Aquella comparación la hizo sonreír.
Ella más que nadie deseaba aquel vínculo, aquel amor, pero tras mirar de reojo
a Peter y verle tan enfadado murmuró:
—Almudena, créeme, es imposible.
—¿Y vuestra boda? —preguntó Manuel.
—Eso gorrioncito. A mi me interesa
la boda. ¿Qué es eso de que mi nieto y tú os casasteis y que yo no lo supiera?
—replicó el abuelo Goyo.
—Pero ¿cómo es que os casasteis y no
dijisteis nada? —insistió Irene
Aturullada por el montón de
preguntas quiso contestar, pero fue incapaz. Solo con mirar a Peter y ver lo
enfadado que estaba se le partía el corazón.
—Pero si
os queréis y
ya habéis estado
casados. ¿Dónde está
el problema? —preguntó
Almudena sorprendiéndola— . Solo
tenéis que hablar, llegar a un entendimiento y...
—¿Queréis dejar de agobiarla por
favor? —se quejó Eva, La situación no era fácil y ninguna de sus hermanas
parecía darse cuenta.
Finalmente Manuel, que llevaba rato
observando tanto a su hijo como a la joven, dijo:
—Creo que Eva tiene razón. Dejemos
que ellos decidan,
—Pero papá, si ya estuvieron casados
y... —protestó Irene.
—Ellos mejor que nadie sabrán qué
tienen que hacer —insistió aquel.
Lali le agradeció aquello con la
mirada y el abuelo Goyo, acercándose a
ella, le tomó la mano.
—Mi madre, que en paz descanse,
siempre decía: «Al tiempo, le pido tiempo y el tiempo me lo da». Piensa en ello
¿vale tesoro?
Las
palabras del abuelo
Goyo siempre conseguían
llegar al corazón
de Lali. Cuánto
se parecía su manera de razonar y de expresarse a la de su abuela. El
cosquilleo de las lágrimas en sus ojos cada vez era mas fuerte, pero no quería
llorar. No debía. Y sacando a flote su faceta más fría, aquella que su padre le
había encargado de enseñarle muy bien, dijo:
—Escuchadme por favor. Quiero que sepáis
que para mí el tiempo que he
estado aquí con vosotros ha sido lo mejor que me ha
pasado en mucho tiempo y que nunca lo olvidaré. Pero he de regresar a mi vida.
Mi sitio no está aquí. En cuanto a la boda entre Peter y yo, él mejor que nadie
os lo puede explicar. Yo solo os diré que fue algo que pasó hace mucho tiempo.
Un error que se solucionó sin ningún problema.
—¡¿Error?! —cuchicheó el abuelo
Goyo—. Nadie se casa por error, hermosa.
—Nosotros si, nosotros sí —susurró
la joven observando a Peter que continuaba discutiendo a través del móvil.
—Mira Lali —dijo Manuel— Todos
aceptaremos lo que vosotros decidáis hacer, pero déjame decirte que la vida
pasa rápido y lo más importante que hay es el amor. Como bien sabes, yo perdí a
mi mujer hace años y nunca pensé que volvería a encontrar a alguien que me
hiciera latir con fuerza el corazón. Cuando Maite, una mujer maravillosa,
apareció en mi vida, yo me negué a dar una oportunidad a mi felicidad. Pero el abuelo
Goyo fue quien me empujó a darme cuenta de que las oportunidades para ser feliz
no se presentan todos los días. Hoy por hoy me alegro de haberle escuchado. —Al
ver como sus hijas pequeñas le miraban aclaró—. Ya hablaré con vosotras en
referencia a Maite ¿vale?
—Tranquilo papá. Lo que tú decidas,
bien estará —apostillo Eva sonriéndole.
Durante unos
segundos todos permanecieron
callados. Lali quiso
decirle a Manuel
que pensaba como él. Ella quería vivir el presente, disfrutar de la vida
con Peter, pero él se negaba. Finalmente el abuelo Goyo añadió:
—Gorrioncillo en esta vida todo lo que merece la pena
cuesta conseguirlo ¡piénsalo! No te
conformes con lo que te ha tocado vivir, busca lo que tú quieres, tu felicidad,
aquello que tu deseas. Y así, el día de mañana, cuando el tiempo haya pasado,
nunca podrás reprocharle aquello de: Qué hubiera pasado si…
—Ay,
abuelo Goyo —aplaudió
Gasti emocionado por
todo lo que escuchaba—,
¡Qué bien habla!
—Gracias hermoso —y acercándose a él dijo—: Y tú espero que vengas a verme de
vez en cuando. Me gusta hablar contigo de las diferentes tonalidades de la
vida. Eres un buen conversador, algo escandaloso en formas
y en actos, pero un buen
muchacho al que me
ha agradado mucho conocer y que no
quiero perder de vista.
Un gemido lastimero y emocionado
escapó de la garganta de Gasti, y sin pensarlo dos veces se abalanzó sobre el
anciano y le abrazó.
—I love you abuelo Goyo. You are the
best.
El anciano, conmovido, le devolvió
el abrazo.
—El aisloyu lo he entendido. Pero
luego ¿me has llamado bestia?
—No —sonrió la joven actriz—. You
are the best. Ha dicho que eres el mejor.
Aquel pequeño episodio hizo que
todos sonrieran y Lali, haciendo acopio de fuerzas, dijo consciente de lo que
debía hacer:
—Ahora voy a salir para hablar con
la prensa y, por el bien de Peter y el mío propio, por favor, permitidme que
hable solo yo.
Dicho esto, se puso un abrigo largo
de cuero negro de Peter sobre el pijama, se miró en el espejo para
colocarse su rubio cabello ante la
mirada de todos, tomó aire y, tras levantar
el mentón e instalar en su rostro
una deslumbrante sonrisa, abrió la puerta de la calle y salió. Peter, al ver aquello,
cerró su móvil de inmediato.
—¿Dónde va? ¿Se ha vuelto loca?—preguntó
caminando hacia la puerta enfurecido.
Gasti, interponiéndose entre
él y la puerta le detuvo
y dijo mientras el
resto de la familia escuchaba lo
que ocurría a través de la puerta:
—Hace lo que tiene que hacer. Nada
más.
En el exterior, el viento frío de
enero azotaba con dureza las mejillas de Lali que, con el abrigo de Peter y el
pelo al viento, contestaba todo lo
amablemente que podía a las preguntas que los centenares de periodistas le
hacían.
—¿Qué hay de cierto sobre su boda
con el geo español?
—Eso fue algo que ocurrió hace años
y que ambos solucionamos en su momento —respondió con una sonrisa.
—¿Qué hace aquí, en Sigüenza ,en
casa de su exmarido, Peter Lanzani? ¿Sigue siendo su ex o hay algo más?
—Mantenemos una cordial amistad
desde nuestra juventud. El que nos separáramos no quita que podamos ser amigos.
¿O hay algo que lo impide? Peter es una estupenda persona a la que le deseo
mucha suerte en su vida, pero entre él y yo no existe nada más.
Los reporteros sonrieron, pero otro
periodista insistió:
—¿Solo amigos? Según mis
informaciones su ex es un hombre muy solicitado por las féminas del lugar y...
—Normal —cortó ella—. Peter es un hombre soltero, muy
atractivo y que, por suerte, puede estar con la mujer que quiera.
—¿Usted por ejemplo?
—No. Conmigo solo puede haber una
buena amistad,
—Pero ¿podría haber una
reconciliación?
—No. Eso nunca ocurrirá.
—¿Por qué nunca ocurrirá? —insistió
de nuevo el periodista.
—Su mundo y el
mío son tan dispares que
intentar que haya
algo entre nosotros
sería una auténtica locura.
—Entonces ¿se lo han planteado?
Las preguntas de los reporteros la
agotaban. Aquello era un tira y afloja continuo pero dispuesta a no claudicar
se carcajeó como buena actriz. Cuando se disponía a responder, la puerta de la
casa se abrió y el abuelo Goyo gritó con el garrote en alto:
—¡Y a ti que te importa! Jodio por
culo.
Sus nietas, tras mirar a la Lali, le
agarraron como pudieron y le metieron dentro de la casa, momento en el que la
actriz dijo tras aspirar el aroma de Peter de su abrigo:
—La respuesta a su pregunta es que
es impensable, y ahora, si me disculpan, he de coger un avión y regresar a Los
Angeles. En unos días viajo a Tokio para continuar con la promoción de la
película que presenté en España. Buenos días.
Tras despedirse con la mejor de sus
sonrisas, se dio la vuelta y entró en la casa. Al cerrar la puerta se apoyó en
ella con los ojos cerrados y al abrirlos se encontró frente a ella a toda la
familia con cara desencajada y a un furioso Peter.
—¡¿Impensable?! —dijo él.
—Sí... impensable —asintió ella—. Y
no me tires de la lengua porque tú, y solo tú, sabes porqué lo digo.
Si algo odiaba Peter eran los
numeritos y menos delante de su familia, por lo que tras blasfemar en voz baja
murmuró clavando la vista en su padre:
—Tengo que ir a la base. Mis
superiores quieren verme.
—Vaya hijo, lo siento.
Lali, aun con el corazón a mil,
sintió la frialdad en su mirada. Peter estaba muy enfadado y por primera vez
desde que su historia comenzó, sintió el peso de aquella maldita palabra:
«Problema». Por ello, y para acabar cuanto antes con aquella situación miró a
su primo y dijo quitándose el abrigo de Peter:
—Gasti, llama al aeropuerto y
reserva dos pasajes lo antes posible. Salimos para Los Angeles en cuanto esté lista.
Aquella rotundidad cortó la
respiración de Peter. ¿Cómo que se iba? Pero sin querer manifestar sus miedos
no dijo nada y se tensó aún más.
—Gorrioncillo, ¿entonces te vas?
—preguntó el anciano tras cruzar una mirada con su nieto.
—Sí. Es lo mejor para todos.
Y sin decir nada más, corrió
escaleras arriba. No quería que la vieran llorar y ella era una persona de
lágrima fácil. Peter, al ver como su familia le miraba, a la espera de que
hiciera algo blasfemó de nuevo. Y, tras pasarse con desesperación las manos por
su oscuro cabello, subió tras ella las escaleras.
si k tardó Peter en reaccionar.
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