —respondió ella.
Quería saber más sobre
Peter, conocerlo más.
Peter volvió a los diez minutos y agarró la taza de chocolate que ella había
servido para
él.
—Gracias —dijo con una
medio sonrisa.
Estaba muy atractivo con el pelo húmedo, aquella camisa bordada y aquellos
vaqueros,
pensó ella.
Llevaron las
tazas al salón. Él se
sentó al lado
de Lali en el sofá. La atracción
seguía
allí, era evidente.
—He encontrado información, aunque no es suficiente para actuar. He enviado la
ropa a un especialista en fibras para que la analice y la identifique. La buena noticia es
que
sólo una tienda de Wyoming la ha pedido. Está en Laramie. La mala noticia es
que
la dueña de la tienda
tiene problemas
con el ordenador y no lo tendrá bien
hasta la semana que viene. Va a enviarme un
correo electrónico cuando encuentre el nombre
de los compradores.
Lali había tenido esperanzas de que
la investigación hubiera dado más frutos.
—Mientras tanto, a Amy podrían llevarla con una familia. Candela tiene una entrevista mañana
con
una pareja.
Lali se había
quitado la chaqueta
y
la
había
dejado en
una silla. Y sus hombros prácticamente se
rozaban
con
los
de Peter.
Peter se giró hacia ella
y dijo:
—Esto no es una ciencia exacta, Lali. A veces, el
resultado depende de la suerte. Lo mejor para esa criatura
sería
estar con una
familia.
—Lo sé. Sólo que…
—Que te identificas con ese bebé —dijo él—. Tus padres biológicos
te abandonaron,
y según
tu
padre adoptivo,
tu
madre adoptiva también lo
hizo.
—Ella no me abandonó, exactamente.
Me dejó con
mi padre.
—No te llevó con ella, y eso es lo que una madre debería hacer. Cuando mis
padres se divorciaron,
yo era lo suficientemente mayor como para elegir. Decidí irme a California con mi padre. Pero a los
seis años, supongo que querías estar con tu madre.
—Lo que queríamos
mi
padre y yo no le importó. Lo
único que le importó
a ella fue el hombre
del que se había
enamorado.
—Tu padre
ha dicho que se
mudó a Indiana —dijo Peter.
—Peter, su
nuevo marido, tenía familia allí. Decidieron empezar de nuevo en otro sitio. Creyeron que era lo mejor para todo el mundo. Pero no lo fue. La noche
que se marchó mi madre, mi
padre empezó a beber y no dejó de hacerlo hasta
hace tres años.
—¿Y cómo lo dejó?
—Yo no me había dado cuenta, pero todos
esos años fui exclusivamente yo quien se hizo cargo de él. Candela y Kylie me animaron a pedir ayuda, así que
finalmente fui a Alcohólicos Anónimos. Me
di cuenta de que yo
tenía que cambiar tanto como él. Así que le dije a mi padre que me iba de casa, que compraría una, y
que
él tendría que ocuparse de sus
facturas. Eso quería decir que tenía que trabajar
regularmente. Hasta entonces había sido contable.
Pero sólo trabajaba cuando tenía
ganas, o cuando necesitaba dinero. Creo que no me tomó en serio hasta que firmé un
contrato por la casa, hice las maletas y me fui. Tenía una vecina que le echaba un ojo
y durante una semana más o menos, sé que bebió más. Luego se apuntó al programa
de rehabilitación
del hospital y empezó a ir a reuniones
de Alcohólicos Anónimos.
Durante muchos
años, cada tanto lo dejaba, pero luego
volvía a beber. Así que ahora ruego que
no ocurra. Pero supongo que me
preparo para
lo peor por si acaso.
—Hiciste lo que debías hacer. Lo has hecho responsable de su vida —le dijo Peter con admiración.
Kylie y Candela la habían apoyado, pero por las
noches, cuando estaba sola, no dejaba de pensar en su padre.
Se había sentido muy sola.
—Tuve tanto miedo cuando le dije que me mudaba… Después creo que mi
padre me respetó más. El problema es que sabe que yo no confío en
que
no vuelva a
beber.
—¿Tuviste noticias de tu madre
adoptiva?
—Me manda una tarjeta de navidad una vez
al año —dijo, como si no le doliese que su propia madre no le enviase verdaderas cartas y felicitaciones para el cumpleaños. Sólo que no era su verdadera madre. Era
su
madre adoptiva.
—Si llego a ser madre algún día, mi hijo sabrá cada minuto del día que su madre lo ama, mientras yo viva.
Cuando miró a Peter vio compasión
en sus ojos, y le dieron ganas de llorar.
Pero no lloró. No había llorado mucho desde que tenía seis años
y su madre se había
marchado.
—No sé por qué
te cuento todo esto…
—No me importa escucharte…
—Supongo que
tienes que saber escuchar para
atrapar a los delincuentes.
Él no contestó.
—Sí, ya
lo sé.
No quieres hablar de
ello. Y ya me has
contado lo que
sabes.
Ella podría haberse ido, pero se sentía bien
al lado de Peter, cerca del calor de
su
cuerpo…
—¿Vas a llamarme cuando te
manden ese
correo
electrónico?
—preguntó Lali.
—Sí, te
llamaré.
Se quedaron en silencio un momento. Las sombras del salón parecieron hacerse más íntimas. Sólo se
oía
el ruido del frigorífico.
—Hay un baile en el rancho de Wilkins
el sábado por la noche. Estamos
juntando fondos para
mejorar la
escuela primaria —de pronto dijo
Peter.
—¿Estás involucrado en ello?
Él tenía fama de solitario,
pero
parecía que
hubiera causas que
lo apasionaban.
—Voy a dar una donación y por ello me dan dos entradas. Si tienes algo mejor
que hacer, lo comprendo…
Lo dijo como si le diera
lo mismo que fuera o que no.
—Me gustaría
ir,
pero no me acuerdo de
cómo se baila.
Supongo que tú sí,
¿no?
—Con que aprendas
unos
cuantos movimientos es suficiente. Te irá bien. ¿Eres buena
en seguir directrices?
—Depende.
—De si quieres
o
no seguirlas.
Sólo
tienes que
seguirlas. Enseguida lo aprenderás.
—¿Es esto una cita? —preguntó ella.
Él frunció el
ceño y contestó:
—Prefiero no etiquetarlo. Pero te pasaré a buscar y te llevaré de vuelta a casa —
luego le puso la mano debajo de
la barbilla para
que lo mirase.
¿Iba a besarla
otra vez?
Peter la miró. Ella anticipó la sensación de sus labios, la caricia de su lengua,
su
piel áspera contra
la suya.
Pero él no la
besó.
Bajó la mano y se apartó.
Lali se dijo que tal vez el sábado por la noche no tuviera una cita, pero si no
tenía
cuidado sería un
desastre.
Por dios que lali y peter la adopten yaaa
ResponderEliminarAaaaa pero que vuelteRo es?
ResponderEliminarOhh chapatela de una vez jajajja
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