domingo, 8 de febrero de 2015

Capítulo 82

Aquella rotundidad en sus palabras hizo que el corazón de Peter latiera desbocado. Él no era hombre de manifestar sentimientos pero lo que había vivido con ella había sido tan real que, por primera vez en su vida, al notar el rechazo de ella no supo qué hacer ni decir.
Quería que se quedara con él. Deseaba hacer planes con ella, pero la frialdad en sus palabras le obligaron a callar. Estaba claro que ella cambiaba de opinión como una veleta, y nada de lo que le había confesado días antes tenía sentido ya. Nunca le pediría que renunciara a su carrera y a su lujosa vida para vivir con un simple policía español.

—Lali... —susurró abrazándola.

Con desesperación la besó, demandó su cariño, pero no había que ser muy listo para entender cuando a uno le rechazaban.

—Peter por favor, vete y déjame hacer mis maletas para me pueda marchar de aquí lo antes posible. Quiero irme.

Incapaz de creer que aquello acabara  así, la miró a los ojos y deseo tirar el trolley por la ventana, gritar que la quería, que no podía vivir sin ella, pero calló. Ella había sido clara. Quería marcharse, regresar a su glamurosa vida y poco podía hacer. Al ver la foto de la boda sobre la cama, la cogió y la lanzó en su dirección.

—Quémala tú.

Ella no se movió. No pudo. La crueldad con que la había tratado le había roto el corazón. Peter, dándose la vuelta con gesto hosco, dijo al escuchar sonar el móvil de ella:

—Tengo que ir a la base con urgencia. Procuraré no tardar. Tranquilízate y no te marches sin hablar antes conmigo ¿de acuerdo?

Sin querer mirarle o se pondría a llorar como una loca, la joven se dio la vuelta y cogió el móvil. Con desagrado comprobó que era su padre.

—Hola papá.

—Mariana, estarás contenta —gruñó aquel fuera de sí—. ¿Ya has conseguido lo que querías? Esta publicidad será negativa para ti, con lo que hemos luchado.

Lali vio a Peter salir de la habitación. Desesperada, se sentó en la cama y, limpiándose las lágrimas que corrían descontroladamente por sus mejillas, dijo lo más serena que pudo:

—En unas horas cojo un vuelo papá. Cuando llegue hablamos. Dicho esto colgó, se tapó la cara con las manos y lloró.
Poco rato después de que Peter se marchara, Lali apareció en el salón dispuesta a abandonar la casa. No quería volver a verlo y aquella era una buena oportunidad. Manuel intentó retenerla. Sabía que cuando su hijo regresara querría hablar con ella, pero no hubo forma. Se quería marchar sin esperar un segundo más. Tras dolorosas muestras de cariño por parte de aquella familia, se despidió de ellos y desapareció.

Dos horas después, y tras torear a varios periodistas en el aeropuerto de Barajas de Madrid, la actriz Mariana Espósito y su primo volaban rumbo a Los Angeles.

Cuando Peter regresó de la base se quedó sin habla. Ella se había marchado. Se había ido sin decirle adiós. Simplemente había recogido sus cosas y había desaparecido tan rápida mente como había aparecido. Aturdido, intentó centrarse. En un principio pensó en coger el coche e ir al aeropuerto en su busca, pero una vez confirmo que el vuelo de ella había despegado blasfemó. Se lo había dejado claro. No quería nada con él.

Por la noche, cuando por fin logró echar a su familia de su casa y tras haber bebido más de la cuenta, en un arranque de furia cogió su móvil. Sabía que a ella le gustaba decir la última palabra y estaba seguro de que le respondería. Marcó su número de teléfono y, a pesar de que saltó el buzón de voz, gritó desesperado:

—Eres dañina. Eres lo peor que he conocido en mi vida y espero no volver a cruzarme contigo nunca más, porque efectivamente, soy un simple policía y no podría seguir tu glamuroso estilo de vida. Entras y sales de la vida de cualquiera a tu antojo porque te crees superior. Te crees que por el hecho de ser Mariana Espósito ¡la diva entre las divas! —gritó fuera de sí—, puedes encapricharte de cualquiera ¿verdad? Dices que no entiendo tu mundo ¿pero tú has intentado entender el mío? ¿Acaso crees que para mi sería agradable ver a la mujer con la que estoy posando desnuda ante cualquiera y luego aguantar las mofas y los comentarios mordaces de los demás? No Lali. No seria agradable —tras un tenso silencio finalizó—. Espero que tu vida sea desastrosa y no consigas ser nunca feliz porque no te lo mereces.

Dicho esto y con la rabia alojada en sus palabras y en su cuerpo, cerró el teléfono deseoso de que ella escuchara aquel mensaje. Si no le respondía, por una vez, la última palabra sería la suya.
Aquel  seis  de enero  fue  el  peor  día  de Reyes  que  Peter recordaba  en toda  su vida.  Todos intentaron estar felices y animados, pero les fue imposible. Lo ocurrido días antes les tenía desconcertados y tener a la prensa las veinticuatro horas del día apostada en las puertas de sus casas no ayudaba. Tras la comida de Reyes donde se repartieron sus regalos, sonó el timbre de la casa de Manuel, y una empresa de regalos online dejó en casa de este el montón de regalos que Lali había pedido días antes.

Todos, sorprendidos, se miraron los unos a los otros. ¿Qué debían hacer? Finalmente, Eva tomó riendas en el asunto al ver la mirada perdida de su hermano.

—¿Qué hacemos?

—Abrirlos —respondió Javi convencido.

—En ese grandote pone Ruth —chilló la pequeña al ver su nombre.

Manuel, que hasta el momento no se había pronunciado, miró a su hijo que observaba aquella pila de regalos y preguntó:

—Hijo... ¿Qué hacemos?

Enfadado con todo su entorno, el joven suspiró profundamente y respondió:

—Cómo ha dicho Javi, abrirlos. Si Lali los compró para nosotros, que así sea.

Eva sonrió al escucharle  y situándose  junto a los regalos  cogió primero  el de Javi  y se lo entregó. El niño sonrió de oreja a oreja al descubrir que dentro de aquel enorme paquete había la equitación oficial al completo del Barça, el equipo de sus amores, y una camiseta firmada nada menos que por Iniesta, junio a un estupendo balón.

—Como molaaaaaaaaaaaaa —gritó el pequeño haciendo reír a todos.

La siguiente en recibir su regalo fue la pequeña Ruth, que al abrir el enorme paquete y ver la casa de muñecas victoriana gritó:

—La que yo queríaaaaaaaaaaaaaa. Le dije a la tita Lali que me gustaba esta casita y ella me la ha pedido a los Reyesssssssssss. Que buena esssssssssss.

Irene se acercó a su hija y le susurró:

—Lali es muy buena, cielo pero no la llames tita ¿vale?

—¿Por qué?

—Porque no lo es mi amor.

La niña quiso responder, pero al ver el gesto de su tía Almudena pidiéndole silencio calló hasta que Rocío, su hermana mayor, gritó:

—Ay Dios ¡que fuerte! —a punto del infarto sacó el abrigo de cuero de la última colección de Jennifer López y los perfumes de la marca JLo que tanto le gustaban y gritó—: Dios... Dios... Diossssssss ¡¡¡se ha acordado!!!

Peter, al ver la felicidad de sus sobrinos, sonrió. Verles tan felices con aquellos regalos le alegraba el alma, aunque en cierto modo, también le partía el corazón. Pero consciente de que todos le observaban disimuló todo lo que pudo y continuó sentado ante ellos manteniendo el tipo.

—Estos son es para Nicolás, Eugenia, Sergio y Menchu —dijo Eva retirándolos—. Los guardaré y cuando les vea se los daré ¿de acuerdo?
—Perfecto —asintió Irene sorprendida por los regalazos de sus hijos.

—Toma papá, esta es para ti —dijo Almudena tendiéndole una enorme caja. Tras cogerlo, el hombre leyó en voz alta una notita:
Para que puedas hacer esas maravillosas croquetas que estoy deseando probar.
Todos  sonrieron  y  Manuel,  boquiabierto,  comprobó  que  la  joven  le  había  comprado  una estupenda y reluciente Thermomix.

—Uoooo papá —sonrió Eva—. Ya puedes volver a hacer las croquetas.

—Mmm qué ricas abuelo —aplaudió Javi encantado con su balón en las manos.

El hombre asintió conmovido porque ella se hubiera acordado de aquel detalle, y tras asentir murmuró:

—Esta muchacha es un cielo de mujer.

—¿Para mi que hay? —preguntó el abuelo Goyo ansioso como un niño.

Con delicadeza, Eva le entregó un paquete alargado y el anciano rasgó el envoltorio.

—Un bastón con el pomo de oro. Le dije al gorrioncillo que mi bisabuelo tuvo uno justamente igual que este y ella se acordó. ¡Que lindura de muchacha! —dijo con los ojos encharcados  en lágrimas.

Peter no sabía si salir corriendo o qué hacer. Ella, la mujer que le había puesto su vida patas arriba, no estaba físicamente allí, pero con aquellos regalos estaba más presente que nunca.

—¡Una  cámara  réflex! —gritó Almudena  al  abrir  su paquete—.  Lali  me ha comprado  la cámara que un día le dije que me gustaría tener. Oh Diosssssss y mirar lo que le ha comprado a Joel
—entre lagrimones abrió todos los paquetes.

—A ver Almudena —sonrió Irene al ver a su hermana con el kleenex en la mano—. Los regalos son un motivo para sonreír, no para llorar, no comencemos ¿vale?

Pero aquellas palabras se las tuvo que tragar cuando vio la nueva radio para el camión de Lolo y, en especial, las botas altas color chocolate a juego con el bolso de Loewe que la joven actriz había comprado para ella.

—¿Quién es la llorona ahora? —preguntó Almudena sonriendo.

Eva deseaba abrir su regalo. Solo quedaban él de ella, el de Senda y el de Peter y tras mirar a su hermano y ver su expresión desconcertada murmuro:

—¿Quieres abrir tu regalo?

—No... mejor abre el Luyo —respondió con voz ronca.

Incapaz de aguardar un segundo más, rasgó el papel y aplaudió cuando vio ante ella la caja de un portátil nuevo. Tras abrirlo y gritar a los cuatro vientos que lo necesitaba para su trabajo todos miraron a Peter y este tras resoplar cogió el regalo en el que ponía Senda y lo abrió. Un precioso collar de Swarovski para perros apareció ante él e inexplicablemente cerró los ojos al recordar que ella siempre decía «Senda... eres como una reina y te mereces un collar que te ilumine aún más»

—¡Como molaaaaaaaaaaaa! —gritó Rocío al ver aquel collar de piedras brillantes.

—¿Eso tan lustroso es para la jodia perra? —preguntó el abuelo Goyo sorprendido.

Peter sonrió por primera vez en la noche al escuchar el comentario de su abuelo mientras cogía el regalo que su hermana Eva le tendía. Con la vista de todos clavada en él, abrió la tapa de la caja y cogió un sobre. Su gesto cambió cuando vio que tenía ante él las escrituras de las tierras por las que su familia estaba enfrentada con las Chuminas. Aquellas hectáreas por las que pasaba un pequeño riachuelo y que tanto habían ansiado poseer. Junto a las escrituras había una nota pegada en la que ponía:

Ya son tuyas. Ahora solo falta que levantes

Tu hogar.

Arrancando  con furia la nota pegada, para que aquellas  palabras  solo quedaran para él, les tendió los papeles a su padre y su abuelo para que los vieran. Estos al ver de qué se trataba se quedaron tan sorprendidos como Peter, y a pesar de las ganas que sintieron de saltar de felicidad, simplemente se miraron y no dijeron nada.

—¿Tito  y en la cajita que hay? —preguntó la pequeña y curiosa Ruth.

Todavía bloqueado por la situación y avergonzado por el mensaje que le dejó en el contestador de su móvil la pasada noche y al que ella no había respondido, Peter miró en su interior y sonrió cuando leyó otra nota:

Odio está música, pero como tú me gustas,

¡me pondré tapones en los oídos'.

Me dijiste que había algunos cd descatalogados de AC/DC que no conseguías. ¡Pues aquí los tienes! Ahora mírame... bésame y dime que soy la mejor
¿te parece buena idea?

Ahora mírame... bésame y dime que soy la mejor pensó Peter con amargura. Estaba claro que ella querría haber estado allí en aquel momento y que él tenía claro que le hubiera gustado sonreírle y decirle que efectivamente era la mejor. Eso le encogió el corazón, pero como siempre calló hasta que escuchó que le preguntaban.

—Bueno cuenta ¿Qué te ha regalado?

Peter sacó un cd de la caja y dijo para saciar la curiosidad de todos.

—Una maravillosa discografía de AC/DC, Metallica e Iron Maiden.

Abiertos los regalos, todos comentaban el detallazo de Lali, y una vez más aquella joven actriz les dejó claro que clase de persona era, no por el dineral que se había gastado, si no porque les había regalado a cada uno lo que deseaban. Diez minutos después Peter se marchó. No quería hablar con nadie.

Pasados unos días, la nube de periodistas fue disminuyendo. Pero el calvario de Peter cada vez que salía de su casa era tremendo. Continuas y repetitivas preguntas en referencia a Mariana Espósito podían con su humor y su paciencia. Le perseguían allá donde fuera y apenas podía moverse. De pronto, de ser una persona anónima pasó a ser una persona agobiada por la prensa y observado por todos en su pueblo. Sus compañeros de base, a pesar de lo sorprendidos que se quedaron con la noticia de que Mariana Espósito era aquella morenita dicharachera y simpática, le ayudaron todo lo que pudieron demostrándole una vez más que eran una prolongación de su familia.

2 comentarios:

  1. Fuerte el mensaje k le dejó Peter.
    Jajjajajjaja ,el abuelo Goyo es un crack

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  2. ahora si se muere se amor por ella pero todavía no es demasiado fuerte para gritarlo el abuelo goyo siempre me hace reír

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