miércoles, 4 de febrero de 2015

Capítulo 80


Aquella comparación la hizo sonreír. Ella más que nadie deseaba aquel vínculo, aquel amor, pero tras mirar de reojo a Peter y verle tan enfadado murmuró:

—Almudena, créeme, es imposible.

—¿Y vuestra boda? —preguntó Manuel.

—Eso gorrioncito. A mi me interesa la boda. ¿Qué es eso de que mi nieto y tú os casasteis y que yo no lo supiera? —replicó el abuelo Goyo.

—Pero ¿cómo es que os casasteis y no dijisteis nada? —insistió Irene

Aturullada por el montón de preguntas quiso contestar, pero fue incapaz. Solo con mirar a Peter y ver lo enfadado que estaba se le partía el corazón.

—Pero  si  os  queréis  y  ya  habéis  estado  casados.  ¿Dónde  está  el  problema?  —preguntó
Almudena sorprendiéndola— . Solo tenéis que hablar, llegar a un entendimiento y...

—¿Queréis dejar de agobiarla por favor? —se quejó Eva, La situación no era fácil y ninguna de sus hermanas parecía darse cuenta.

Finalmente Manuel, que llevaba rato observando tanto a su hijo como a la joven, dijo:

—Creo que Eva tiene razón. Dejemos que ellos decidan,

—Pero papá, si ya estuvieron casados y... —protestó Irene.

—Ellos mejor que nadie sabrán qué tienen que hacer —insistió aquel.

Lali le agradeció aquello con la mirada y el abuelo Goyo, acercándose  a ella, le tomó la mano.

—Mi madre, que en paz descanse, siempre decía: «Al tiempo, le pido tiempo y el tiempo me lo da». Piensa en ello ¿vale tesoro?

Las  palabras  del  abuelo  Goyo  siempre  conseguían  llegar  al  corazón  de  Lali.  Cuánto  se parecía su manera de razonar y de expresarse a la de su abuela. El cosquilleo de las lágrimas en sus ojos cada vez era mas fuerte, pero no quería llorar. No debía. Y sacando a flote su faceta más fría, aquella que su padre le había encargado de enseñarle muy bien, dijo:

—Escuchadme  por favor. Quiero  que sepáis  que para mí el tiempo  que he estado  aquí  con vosotros ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y que nunca lo olvidaré. Pero he de regresar a mi vida. Mi sitio no está aquí. En cuanto a la boda entre Peter y yo, él mejor que nadie os lo puede explicar. Yo solo os diré que fue algo que pasó hace mucho tiempo. Un error que se solucionó sin ningún problema.

—¡¿Error?! —cuchicheó el abuelo Goyo—. Nadie se casa por error, hermosa.

—Nosotros si, nosotros sí —susurró la joven observando a Peter que continuaba discutiendo a través del móvil.

—Mira Lali —dijo Manuel— Todos aceptaremos lo que vosotros decidáis hacer, pero déjame decirte que la vida pasa rápido y lo más importante que hay es el amor. Como bien sabes, yo perdí a mi mujer hace años y nunca pensé que volvería a encontrar a alguien que me hiciera latir con fuerza el corazón. Cuando Maite, una mujer maravillosa, apareció en mi vida, yo me negué a dar una oportunidad a mi felicidad. Pero el abuelo Goyo fue quien me empujó a darme cuenta de que las oportunidades para ser feliz no se presentan todos los días. Hoy por hoy me alegro de haberle escuchado. —Al ver como sus hijas pequeñas le miraban aclaró—. Ya hablaré con vosotras en referencia a Maite ¿vale?

—Tranquilo papá. Lo que tú decidas, bien estará —apostillo Eva sonriéndole.

Durante  unos  segundos  todos  permanecieron  callados.  Lali  quiso  decirle  a  Manuel  que pensaba como él. Ella quería vivir el presente, disfrutar de la vida con Peter, pero él se negaba. Finalmente el abuelo Goyo añadió:
—Gorrioncillo  en esta vida todo lo que merece la pena cuesta conseguirlo  ¡piénsalo! No te conformes con lo que te ha tocado vivir, busca lo que tú quieres, tu felicidad, aquello que tu deseas. Y así, el día de mañana, cuando el tiempo haya pasado, nunca podrás reprocharle aquello de: Qué hubiera pasado si…

—Ay,  abuelo  Goyo  —aplaudió  Gasti  emocionado  por  todo  lo que  escuchaba—,  ¡Qué  bien habla!

—Gracias hermoso —y acercándose  a él dijo—: Y tú espero que vengas a verme de vez en cuando. Me gusta hablar contigo de las diferentes tonalidades de la vida. Eres un buen conversador, algo escandaloso  en formas  y en actos,  pero un buen muchacho  al  que  me ha agradado  mucho conocer y que no quiero perder de vista.

Un gemido lastimero y emocionado escapó de la garganta de Gasti, y sin pensarlo dos veces se abalanzó sobre el anciano y le abrazó.

—I love you abuelo Goyo. You are the best.

El anciano, conmovido, le devolvió el abrazo.

—El aisloyu lo he entendido. Pero luego ¿me has llamado bestia?

—No —sonrió la joven actriz—. You are the best. Ha dicho que eres el mejor.

Aquel pequeño episodio hizo que todos sonrieran y Lali, haciendo acopio de fuerzas, dijo consciente de lo que debía hacer:

—Ahora voy a salir para hablar con la prensa y, por el bien de Peter y el mío propio, por favor, permitidme que hable solo yo.

Dicho esto, se puso un abrigo largo de cuero negro de Peter sobre el pijama, se miró en el espejo para colocarse  su rubio cabello ante la mirada de todos, tomó aire y, tras levantar  el mentón e instalar  en su rostro una deslumbrante  sonrisa,  abrió la puerta  de la calle y salió. Peter, al ver aquello, cerró su móvil de inmediato.

—¿Dónde va? ¿Se ha vuelto loca?—preguntó caminando hacia la puerta enfurecido.

Gasti,  interponiéndose  entre  él  y la puerta  le detuvo  y dijo  mientras  el  resto  de la familia escuchaba lo que ocurría a través de la puerta:

—Hace lo que tiene que hacer. Nada más.

En el exterior, el viento frío de enero azotaba con dureza las mejillas de Lali que, con el abrigo de Peter y el pelo al      viento, contestaba todo lo amablemente que podía a las preguntas que los centenares de periodistas le hacían.

—¿Qué hay de cierto sobre su boda con el geo español?

—Eso fue algo que ocurrió hace años y que ambos solucionamos en su momento —respondió con una sonrisa.

—¿Qué hace aquí, en Sigüenza ,en casa de su exmarido, Peter Lanzani? ¿Sigue siendo su ex o hay algo más?

—Mantenemos una cordial amistad desde nuestra juventud. El que nos separáramos no quita que podamos ser amigos. ¿O hay algo que lo impide? Peter es una estupenda persona a la que le deseo mucha suerte en su vida, pero entre él y yo no existe nada más.

Los reporteros sonrieron, pero otro periodista insistió:
—¿Solo amigos? Según mis informaciones su ex es un hombre muy solicitado por las féminas del lugar y...

—Normal  —cortó ella—. Peter es un hombre soltero, muy atractivo y que, por suerte, puede estar con la mujer que quiera.

—¿Usted por ejemplo?

—No. Conmigo solo puede haber una buena amistad,

—Pero ¿podría haber una reconciliación?

—No. Eso nunca ocurrirá.

—¿Por qué nunca ocurrirá? —insistió de nuevo el periodista.

—Su mundo  y el  mío  son tan dispares  que  intentar  que  haya  algo  entre  nosotros  sería  una auténtica locura.

—Entonces ¿se lo han planteado?

Las preguntas de los reporteros la agotaban. Aquello era un tira y afloja continuo pero dispuesta a no claudicar se carcajeó como buena actriz. Cuando se disponía a responder, la puerta de la casa se abrió y el abuelo Goyo gritó con el garrote en alto:

—¡Y a ti que te importa! Jodio por culo.

Sus nietas, tras mirar a la Lali, le agarraron como pudieron y le metieron dentro de la casa, momento en el que la actriz dijo tras aspirar el aroma de Peter de su abrigo:

—La respuesta a su pregunta es que es impensable, y ahora, si me disculpan, he de coger un avión y regresar a Los Angeles. En unos días viajo a Tokio para continuar con la promoción de la película que presenté en España. Buenos días.

Tras despedirse con la mejor de sus sonrisas, se dio la vuelta y entró en la casa. Al cerrar la puerta se apoyó en ella con los ojos cerrados y al abrirlos se encontró frente a ella a toda la familia con cara desencajada y a un furioso Peter.

—¡¿Impensable?! —dijo él.

—Sí... impensable —asintió ella—. Y no me tires de la lengua porque tú, y solo tú, sabes porqué lo digo.

Si algo odiaba Peter eran los numeritos y menos delante de su familia, por lo que tras blasfemar en voz baja murmuró clavando la vista en su padre:

—Tengo que ir a la base. Mis superiores quieren verme.

—Vaya hijo, lo siento.

Lali, aun con el corazón a mil, sintió la frialdad en su mirada. Peter estaba muy enfadado y por primera vez desde que su historia comenzó, sintió el peso de aquella maldita palabra: «Problema». Por ello, y para acabar cuanto antes con aquella situación miró a su primo y dijo quitándose el abrigo de Peter:

—Gasti, llama al aeropuerto y reserva dos pasajes lo antes posible. Salimos para Los Angeles en cuanto esté lista.

Aquella rotundidad cortó la respiración de Peter. ¿Cómo que se iba? Pero sin querer manifestar sus miedos no dijo nada y se tensó aún más.
—Gorrioncillo, ¿entonces te vas? —preguntó el anciano tras cruzar una mirada con su nieto.

—Sí. Es lo mejor para todos.


Y sin decir nada más, corrió escaleras arriba. No quería que la vieran llorar y ella era una persona de lágrima fácil. Peter, al ver como su familia le miraba, a la espera de que hiciera algo blasfemó de nuevo. Y, tras pasarse con desesperación las manos por su oscuro cabello, subió tras ella las escaleras.

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