martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo 83

Peter siempre había sabido que sus compañeros estaban hechos de una pasta especial, pero sentir su apoyo y discreción en aquellos momentos fue maravilloso. Pero finalmente, agobiado por todo, tomó una decisión que comunicó a su familia un sábado mientras comían todos juntos un sabroso cocido.

—¡¿Qué te vas a Irak pasado mañana?! —preguntó su padre al escucharle.

—Sí papá. Hace unos días se solicitaron voluntarios y me presenté.

—¡¿Cómo?! —murmuró Eva al escucharle.

Durante  aquellos  días  había  intentado  hablar  con él, pero  Peter no quería  saber  nada  de lo ocurrido. Era hermético en referencia a sus sentimientos y toda la familia lo estaba pasando fatal.

—Eva, necesito alejarme de todo este circo o me voy a volver loco, Allí, en Irak, nadie me perseguirá.

—Pero Peter, ya estuviste en Argelia el año pasado —protestó Almudena

—¿Y...? —preguntó molesto por tener que dar tantas explicaciones.

—¡Copón bendito! —gritó el abuelo Goyo al escuchar aquello—. Pero Peterito, hermoso, ¿es que buscas que te maten? Esa zona no es un lugar seguro. En las noticias dicen cosas terribles.
¿Cómo vas a ir allí?

Todos, incluido Peter, sabían que lo que el abuelo decía era cierto. Irak, Afganistán, toda aquella zona, no eran lugares donde uno pudiera relajarse. Pero consciente de lo que iba a hacer aclaró:

—Será poco tiempo. No te preocupes abuelo, estaré bien.

—¿Pero tú estás loco? —gritó Irene soltando la cuchara—. Allí no te perseguirán periodistas, pero si terroristas y...

—Por favor Peter no vayas —suplicó Almudena temerosa.

Eva, al ver el drama que sus hermanas estaban montando, las miró y aun entendiéndolas apoyó a su hermano.

—Joder... ¿Qué os pasa? Ni que fuera la primera vez que Peter se va por esos mundos. Él sabe cuidarse y no hay de qué preocuparse ¿verdad?

Al escucharla, éste sonrió y asintió.

—Tú lo has dicho. No hay que preocuparse.

Como era de esperar, Irene comenzó a lloriquear. Desde que había pasado lo de la actriz americana su hermano no levantaba cabeza. El enfado y el mal humor se habían apoderado de él, era patente. Manuel, al ver que su otra hija, Almudena, comenzaba a llorar también fue a decir algo pero esta se le adelantó.

—Vale...  no  me  preocuparé.  Pero  no  te  enfades  conmigo,  porque  mis  hormonas  aún están
atorrijadas y no puedo dejar de moquear como un mastín.

Aquello les hizo sonreír a todos, en especial a Peter que se levantó y le dio un beso. Manuel, al ver el detalle de su hijo, intentó, a pesar de su preocupación, tomar las riendas del asunto y aportar positividad al momento.

—Vamos a ver chicas, vuestro hermano es un hombre de acción y siempre nos lo ha demostrado. Creo que estar aquí o en Irak da lo misino. Su trabajo no es algo típico y creo que estará tan alerta por su vida aquí como allí. —Y volviéndose hacia su hijo preguntó—: Por cierto ¿puedes decirnos que vas a hacer allí?

—Estaré junto a otros compañeros protegiendo la embajada española en Irak.

—¿Y cuánto estarás allí? —preguntó.

—El destino en un complejo diplomático no dura más de dos meses, por lo tanto, cuando os queráis dar cuenta ya estaré de nuevo aquí.

El timbre de la puerta sonó, Rocío se levantó para abrir y dos segundos después Nicolás apareció en el comedor. Su gesto era serio y ceñudo y Peter, al verle, supo que se había enterado. Así que cuando hubo saludado a todo el mundo, Peter se levantó y, dándole una palmada en la espalda, le instó a salir al patio trasero de la casa. Tenían que hablar.

Una vez a solas, Nicolás le miró fijamente y dijo.

—¿Cómo  eres  tan capullo?  ¿Cuándo  pensabas  decirme  lo  de  Irak?  —Sin dejarle  contestar añadió—. Joder Peter, cuando me lo ha dicho Gutiérrez me ha tocado los cojones. ¿Por qué narices no me lo has dicho tú?

—Surgió y acepté. No hay más.

—¿Cómo que no hay más? —protestó al escucharle—. No me jodas coño ¡claro que hay más! No quieres hablar de ello y yo no quiero presionarte. Pero sé por qué te vas, y no se te ocurra decirme que no, porque ya me has tocado suficiente los cojones por hoy.

—Vale Bonita... —asintió con media sonrisa. Sin mirarle, Nicolás levantó los brazos y gruñó:
—Me cago en la leche tío, hablemos ya de una puta vez del lema. Te vas por...

—Me voy porque necesito dejar de tener la presión que tengo con la prensa.

—Pero vamos a ver, el problema en la base ya está resuelto. Tu me dijiste que lo .solucionaste con los mandos y...

—Si esta resuello —asintió Peter con resolución—. Mi vida privarla es mía y nadie puede dirigirla excepto yo. Eso ha quedado claro.

—Joder, pues no lo entiendo —insistió su amigo.

—Nicolás, para mi no es agradable nada de lo que me está pasando.

—Te vas por ella ¿verdad? Ella es la causa de que ahora vayas a Irak, y no me digas que no, que nos conocemos.

Al ver el gesto con que su amigo le miraba, Peter suspiró y asintió.

—Sí,  ella  también  tiene  que  ver  en todo  esto  —y sentándose  en el  balancín  prosiguió—: Necesito hacer algo para lo que estoy entrenado y como dice el abuelo Goyo, el trabajo cura la
ausencia y el dolor. Por eso me tengo que marchar. Ir a Irak me asegura tener la puta mente ocupada las veinticuatro horas del día para no pensar en ella o al final me volveré loco.

Iras un pequeño pero significativo silencio Nicolás volvió al ataque.

—¿Has vuelto a hablar con Lali?

—No.

—¿Pero lo has intentado?

—No.

—Pero vamos a ver. ¿Por qué no lo haces? Tienes su número de móvil, su correo electrónico. Puedes incluso intentarlo a través de Gasti. ¿Por qué cojones no lo haces?

—Ella y yo no tenemos nada que ver. Lo que pasó, pasó y...


—No me jodas hombre. Por fin llega una tía que te gusta, que encima es guapa, simpática, se lleva a tu familia de calle, ¿y tú sigues con el freno de mano echado? joder Peter... ¿cuándo vas a soltar el freno y disfrutar de la vida? ¿Cuándo cojones te vas a dar cuenta que, por nuestro trabajo, tienes que dejarte de gilipolleces y disfrutar el momento? Que la vida son dos días y que hay que vivirla y ser feliz.

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