domingo, 3 de enero de 2016

Capítulo 1

El llanto de un bebé se oyó a través de la pequeña casa de Lali Espósito. ¡Le llevó sólo un momento darse cuenta de que provenía del invernadero de su casa!

Había anochecido y su casa estaba en sombras. Lali corrió desde la cocina hasta el salón. Como era enfermera, conocía bien el llanto de un bebé. Siempre le oprimía el corazón. Ella añoraba mucho tener un bebé suyo.

Al primer llanto sigu un segundo en el momento en que encendió la luz del invernadero. Vio un cubo de plástico azul al lado de las puertas correderas de cristal. Corrió hacia él y se agachó.

Descubr un bebé de pocos días, con ojos oscuros y brillantes. El cubo estaba recubierto de papel de periódico, pero el bebé estaba envuelto en una manta rosa. A sus pies había una nota en una arrugada hoja de bloc que ponía: Amy.

¡Era una niña!

Lali  se  puso  su  cabello  rojizo  detrás  de  las  orejas,  levantó  al  bebé  y  lo acurrucó en sus brazos. Los suos de un amor para toda la vida y de una familia feliz se habían evaporado después de que Pablo la hubiera dejado plantada del brazo de su padre frente al altar. Su abandono aún le dolía. No podría confiar nuevamente en un hombre.

¿Así que tu nombre es Amy? —murmu, estudiando detenidamente las condiciones físicas en las que se encontraba el bebé.

Se fijó en el diminuto jersey tejido a mano y el pijama color blanco, amarillo y turquesa. Al parecer, aquel bebé había sido objeto de amorosos cuidados en algún momento.

¿Y luego lo habían abandonado?

Lali conocía muy bien ese abandono.

Se dirig hacia la puerta de cristal y la abrió. Una brisa fresca entró desde el jardín de su casa. El fondo del jardín daba a una calle. Le parec r el ruido de un motor. Pero no pudo ver nada entre los árboles en sombras. Estaba entrando el otoño en Wyoming.

La pequeña Amy se mov en sus brazos y volv a llorar.

Lali la acurrucó contra su pecho y fue a llamar a una de sus mejores amigas, que era asistente social. Pero ella ya sabía lo que Candela le dia que hiciera.

Pensó en el sheriff, y se lo imaginó más concentrado en su inminente jubilación que en servir a los residentes de Wild Horse Junction. Decid que si en una semana el   sheriff   no   encontraba   a   la   madre   de   Amy,   ella   se   ocupaa   del   asunto personalmente.

No permitiría que aquella criatura viviera sin saber de dónde venía… Sin saber por qué su madre no la había amado lo suficiente para quedársela.

Sor Lanzanigritó Lali por encima del ruido de golpes. Éstos cesaron de repente.

El hombre dejó de golpear con el martillo en una tabla del suelo y se puso de
pie, a la defensiva, agarrando el martillo casi como si fuera un arma.

Era alto y tenía el pelo moreno, hombros anchos cubiertos por una camiseta negra, y unas caderas estrechas enfundadas en unos vaqueros azules. Su presencia destacaba en el pequeño cobertizo del fondo en la penumbras. Sus ojos grises se fijaron en ella y la detuvieron en el umbral de la puerta.

¿Puedo servirle en algo? —preguntó con frialdad. Ella se sint una intrusa.
—Eso espero respondió fervientemente y vio el interés en los ojos de aquel hombre.

Peter Lanzani tenía fama de ser un solitario que se pasaba el tiempo trabajando en su casa, a los pies de Wyoming's Painted Peaks. Sabía cosas sobre él por un artículo que había leído en el Wild Horse Wrangler hacía unos meses, en el que decían que había ayudado a localizar a un niño perdido en Colorado. Antes de llegar hasta allí, ella había buscado información sobre él en Internet y había encontrado varios artículos en los que ponían de relieve su labor en equipos de búsqueda y rescate de niños perdidos y en casos de rapto a menores.

Al ver que él no movía un solo músculo y no le preguntaba la razón de su visita, Lali le pregun:

¿Es usted Peter Lanzani?

¿Quién lo pregunta?

Aunque no sabía si era sensato hacerlo, ella dio dos pasos adelante.

Los ojos de aquel hombre se deslizaron por su blusa verde y sus pantalones color caqui. Aunque aquella mirada no había durado más de un segundo, ella tuvo la sensación de que reparaba en cada detalle, desde la cantidad de rizos pelirrojos que caían sobre sus hombros hasta sus cuidadas uñas.

Lali se sint como si estuviera metiendo la mano en la jaula de un animal peligroso, pero la extendió de todos modos.

Me llamo Lali Espósito.

Pero él no le dio la mano. Soltó el martillo y lo dejó encima del asiento del cortacésped.

¿En qué puedo servirle?

Hacía cinco días que habían abandonado a la pequeña Amy en el jardín de invierno, y Lali no sabía todaa quién la había dejado y por qué, pero sabía que el sheriff no había identificado al bebé. Así que había decidido obrar por su cuenta. No iba a dejar que Amy pasara por la vida sin saber de dónde venía. Lali sabía bien lo que era. La habían abandonado en una iglesia con sólo dos os, y sabía la inseguridad que producía no conocer a los padres biológicos, y las preguntas que nadie podía contestar.

Se met las manos rápidamente en los bolsillos, y se preguntó por qué se le encogía el estómago cuando miraba a aquel hombre, antiguo agente del FBI, al parecer. ¿Tenía miedo de él?

No. Estaba hipnotizada por su sensualidad, su poder

Trató de concentrarse en la razón que la había llevado allí y le explicó:

Sé que se dedica a buscar gente. Necesito que encuentre a alguien.

Yo no busco gente.

Usted busca nos.

En aquel momento él parec interesarse.

¿Ha perdido una criatura?

A ella le parec que su voz se había suavizado.

—No. Pero necesito encontrar a la madre de una criatura.

Ya no soy agente del FBI respondió él con el mismo tono de irritación anterior.

—Lo sé. Usted tiene un negocio de seguridad. Pero fue agente del FBI y necesito su ayuda. Alguien dejó un bebé en la puerta de atrás de mi casa. No voy a dejar que esa pequeña crezca sin saber quiénes son sus padres. Y sé que cada día que pasa, es más difícil encontrar una pista.

¿Por qué la preocupa tanto? —preguntó él. Ella no dudó.

Porque fui adoptada y nunca supe quiénes eran mis padres.

El viento de septiembre soplaba a través de los pinos y agitaba la puerta del cobertizo.

Después de un momento de consideración, el exagente del FBI dijo:

Vamos a la casa salió y se dirig a la parte de atrás de su casa.

A Lali la sorprendió la belleza primitiva de los alrededores de la propiedad. Y fue incapaz de dejar de mirar la espalda ancha de Peter Lanzani, y lo perfectos que le quedaban los vaqueros. Tenía una sensualidad innata, que le despertaba un profundo sentimiento de feminidad en su interior. Era una sensación extraña, excitante, confusa.

Cuando llegaron a la puerta de atrás, él le cedió el paso para que entrase.

La cocina tenía una atmósfera rústica que la envolv inmediatamente. Había una mesa y sillas de madera, y la ventana daba a la parte de atrás de la propiedad.

Cuando ella lo volvió a mirar, lo encontró mirándola. Ella se estremec al ver aquellos ojos grises.

Él rompió el contacto visual y se acercó a la encimera.

¿Un café? —le ofreció de pronto. Ella asintió.

Él sirv el café y se acercó a la encimera.

Sólo tengo leche en polvo. Aquí tiene el azucarero —le acercó el azúcar.

A ella le temblaron las manos cuando lo agarró. Era la primera vez que se encontraba en aquella situación. Nunca se había sentido tan atraída por un extro, ni había estado con él a solas en su casa.

La tapa del azucarero se le cayó de las manos. Peter Lanzani la agarró y miró a Lali.

—No hay motivo para que esté nerviosa. La escucharé, pero es posible que no pueda ayudarla.

—No estoy nerviosa respondió ella a la defensiva.

Estaba acostumbrada a enfrentarse a situaciones difíciles: el divorcio de sus padres, el hecho de que su padre se hubiera dado a la bebida

—Entonces finge muy bien. ¿Cuánta azúcar quiere? Lali pestañeó.

Una cucharada —dijo, en un hilo de voz.

Él la ro al abrir un cajón, y ella tragó saliva.

Peter Lanzani sacó una cuchara y se la dio. Cuando cerró el can y se apartó un poco ella, Lali por fin pudo dejar escapar el aire que había estado conteniendo. Se puso azúcar. Él la estaba observando, y ella tuvo la sensación de que le estaba leyendo los pensamientos, algo que no le gustó.

Peter abr un bote de leche en polvo y se la ofreció.

¿Una o dos cucharadas? —preguntó.

Una, por favor.

Lali notó un brillo en sus ojos cuando le puso la cucharada de leche.

¿Sea posible que él se sintiera atraído por ella también? Lanzani le ofrec asiento junto a la mesa.

—Entonces, dígame, ¿de qué se trata esto? preguntó luego.

Lali beb un sorbo de café y le contó cómo había encontrado al bebé.

¿Y no vio ni oyó a nadie fuera? —preguntó él.

—No. Sólo oí el llanto del bebé. Después de encontrarla, miré por la ventana y me parec oír el motor de un coche. Pero se estaba haciendo de noche y no pude ver nada.

¿Arrancó de forma brusca o suave? —preguntó Peter.

—No lo sé.

Sí, lo sabe. Pnselo.

Intentó recordar y le parec que el coche no había arrancado suavemente.

—Hubo una explosión primero, me parece. No arrancó suavemente. Lanzani parec hacer una anotación mental de aquello.

Dice que su amiga, Candela Malloy, asistente social, fue a su casa. Y luego el
sheriff. ¿Qué hizo el sheriff con la nota en la que estaba el nombre del bebé?

—La miró y se la met al bolsillo.

Peter agitó la cabeza y tensó la barbilla.

¿Qué llevaba puesto el bebé?

Lali observó que el exagente del FBI tenía pequeñas arrugas alrededor de los ojos y la boca. ¿Por qué haba dejado el FBI?

Lali intentó concentrarse en su objetivo.

Amy estaba envuelta en una manta, pero tenía puesto un jersey y un gorro muy bonito, y un mono de bebé.

¿Por qué llamó a la asistente social? ¿No poda haberse encargado el sheriff de ese asunto?

Candela y yo somos amigas desde hace mucho tiempo.

Antes de que hubieran llegado Candela y el sheriff, Lali había acunado a la niña, y le había costado dejar que Candela la tomara en brazos.

Cuando Peter Lanzani la miró a los ojos, Lali se sint mareada.

¿Dónde está la niña ahora?

—En la planta de maternidad.

Él se ec atrás en la silla y ésta chirrió.

¿Necesita estar en el hospital?

—El médico la examinó y vio que la niña tenía ictericia. Eso ya lo ha superado, pero ahora están intentando encontrar una familia que la adopte. A mí me haba gustado hacerlo, pero

¿Qué?

Tengo que trabajar, y hubiera tenido que conseguir una niñera. Además de eso, pienso que un niño necesita dos padres, dos padres que lo quieran. Y yo estoy sola, así que no puedo darle eso. Candela dice que será fácil encontrar una pareja queSi no encontramos a su madre.

Peter la miró fijamente.

Aun si encontrasen a la madre, le quitaan a la niña de todos modos.

—Es  posible.  Pero  Candela  dice  que  depende  de  las  circunstancias.  No  la abando en un cubo de basura ni en una fa calle. No dejo de devanarme los sesos pensando quién podía conocerme y por qué me pudo dejar el bebé a mí. He conocido a un monn de madres solteras.

¿De qué modo? —él beb un sorbo de café.

Soy enfermera, y estoy especializada en obstetricia. Trabajo en programas para madres solteras.

¿En Wild Horse Junction?

—En todo el estado.

Peter parec absorber aquella información, y se puso de pie.

—Bueno, no tenemos muchos datos aquí para continuar con esto.

Lali no estaba preparada para que su entrevista con él terminase. ¿Por Amy? ¿O por ella?

—He leído que es muy bueno en lo que hace. Sé que puede encontrarla.

Sorita Espósito…

Lali —lo corrigió—. Le pagaré se apresuró a decir—. Lo que me pida. La pequeña se merece saber quién es su madre. Se merece saber por qué su madre la ha abandonado y me la ha dejado a mí. Si se pasa la vida preguntándose… —Lali se interrumpió bruscamente.

Peter Lanzani se acercó a ella y preguntó:

¿Qué le pasaa en ese caso?

—No estará segura de quién es ni de dónde viene. Ni en quién se transformará murmuró Lali.

—No estamos hablando de Amy ahora, ¿verdad? fue una pregunta retórica. Lali lo miró a los ojos y respondió.

—Estamos hablando de cualquier niño que no conoce sus raíces. Se quedaron mirándose a los ojos un momento.

¿Va a ayudarme a encontrar a la madre de Amy?

—Normalmente busco niños, no padres.

¿No puede hacer una excepción?

Él no contestó inmediatamente. Luego dijo:

Me lo pensaré y me pondré en contacto con usted.

Lali sacó una tarjeta de presentación del bolsillo y la dejó encima de la mesa.

¿Cuándo? —preguntó.

—Necesita una respuesta rápidamente porque si no empleará a un detective privado, ¿verdad?

—Exactamente. No me doy por vencida fácilmente, sor Lanzani. Y no tengo mucho tiempo.

Él la estudió y respondió:

Supongo que no. La daré una respuesta mañana por la noche.

Él estaba muy cerca de ella, la embriagaba con su masculinidad, pero Lali no iba a dejarse llevar por sus fantasías.

—La acompañaré a la puerta —dijo él.

Ella sint curiosidad por conocer su casa, pero apenas tuvo tiempo de ver nada. Sólo vio el vestíbulo y una chimenea de piedra.

Cuando estaba a punto irse, Lali extendió la mano y le dijo:

Me alegro de haberlo conocido, sor Lanzani. Aquella vez él le dio la mano.
Y en aquel momento ella sint un escalofo al notar el calor en la palma, y el fuego de la mirada de Peter Lanzani.


Entonces se dio la vuelta y salió al fo exterior, para que él no viera el rubor de sus mejillas.

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