—¿Y
ahora qué hacemos? —preguntó Lali a Peter. Era el día siguiente. Acaban de
volver de Laramie y estaban sentados en el coche de Peter.
Lali
se dio cuenta de que no estaba preguntando sólo por el caso sino por ellos.
La
noche anterior, ella había deseado desesperadamente hacer el amor con él, pero también había sabido
que ninguno de los dos estaba preparado para ello.
—Al
menos sabemos que es posible que la madre de Amy sea de Laramie. Es una suerte
que Flo haya conversado justamente con la chica. Aunque todavía no tenemos su
nombre, tenemos una descripción bastante exacta: pelo liso y castaño, ojos color miel,
un metro sesenta…
—También
sabemos que su madre la echó cuando se quedó embarazada y que se fue
a vivir con
su novio —siguió
Peter—. Creo que es hora
de que compongamos un boceto.
Cuando le pregunté al sheriff si tenía a alguien que pudiera hacerlo, me dijo
que no. ¿Conoces a algún artista?
—Lily
Reynolds, la dueña de la galería donde expuso Dylan ha pintado algunos cuadros.
Tal vez pueda hacerlo. Se lo preguntaré.
Lali
no había dormido la noche anterior. Había estado demasiado excitada sabiendo
que Peter no estaba lejos. Había estado recordando una y otra vez sus besos,
sus conversaciones, el magnetismo de su presencia…
Peter
se desabrochó el cinturón de seguridad y miró a Lali. Luego puso la mano en su
muslo.
—¿Qué
te ocurre?
—Estamos en
un punto muerto.
Aunque envíes ese
boceto a todas
las comisarías de Wyoming, ¿qué posibilidades tenemos de que alguien
reconozca a la joven? —preguntó Lali.
—No
lo sabes. Pero no tenemos que esperar para hacerlo. Todavía no he terminado con
Wild Horse Junction —dijo él.
El
contacto de su mano en su muslo irradió un calor a todo su cuerpo.
—¿Qué
quieres decir? —preguntó Lali.
—Una
vez que tenga un boceto en la mano, una vez que hable con el dependiente de la
tienda de la estación de servicio y con la camarera otra vez, porque ambos
tienen que decir algo de Lily Reynolds, podemos sacar algo más—respondió Peter.
—¿Nosotros?
—sonrió ella.
Él
sonrió con los ojos. Era una expresión que ella no había visto nunca en él.
—Digamos
que he aceptado trabajar en equipo —sonrió Peter.
De
pronto el aire se hizo más denso en su coche.
—Me
ha gustado el viaje a Laramie —comentó Lali.
Peter
la miró con un brillo más profundo en los ojos, un deseo animal, primitivo.
El
tiempo estaba más frío. No había lluvia pero el cielo estaba gris, y el coche
de Peter
era un refugio que los aislaba del mundo exterior.
—A
lo mejor eres un adicta a la adrenalina y te gusta ir detrás de una pista —le
dijo Peter, reprimiendo una sonrisa.
—Tal
vez. O tal vez sólo disfrute de tu compañía —le confesó Lali. Peter se quedó en
silencio un momento y luego dijo:
—¿Qué
compañía es ésa? Hemos hecho el viaje de ida y el de vuelta prácticamente en
silencio.
Era
cierto.
—Dos
personas no necesitan hablar para disfrutar de estar juntas.
—Tienes
razón —dijo él acercándose más a ella.
Entrelazó
sus dedos en su pelo. Con su otra mano desabrochó el cinturón de seguridad de
Lali.
Tal
vez Peter pensara que allí estaban a salvo porque no estaban en una habitación,
pero en cuanto la besó, en cuanto su lengua se deslizó en su boca, en cuanto su
mano le agarró la cabeza, ella supo que no estaban a salvo. La química
entre ellos era explosiva.
Una palabra, una
caricia, una sonrisa
podía hacer que terminasen uno en brazos del otro.
Ella estaba
coqueteando con algo
desconocido, arriesgando su
corazón, agitando su vida. En brazos de Peter ella era una mujer que
volvía a soñar, que podía encontrar satisfacción con un hombre… Una mujer que
sabía cómo dar placer y recibirlo.
Después
de que Peter dejara de besarla, la miró a los ojos, y luego la volvió a besar.
Aquella vez la exploró con sus manos, con su lengua… Deslizó sus manos por
debajo del suéter, y le desabrochó el sujetador.
Ella
no podía recuperar la cordura. Sólo sentía.
Sintió
las manos ásperas de Peter en su espalda. Se estremeció y el deseo se despertó
en su interior. Entonces sin importarle nada, deslizó las manos por el torso
musculoso de Peter y luego las deslizó hasta la cintura para quitarle la camisa
de dentro de los pantalones. Era bueno sentir el contacto físico con él,
experimentar aquella sensación de cosquilleo en todo su ser. Peter sería un
solitario. Pero tenía experiencia y sabía cómo besarla y cómo tocarla.
Era
un hombre al que le gustaba tocar. Se notaba en la forma que deslizó sus manos
hacia su vientre y lo acarició. El modo en que tocó sus pechos y los exploró.
Se
apoderó de sus pechos y jugó con sus pezones. A Lali se le llenaron los ojos de
lágrimas por el placer que estaba experimentando. Ella disfrutó de aquel
momento e hizo un pequeño círculo con la mano, y la deslizó por sus músculos
abdominales, absorbiendo el placer de tocarlo.
De
pronto ella sintió el cambio. Peter quitó las manos, aunque sus labios
siguieron besándola por un momento. Y ella supo que él se iba a apartar.
Y
lo hizo. Se echó hacia atrás en el asiento y cerró los ojos.
—Estamos
a plena luz del día —protestó Peter.
—¿Cambiaría
algo el que estuviéramos en la oscuridad? Peter sonrió y agitó la cabeza.
—Tú
sabes lo que tienes que preguntar, ¿no? Si estuviera oscuro tal vez no hubiera
parado. En la oscuridad tal vez te hubiera convencido de pasarnos al asiento de
atrás y…
—¿En
la oscuridad podrías haberte olvidado de quién eres y de quién soy y haberte
dejado llevar simplemente? —siguió ella.
No quería
pensar eso. Pero
tal vez Peter
no era diferente
a los demás hombres.
Peter
se inclinó hacia adelante y dijo:
—Jamás
podría olvidarme de quién eres tú.
—No
sé si es un piropo o no.
—Yo
tampoco —respondió Peter.
Lali
se abrochó el sujetador. Se sentía incómoda, hasta un poco utilizada. Peter le
había dicho que no quería una relación con ella. Le había dicho que no iba a volver a casarse.
Entonces, ¿qué estaba haciendo?
Ella
sabía que muy dentro de sí, el matrimonio era el destino de una relación. Peter
agarró la cazadora de Lali del asiento de atrás y se la dio.
—Dime
si te enteras de algo nuevo sobre la madre de Amy —dijo ella.
—Te
diré qué pasa con el boceto. Llamaré a Lily Reynolds cuando llegue a casa.
Había terminado, por ahora, la misión que tenían juntos. Pero ella no deseaba
salir
de su coche. Y aunque iba contra todo lo que sabía que era bueno para ella,
deseaba invitarlo a entrar.
Se
sentía tan sacudida como el primer día que había visto a Peter. Lali salió del
coche. Sabía que aquél era el fin de su relación con él.
—Ya
nos veremos. Buena suerte con el boceto —dijo ella.
Ella
se dio prisa en entrar en su casa. Y él salió a toda velocidad con su coche.
Dentro, el silencio de su casa llenó de soledad su corazón.
Tal
vez tuviera que conseguir un gato, pensó Lali.
Peter
volvió del viaje con Lali hecho un lío. Él nunca se había confesado con una
mujer. Jamás había expresado sus sentimientos, ni con Cheryl, quien lo acusaba
de su reserva y culpaba a su profesión por ella.
La verdad
era que hasta
entonces había sido
autosuficiente y no
había necesitado a nadie desde hacía mucho tiempo. Había aprendido desde
muy pequeño a controlar sus emociones. Las peleas de sus padres, su divorcio y
su profesión habían reafirmado su actitud.
Pero
desde que había conocido a Lali, no sabía qué le pasaba.
Entró
en su oficina con la intención de agregar algunas notas al caso de Amy. Abrió
la puerta. El lugar era un desastre. Un verdadero desorden. Llevaba tiempo
diciendo que iba a ordenarla, pero no había tenido tiempo.
Encendió
el ordenador. Y se dio cuenta de que se había olvidado de escuchar el
contestador. Tenía el aparato en la cocina porque le resultaba más cómodo.
Jamás se olvidaba de oír los mensajes…
Apretó el
botón y sorprendentemente encontró
un mensaje de
Cheryl.
«¿Cheryl?
¿Ahora?», pensó. ¡Si hacía años que no hablaban!
El
segundo mensaje era del padre de Lali.
—Señor Lanzani,
soy Russ Espósito.
He pasado por
su casa, con la
intención de hablar con usted. ¿Puede llamarme? Tengo una idea que puede
beneficiarnos a los dos —le decía.
Y
le dejó su número de teléfono.
Peter
llamó al número que había dejado Cheryl. No contestó. Pero no dejó mensaje
porque ella se daría cuenta de que era él al ver su número. Y si no lo hacía…
ya hablarían otra vez.
Peter
llamó a Russ, con el corazón aún acelerado por la llamada de Cheryl, una
historia que le producía tristeza y culpa.
El
padre de Lali contestó inmediatamente.
—Señor
Espósito, soy Peter Lanzani. Usted intentó localizarme, ¿verdad?
—Sí.
He ido al hangar donde guarda el avión. ¡Bonito Skyhawk el que tiene allí!
¿Qué
estaba haciendo Russ merodeando por donde estaba su avión?, se preguntó él. Las
puertas estaban cerradas excepto cuando iba por allí Dave Johnson, su mecánico.
—Su
mecánico estaba allí, un tipo simpático… No tuvo problema en que le echara un
ojo al aparato antes de que se fuera.
—¿Ha
ido al hangar por alguna razón?
—Sentía
curiosidad por su avión. Como le dije el día del baile en el granero, volé en
Vietnam.
Russ
había hablado de un helicóptero en general.
—¿Cuándo
fue la última vez que voló?
—A
principios de los setenta —respondió Russ—. Cuando volví a casa quise olvidarme
de todo lo que había vivido allí. Tengo un permiso para pilotar aviones… Luego
conocí a mi esposa, nos casamos, y adoptamos a Lali. Después de que se marchase
mi esposa y de que me diera a la bebida, jamás volví a pensar en volar
nuevamente. ¿Le contó Lali algo de esto?
—Algo.
—¿Le
ha dicho que llevo tres años sin beber?
—Enhorabuena.
—No
lo he llamado para que me dé una palmada en la espalda. Lo he llamado porque…
Porque he pensado que tal vez usted pudiera necesitar ayuda…
—¿Qué
tipo de ayuda?
—Tengo
un vacío en mi vida que quiero llenar, y mi experiencia podría venirle bien.
Además, tengo la visión perfecta y en una operación de rescate eso es muy
importante. Me gustaría ir de voluntario con usted.
Normalmente en
el equipo de
rescate iba alguien
que servía para
localizar cosas. Pero no era fácil conseguir gente que pudiera localizar
cosas en la distancia, porque era muy diferente que localizar cosas en el
suelo, pensó Peter.
—No
lo sé, señor Espósito.
—Llámeme
Russ. Sé que esto no es algo que puede decidir en un impulso. De hecho, sé que
quiere decirme que no. Pero antes de que lo haga, piénselo. Piense en un par
de ojos con experiencia
en mirar con prismáticos que pueda
ayudarlo a buscar. Piense en la
posibilidad de encontrar a un niño más rápido.
Russ
tenía razón en que él quería decir «no». Pero algo le impedía decírselo.
—¿Qué
le hace pensar que eso llenará un hueco en su vida?
—No
lo sé seguro. Quizá no lo haga. Todavía voy a reuniones de Alcohólicos
Anónimos. Pero necesito hacer algo sin recibir nada a cambio. ¿Comprende lo que
le quiero decir?
—Recibirá algo
a cambio. Volará
de nuevo. Conseguirá
la adrenalina que circula en una búsqueda.
—Es
posible. Pero tengo que empezar de algún modo, y éste me ha parecido una buena
forma de hacerlo. ¿Por qué lo hace usted?
Él
sabía que cada vez que buscaba a alguien quería compensar una pérdida… Sabía
que no era una razón altruista, porque aún estaba pagando su culpa.
—Lo
hago por muchas razones —volvió a pensar en la idea de Russ—. Como ha dicho, no
puedo tomar una decisión apresurada en esto. Jamás imaginé tener un compañero…
—Podemos
probarlo una o dos veces… Y así ve cómo va. Si no sale bien, me apuntaré en
alguna organización humanitaria, como Hábitat para la Humanidad…
Peter
sonrió.
—¿Sabe
cómo construir casas?
—No.
Pero puedo aprender —después de una pausa le recordó a Peter—. Espero su
respuesta, y si la respuesta es «no», no se preocupe de herir mis sentimientos.
Dígamelo directamente. Y algo más, señor Lanzani.
—Llámeme
Peter…
—De
acuerdo, Peter. Esto no tiene nada que ver con Lali.
—¿Ella
no sabe que usted está hablando conmigo?
—No
lo sabe. He preferido no decírselo.
—Si decido
llevarlo conmigo aunque
sea una vez,
no pienso ocultárselo
a Lali,
y usted no debería hacerlo tampoco.
—Me
parece bien. Espero su respuesta.
Cuando
Peter colgó el teléfono, no se sintió contento de tener otra complicación en su
vida. Había llevado una existencia solitaria en la que se había sentido cómodo.
Ahora
tenía que pensar si quería cambiar su vida o no.
Haz una maratón por lis días que no subiste :)
ResponderEliminarSi porfa una maraton
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