Peter no sabía qué
iba a hacer con
Lali Espósito. Sólo sabía que no podía
dejar de mirar el movimiento de sus caderas mientras
caminaba, sus
largas piernas envueltas en un pantalón violeta,
la suspensión de sus pechos… mientras buscaban una
mesa.
Vieron una y se dirigieron a ella.
El Silver Dollar estaba
bastante
lleno. Era un restaurante
decorado estilo rancho.
¡Maldita sea! Aquella mujer tenía
un efecto en
él que Cheryl jamás había
tenido. Era más decidida, más sincera, que su exmujer. Y quería saber más sobre ella, y eso era un gran error. Si se ocupaba de aquel caso, era mejor que se mantuviera alejado de ella.
¿Si se ocupaba de aquel caso?
Si ya se estaba
ocupando de
él, se dijo Peter.
«Mantente
alejado de Lali Espósito», se repetía una
y otra vez.
Se apartó del
perfume de Lali, que olía a fruta
y flores,
y se sentó frente a
ella. Entonces se dio cuenta de que sus rodillas casi se rozaban por debajo de la mesa. Y era
mejor no rozarla, se
dijo Peter.
Antes de que
abriese la
carta,
los
ojos marrones de Lali
se fijaron
en los de él y ella preguntó:
—¿Cuánto cobras?
—No cobro cuando busco niños.
—Como has dicho antes, esto no es un
niño.
—Es lo mismo…
—No puedo permitirte…
—Tú no me estás permitiendo hacer nada,
y como te he
dicho antes, es posible
que no la encontremos.
—Si esto te quita tiempo de
otros trabajos, tengo que
compensarte… con
algo.
—No tengo demasiado trabajo ahora
mismo. Ella se
inclinó hacia
adelante.
—El artículo que leí decía que te dedicas a servicios de seguridad. ¿Qué es eso exactamente?
—Varía mucho.
Ella lo miró.
Y él recordó su determinación,
y supo que
le haría otra pregunta.
—Desarrollo programas a prueba de piratas informáticos, además de instalar alarmas y mecanismos físicos para necesidades especiales.
—¿Tú haces que los sitios web sean seguros? ¿De manera que si, por ejemplo, yo uso mi
tarjeta
de crédito, nadie pueda usarla?
—Algo así.
—¿Es eso lo que hacías para el FBI?
Ahora ella se estaba
metiendo en terreno prohibido.
—Las habilidades que usaba en el FBI eran
variadas.
Si sólo se hubiera dedicado a la seguridad en Internet, tal vez Cheryl no se
habría
divorciado de él… Quizá
no habría perdido el
bebé.
Hizo una pausa
y agregó:
—Digamos que es
un tema del que no quiero hablar.
Pero ella no
dejó de insistir.
—¿Por razones personales o profesionales?
Era hora de que ella dejara de hacer preguntas. Ahora le tocaba a él. Ella no
tenía
alianza en el dedo y se
preguntó si
tendría
alguna
relación.
—Esta conversación no tiene nada que ver con Amy, y es de ella de quien
hemos venido a hablar.
—De acuerdo —respondió ella, reacia—. ¿Qué
vamos a
hacer ahora?
Cuando miraba
los hermosos ojos marrones de Lali, casi se olvidaba
del motivo por el
que estaban
allí.
—Se me ocurre que la pareja no estuvo aquí más de un día. El hecho de que comprasen productos
en la tienda de la estación de servicio en lugar de en la droguería me
indica que debían de estar de
paso.
—Pero, si no era de aquí, ¿por qué ha querido dejar al bebé conmigo? ¿Cómo
sabía quién
era yo?
Peter la miró como si sospechase algo,
pero
quería estar seguro.
Lali agarró el menú y se mordió el labio inferior.
Aquel gesto era
muy
sexy, lo supiera
ella o no, pensó Peter.
—Suelo dar talleres en otros pueblos. Algunas veces escriben algún artículo en los periódicos sobre
ellos. Pero
no creo que
nadie haya decidido dejarme un bebé por
eso.
—Eso depende.
Está claro que eres una enfermera especializada en obstetricia.
Eso
supone tener cualidades para cuidar a una criatura. Se me ocurre que
si
la chica no es de Wild Horse Junction, te ha conocido en algún taller de ésos. Quiero que
hagas una lista de las
jóvenes con las que has hablado en
el último año.
—¿Bromeas?
—No.
—Normalmente no conozco sus apellidos.
—No me importa. Intenta apuntar nombres y, si puedes, intenta recordar caras
con
nombres.
De pronto,
Lali sonrió al ver a alguien entrar en el bar. Era una pareja con un bebé de unos ocho meses.
En cuanto la vieron fueron
hacia ella. La mujer la abrazó mientras el hombre las miraba
con
paciencia.
—¡Qué alegría
verte! —exclamó Lali—. ¿Habéis colocado todo?
—Casi todo
—respondió
la
amiga
de
Lali—. Nos queda
decorar algunas cosas. Estamos
usando muchas de
las fotos de Dylan, por supuesto, pero necesito algunos candelabros y adornos.
—Son imprescindibles,
realmente —dijo el hombre, tratando de
reprimir una sonrisa.
Su esposa le pellizcó en
el brazo.
Antes de que
la conversación siguiera, Lali los presentó.
—Éste es
Peter Lanzani. Me está ayudando a encontrar a la madre de Amy. Peter, ésta es Candela y Dylan Malloy, y su hijo Timmy. Candela es la asistente social de la que te hablé.
Peter, al oír el nombre de Dylan comprendió. Había leído un
artículo en el periódico local acerca de una exposición en la Gallería Flautas
y Tambores y el éxito que había tenido. El hombre era un excelente fotógrafo de la vida salvaje. Peter
también
había
leído que su
hermana
y su cuñado habían muerto en
un accidente de
coche en febrero. Timmy había nacido inmediatamente antes de
que
muriese su
madre.
Peter les dio la mano. Timmy era un hermoso niño de pelo rubio y ojos verdes.
Y se
estaba impacientando en brazos de Dylan.
—Bien, muchachos.
Compraremos la cena
y nos marcharemos —dijo Dylan.
—Llevaremos la
comida a casa de Kylie
—explicó Candela a Lali.
—Hablé con ella anoche —dijo Lali—. Estoy preocupada por ella. Desde el
funeral de Alex ha estado trabajando el doble,
y no
creo que sea bueno para
su embarazo. Está de cinco meses, y debería
dejar de trabajar a ese
ritmo.
—Lo sé… Ese maldito accidente no sólo arruinó la vida de Alex, sino que dejó a
Kylie con un peso demasiado grande para
llevarlo ella
sola.
—Es por eso que vamos a ir a Saddle Ridge —interrumpió Dylan—. Tiene una
valla rota y Dix no ha tenido tiempo de ocuparse de ella. Yo no soy un experto, pero puedo hacer una
chapuza.
Cuando se dieron
cuenta de que habían
mantenido a Peter al margen
de la conversación, Lali
se
dirigió a él:
—Tenemos
una
amiga que se quedó viuda en julio. Se ha puesto a trabajar en
el rancho con
su
capataz, y es mucho para ella, sobre todo porque
está embarazada.
El cajero que estaba cerca
de la puerta hizo una seña a Candela
y a Dylan y empaquetó la
comida para
llevar.
Como Timmy seguía quejándose, Dylan le dijo:
—Ya nos vamos,
ya nos vamos…
Después de
despedirse de los Malloys,
Lali le explicó:
—Se casaron en julio.
Son aún recién casados.
—Me imagino que debe de ser difícil ser recién casados con un bebé —dijo
Peter.
—Timmy ha
unido mucho a Candela
y a Dylan —comentó Lali.
—¿Timmy era el hijo de
la hermana de Dylan?
—Sí. ¿Eres de
aquí? ¿Conocías a Julia,
la hermana de Dylan?
—Nací aquí, pero me fui cuando era adolescente. Desde que he vuelto, no me
relaciono mucho con
la gente. No conocía a su hermana.
—¿Cuánto hace
que has vuelto?
—¿Siempre
haces tantas preguntas? Ella sonrió.
—¿De qué otro modo voy a
saber lo que quiero,
si no es haciendo preguntas? Peter agitó la
cabeza.
—Hace cinco años. ¿Cuánto tiempo hace que sois amigas Candela
y tú? —ahora
era su turno.
—Candela, Kylie y yo éramos compañeras de
colegio.
—¿Su esposo ha muerto recientemente?
—Poco después de la boda de Candela
y Dylan. Queremos
ayudarla, ¡pero es
tan independiente! Quiere hacerlo todo sola. Cuando avance su embarazo no sé qué va a
hacer.
—No sé si
comprendo… ¿No puede contratar a alguien para
que la ayude?
—¿Has oído hablar del rancho Saddle Ridge?
—No en los últimos tiempos. Jack Warner era el dueño cuando yo era pequeño. Criaba caballos, ¿no?
—Sí, pero su hijo Alex…
—Lali se interrumpió bruscamente—. No debo decir nada más.
Así que Lali
no era
una cotilla y era
leal a sus amigos.
Eso
le gustó. Se
acercó la
camarera
y pidieron.
Cuando les sirvieron el filete con puré de patatas y verdura, Peter notó que
Lali se comía casi todo.
—¿Haces deporte?
Lali se limpió con la servilleta y dejó el tenedor en la mesa.
—Sí, en el Wagon Wheel Fitness Center. ¿Por qué? Él no
pudo reprimir una sonrisa.
—Porque
hace mucho tiempo que no veo a una
mujer terminarse
el puré de patatas.
Ella se puso colorada.
—Supongo que es una de las ventajas de hacer deporte, que puedo comer lo
que me apetece.
Peter no pudo evitar mirar su suéter lila, la redondez de sus pechos…
Y se
excitó.
—Ahora que Malloy se ha casado, me pregunto qué pasará con su carrera — dijo Peter.
Sabía por experiencia
que
el matrimonio no resistía ciertas profesiones. Primero
su padre, luego él. El caso era que él se había hecho agente del FBI por una razón. A los
nueve años
su mejor amigo había sido secuestrado, y desde entonces había querido ayudar a enderezar el
mundo.
—Ha hecho algunos cambios
en la forma de trabajar —admitió Lali—. Lo han
contratado para que escriba un libro sobre la vida salvaje, uno acerca de las ballenas en Alaska.
Dylan
no quiere que
su
trabajo interfiera en su vida
familiar.
—El trabajo puede
interferir, es verdad.
—¿Tu trabajo se
interpuso en
alguna
relación?
—Mi trabajo terminó con
mi matrimonio.
Era la primera vez que lo decía en voz alta. Y no sabía por qué se lo había dicho a ella.
Peter agarró la cuenta que había dejado la camarera y dejó una propina. Luego se dirigió a
la caja.
—Yo me encargaré de esto —le dijo
a Lali—. Quiero
hacerle unas preguntas a
la camarera.
El local se había vaciado, y la
cajera estaba
sentada
en una banqueta, leyendo una novela de amor. Los romances se hacían realidad en los libros, pero en la vida real
eran imposibles, pensó Peter yendo hacia ella.
Cuando la cajera cerró el libro y se puso de pie, Lali ya estaba a su lado, con su perfume fresco y dulce, embriagándolo.
Él se resistió a
aquel magnetismo que le producía
aquella mujer. Era
una verdadera
distracción.
Después de pagar la cuenta, Peter empezó el interrogatorio.
Y para su
sorpresa,
la
chica
describió
con
bastantes
detalles
a la pareja de jóvenes
que buscaban. Luego los
remitió a la camarera que los
había atendido. Se acercaron a la
otra camarera. Ésta los recordaba.
—La chica pidió sopa y el chico una hamburguesa. No dejaron propina, es por
eso
que los recuerdo tan bien. Eso es
todo
lo que sé. Preguntaré, señor Lanzani.
Me pondré en contacto con usted si
alguna
de las chicas tiene alguna novedad o
recuerda algo.
—Estupendo —le dijo él, dándole su
tarjeta—. Te agradecemos toda la ayuda que
puedas darnos.
La chica pestañeó seductoramente a Peter y dijo:
—A ver si
la próxima vez
que viene se sienta
en una de mis mesas.
—De acuerdo —dijo Peter con una
sonrisa.
Lali no había dicho nada durante
la conversación.
Pero cuando estaban saliendo dijo:
—¡Quién habla
de encanto!
—Probablemente hace lo mismo con todos los clientes.
—Tú no has hecho nada para
desanimarla.
A Peter le gustó aquella
reacción de Lali.
—Necesitaba la información que
pudiera darme la camarera. Y tal
vez averigüe algo más. Nunca se sabe…
Peter se detuvo y agarró el brazo de
Lali.
—¿Y por qué
te molesta
que la chica coquetee conmigo?
—No me molesta —protestó rápidamente—. Pero la chica es muy joven e
impresionable, y si le das esperanzas…
—El Silver Dollar no contrata a nadie de menos de dieciocho años, así que no es tan joven… De todos
modos, yo no animo a nada más que a que me respondan las
preguntas.
Lali se quedó mirándolo. Y entonces él
no pudo más y preguntó:
—¿Tienes alguna relación
con
alguien?
—No —contestó ella.
—¿Tuviste un
matrimonio que
fue mal también? —preguntó Peter. Después de un
momento de
vacilación,
Lali contestó:
—No llegué
tan lejos. Mi
prometido me dejó esperando en
el altar.
—¿El día de la boda? —preguntó Peter,
perplejo.
—El día de la boda.
Y no
pienso dejar que me vuelva a suceder nunca. No volveré a depender
de un hombre para que me haga feliz, ni confiaré en
ninguno
como confié en Pablo.
Lali se sintió incómoda por haberle revelado aquello.
Y cambió de
conversación señalando la
pegatina
del coche.
—¿Qué
es eso?
—Pertenezco a una
red
de pilotos que ayudan
en rescates. Ése
es nuestro logo.
—¿Eres piloto? Él asintió.
—¿Tienes tu propio avión?
—He heredado el de mi padre.
—¿Has perdido a tu padre? —preguntó ella con comprensión.
Él recordó que
ella también conocía la pérdida,
aunque de forma
diferente.
—Sí. Hace siete años. Por un lado parece que fue ayer, y por otro parece que hiciera siglos.
Cuando sus padres se habían divorciado se había ido a vivir con su
padre. Le faltaban
dos años solamente para la universidad, y el juez había accedido al deseo de mudarse a Los Ángeles
con
su padre en lugar de a Wisconsin con su madre. La
muerte
de su padre por cáncer había sido un golpe
inesperado.
—¿Vive tu madre
aún?
—Sí. Vive en Wisconsin ahora.
Hablamos todas las semanas.
Peter notó una nube de tristeza en
los ojos de Lali. ¿Sería la referencia a la madre que
había
hecho él?
Pero antes de que
pudiera averiguarlo ella
comentó:
—Eres un hombre
complicado.
—No más complicado que tú.
Antes de que la conversación se adentrase en más asuntos
personales, Peter
preguntó:
—¿Adónde
vas
ahora?
—Al hospital nuevamente. Me
apetece estar con Amy un rato.
Peter de pronto se la
imaginó con el bebé en brazos y sintió una tormenta de sensaciones.
—Iré contigo. Una
enfermera iba
a ver si
encontraba
la ropa de Amy.
—No comprendo por qué no se llevó la ropa el sheriff. La vio pero no la recogió —dijo Lali.
—El sheriff está próximo a jubilarse… No sé si pone el empeño necesario en su trabajo. He tenido algunos problemas con él, así que intento no cruzármelo. Pero tal
vez tenga que
hacerle una visita.
Estaban
al lado del coche de Peter.
El aire agitaba los rizos de Lali. Él los tocó instintivamente. Hubiera sido mejor no hacerlo.
Sus ojos cobraron brillo y profundidad. El deseo de besarla fue tan intenso, que
casi pudo masticarlo. Lo sentía en cada parte de su cuerpo, especialmente en sus partes bajas.
Peter se acercó más, bajó la
cabeza
y…
En aquel momento el sol,
que había estado nublado, salió e iluminó la
cabellera roja de Lali.
Aquel brillo pareció aclarar mentalmente a Lali, que dio un paso atrás
y sonrió.
—Amy me está esperando.
Tal vez te vea en el
hospital.
Cuando Peter abrió la puerta de su camioneta, pensó que
sería
mejor no verla. Sería mejor que
encontrase él solo a
la madre de Amy.
aaaaaaaaaa +++++++++7
ResponderEliminarSigueeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarOhhh maaas
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