Peter miró a través del cristal del nido del hospital y vio a Amy. Sintió un nudo en el estómago.
No sabía por qué aquel bebé había removido su pasado. Tal vez simplemente
porque se trataba de un bebé. Era una buena razón para mantenerse lejos del caso y
de ella. Y mejor razón aún era la ola de atracción que le había
despertado Lali Espósito. Era verdad que
el ruido del martillo no lo había
dejado darse
cuenta de que ella se
había acercado, pero había sido la primera
vez que su instinto no se lo
había
advertido. Además, se había
sentido incómodo porque la
había
dejado seguirlo a su casa. Él siempre
cubría su rastro.
No dejaba que nadie fuera detrás.
Los viejos hábitos no morían fácilmente.
En aquel momento, una enfermera salía del nido. En la etiqueta con su nombre
ponía
Dianne Spagnola. Peter se
acercó a
ella y le dijo:
—Siento molestarla, pero estoy trabajando con el sheriff en el caso de Amy —el sheriff y él no estaban trabajando juntos, pero estaban trabajando en el mismo caso—. ¿Qué tal está la niña?
—No puedo darle ninguna información si no tiene una autorización escrita — dijo la enfermera solemnemente.
Las normas de seguridad eran más
estrictas
de lo
que solían ser. Eso era algo bueno.
Peter se acercó más a la niña.
—Parece
sana, y no
está aislada
del
resto. Por lo
que deduzco que
está esperando que se
la lleve una
familia. Lali Espósito
me lo ha dicho. Ya
sabe, la mujer que
la encontró, ¿la conoce?
—¿Conoce usted a Lali?
Él asintió.
—Amy está bien,
come mejor ahora.
Necesita un
hogar.
—¿Puede decirme qué ha pasado con la ropa
con
la que la trajeron?
—¿La ropa? —preguntó la enfermera, sorprendida.
—Lali me ha dicho que
llevaba un jersey y un
gorro, encima de un
pijama.
Llevaba uno en aquel
momento,
pero
no era amarillo,
sino rosa.
—¿No sabe dónde está el jersey y el
gorrito, y la
manta
en la que estaba envuelta?
La enfermera pensó.
—Es posible que
estén en uno de los armarios del
almacén.
Si aceptaba el caso, los analizaría. Si aceptaba el caso tendría que averiguar el
grupo sanguíneo de la
niña y cualquier información
que
pudiera darle el informe
médico. Eso requeriría un viaje a la oficina
del sheriff…
Si aceptaba
el caso…
Mostró su tarjeta
a la enfermera
y dijo:
—¿Podría llamarme al teléfono móvil si
encuentra la ropa? Me quedaré un
rato
en la ciudad, así que podría
pasarme por aquí antes de
irme
si tiene
alguna
novedad.
La enfermera miró la
tarjeta
y asintió.
Peter le dio las gracias a la mujer y se marchó.
Investigaría más y luego decidiría.
¿Sería madre alguna
vez?
¿Realmente pensaba que un niño necesitaba dos
padres? El domingo por la mañana,
después de ir a la iglesia,
Lali fue a ver a
Amy.
Era sencillo y complicado a la vez. Ella se consideraba una mujer progresista,
pero
estaba descubriendo día a día que tenía unos
valores
muy
tradicionales.
Por un lado, ¿qué pasaba si no se casaba nunca? ¿Por qué se iba a negar a ser madre por no tener un hombre en su vida?
Por otro, en lo más profundo de su
corazón, tenía el sueño de tener una
pareja.
Pasaba a ver a Amy todos los
días
desde que la había encontrado, y a su pesar, sentía un
profundo lazo con
la niña. Cuando la
tomaba en brazos y
le daba el biberón,
y la acunaba, deseaba
tener un bebé propio,
al igual que un hogar ideal para
él.
Aquel día, en lugar de ir directamente al nido, se detuvo en el mostrador de Obstetricia.
Dianne Spagnola
la miró.
—Lali, ¿conoces a
un tal
Peter Lanzani?
—Sé quién es. ¿Por qué?
—Porque
ha estado aquí haciendo preguntas, y me ha dado la impresión de que
estaba trabajando con el sheriff. Cuando se ha marchado, me he preguntado si hice
bien en darle información.
Lali sintió esperanza.
—Le he pedido que me ayude a buscar a la madre de Amy. ¿Cuánto hace que ha estado aquí?
—Hace unos diez minutos.
Tal vez le diera una
respuesta aquella
noche, pensó Lali.
—¿Sabes en qué
dirección
se marchó?
—Quería que yo intentase encontrar la ropa que tenía puesta Amy el día que la
encontraste. Me dio una tarjeta y me dijo que lo llamase si sabía algo. Que estaría en
la ciudad y que se
pasaría
antes de marcharse.
Wild Horse Junction
no era muy grande. Tal vez pudiera localizar su
coche, un SUV. Era grande
y negro. Lo había
visto frente a su casa. Tenía una pegatina en la
ventanilla
con
el dibujo de un triángulo. Se
preguntó si
sería
miembro de
un club.
—Creo que voy a seguir su rastro —sonrió a Dianne—. Volveré a acunar a Amy dentro de un
rato.
—En nuestros descansos, le prestamos
toda
la atención que podemos, pero creo que
te prefiere
a ti.
Lali se marchó al aparcamiento.
Sentada en su camioneta decidió empezar por la calle principal,
Wild Horse Way, luego seguiría por tiendas y galerías de arte.
En una estación
de servicio vio un
coche que
le pareció el de Peter Lanzani.
Aparcó al
lado de él y vio la pegatina de la
ventanilla.
Guardó las llaves de su camioneta y recogió su bolso. Y salió, excitada, en su
busca.
Pero cuando abrió la puerta de la tienda de la
estación de servicio, y lo vio en la
caja,
sintió nuevamente aquella atracción
hacia
él. Siempre le habían gustado los
hombres altos, y él era definitivamente alto. Tenía aspecto peligroso y sexy, y ella supo que
debía
tener cuidado con él.
Cuando él la vio no le dijo «hola»
simplemente.
—Ésta no es una coincidencia,
¿verdad? —preguntó Peter. Ella sonrió.
—No. He ido al hospital.
—¿Y?
—Y Dianne me
ha dicho que
ha estado por allí haciendo preguntas y que estaría
en la ciudad. ¿Va a aceptar el caso?
—Aún me lo estoy pensando —Peter concentró su atención
una vez
más
en el cajero—.
¿Entonces no recuerda a la joven pareja? —le
preguntó al jovencito.
—No —respondió el
adolescente—.
¿Quién es usted,
de todos modos?
—Hola, Reuben
—lo interrumpió Lali—. Nos conocimos en
el instituto. Yo os di
un taller y tú me ayudaste
con
la pantalla en el auditorio.
El chico la
miró.
—Lo recuerdo. La señorita Espósito, ¿no?
—Sí. Reuben, ¿recuerdas
una
noticia del periódico acerca de un bebé que
encontraron?
—No leo los periódicos,
pero
mis amigos estaban hablando de ello.
—Estamos buscando a su madre.
—¿Para arrestarla? —preguntó el
chico.
—No. No somos las fuerzas del
orden. Queremos encontrarla para
ayudarla.
Aunque el chico no pareció convencido,
miró a Lali
y finalmente preguntó:
—¿Ayudarla? ¿Cómo?
—Quisiéramos saber por qué abandonó al
bebé.
Lali se había hecho las mismas
preguntas sobre su
madre. ¿Cuántos
años tenía? ¿Era rica o pobre? ¿No había tenido ayuda para quedarse con su bebé
o simplemente no le
había
importado abandonarlo?
—Si realmente quiere dar el bebé en adopción, está bien. Sólo queremos
estar
seguros
de que tiene la información que necesita para tomar esa decisión. Y si, por el
contrario, desea quedarse con el bebé pero necesita ayuda para hacerlo, también queremos saberlo.
El muchacho miró a
Peter, luego a Lali.
—Ya… Pero yo no sé nada seguro.
—Aun así, ¿sabes algo?
—Quizás.
Yo
sólo trabajo los
lunes, miércoles y domingos… De todos
modos,
el lunes por la noche, vinieron un
chico y una chica a la tienda.
Compraron compresas. Los
recuerdo porque ella no tenía buen aspecto. Estaba muy blanca, como si fuera a irse al
otro
mundo o algo así.
Cuando se fueron, el chico le rodeó los
hombros,
sujetándola.
Peter miró a Lali. El lunes por la noche había sido la noche que habían dejado a Amy,
y aquella
pareja
parecía la que
buscaban.
—¿Puedes describirlos? —preguntó Peter.
Después de
dudar un momento, Reuben
dijo finalmente:
—Ella tenía el pelo
largo, castaño. Él era
rubio.
—¿Te fijaste en el tipo de coche
que conducían? —siguió Peter.
—Hizo mucho ruido cuando se marcharon.
Yo miré
fuera,
y vi
una camioneta
marrón,
pequeña, muy destartalada.
—¿Había
algo
identificable en ella?
—No. No la vi
de cerca.
—¿En qué dirección se
marcharon?
—Hacia el norte.
Lali y Peter se miraron.
—Si recuerdas algo más,
llámame, ¿de acuerdo? —Peter le dio su tarjeta.
El adolescente asintió, y Lali y Peter salieron de la tienda.
Cerca
del coche, Lali le
dijo a Peter:
—Parece
la pareja que buscamos, ¿no? ¿Qué hacemos ahora?
—¿A qué se refiere con «qué hacemos ahora»? —preguntó él—. Hace lo que
suele hacer un domingo y yo lo que
estoy haciendo.
Tal vez era un
solitario, pero cuatro ojos veían más que
dos.
—¿Va a aceptar el caso?
—Sólo estoy haciendo un trabajo preliminar para averiguar si hay razón para aceptar el
caso.
—¿Sólo busca a alguien
cuando sabe
que va a tener éxito? —lo desafió Lali.
—No, por supuesto —respondió él pasándose
la mano por el pelo.
—Entonces,
señor Lanzani, ¿por qué es
una decisión tan
difícil de tomar? Él la miró un largo momento.
—Es difícil
porque
soy una
sola
persona y tengo una
cantidad
de
tiempo
limitada.
Ella lo comprendía.
—¿Ha visto a Amy? —le preguntó Lali. Su expresión no cambió, pero sí algo en sus ojos grises.
—Sí, la he visto.
—No podemos dejar que la pequeña pase por la vida sin saber quiénes son sus padres.
—¿«Nosotros»? —preguntó él arqueando las cejas.
—Señor
Lanzani… —empezó a
decir ella.
—Peter. Mi nombre es
Peter.
—Peter —repitió ella. Le gustó
cómo sonaba
su nombre—.
No
habrías
empezado a hacer preguntas a la gente si
no hubieras querido ayudarme con el caso.
—No había
conseguido casi nada hasta que has aparecido tú —respondió él.
—Reuben creía que eras policía. Los chicos como él no se chivan de otro delante de una
autoridad… —dijo Lali.
—Tengo la sensación de que, con tu encanto, tú consigues lo que quieres con el
género masculino
—comentó Peter.
¡Qué equivocado estaba! Ella no había tenido el suficiente encanto como para
retener a Pablo. Una y otra vez se había preguntado qué cosa le faltaba, en qué se había equivocado… qué necesidad de él no había satisfecho para que la hubiera abandonado de
aquel modo.
—Y si no te sirviera el encanto, lo conseguirás con esa firme determinación — continuó él.
—¿Has analizado todo eso en el tiempo que hemos estado juntos, que ha sido
un total
de… qué, quince
minutos?
—¿Me equivoco? —preguntó él.
Que la hubiera conocido tan bien
en un lapso de tiempo tan corto la molestaba.
—No. No te equivocas, pero tengo que saber qué preguntas hacer y dónde buscar, además
de mi encanto y mi determinación. Si no, no podré encontrar a la madre de Amy.
Peter dejó escapar una
exhalación y miró hacia los Painted
Peaks.
—¿Has comido ya? —le
preguntó. Aquella pregunta la sorprendió.
—No, no he comido.
—Vayamos al
Silver Dollar a
comer algo y hablar sobre
esto.
La idea de que él fuera
a ayudarla la animó.
—De acuerdo. Es
buena idea.
Cuando ella empezó a dirigirse a su pequeña
camioneta,
él le agarró el brazo.
Ella sintió un calor en
todo
el cuerpo al contacto de
su
mano.
—El hecho de que busquemos
a la
madre de Amy no garantiza que la encontremos. La mayoría de las
veces, no se
llega a nada —le advirtió Peter.
—Y algunas veces,
una
pista lleva a otra, y así…
Él hizo una mueca
que
pareció un esbozo de
sonrisa.
—¿Tú ves siempre todo color de rosa? —preguntó Peter.
No había nacido entre algodones, así que era imposible que lo hiciera, pensó Lali.
—No, pero todas las mañanas tomo la decisión consciente de ver la parte
positiva
de la vida, y creo que da buenos resultados.
Peter bajó la mano, y ella
sintió la ausencia de
su
calor.
—Te seguiré con mi coche hasta el Silver Dollar —dijo él y se marchó a su coche. Esperó a
que ella pusiera el suyo en marcha
y la siguió.
Lali sonreía mientras conducía.
¿Desde cuándo almorzar en
el Silver Dollar era algo excitante?,
se dijo. Desde
que Peter Lanzani la había
invitado.
oh! Más más más
ResponderEliminarInteresanteeee maaas!
ResponderEliminarAl final van a adoptar a amy juntos
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