El jueves Lali acababa de terminar con un paciente cuando la
llamó la recepcionista. La llamaba
Tiffany.
—Peter ha tenido que
marcharse. ¿Puedes recogerme? —le preguntó.
—Claro.
Estaré allí sobre
las cinco.
Desde el lunes
se
estaba preguntando qué sentía Peter. Desde entonces
no habían estado a solas. Tal vez porque sabían que terminarían en la cama. Porque
entre ellos, una sola chispa terminaba en incendio.
Peter iba a cenar con
ellas todos los días. Y cuando estaban juntos se sentían una
familia.
Después de hablar con Tiffany, decidió llamar a su padre para
ver
si quería ir a
cenar con ellos. La primera vez que había visto a Tiffany y a Amy el hombre había
estado un poco preocupado porque su hija hubiese llevado a su
casa a una extraña. Pero después había parecido aceptar el papel de abuelo, y hasta levantaba en brazos a la niña.
Pero Lali no pudo localizarlo. Y eso la alarmó. Siempre temía que volviera
a beber. Pero no quería ser negativa.
Tenía miedo de que fuera
verdad lo que le había
dicho Peter: que su miedo llevara
a su padre al alcoholismo.
Insistió varias veces más, sin
resultado.
Tiffany se
dio cuenta de que estaba
preocupada.
—¿Hay algún problema?
La muchacha siempre temía que hubiera algún problema relacionado con ella,
o que Lali se arrepintiera de tenerla en casa.
—No.
Al menos no contigo. Es posible que me esté preocupando por nada. Pero no puedo localizar a mi
padre.
Lali le había contado a Tiffany la
historia de
su niñez.
—¿Crees que puede estar en el bar? —sugirió Tiffany—. ¿Quieres que pasemos
por
allí y veamos si está?
—Te
llevaré primero a casa.
—¿Seguro que no quieres que
te acompañe?
Lali hubiera querido abrazar a Tiffany.
—Gracias, pero es mejor que vaya
sola.
—No sabes lo que vas a encontrar —dijo Tiffany.
—Es
verdad.
Tiffany tenía
bastantes problemas para
meterla en uno más. Más tarde, Lali
aparcó frente
a su casa familiar.
Mientras subía
los
escalones del porche, se
dijo
que no debía preocuparse.
Tocó el timbre pero no contestó nadie.
Esperaba que su padre estuviera durmiendo una
siesta.
Pero la puerta estaba
abierta. Su padre
no cerraba nunca la puerta.
La casa tenía el desorden típico de
la casa de un solterón que
vivía solo.
—¡Papá! —llamó, con
la esperanza, o
no, de que le contestase.
No quería subir a su dormitorio. No quería encontrar a su
padre borracho, pero
se armó de valor y lo hizo.
La cama estaba
hecha, y el
dormitorio estaba vacío.
Sintió un
gran alivio.
De pronto oyó una
voz que
gritó:
—Lali,
¿estás aquí?
Lali bajó rápidamente las escaleras y se detuvo en el vestíbulo para observar a su padre.
Tenía
los
ojos con
brillo.
Lleva un vaquero,
una camisa y una cazadora.
—¿Dónde has estado? —preguntó ella, tratando de mantener la calma en el
tono de su voz—.
No me has contestado en
el móvil ni en el fijo.
Pero su padre
no tenía aspecto de
haber bebido.
—Quería
invitarte
a cenar, y al
no encontrarte… —dijo Lali.
—Pensaste lo peor, como siempre.
Lo siento, Lali. Estoy sobrio. De hecho, he
estado con Peter. Hemos ido a
una misión de
búsqueda y rescate.
Lali lo siguió al
salón.
Su
padre se quitó la chaqueta
y la dejó en un sofá.
—¿Con Peter? ¿Desde
cuándo?
—Hablé
con
Peter en el baile
del granero,
y le ofrecí
cooperar
en
las
búsquedas desde
el aire… Pensé
que sería bueno hacer algo además de trabajar.
—¿Y Peter qué
dijo?
—No estaba seguro. Me dijo que se lo pensaría. Y hoy me ha llamado. El volver a estar en
un avión me hace
sentir…
—Peter no me ha dicho que
lo llamaste…
—Yo le pedí que no lo hiciera. Hasta que tomase una decisión. Sabía que ibas a decir que era uno de mis sueños tontos… ¿Lali? ¿Cuándo vas a confiar en mí como
para saber que
no voy a beber? Quiero hacer algo que
dé sentido a mi
vida.
—¿Y
realmente crees que
puedes conseguirlo buscando
desde el aire
con Peter?
—No por sí mismo. Pero puede ayudar. Unos
adolescentes han salido de excursión
hoy y se
han perdido. Los hemos encontrado.
Por un lado estaba contenta por su padre. Pero por otro no le gustaba que Peter se lo hubiera ocultado.
A esa hora Tiffany ya estaría bañando y acostando a Amy. Era tarde para la cena.
Pero la noche siguiente sería un
buen día para que cenaran todos juntos.
—Tengo que ir a casa. Pero ¿qué te parece si mañana cenamos juntos? Ya nos
contarás la aventura con
los
adolescentes…
—Me parece bien —su padre parecía contento con
la invitación—. Quizá un
día de éstos pueda
invitar a Dorothy y podamos ir a
cenar fuera todos juntos.
En todos aquellos años su padre no había
salido prácticamente con mujeres.
—¿La
has visto después del
baile en el granero?
—Vimos una película el
fin de semana pasado.
Es una mujer muy agradable.
Su
padre, al parecer, estaba
cambiando.
—De
acuerdo. Pregúntale qué
día le viene bien y me
lo dices… Lali se
acercó a su padre y lo abrazó.
—La próxima vez
que
hagas algo como hoy, ¿puedes llamarme?
—Las cosas han sucedido tan
deprisa, que ni
siquiera he pensado en llamarte. Pero sí,
intentaré hacerlo. ¿Y tú,
puedes controlar tu pánico cuando no me localices?
—Lo intentaré —le dijo Lali, mirándolo a los ojos. Cuando estuvo sentada en su camioneta,
llamó a Peter con
su
móvil.
—Peter,
soy Lali…
—Hola,
Lali —dijo él con cautela,
como si supiera
lo que
venía.
—Estuve muy preocupada por mi padre porque no lo localizaba. ¿Por qué no
me has dicho que
iba contigo?
—Era
cosa suya decírtelo —respondió Peter después de un silencio.
—¿Había
necesidad de tanto secreto?
—Tu padre
ha preferido no decírtelo y yo lo he respetado.
—¿Y tu respeto por mí? ¿Y nuestra… amistad?
—Esto no tiene nada que ver contigo y conmigo.
—Por supuesto que
sí.
—No.
Tu
padre ha querido que
yo
tome una decisión al margen de ti.
—¿Cómo va a ser una
decisión al margen
de mí, si tú y yo estamos…?
—¿Involucrados en una relación? Dime una cosa. Lali, si te hubiera contado lo de tu padre, ¿qué habrías hecho? ¿Me habrías
intentado convencer para que no lo
hiciera? ¿Le hubieras dicho que era mejor que se curase totalmente de su adicción en
lugar de volar?
—No sé lo que habría hecho. No he
tenido oportunidad
de hacerlo.
—Lali, te comportas como una madre con tu
padre, y no lo eres. Eres
su hija. Vas a tener que
acostumbrarte a tratarlo como a un
adulto.
Tal vez
tuviera razón, pensó ella.
—Es
posible. Pero no sé
si voy a poder hacerlo si me
ocultas algo así.
—Estás exagerando.
—Y tú no comprendes cómo me siento.
—Me tengo que marchar, Lali.
Mi móvil está sonando,
y puede ser una
llamada importante.
—Vete, Peter. Tengo
la impresión de que debes de haber terminado muchas
conversaciones de
este
modo con tu exmujer —dijo Lali.
Y colgó.
Cuando lo hizo se
preguntó qué
había
hecho.
Había
dado rienda suelta a su
enfado. Y tal vez no hubiera sido justa.
Puso el
coche en marcha y se marchó a su casa.
Lali estaba mirando el frigorífico para ver qué tenía para la cena del día
siguiente.
Entonces sonó el
timbre. Lali
miró el
reloj.
Eran las once de la noche.
—¿Quién
es?
—preguntó cuando se acercó a la puerta.
—Peter.
El corazón
de Lali dio un vuelco.
Abrió y vio que Peter tenía una expresión muy seria. Temió que le dijera que su relación
había
terminado.
—¿Tienes unos minutos? —preguntó Peter.
—Sí, claro. Pasa…
Peter entró y se
quitó la chaqueta.
Lali supuso que eso era
buena
señal. Ella se sentó con
él en el sofá, pero no muy cerca.
Peter pareció incómodo,
y dijo:
—Jamás debí decirte lo que te he dicho por teléfono. Tu
padre y tú tenéis
que encontrar vuestro camino.
Yo
no tengo derecho a interferir o juzgar lo que
estás
haciendo.
—Yo no debí decir lo que he dicho —dijo ella.
—Tenías razón.
Ella no sabía
muy
bien en qué tenía
razón,
así
que se quedó callada.
—Muchas conversaciones con Cheryl
terminaban
con
el timbre del
móvil. Lo que me has dicho me ha hecho reflexionar acerca de que las llamadas eran una excusa para no seguir hablando. Para no enfrentar nuestras diferencias. Antes de ir a D.C. me llamó Cheryl.
Comí con ella, y
creo que
aclaramos muchas cosas.
¿Había visto a su exesposa?
—No quiero volver a cometer los mismos errores. Pero quiero que comprendas una
cosa, Lali.
Jamás tendré un
trabajo
de
nueve
a
cinco. Cuando suena
ese
teléfono, si se trata de negocios, puedo dejar que salte el contestador. Pero si se trata de
un niño que ha desaparecido,
tengo que marcharme.
—Sé
que tienes que hacerlo.
—¿De
verdad?
—Sí. ¿Te das cuenta de que me he sentido traicionada porque no me has dicho
lo de mi padre?
—Traicionada es
una palabra muy fuerte.
—Sí, lo es. Pero es
lo que he sentido. Me sentí del mismo modo cuando me di cuenta de que Pablo me había ocultado cosas. Él sabía que no sentía nada por mí y no
me lo dijo…
—Yo no quiero discutir —dijo Peter acercándose
a ella.
—Peter… —dijo ella con
impaciencia.
—Comprendo lo que dices, pero tienes que comprender que le había dado mi palabra a tu padre.
—Comprendo —admitió Lali.
Se dio cuenta de que aquélla era una de las cosas que le gustaba de Peter, que
era un
hombre de palabra.
—No
te beso, porque
no
voy a querer parar… —dijo él.
—Vivir con gente tiene sus desventajas…
—Ven
mañana a mi casa —le sugirió Peter.
—No puedo.
He invitado a mi
padre a cenar. Tú también
puedes venir.
—Necesito comer. Pero más
necesito estar a solas contigo. ¿Qué te parece el sábado por la
noche?
—Lo tengo libre. Tiffany está progresando mucho con Amy. Ahora puedo
dejarla sola más tiempo.
—Me alegro de que estés
libre. Y de que puedas
confiar en Tiffany. Porque es
posible que
estés toda
la noche en mi casa. Será mejor que
la prepares para
ello.
Ella también tenía que
prepararse, pensó Lali.
—Tarta de chocolate
con crema.
Ciertamente, sabes cómo atraer el
estómago de uno hombre… —dijo Peter cuando llegó ella con una
tarta
en la mano.
—Sabía
que te gustaba el
chocolate.
—Y la
crema.
—¿Qué
vamos a
cenar?
—Costillas
con patatas asadas. La ensalada ya está preparada. Está en el
frigorífico.
—Parece
todo delicioso
—comentó
ella
mientras se
quitaba la chaqueta—. ¿Tienes hambre
ahora?
Peter estaba terriblemente sexy con sus
vaqueros nuevos y su camiseta. Sus
ojos grises estaban
intensos aquella
noche.
—¿Y tú? —preguntó él.
—No me estoy muriendo de
hambre. ¿Tienes otra cosa
en mente?
—He pensado que podríamos
empezar la noche con un baño caliente en la tina
cubierta que tengo.
Luego podemos comer algo y hacer lo que
nos
apetezca.
Lali se
estremeció ante la idea.
Se sentía muy atraída por Peter.
La química entre ellos era algo que se daba
una sola vez en la vida.
—No he
traído traje de baño.
—No
te hace falta.
Puedes ponerte un
albornoz
mío antes de meterte
en la tina.
—Si
yo
me pongo tu albornoz,
¿tú qué
te pondrás?
—Unos pantalones de chándal
hasta que
llegue
a la tina.
Lali volvió a sentir un cosquilleo. Peter la vería desnuda. Ella era una mujer
del siglo XXI. No era una virgen, temerosa de
su
sexualidad. Pero de pronto se sintió llena de pudor. No sabía
cómo manejar aquella
situación.
Peter se acercó a ella.
—¿No quieres meterte desnuda en la tina?
—No es eso. Sólo que me
siento un poco insegura al pensar en ello.
—Está oscuro allí, Lali.
La tina está rodeada
de madera de cedro. La única
luz que llega es la que tiene en el fondo… A no ser que haya
luna. Puedes entrar tú
primero, si
te sientes incómoda
desvistiéndote delante
de mí.
Lali se puso colorada y pensó que no comprendía por qué le
costaba tanto relajarse.
—Eso estaría
bien. No sé por qué
soy tan… anticuada
en esto. Él la rodeó con los brazos.
—Eres
una
chica a la antigua usanza,
lo admitas o no. Y está bien. Estás guapa cuando te pones colorada.
—No me pongo colorada con nadie más que contigo.
—Es
bueno saber que soy especial —bromeó él.
Ella le agarró la cara y le acarició la mejilla con
el pulgar.
—Eres especial. Es
por eso que
estoy aquí.
—Hace
mucho tiempo que
esperamos este
momento.
—Desde que
nos
hemos conocido.
Hacía cinco semanas desde
que ella le había pedido que la ayudara.
El calor entre ellos estaba aumentando. Su excitación era obvia. Ella le dio un
beso en los labios.
Peter la abrazó un instante
y luego se apartó.
—Prolongaremos esta noche y disfrutaremos de todo lo que hagamos. Vayamos a bañamos.
NOTA: Son capítulos bastantes largos los que voy a publicar, para que puedan terminar de leer la novela, así voy a tratar para mañana subir uno igual y así hasta el final.
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