martes, 17 de febrero de 2015

Capítulo 85

Horas después, antes de abandonar el local, el Cachetón, sorprendiéndoles a todos pagó la cuenta en el Croll. Ciento veinte euros.

—Joder macho ¿te ha tocado la lotería? —rio Nicolás.
—No precisamente —murmuró deteniéndose frente a Paula que estaba sobre uno de los sillones dándose el lote del siglo con un desconocido —. Este maldito dinero es el resultado de un trabajito del que no estoy muy orgulloso y que cada día me pesa más.

Ese comentario  atrajo la atención de Eva. Aquella noche estaba sacando mucho en claro en referencia a la relación de su hermano y Lali y sin saber por qué, dejándose llevar por su instinto de periodista, asió al Cachetón del brazo y preguntó para su sorpresa:

—¿Qué te parece si ahora soy yo la que te invita a tomar algo en el Loop?

—¡Genial! —rio aquel.

—Ehh... yo me apunto —asintió el Rúcula.

Menchu  la  miró  llena  de  curiosidad  y  Eva  le  guiñó  el  ojo.  Dos  segundos  después,  tras despedirse de Nicolás y Eugenia, se montaron en el coche del Rúcula dispuestos a pasarlo bien.

En el Loop, tras varios whyskies, al Cachetón se le aflojo la lengua y cantó por soleares. Eva, sabedora de cómo llevarle a su terreno comenzó a tirar del hilo y al final descubrió lo que buscaba. Él le había quilado el móvil del bolso la noche de Nochevieja mientras se divertía con los amigos porque Paula así se lo había pedido. Y después de que aquella bruja enviara la información, volvió a dejarlo donde estaba. Un par de días después, cuando el Cachetón fue consciente de lo que había hecho y en el lío que había metido a su amigo Peter con la prensa, fue a pedirle cuentas a Paula muy arrepentido. Esta, para cerrarle la boca, le dio tres mil euros. Un dinero que no compensaba lo que le había hecho a su amigo.

Tras la explicación de aquel, Eva entendió por fin porque las fotos habían llegado desde su móvil al de Yolanda. Aquella bruja estaba en el baño averiado la noche de fin de año y se quedó con la copla de todo lo que dijeron. Después solo tuvo que hacerse con el móvil de ella, trabajito que hizo el Cachetón, y enviar la información a Yolanda Grecia.

Cuando aquella noche Eva se acostó en su cama suspiró aliviada. Por fin conocía la verdad y tuvo claras dos cosas. La primera, que Paula iba a recibir de su misma medicina. La segunda, que su hermano tenía que saberlo.

Una semana después, todo Sigüenza amaneció empapelado con fotos de Paula en una orgía con tres hombres. Ni que decir tiene que el escándalo en el pueblo fue tremendo y que, avergonzada por como todo el mundo la señalaba por la calle, hizo las maletas y se marchó. Algo que muchas mujeres de la localidad celebraron encantadas, particularmente sus excompañeros del parador.

Cuando regresó a su hogar en Los Angeles, Lali estaba destrozada. Haber perdido a Peter era lo más dramático que le había ocurrido después de la muerte de su madre y de su abuela y cuando escuchó el mensaje que él le había dejado en su móvil, creyó morir. No quería a salir de su casa. Solo quería llorar y compadecerse de sí misma. Su glamurosa vida la ahogaba y nadie parecía darse cuenta de ello a excepción de Gasti y alguno de sus amigos. Tres días después y mientras preparaba su maleta para viajar a Tokio junto con todo el equipo de la película Brigada 42, aparecieron su padre y su mujer en su casa.

La bronca que mantuvo con ellos fue monumental, histórica. Eran incapaces de tener un ápice de humanidad ante los sentimientos de ella. Se limitaron a reprocharle su inadecuado comportamiento mientras su padre mandaba notas a la prensa para intentar explicar su boda años atrás. Finalmente, cansada de escucharles, Lali tomó una decisión: les echó de su casa. Lo que menos les importaba a su padre y a aquella odiosa mujer era cómo se encontraba ella. Su padre se marchó muy ofendido. Su hija estaba tan loca como su difunta mujer y su comportamiento, día a día, así lo manifestaba.

Como  siempre  contó  con Gasti,  su amiga  Salma  y pocos  más. Aquellos  fueron quienes  se preocuparon  de que  comiera,  durmiera  y se marchara  de viaje  a Tokio.  Un cambio  do aires  y distracción era lo que necesitaba.

Una de las mañanas, tras haber regresado de su viaje, la joven Mariana Espósito, en la preciosa suite de su casa do Bel Air se probaba varios vestidos de noche. La gran gala de los Oscar se acercaba y tenía que decidir que llevaría. Hacia mes y medio que había regresado do España y su vida aun estaba patas arriba.

—Uis my love el vestido de Elie Saab está hecho para ti.

—No me convence —suspiró ella mirándose en el espejo. Veinte minutos después Gasti volvió a la carga.
—Por el amor de my life ese Dolce & Gabbana te queda de infarto.

Lali se miró al espejo. Aquel vestido de pedrería negra y corte sirena realzaba su figura pero tampoco le emocionaba. Quitándoselo se sentó sobre la cama, cogió una galleta Oreo y su primo murmuró:

—My love, tienes que cambiar tu actitud. ¡Para de comer! —gritó quitándole la galleta—. De nada sirve que continúes así. ¿No ves que lo único que haces es sufrir?

—No puedo hacer otra cosa —murmuró arrancándole la galleta con gesto hosco.

—Sí... si puedes, mueve tu lindo trasero y ve a buscar al Xman.

Durante todo aquel tiempo Lali había pensado mil veces en coger un avión e ir en busca de la persona que más quería en el mundo, pero el miedo la atenazaba y le recordaba que ella no sería más que un problema para él. Días atrás Eva la había llamado por teléfono y le había explicado lo que Garlos le había relatado y le reveló también la verdad sobre cómo las fotos y la noticia llegaron a todas las redacciones. Escuchar aquel relato consiguió que el corazón le latiera a mil. Saber que Peter aún sentía algo por ella la hizo irremediablemente feliz. Pero tras analizar la situación y darse cuenta de que él no había movido ni un dedo para ir a verla, se desmoralizó. Estaba cansada de ser ella la que siempre fuera tras él. Quizá la quisiera, pero no lo suficiente como para tragarse su orgullo herido e intentar solucionar el problema.

—Toma, pruébate este Calvin Klein, es precioso.

Como una autómata, Lali se levantó, dejó la galleta y se probó aquel vestido clorado. Cuando se miró en el espejo ni siquiera veía su reflejo.

—Es bonito, pero no.

Durante más de tres horas se probó más de cincuenta vestidos. Todo eran diseños de Valentino, Vera Wang Louis Vuitton, Dior, Gucci Première, Marchesa, Givenchy y nada, ninguno consiguió emocionarla.

—Por el amor de Diorrrrr —protestó Gasti—. Estoy agotado.

Lali se sentó en la cama, y vestida con un body de raso gris marengo, se echó hacia atrás y se tumbó. Durante unos segundos cerró los ojos y resopló.

—¿Y si no voy a los Oscar?

El chillido de horror que escuchó, la hizo dar un salto en la cama.

—¡Ahhhhhh! Tú estás crazy. ¡Loca! ¡Loca! No digas eso. No-te-permito-que-digas-eso.

—Gasti, por Dios ¡qué susto me has dado!

Con la mano en el pecho y gesto desencajado murmuró:

—A ver my love, escúchame. Entiendo que no tengas ganas de nada por culpa de ese man divino que vive en Spain, pero si has decidido continuar con tu life, ¡adelante! y si quieres correr hacia él, ¡hazlo!, pero decide lo que quieres hacer.

Lali le miró.

No podía dejar de pensar en Peter. Si realmente la quería, se había enfrentado a sus mandos e iba a hacerle cara a la prensa, ¿por qué no se había puesto en contacto con ella? ¿Por qué se había ido a Irak?

Sonó el móvil de Lali. Era Salma, quien tras interesarse por su estado anímico, consiguió arrancarle  una sonrisa.  Ella, Gasti,  Mike  Grisman y Jenny eran los únicos  que  se preocupaban realmente por ella. Desde que había regresado de España no le habían faltado sus llamadas y eso era de agradecer.

—¿Vendrás a la cena del día veinticinco?

—No lo sé. La verdad es que no tengo muchas ganas. Mike me ha pedido que vaya con él, pero no sé.

—Vamos a ver. Te lo voy a preguntar y quiero la verdad ¿Estás con Mike? —le preguntó su amiga entre risas.

—No. Solo somos amigos. Pero reconozco que esta muy pendiente de mí desde que llegue.

—La verdad es que Mike es un poco estirado pero simpático. Aunque entre tu y yo, creo que no es tu tipo,

Aquello hizo sonreír a Lali.

—Salma, ¿por qué crees que es estirado y que no es mi tipo?

—Ay cielito, aún recuerdo cuando hace una semana hice la barbacoa en mi casa. Todos tan de sport, con los jeans y él tan relindo con su traje beige.

—Sí, me acuerdo perfectamente  —sonrió al recordar  lo incómodo  que estaba aquel con los amigos mexicanos de su amiga.

—Y en cuanto a lo de tu tipo, tú necesitas  alguien diferente. Alguien que te mire y Le haga vibrar. Alguien que te despierte con besos de mariposa, recuerde el día de vuestro aniversario y no controle  todo  lo  que  comes  y eso  Mike  Crisman,  por  muy guapo  que  sea,  no  lo  cumple  ¿me equivoco?

—No. No te equivocas. Pero es tan amable conmigo que...

—La amabilidad no es lo que a uno le llena el corazón y aunque suene mal lo que te voy a preguntar lo haré: ¿que pasa con el guapo español? ¿Le olvidaste ya?

Tras un corto silencio Salma respondió por ella.

—No  contestes,  ya lo hiciste.  Mira cielo, piensa qué es lo que quieres. Yo me casé con un hombre que nada tiene que ver con la meca del cine y mírame ¡soy feliz! Me paso media vida viajando de acá para allá, y a veces discuto con él por escenas algo hot que tengo que hacer en las películas, pero le quiero, me quiere y me compensa mi vida con él.

—No es el caso Salma, ya te conté.


—Mira cielito, ya déjate de rollos que no me convences. Entre dos personas que se quieren, solo hay que mirarse a los ojos para llegar a un entendimiento. Si tú le quieres, y él le quiere, déjale de orgullos, amárrale bien fuerte y cómete la vida con él.

2 comentarios:

  1. Sube mas ase una maraton porfi

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  2. Me encantó como verdaderamente la apoyan.
    Xfin le dieron su merecido a Paula

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