jueves, 26 de febrero de 2015

Capítulo 87

Dando un empujón a Nicolás para apartarle de su camino, Peter, se encaminó hacia la salida del local. No estaba dispuesto a escuchar nada más. Lucas miró a Nicolás y este, con un gesto, le indicó que no se preocupara y fue tras él. Una vez fuera del local, Peter se encaró a su amigo.

—Se acabó Nicolás, no quiero escuchar nada más. ¿Me has oído?

—Pues lo siento, porque creo que vas a tener que escucharme un poquito más. Furioso, le dio un empujón acorralándole contra la pared.

—Maldita sea, Nicolás. ¿Por qué coño te empeñas en recordarme algo que quiero olvidar?

—Porque como te dije una vez, sigues con el freno de mano echado y ya es hora de que lo bajes y seas feliz ¡joder! Además, tenía ganas de comprarme la pamela para la boda.

Aquel  comentario  y la sonrisa  burlona  fueron el  detonante.  Peter le asestó  un puñetazo.  Sin calibrar su fuerza, le dio tal golpe en el estómago que Nicolás se dobló en dos. Pero este no se quedó quieto y, en cuanto sintió que su amigo aflojaba su fuerza, levantó la pierna y le dio una patada con tanto impulso que Peter acabó espatarrado en el suelo. Enfadado por su cabezonería miró a su amigo y, levantándose del suelo, gritó:

—¡No te das cuenta de que quiero continuar  con mi vida! ¿Por qué te empeñas  en hacerme recordar lo que no debo?

—Porque estás confundido y me parecerá estupendo que olvides, pero solo cuando conozcas la verdad de los hechos, Lali tuvo miedo a que la echaras de tu vida, por eso fue dura contigo y se fue sin despedirse. No quería sentir tu desprecio. No quería ver cómo su presencia había arruinado tu trabajo. Por eso huyó. ¡Piénsalo!

Boquiabierto por aquella revelación clavó sus oscuros ojos en su amigo.

—¿Y tú cómo sabes eso?

Con una tonta sonrisa, Nicolás se acercó a él.

—Nenaza, uno tiene sus fuentes y te aseguro que son totalmente fiables. Apoyándose en la pared para tomar aire, Peter susurró:
—No voy a dar marcha atrás Nicolás...

—Pues harás muy mal pero por lo menos yo, a partir de ahora, podré dormir tranquilo por las
noches sabiendo que lo intenté y te dije la verdad. Ahora tú, y solo tú deberás decidir qué quieres hacer. Pero estoy de acuerdo con Mariliendre: ¡Espabila!

Dos segundos después, los dos entraban de nuevo en el Loop donde se emborracharon.
Los días pasaron. Peter y Lali conocían la verdad sobre cómo se filtró la información a la prensa y sobre lo mucho que se echaban de menos, pero ninguno movió ficha. El daño que había sufrido en sus corazones era tal que ambos decidieron pasar página y olvidar.

Peter continuó  con su vida  e  intentó  disfrutar  de  los  días  libres  que  le  quedaban  antes  de reincorporarse  de  nuevo  a  su unidad.  Lali  hizo  lo  mismo  y más  cuando  supo  que  él  había regresado  sano y salvo de Irak. Saber  que estaba  bien era lo único  que necesitaba  para poder continuar viviendo.

El veinticinco de febrero, la víspera de la gala de la entrega de los Oscar, Lali cenaba junto a Mike Grisman y varios de los nominados a los premios. Todos se reunieron en el hotel Seminius para disfrutar de una velada entrañable. En su misma mesa se sentó Salma con su marido y aunque no podían hablar en privado porque estaban situadas una enfrente la una de la otra, se entendían con la mirada.

Durante la cena, Lali comprobó que no muy lejos de su mesa estaba su padre con su mujer. Se saludaron desde la distancia con un movimiento de cabeza. Su relación, tras regresar de España, se tornó inexistente. La discusión que mantuvo con ellos había abierto brechas incurables. Aquel día, Lali, presa de su pena y su tristeza les pidió comprensión    y afecto, algo que ellos decidieron ignorar. Aquella frialdad fue lo que definitivamente  le congeló el corazón. Estaba sola y así era cómo debía aprender a vivir.

Un ruido ensordecedor la sacó de sus pensamientos. Al girar la cabeza sobresaltada para ver qué había sucedido, vio a un joven camarero en el suelo recogiendo la pila de platos que se le habían caído.

—Que torpe eres chico, y eso que solo tienes que llevar y traer platos —se mofó Mikel Crisman a su lado haciendo reír a varios de los comensales.

El muchacho, al escuchar aquello, levantó la vista. En su mirada se reflejaba la rabia por aquel comentario pero calló. Lali, sin poder evitarlo, se fijó en la chapa que llevaba en la solapa de su chaquetilla  blanca.  «Josh»,  leyó. Y levantándose  de  la  mesa  dijo  mientras  ayudaba  al  chico  a recoger la loza rota:

—No le hagas caso Josh. Ya me gustaría verle a él haciendo lo que tú haces.

Boquiabierto,  el  muchacho  la  miró  y  sonrió.  Ante  él  estaba  la  grandísima  Mariana  Espósito, ayudándole a recoger los platos rotos y levantándole el ánimo.

—Gracias, señorita Espósito —sonrió aquel. Ella le guiñó un ojo.

—De nada, Josh.

Mientras ayudaba al muchacho, recordó el día en que otro camarero cayó a los pies de Peter en la cafetería de Madrid. Su amabilidad y humanidad, nada tenían que ver con la de Mike. Al pensar en ello sonrió, y con los recuerdos dando vueltas por su cabeza, acabó de ayudar al muchacho. Cuando volvió a su asiento junto a Mike, este la recriminó:

—Mariana, ¿qué estabas haciendo?

—Ayudando a Josh —respondió tras guiñar el ojo a su amiga Salma, sentarse y ponerse la servilleta sobre las piernas.

Después de que otro de los camareros les sirviera el segundo plato, Mike insistió acercándose a ella:
—Debes mantener tu posición social. Eres Mariana Espósito, no una recogeplatos. ¿Qué pensaran los demás sobre lo que has hecho?

La joven miró a los comensales  que les acompañaban en la mesa y tras sonreír  a su amiga respondió con tranquilidad:

—Sinceramente Mike, los que son mis amigos ya me conocen y el resto me importa bien poco lo que piensen —molesta  por aquella  llamada  de atención le siseó—:  ¿Qué  pasa, tú nunca  le has tropezado ¿Nunca has necesitado ayuda?

Incapaz de contestar a aquello el divo del cine miro a su alrededor hasta encontrarse con la mirada de Carlos Rice y farfulló malhumorado:

—Con solo mirar a tu padre, sé que piensa como yo.

—Pues ¡qué bien! —se mofó ella.

—Solo hay que ver cómo te ha mirado mientras...

Sin poder aguantar ni un segundo más, Lali le miró con desdén.

—Lo que píense mi padre de mi, no me interesa. Por lo tanto cierra el pico, si no quieres que te lo cierre yo delante de todos.

Durante  unos  segundos  permanecieron  callados  mientras  escuchaban  el  discurso  que  John
Foswell ofrecía, hasta que Mike, molesto por como ella le había hablado, volvió al ataque.

—No sé qué clase de tipo sería con el que has estado en España, pero a mi no me hables así —
ella le miró fijamente y preguntó:

—¿Qué estás diciendo Mike?

—No te hagas la tonta porque sé muy bien con quién estuviste. ¿Acaso crees que tu padre no me mantuvo informado? Estuviste con un policía y, por tus recientes modales, presupongo que ni mucha educación ni saber estar debía de tener.

Deseó darle un puñetazo allí mismo y saltarle los dientes, pero no, no debía hacerlo. Primero porque no era lugar y segundo porque la educación debía primar ante todo, aunque aquel le estuviera demostrando la poca que tenía. Finalmente, cuando comprendió la convenida relación que unía a aquellos contestó con mofa:

—Vaya... me dejas impresionada. Mi padre y tú hablando de mí.

—Tu padre solo quiere que tu carrera no se hunda, y sabe que yo soy un buen poste al que amarrarse.

—¿Que tú eres qué? —preguntó sorprendida.

—Lo que has oído. Tú eres Mariana Espósito, pero yo soy Mike Grisman, no lo olvides. Soy un hombre que puede darte mejor vida que ese poli, además de la fama necesaria parar continuar con tu carrera.

—Vaya... —suspiró Lali deseosa de haber tenido el garrote de el abuelo Goyo para darle aquel su merecido.

Si algo tenía Peter era clase y saber estar. Mucha más que aquel divo hollywoodiense que se mofaba del pobre chico que se había resbalado con los platos.

Molesto por la guasa que veía en su mirada, Mike se envalentonó y prosiguió.
—Quiero que sepas que he perdonado que te quedaras en España y tuvieras un romance con ese policía, y si te perdoné fue porque tu padre habló conmigo y me hizo ver lo beneficioso de nuestra unión.

Lali resopló cada vez más sorprendida. Ahora entendía la insistencia de aquel por invitarla a salir  una  y otra  vez.  En el  fondo  todo  era  marketing.  A Mike  le  convenía  que  le  volvieran  a relacionar con ella y a su padre también. Ella era solo un negocio y eso le revolvió el estómago. Mike era como su padre. Siempre lo había sabido, pero ahora lo confirmaba. Simplemente quería usarla igual que la mayoría de los que estaban sentados con ella en aquella cena. Estaban allí en su propio beneficio, para ganar fama y dinero.

—No  me  mires  así,  Mariana  —prosiguió  aquel—.  Darte  una  nueva  oportunidad  es  algo beneficioso para los dos, para nuestras carreras. Un beneficio que ese vulgar policía no te puede dar. Pero quiero que quede clara una cosa, no voy a consentir que me humilles ni me hables como lo has hecho hoy, ni ahora, ni nunca.

Hasta aquí hemos llegado pedazo de burro pensó malhumorada.

Furiosa, levantó el pie y con toda la fuerza que pudo clavó su fino tacón de Jimmy Choo sobre el zapato de Mike. Al ver que este disimulaba el gesto de dolor ante todos, se aproximó más a él con gesto sonriente.

—Mira, guapo. Con lo que acabas de decir en referencia a mi padre lo has acabado de arreglar. En cuanto a eso de que tu me estas dando una segunda oportunidad, no te lo crees ¡ni loco! Y por último, para hablar del policía español le lavas la boca antes. Ese hombre, ese policía, no es vulgar. Es maravilloso, ingenioso, divertido, cabezón y acurrucoso, y por si fuera poco todo lo bueno que te he dicho, también es mil veces más hombre que tú. Tiene unos valores sobre la vida, la dedicación y la familia que tú nunca conocerás. Y si vuelves a mencionarle en tono despectivo a él o a su familia, o a acercarte a mí para algo más que no sea algo relacionado con el trabajo, te juro que lo vas a lamentar ¿entendido?

Mike asintió asustado y durante el resto de la velada no volvieron a dirigirse la palabra. Notó que estaba muy enfadada y, si algo sabía de ella, era que cuando se enfadaba había que dejarle tiempo para que entrara en razón. Lali era muy temperamental  y necesitaba su tiempo. Tras la cena, y algo más calmado, Mike al verla de nuevo sonreír, se acercó con cautela y asiéndola del codo la apartó del grupo donde estaba.

—Mariana, preciosa. He dicho que te perdono.

—¿Que me perdonas? —se mofó ella deseando tener a mano la cinta americana para taparle la boca—. Vaya, es todo un detalle.

—Creo que mi comentario ha sido desafortunado y...

Tapándole la boca con la mano, ella, con una espectacular sonrisa murmuró:

—Oh no, Mike. Creo que el comentario sobre lo que es beneficioso para ti y para mi ha sido lo más afortunado que has dicho en tu vida. Gracias a él me he dado cuenta de lo que quiero y lo primero que quiero es no volver a tener nada contigo. A pesar de ser una pésima persona, eres un actor maravilloso, pero lo poco que hubo entre tú y yo se acabó.

—¡¿Cómo dices?!

El padre de Lali que los observaba desde hacía rato desde la otra punta del salón, al ver el gesto de su hija y la cara de Mike optó por acercarse a ellos. Desde su tremenda discusión cuando
llegó de España no había vuelto a hablar con ella, pero al acercarse y escuchar  la última frase pregunto:

—¿Qué es eso de que lo que hubo entre Mike y tu se acabó?

—Lo que has oído, ni más ni menos —respondió mirando a su padre.

—Mariana, tu relación con Mike es...

—Mi relación con Mike es nula— —cortó la joven. ¿Qué hacia su padre discutiendo con ella sobre su vida?

—Lo siento Carlos, pero tu hija hoy no está de humor —añadió el actor con gesto contrariado.

El  poderoso  cineasta,  con el  ceño  fruncido,  asió  a su hija  que  le miraba  con desprecio  y, llevándosela a un lateral del salón, lejos de ojos indiscretos siseó:

—Mariana haz el favor de comportarte como la mujer que eres. El que Mike y tú estéis juntos pued...

—Cállate papá —respondió con odio— Yo no tengo ninguna relación con Mike, ni la voy a tener porque no le quiero.

—Siempre ocasionando problemas... siempre.

—No papá, yo no te ocasiono nada — —respondió con seguridad—. Eres tú el que se empeña en querer controlar mi vida y cuando ves que se escapa de tu férreo control te desesperas. Vamos a ver ¿cuándo te vas a enterar que la única que puede decidir sobre mí misma soy yo?

—Cuando me demuestres que eres capaz de pensar con sensatez y no como tú madre, con el corazón. Esto es la industria del cine y aquí hay unas normas que acatar. Tu actitud y tu negativa a aceptar ciertas cosas me recuerda a ella, y eso solo te perjudicará.

Aquello le dolió. Que mencionara a su madre le revolvió las tripas. Su padre sabía todo lo que ella había sufrido con su muerte. Y cómo si le hubieran metido los dedos en un enchufe Lali explotó llena de ira.

—Nunca la quisiste a ella y nunca me has querido a mí. Pero la diferencia que hay entre mamá y yo,  es  que  ella  no  supo  ver  lo  dañino  que  eras  y yo  sí.  Si  tengo  algo  que  agradecerte  es  la oportunidad que me dio la meca del cine por ser tu hija. ¡Solo eso! Pero mi cuenta está saldada contigo desde lince mucho tiempo y...

—No le consiento que me hables así Mariana. Tu madre era un ser débil que...

—Que le quería maldito imbécil —siseo con odio— . Mamá era una mujer demasiado buena para ti que solo demandaba un poco de tu valioso tiempo y tu cariño para que la quisieras. Pero solo consiguió pequeñas migajas del gran Carlos Rice hasta que no pudo más y tomó aquella terrible decisión. Pero yo no soy ella, no lo olvides. Yo tengo tu fuerza y su bondad. No soy un problema. Aprendí a no querer migajas tuyas desde muy pequeña y te aseguro que a día de hoy soy una mujer de treinta años que sabe muy bien lo que quiere y, sobre todo, que tiene muy claro quién la quiere. Y ni tú, ni la tonta de tu mujer, ni Mike podéis darme lo que yo necesito porque no me queréis. Por lo tanto papá, no vuelvas a decirme con quién he de estar o no porque el poco respeto que te tengo porque eres mi padre y porque la abuela me lo pidió, se puede desvanecer en un segundo y te aseguro que lo vas a lamentar. —Carlos Esposito impresionado no podía despegar los labios—. Pero no lamentarás perderme como hija, porque nunca me has tenido, si no porque si la prensa se enterará de tu comportamiento conmigo y eso ocasionará un gran escándalo que tú ¡don poderoso! no se puede permitir. ¿Y sabes por qué? Porque sabes tan bien como yo que la gente, el público, me quiere y te guste o no, Mariana Espósito hoy por hoy, es tan fuerte y poderosa como tú en la industria del cine.

—Mariana...


—No  papá.  No  digas  nada  y  ¡escúchame!  Nunca  más  vuelvas  a  inmiscuirte  en  mi  vida, ¿entendido?

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