Peter siempre había sabido que sus
compañeros estaban hechos de una pasta especial, pero sentir su apoyo y
discreción en aquellos momentos fue maravilloso. Pero finalmente, agobiado por
todo, tomó una decisión que comunicó a su familia un sábado mientras comían
todos juntos un sabroso cocido.
—¡¿Qué te vas a Irak pasado mañana?!
—preguntó su padre al escucharle.
—Sí papá. Hace unos días se
solicitaron voluntarios y me presenté.
—¡¿Cómo?! —murmuró Eva al
escucharle.
Durante aquellos
días había intentado
hablar con él, pero Peter no quería saber
nada de lo ocurrido. Era
hermético en referencia a sus sentimientos y toda la familia lo estaba pasando
fatal.
—Eva, necesito alejarme de todo este
circo o me voy a volver loco, Allí, en Irak, nadie me perseguirá.
—Pero Peter, ya estuviste en Argelia
el año pasado —protestó Almudena
—¿Y...? —preguntó molesto por tener
que dar tantas explicaciones.
—¡Copón bendito! —gritó el abuelo
Goyo al escuchar aquello—. Pero Peterito, hermoso, ¿es que buscas que te maten?
Esa zona no es un lugar seguro. En las noticias dicen cosas terribles.
¿Cómo vas a ir allí?
Todos, incluido Peter, sabían que lo
que el abuelo decía era cierto. Irak, Afganistán, toda aquella zona, no eran
lugares donde uno pudiera relajarse. Pero consciente de lo que iba a hacer
aclaró:
—Será poco tiempo. No te preocupes
abuelo, estaré bien.
—¿Pero tú estás loco? —gritó Irene
soltando la cuchara—. Allí no te perseguirán periodistas, pero si terroristas
y...
—Por favor Peter no vayas —suplicó
Almudena temerosa.
Eva, al ver el drama que sus
hermanas estaban montando, las miró y aun entendiéndolas apoyó a su hermano.
—Joder... ¿Qué os pasa? Ni que fuera
la primera vez que Peter se va por esos mundos. Él sabe cuidarse y no hay de
qué preocuparse ¿verdad?
Al escucharla, éste sonrió y
asintió.
—Tú lo has dicho. No hay que
preocuparse.
Como era de esperar, Irene comenzó a
lloriquear. Desde que había pasado lo de la actriz americana su hermano no
levantaba cabeza. El enfado y el mal humor se habían apoderado de él, era
patente. Manuel, al ver que su otra hija, Almudena, comenzaba a llorar también
fue a decir algo pero esta se le adelantó.
—Vale... no
me preocuparé. Pero
no te enfades
conmigo, porque mis
hormonas aún están
atorrijadas y no puedo dejar de
moquear como un mastín.
Aquello les hizo sonreír a todos, en
especial a Peter que se levantó y le dio un beso. Manuel, al ver el detalle de
su hijo, intentó, a pesar de su preocupación, tomar las riendas del asunto y
aportar positividad al momento.
—Vamos a ver chicas, vuestro hermano
es un hombre de acción y siempre nos lo ha demostrado. Creo que estar aquí o en
Irak da lo misino. Su trabajo no es algo típico y creo que estará tan alerta
por su vida aquí como allí. —Y volviéndose hacia su hijo preguntó—: Por cierto
¿puedes decirnos que vas a hacer allí?
—Estaré junto a otros compañeros
protegiendo la embajada española en Irak.
—¿Y cuánto estarás allí? —preguntó.
—El destino en un complejo diplomático
no dura más de dos meses, por lo tanto, cuando os queráis dar cuenta ya estaré
de nuevo aquí.
El timbre de la puerta sonó, Rocío
se levantó para abrir y dos segundos después Nicolás apareció en el comedor. Su
gesto era serio y ceñudo y Peter, al verle, supo que se había enterado. Así que
cuando hubo saludado a todo el mundo, Peter se levantó y, dándole una palmada
en la espalda, le instó a salir al patio trasero de la casa. Tenían que hablar.
Una vez a solas, Nicolás le miró
fijamente y dijo.
—¿Cómo eres
tan capullo? ¿Cuándo pensabas
decirme lo de
Irak? —Sin dejarle contestar añadió—. Joder Peter, cuando me lo
ha dicho Gutiérrez me ha tocado los cojones. ¿Por qué narices no me lo has
dicho tú?
—Surgió y acepté. No hay más.
—¿Cómo que no hay más? —protestó al
escucharle—. No me jodas coño ¡claro que hay más! No quieres hablar de ello y
yo no quiero presionarte. Pero sé por qué te vas, y no se te ocurra decirme que
no, porque ya me has tocado suficiente los cojones por hoy.
—Vale Bonita... —asintió con media
sonrisa. Sin mirarle, Nicolás levantó los brazos y gruñó:
—Me cago en la leche tío, hablemos
ya de una puta vez del lema. Te vas por...
—Me voy porque necesito dejar de
tener la presión que tengo con la prensa.
—Pero vamos a ver, el problema en la
base ya está resuelto. Tu me dijiste que lo .solucionaste con los mandos y...
—Si esta resuello —asintió Peter con
resolución—. Mi vida privarla es mía y nadie puede dirigirla excepto yo. Eso ha
quedado claro.
—Joder, pues no lo entiendo
—insistió su amigo.
—Nicolás, para mi no es agradable
nada de lo que me está pasando.
—Te vas por ella ¿verdad? Ella es la
causa de que ahora vayas a Irak, y no me digas que no, que nos conocemos.
Al ver el gesto con que su amigo le
miraba, Peter suspiró y asintió.
—Sí,
ella también tiene
que ver en todo
esto —y sentándose en el
balancín prosiguió—: Necesito
hacer algo para lo que estoy entrenado y como dice el abuelo Goyo, el trabajo
cura la
ausencia y el dolor. Por eso me
tengo que marchar. Ir a Irak me asegura tener la puta mente ocupada las
veinticuatro horas del día para no pensar en ella o al final me volveré loco.
Iras un pequeño pero significativo
silencio Nicolás volvió al ataque.
—¿Has vuelto a hablar con Lali?
—No.
—¿Pero lo has intentado?
—No.
—Pero vamos a ver. ¿Por qué no lo
haces? Tienes su número de móvil, su correo electrónico. Puedes incluso
intentarlo a través de Gasti. ¿Por qué cojones no lo haces?
—Ella y yo no tenemos nada que ver.
Lo que pasó, pasó y...
—No me jodas hombre. Por fin llega
una tía que te gusta, que encima es guapa, simpática, se lleva a tu familia de
calle, ¿y tú sigues con el freno de mano echado? joder Peter... ¿cuándo vas a
soltar el freno y disfrutar de la vida? ¿Cuándo cojones te vas a dar cuenta
que, por nuestro trabajo, tienes que dejarte de gilipolleces y disfrutar el
momento? Que la vida son dos días y que hay que vivirla y ser feliz.
Toda la razón tiene Nico
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