martes, 26 de enero de 2016

Capítulo 10

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Lali a Peter. Era el día siguiente. Acaban de volver de Laramie y estaban sentados en el coche de Peter.

Lali se dio cuenta de que no estaba preguntando sólo por el caso sino por ellos.
La noche anterior, ella había deseado desesperadamente hacer el amor con él, pero también había sabido que ninguno de los dos estaba preparado para ello.
—Al menos sabemos que es posible que la madre de Amy sea de Laramie. Es una suerte que Flo haya conversado justamente con la chica. Aunque todavía no tenemos su nombre, tenemos una descripción bastante exacta: pelo liso y  castaño, ojos color miel, un metro sesenta…
—También sabemos que su madre la echó cuando se quedó embarazada y que se  fue  a  vivir  con  su  novio  —siguió  Peter—.  Creo  que  es  hora  de  que compongamos un boceto. Cuando le pregunté al sheriff si tenía a alguien que pudiera hacerlo, me dijo que no. ¿Conoces a algún artista?
—Lily Reynolds, la dueña de la galería donde expuso Dylan ha pintado algunos cuadros. Tal vez pueda hacerlo. Se lo preguntaré.
Lali no había dormido la noche anterior. Había estado demasiado excitada sabiendo que Peter no estaba lejos. Había estado recordando una y otra vez sus besos, sus conversaciones, el magnetismo de su presencia…
Peter se desabrochó el cinturón de seguridad y miró a Lali. Luego puso la mano en su muslo.
—¿Qué te ocurre?
—Estamos  en  un  punto  muerto.  Aunque  envíes  ese  boceto  a  todas  las comisarías de Wyoming, ¿qué posibilidades tenemos de que alguien reconozca a la joven? —preguntó Lali.
—No lo sabes. Pero no tenemos que esperar para hacerlo. Todavía no he terminado con Wild Horse Junction —dijo él.
El contacto de su mano en su muslo irradió un calor a todo su cuerpo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Lali.
—Una vez que tenga un boceto en la mano, una vez que hable con el dependiente de la tienda de la estación de servicio y con la camarera otra vez, porque ambos tienen que decir algo de Lily Reynolds, podemos sacar algo más—respondió Peter.
—¿Nosotros? —sonrió ella.
Él sonrió con los ojos. Era una expresión que ella no había visto nunca en él.
—Digamos que he aceptado trabajar en equipo —sonrió Peter.
De pronto el aire se hizo más denso en su coche.
—Me ha gustado el viaje a Laramie —comentó Lali.
Peter la miró con un brillo más profundo en los ojos, un deseo animal, primitivo.
El tiempo estaba más frío. No había lluvia pero el cielo estaba gris, y el coche de Peter era un refugio que los aislaba del mundo exterior.
—A lo mejor eres un adicta a la adrenalina y te gusta ir detrás de una pista —le dijo Peter, reprimiendo una sonrisa.
—Tal vez. O tal vez sólo disfrute de tu compañía —le confesó Lali. Peter se quedó en silencio un momento y luego dijo:
—¿Qué compañía es ésa? Hemos hecho el viaje de ida y el de vuelta prácticamente en silencio.
Era cierto.
—Dos personas no necesitan hablar para disfrutar de estar juntas.
—Tienes razón —dijo él acercándose más a ella.
Entrelazó sus dedos en su pelo. Con su otra mano desabrochó el cinturón de seguridad de Lali.
Tal vez Peter pensara que allí estaban a salvo porque no estaban en una habitación, pero en cuanto la besó, en cuanto su lengua se deslizó en su boca, en cuanto su mano le agarró la cabeza, ella supo que no estaban a salvo. La química entre  ellos era  explosiva.  Una  palabra,  una  caricia,  una  sonrisa  podía  hacer  que terminasen uno en brazos del otro.
Ella   estaba   coqueteando   con   algo  desconocido,   arriesgando  su  corazón, agitando su vida. En brazos de Peter ella era una mujer que volvía a soñar, que podía encontrar satisfacción con un hombre… Una mujer que sabía cómo dar placer y recibirlo.
Después de que Peter dejara de besarla, la miró a los ojos, y luego la volvió a besar. Aquella vez la exploró con sus manos, con su lengua… Deslizó sus manos por debajo del suéter, y le desabrochó el sujetador.
Ella no podía recuperar la cordura. Sólo sentía.
Sintió las manos ásperas de Peter en su espalda. Se estremeció y el deseo se despertó en su interior. Entonces sin importarle nada, deslizó las manos por el torso musculoso de Peter y luego las deslizó hasta la cintura para quitarle la camisa de dentro de los pantalones. Era bueno sentir el contacto físico con él, experimentar aquella sensación de cosquilleo en todo su ser. Peter sería un solitario. Pero tenía experiencia y sabía cómo besarla y cómo tocarla.
Era un hombre al que le gustaba tocar. Se notaba en la forma que deslizó sus manos hacia su vientre y lo acarició. El modo en que tocó sus pechos y los exploró.
Se apoderó de sus pechos y jugó con sus pezones. A Lali se le llenaron los ojos de lágrimas por el placer que estaba experimentando. Ella disfrutó de aquel momento e hizo un pequeño círculo con la mano, y la deslizó por sus músculos abdominales, absorbiendo el placer de tocarlo.
De pronto ella sintió el cambio. Peter quitó las manos, aunque sus labios siguieron besándola por un momento. Y ella supo que él se iba a apartar.
Y lo hizo. Se echó hacia atrás en el asiento y cerró los ojos.
—Estamos a plena luz del día —protestó Peter.
—¿Cambiaría algo el que estuviéramos en la oscuridad? Peter sonrió y agitó la cabeza.
—Tú sabes lo que tienes que preguntar, ¿no? Si estuviera oscuro tal vez no hubiera parado. En la oscuridad tal vez te hubiera convencido de pasarnos al asiento de atrás y…
—¿En la oscuridad podrías haberte olvidado de quién eres y de quién soy y haberte dejado llevar simplemente? —siguió ella.
No  quería  pensar  eso.  Pero  tal  vez  Peter  no  era  diferente  a  los  demás hombres.
Peter se inclinó hacia adelante y dijo:
—Jamás podría olvidarme de quién eres tú.
—No sé si es un piropo o no.
—Yo tampoco —respondió Peter.
Lali se abrochó el sujetador. Se sentía incómoda, hasta un poco utilizada. Peter le había dicho que no quería una relación con ella. Le había dicho que no iba a volver a casarse. Entonces, ¿qué estaba haciendo?
Ella sabía que muy dentro de sí, el matrimonio era el destino de una relación. Peter agarró la cazadora de Lali del asiento de atrás y se la dio.
—Dime si te enteras de algo nuevo sobre la madre de Amy —dijo ella.
—Te diré qué pasa con el boceto. Llamaré a Lily Reynolds cuando llegue a casa. Había terminado, por ahora, la misión que tenían juntos. Pero ella no deseaba
salir de su coche. Y aunque iba contra todo lo que sabía que era bueno para ella, deseaba invitarlo a entrar.
Se sentía tan sacudida como el primer día que había visto a Peter. Lali salió del coche. Sabía que aquél era el fin de su relación con él.
—Ya nos veremos. Buena suerte con el boceto —dijo ella.
Ella se dio prisa en entrar en su casa. Y él salió a toda velocidad con su coche. Dentro, el silencio de su casa llenó de soledad su corazón.
Tal vez tuviera que conseguir un gato, pensó Lali.
Peter volvió del viaje con Lali hecho un lío. Él nunca se había confesado con una mujer. Jamás había expresado sus sentimientos, ni con Cheryl, quien lo acusaba de su reserva y culpaba a su profesión por ella.
La  verdad  era  que  hasta  entonces  había  sido  autosuficiente  y  no  había necesitado a nadie desde hacía mucho tiempo. Había aprendido desde muy pequeño a controlar sus emociones. Las peleas de sus padres, su divorcio y su profesión habían reafirmado su actitud.
Pero desde que había conocido a Lali, no sabía qué le pasaba.
Entró en su oficina con la intención de agregar algunas notas al caso de Amy. Abrió la puerta. El lugar era un desastre. Un verdadero desorden. Llevaba tiempo diciendo que iba a ordenarla, pero no había tenido tiempo.
Encendió el ordenador. Y se dio cuenta de que se había olvidado de escuchar el contestador. Tenía el aparato en la cocina porque le resultaba más cómodo. Jamás se olvidaba de oír los mensajes…

Apretó   el   botón   y  sorprendentemente   encontró   un   mensaje   de   Cheryl.
«¿Cheryl? ¿Ahora?», pensó. ¡Si hacía años que no hablaban!
El segundo mensaje era del padre de Lali.
—Señor  Lanzani,  soy  Russ  Espósito.  He  pasado  por  su  casa,  con  la intención de hablar con usted. ¿Puede llamarme? Tengo una idea que puede beneficiarnos a los dos —le decía.
Y le dejó su número de teléfono.
Peter llamó al número que había dejado Cheryl. No contestó. Pero no dejó mensaje porque ella se daría cuenta de que era él al ver su número. Y si no lo hacía… ya hablarían otra vez.
Peter llamó a Russ, con el corazón aún acelerado por la llamada de Cheryl, una historia que le producía tristeza y culpa.
El padre de Lali contestó inmediatamente.
—Señor Espósito, soy Peter Lanzani. Usted intentó localizarme, ¿verdad?
—Sí. He ido al hangar donde guarda el avión. ¡Bonito Skyhawk el que tiene allí!
¿Qué estaba haciendo Russ merodeando por donde estaba su avión?, se preguntó él. Las puertas estaban cerradas excepto cuando iba por allí Dave Johnson, su mecánico.
—Su mecánico estaba allí, un tipo simpático… No tuvo problema en que le echara un ojo al aparato antes de que se fuera.
—¿Ha ido al hangar por alguna razón?
—Sentía curiosidad por su avión. Como le dije el día del baile en el granero, volé en Vietnam.
Russ había hablado de un helicóptero en general.
—¿Cuándo fue la última vez que voló?
—A principios de los setenta —respondió Russ—. Cuando volví a casa quise olvidarme de todo lo que había vivido allí. Tengo un permiso para pilotar aviones… Luego conocí a mi esposa, nos casamos, y adoptamos a Lali. Después de que se marchase mi esposa y de que me diera a la bebida, jamás volví a pensar en volar nuevamente. ¿Le contó Lali algo de esto?
—Algo.
—¿Le ha dicho que llevo tres años sin beber?
—Enhorabuena.
—No lo he llamado para que me dé una palmada en la espalda. Lo he llamado porque… Porque he pensado que tal vez usted pudiera necesitar ayuda…
—¿Qué tipo de ayuda?
—Tengo un vacío en mi vida que quiero llenar, y mi experiencia podría venirle bien. Además, tengo la visión perfecta y en una operación de rescate eso es muy importante. Me gustaría ir de voluntario con usted.
Normalmente  en  el  equipo  de  rescate  iba  alguien  que  servía  para  localizar cosas. Pero no era fácil conseguir gente que pudiera localizar cosas en la distancia, porque era muy diferente que localizar cosas en el suelo, pensó Peter.
—No lo sé, señor Espósito.
—Llámeme Russ. Sé que esto no es algo que puede decidir en un impulso. De hecho, sé que quiere decirme que no. Pero antes de que lo haga, piénselo. Piense en un  par  de  ojos con  experiencia  en  mirar  con prismáticos que  pueda  ayudarlo  a buscar. Piense en la posibilidad de encontrar a un niño más rápido.
Russ tenía razón en que él quería decir «no». Pero algo le impedía decírselo.
—¿Qué le hace pensar que eso llenará un hueco en su vida?
—No lo sé seguro. Quizá no lo haga. Todavía voy a reuniones de Alcohólicos Anónimos. Pero necesito hacer algo sin recibir nada a cambio. ¿Comprende lo que le quiero decir?
—Recibirá  algo  a  cambio.  Volará  de  nuevo.  Conseguirá  la  adrenalina  que circula en una búsqueda.
—Es posible. Pero tengo que empezar de algún modo, y éste me ha parecido una buena forma de hacerlo. ¿Por qué lo hace usted?
Él sabía que cada vez que buscaba a alguien quería compensar una pérdida… Sabía que no era una razón altruista, porque aún estaba pagando su culpa.
—Lo hago por muchas razones —volvió a pensar en la idea de Russ—. Como ha dicho, no puedo tomar una decisión apresurada en esto. Jamás imaginé tener un compañero…
—Podemos probarlo una o dos veces… Y así ve cómo va. Si no sale bien, me apuntaré en alguna organización humanitaria, como Hábitat para la Humanidad…
Peter sonrió.
—¿Sabe cómo construir casas?
—No. Pero puedo aprender —después de una pausa le recordó a Peter—. Espero su respuesta, y si la respuesta es «no», no se preocupe de herir mis sentimientos. Dígamelo directamente. Y algo más, señor Lanzani.
—Llámeme Peter…
—De acuerdo, Peter. Esto no tiene nada que ver con Lali.
—¿Ella no sabe que usted está hablando conmigo?
—No lo sabe. He preferido no decírselo.
—Si  decido  llevarlo  conmigo  aunque  sea  una  vez,  no  pienso  ocultárselo  a Lali, y usted no debería hacerlo tampoco.
—Me parece bien. Espero su respuesta.
Cuando Peter colgó el teléfono, no se sintió contento de tener otra complicación en su vida. Había llevado una existencia solitaria en la que se había sentido cómodo.

Ahora tenía que pensar si quería cambiar su vida o no.

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