Después de contar hasta diez entró
en la habitación cerró la puerta. Tenía que hablar con ella muy en serio y
necesitaba que le entendiera. Ella le escuchó entrar pero no se volvió a
mirarle. Se limitó a coger su trolley, ponerlo sobre la cama y abrirlo.
Ese gesto indescifrable no gustaba
en absoluto a Peter, pero aun así preguntó:
—¿Por qué has dicho a la prensa que
lo nuestro es impensable?
—Porque es la verdad.
—Te equivocas. Creo que...
—Tú no crees nada —cortó
callándole—. ¿Qué pretendes que diga? ¿Qué creí amar a un hombre que no me
quiere? —chilló enfadada—. Oh no... Peter. Ya ha sido bastante humillante darme
cuenta yo sólita.
—¿Creías? —preguntó descolocado.
—Sí, creía. Hoy, con lo que ha
ocurrido, me he dado cuenta de la realidad de todo lo que nos rodea. Lo nuestro
no puede ser.
Sorprendido por aquel cambio de
actitud, se movió por la habitación.
—Escúchame Lali.
Tú me gustas mucho,
pero no puedo
decir las palabras
que quieres escuchar porque no sé
si lo que siento es lo que tú sientes por mi. Solo sé que quiero estar contigo,
que me gustas y que me joroba en exceso esta absurda situación.
—¿Absurda? —dolida caminó hacia él—.
Lo absurdo es lo que yo hice el otro día. Te abrí mi corazón y tú te
limitaste a sonreír.
¿Cómo crees que
me sentí? Se
supone que la
diva fría e inalcanzable soy yo, pero no, aquí el
inalcanzable eres tu. Para ti sigo siendo el mismo problema de hace un mes o
diez años ¿no lo ves?
—Pero que quieres que haga, joder
—gritó desesperado.
—Nada. No quiero que hagas
absolutamente nada.
—Lali, no puedo dejar mi vida para
ir tras de ti y vivir a costa tuya como si fuera un chulo. Un mantenido. Me
gusta mi trabajo, mi hogar, mi vida. Me gusta donde vivo. ¿Qué podría hacer yo
siguiéndote?
—Quererme e Intentar ser feliz ¿Te
parece poco?
—Mira Lali, no digas tonterías que
esto es la vida real y no una de las románticas películas que haces. Esto es...
—Oh Dios... no comencemos con eso.
Me agotas —murmuró.
—Sé realista ¡joder! Yo en tu mundo
no pintaría nada. Yo no tengo yates, ni mansiones, no puedo costearme un
nutricionista, ni un personal trainer,
yo solo soy un poli, un simple policía.
¿Cuándo vas a darte cuenta?
—¿Y cuándo vas a darte cuenta tú que
eso a mi no me importa?
—Lali, eres Mariana Espósito.
—Sí... soy ella,
y como Mariana Espósito
tengo una vida
muy glamurosa, éxito en la
pantalla, aplausos y cenas de gala. Pero siempre estoy sola ¡sola!
¿Cuándo te vas enterar de que yo contigo solo quiero ser Lali? Nada más —gritó
fuera de sí—. Me gusta todo lo que te rodea, esta casa, sus ruidos, las risas,
tu familia, por gustar me gustan hasta nuestras discusiones. Pero tú te empeñas
en poner obstáculos en nuestra relación porque eres incapaz de ver más allá y
entender que yo ante todo soy Lali. Una mujer.
Ceñudo, la miró. Ella tenía razón.
Desde el principio él siempre había puesto las normas y ella siempre las había
acatado. Pero algo le impedía terminar de abrir su corazón y ella prosiguió:
—¿Sabes lo que me dijo el abuelo
Goyo? —él la miró—. Que la vida se compone de momentos y para mí cada momento
contigo ha sido tan auténtico que los atesoro con verdadero amor. ¿Tú también
puedes decir eso?
Pero Peter estaba fuera de sí. Lo
que no conseguía un operativo policial con la mayor tensión del mundo, lo estaba
consiguiendo ella con sus palabras. Incapaz de pensar o razonar con cordura se
pasó de nuevo la mano por el pelo y murmuró:
—Solo puedo decir, que has puesto mi
vida patas arriba. Que tú eres Mariana Espósito, la gran diva del cine
americano y yo solo soy Peter Moran, un policía español.
Desesperada por la frialdad de sus
palabras se dio la vuelta y continuó haciendo su equipaje. No pensaba decirle
nada más. No quería discutir. Ya estaba todo dicho. Como un tigre encerrado en
una jaula Peter caminó de un lado a otro de la habitación y cuando sintió que
podía hablar en un tono más calmado pre gimió:
—¿Qué es eso de que te vas tan
pronto estés lista?
Al ver que no respondía, se acercó a
ella y cogiéndola del brazo la obligó a mirarle. Una mueca de ella le hizo ver
lo molesta que estaba y soltándola añadió:
—Canija, creo que...
Como una escopeta cargada le miró
deseosa de gritar. No quería volver a escuchar la palabra problema. Ella era
una mujer poderosa en el mundo del cine, pero para él, para un simple hombre,
era un problema y decidió actuar como tal. A partir de ese momento Lali
desaparecía de escena para dar paso a Mariana Espósito. La digna hija de su
odioso padre. Algo que Peter parecía demandar.
—Peter cállate. No digas ni una
palabra más porque no te quiero escuchar.—Al ver que la miraba prosiguió—. Este
jueguecito se nos ha ido de las manos y quiero regresar a mi vida cuanto antes.
Necesito que le digas a Eva que borre todas las fotos que tenga mías y lo mismo
te digo a ti y a toda tu familia. Borrad las fotos que tengamos juntos antes de
que me ocasionen problemas. Y en cuanto a esta maldita foto —dijo cogiendo el
retrato de la boda— quémala.
Sorprendido por aquella dura voz y
mirada fría, apartándose de ella murmuró:
—¿Crees que yo voy a vender nuestras
fotos?
—Lo único que ahora soy capaz de
entender es que la prensa está en la puerta de tu casa y yo no la he llamado. A
partir de este momento lo que tu pienses o creas, me da igual.
A cada segundo más enfadado por
aquella frialdad, dio un paso atrás y exigió:
—Mírame.
—No.
—¡Mírame! —necesitaba ver su mirada.
Finalmente ella lo hizo y él preguntó
—Dime, exactamente, ¿qué significa
lo nuestro para ti?
¿Cómo contestar a aquello tras todo
lo que le había dicho? Estaba claro que los hombres estaban hechos de otra
pasta porque si no había entendido nada, era imposible continuar. Deseaba estar
con él, era lo que más ansiaba en el mundo, pero sabía que las cosas serían
complicadas, en especial, por la resistencia de él y respondió:
—¿Lo nuestro? ¿Qué es lo nuestro? Lo
nuestro no es nada. Solo un enamoramiento caprichoso por mi parte y ya está.
—¿Enamoramiento caprichoso?
—Sí —respondió con el corazón roto. Pero
dispuesta a mantenerse fuerte le miró y respondió
—: Aunque me cueste decirlo, es algo
que me suele pasar muy a menudo ¡soy muy enamoradiza!
Con la mandíbula tensa, Peter fue a
decir algo cuando ella gritó:
—Pero si ni siquiera sabes que mi
película preferida es West Side Story , ni que odio el brócoli
—Al ver que él resoplaba continuó—.
Tú siempre has sido más realista que yo. Piénsalo. Pero si hasta cuando hemos
hablado de mi trabajo siempre has dicho que nunca, ¡nunca! estarías con una
mujer que, como yo, tiene que besar a otros hombres por su trabajo.
—No comencemos con ese absurdo tema
—gruñó él.
—De absurdo nada. Soy actriz y como
tal actúo ante la cámara. Si la escena requiere un beso, dos o veinte los doy,
porque para mi esos besos no significan nada. ¿Acaso debo de pensar que tú eres
un asesino porque tienes una pistola?
—No es lo mismo. Cuando hablamos de
ese tema me refería a que no me gustaría que mi mujer saliera desnuda en una
escena porque... porque ¡joder! No es lo mismo.
—Oh claro... por supuesto que no es
lo mismo —se mofó furiosa—. Mira Peter, déjame en paz y acabemos de una voz con
esto.
—Pero ¿de qué estás hablando?
—preguntó confundido. Minutos antes le estaba hablando de amor y de pronto,
aquella frialdad le tenía desconcertado.
—Pues que yo soy Mariana Espósito
—siseó con frialdad— y tu un simple policía español que nunca entendería mi
trabajo, ni podría seguir mi ritmo de vida.
Dolido, deseó gritarle que su
indiferencia le había hecho reaccionar. Que estaba dispuesto a que sus vidas
encajaran, pero de pronto ella sentenció:
—Lo nuestro no es nada Peter. Nada.
Fue algo bonito para recordar, pero nada más —Se quitó la pulsera de cuero que
él le ató alrededor de la muñeca el día que le pidió que se quedara, la tiró
sobre la cama y dijo—: Gracias a ti he tenido unas vacaciones en la que he
conocido a un hombre que me ha hecho muy feliz en la cama, pero creo que el
todo incluido se acabó y debo regresar a mi vida. ¿Y sabes por qué? —Él no
respondió y ella prosiguió—: Porque me he dado cuenta que mi carrera no la voy
a sacrificar ni por ti, ni por nadie.
Habló con tripas corazón!!!!.
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