Ella esperaba que aquella noche compartieran algo más que placer. Para ella se
trataba de amor.
—Mi albornoz está encima de la cama en la habitación de invitados, si quieres
cambiarte allí.
Al parecer,
Peter no quería
precipitarse.
La habitación de invitados tenía una cama doble y una silla. Toda la casa de Peter tenía una atmósfera
rústica.
Ella oyó un ruido en la
habitación de al lado, como si fuera el ruido de la hebilla del cinturón
cayendo al suelo.
¿Cómo sería
la habitación de Peter? Ya
lo descubriría.
El albornoz de Peter era pesado y lleno de color. Muy diferente a la ropa que él solía
usar.
¿Se lo habría regalado su exesposa?
Trató de no pensar en ello y se ajustó el cinturón. Salió al pasillo con el albornoz
puesto y los pies descalzos.
En ese momento Peter salió de su dormitorio. Tenía puestos unos pantalones de chándal
y el torso desnudo. El vello del pecho era
espeso y tenía
forma de «T».
—¿Estás preparada?
Ella asintió en silencio,
incapaz de hablar. Peter
abrió
un armario
del
vestíbulo, y sacó dos toallas.
—¿Quieres el
vino
ahora o prefieres reservarlo para cuando entremos al agua?
—Dejémoslo para
cuando entremos.
En cuanto salieron de la casa, Lali supo que aquélla sería una experiencia que no olvidaría.
La brisa traía perfume a pino. Una luz lucía en la puerta de atrás y Peter cerró la puerta. La madera de la galería estaba fría. Había bajado la temperatura. Suponía que debía de estar nevando en lo alto de Painted Peaks. Aquél era el desierto y ella
no podía imaginarse viviendo en otro sitio.
La habitación
de la tina estaba a unos cuatro metros. Peter fue delante de ella, abrió la
puerta
y le dio la toalla.
—Vengo enseguida. Quiero abrir el techo.
Ella lo observó subir
una escalera y llegar al techo. Luego oyó
un ruido metálico. Quiso ver qué
era y se asomó por la
puerta.
Vio
la enorme tina caliente
colocada en el suelo excavado.
Las luces brillaban debajo del
agua.
Miró hacia arriba y vio
que
Peter había abierto un tragaluz que dejaba ver las estrellas.
Y había luna, una
luna creciente, proyectando una
luz
blanca en todo lo que
iluminaba.
Lali sabía que Peter le estaba dando aquel tiempo para que se metiera en el
agua
antes de que entrase.
Hasta entonces, él
la había tocado con ropa. Había acariciado sus pechos
por encima de la tela. Pero aquello sería
distinto.
Se quitó el
albornoz. Peter apareció en
la puerta.
—¿Quieres que me
marche
unos minutos hasta
que te metas en
la tina caliente?
—No necesito unos minutos.
Lali caminó hacia la tina y
bajó las escaleras para meterse, sabiendo que él la estaba
observando.
—¿Vas a quedarte ahí o vas a
quitarte la ropa y a meterte? —preguntó ella.
Peter sonrió, tiró de la
cuerda
de sus pantalones y éstos se cayeron.
Y ella
admiró su bello cuerpo excitado.
Su corazón
latió con fuerza, y ella
oyó el eco en
sus
oídos.
Peter no se había
preparado para ver el
cuerpo desnudo de Lali. La
observó
hundirse en el agua con vapor. El cabello se le rizó. Sus hombros
se
le veían muy
blancos. Y ella
le sonrió.
Él había pensado que bañarse en la tina como juego previo era una idea
estupenda. Ahora no estaba
seguro.
Peter bajó los escalones de la tina y se
puso al lado de Lali. Ella estaba
mirando hacia
arriba.
—El techo abierto ha sido una
idea maravillosa.
Mira
el cielo. Era como tener una
manta
de estrellas encima
de ellos.
—¿Vienes a menudo aquí? —preguntó ella.
—Generalmente, después de operaciones de búsqueda y rescate.
Es que lo necesito en esas ocasiones… ¿Quieres que abra los chorros? —le
preguntó Peter.
Lali asintió. Tenía los ojos brillantes.
Él apretó un botón y el agua
hizo ondas alrededor de
ellos.
Lali cerró los ojos.
—Mmmm… Esto es muy agradable.
Peter la rodeó con su brazo, y ella se volvió hacia él. Peter no quería hablar, y sabía que
Lali lo haría, si
le daba tiempo.
Peter la besó suavemente para despertar su
deseo lentamente, y reservarse el segundo plato para después de la cena. Pero en aquel momento en que estuvieron
uno
en brazos del otro, cambiaron
los
planes.
Peter no podía saciarse de ella. El vapor se alzó hacia el cielo y las burbujas los rodearon.
Y Peter se fue
olvidando de
que aquello era un
juego preliminar.
Antes
de que se diera cuenta de que lo había hecho, Peter puso a Lali en su regazo.
—¿Sabes
lo
loco
que
me has
vuelto desde que
te he conocido?
—exclamó Peter mientras le
acariciaba
el pecho y jugaba
con
su
pezón.
—Yo no te he querido volver loco —Lali le rodeó el cuello con sus brazos. Luego le
acarició el
pecho con una
mano.
—Tú también me has atraído terriblemente.
Cuando me mirabas, me daba la
impresión
de que podías ver todo lo que soy —dijo ella.
—¿Sabes cuánto tiempo me ha llevado conseguir esa mirada penetrante?—bromeó él.
—¿Practicaste
con
delincuentes duros?
—Sí, pero contigo no me sirvió.
Lali metió la mano por debajo del agua, y la deslizó por su vientre hasta
llegar al ombligo.
—¡Maldita sea,
Lali! —gruñó, y la
besó apasionadamente.
La deseaba desesperadamente. Sentía un deseo primitivo que lo hacía ciego a
las repercusiones y consecuencias que pudiera traerle
aquello, sobre todo para su futuro.
Se besaron apasionadamente, interminablemente, mientras sus cuerpos
añoraban unirse.
Peter la agarró y la puso a horcajadas. Pero no dejaron de besarse. Entonces él le
agarró el trasero y la movió hacia adelante. Entró en ella. Lali se contrajo
fuertemente
a su alrededor, y le rodeó el
cuello con sus brazos.
Finalmente dejaron de
besarse,
y
ella se movió hacia
delante y
hacia atrás
encima de él al ritmo de sus empujes. Aquélla era una fantasía con la que había
soñado pero que
jamás había esperado que sucediera.
Peter perdió el control y se entregó al placer. Y dejó atrás años en que se decía
que
no necesitaba una mujer. Dejó en libertad
las barreras entre ellos: el temor de Lali a abandonarse, su
juramento
de
que no volvería a involucrarse
en una relación. El
cuerpo de Lali lo recibió tan
maravillosamente… Él
encontró la
satisfacción física que había estado añorando. Y encontró el éxtasis por primera vez en su vida.
Él se
había
olvidado de vivir en todos aquellos años.
Fue
todo
muy rápido, muy intenso, muy apasionado.
Peter gritó cuando no pudo más y llegó a la cima del placer. Fue un grito con el que le dijo al
mundo entero que estaba
vivo otra vez.
Cuando Lali se puso rígida y gritó su
nombre casi simultáneamente, él supo
que ella había sentido también
el poder de su satisfacción sexual.
El cuerpo de Peter tembló. El suyo
también. Él la apretó
contra su
cuerpo
mientras se formaban burbujas en el agua. Aquél era un mundo donde sus fantasías
se habían cumplido,
un mundo lejos de
la realidad.
Él no
sabía quién de los dos se había dado cuenta antes de lo que había pasado. Cuando ella se
echó hacia atrás y lo miró, sus ojos se encontraron.
Los dos dijeron al mismo tiempo:
—No hemos usado ningún método de
protección.
—¿No tomas la píldora? —preguntó él, aunque sabía por la expresión de Lali
que no había nada que hacer.
—No he
estado con nadie desde… Pablo.
Pablo, el desgraciado que la había dejado colgada en el altar, pensó Peter.
Pero se
reprimió de
decirlo en
voz alta.
—Yo
no
quería que
sucediera
así.
Tengo
condones en el dormitorio. ¿Hay alguna posibilidad
de que
estemos en una
época no fértil? —preguntó Peter.
—No.
Él se
maldijo por dentro.
Lali se separó de él y se deslizó hacia el borde de la tina. Tenía mojados los
rizos de abajo.
Cerró los ojos y apoyó la
cabeza
en el borde.
Peter apagó los chorros.
—Hay dos baños en la casa. Uno arriba, a un lado de la oficina. Otro en el vestíbulo. Yo me ducharé en el de arriba. Te veré en
la cocina. Cenaremos y charlaremos.
Cuando ella abrió los ojos preguntó:
—¿Hay algo de lo que hablar?
—Vamos a comer algo…
—¿Y fingir que estamos
disfrutando de la cena, cuando tenemos un nudo en el
estómago,
tú
porque no sabes qué decirme, y yo porque
no quiero oír lo que me
vas
a decir?
Ella le había leído el
pensamiento.
—No
vas a irte de aquí con el pelo
mojado… Ella dudó un
momento.
—Me daré una ducha, me secaré
y me
marcharé.
Cuando ella se
levantó, él se levantó también y
le agarró la muñeca.
—¿Qué
quieres, Peter?
—preguntó ella
mirando su muñeca. ¿Una aventura?
—Es
posible que no estés embarazada.
—Es verdad. O tal vez sí lo esté. Tú no has
cambiado de parecer, ¿no? En lo
concerniente a tener una
mujer e hijos no has cambiado,
hipotéticamente
hablando.
—Hipotéticamente,
no. No he cambiado.
—Bueno, entonces,
eso
lo dice todo —ella se
soltó.
Lali salió de la tina
rápidamente, se puso el albornoz y salió a
la galería. Peter no fue tras ella. Ambos necesitaban
enfriarse.
Peter se
duchó arriba, pensando
que Lali
estaría duchándose abajo.
Y aunque se
vistió rápidamente
y bajó,
se dio cuenta de que
la casa estaba
vacía. Ella no se había duchado.
Se había
vestido y se
había ido con
el pelo mojado.
La tarta de chocolate y crema
estaba en medio de la mesa. Y él
hubiera dado un puñetazo contra la pared.
Ohh que dolor para lali:/
ResponderEliminarPorfavor seguí mas
Espero que al terminar esta nove, aun tengas tiempo de subir mas noves