—Ay, cuchi... —protestó Gasti—. No hagas ese
ruido con la boca que pareces un camionero texano y no Mariana Espósito, one of
the best de Hollywood. Al escuchar aquello, ella se caló la gorra y, tras
ponerse sus gafas oscuras, dijo en voz baja:
—No vuelvas a repetir mi nombre. No quiero que
nadie sepa que estoy aquí y por favor intenta hablar español, y no espanglish.
¿Lo has entendido? Cerrando de un portazo el vehículo, Gasti llegó hasta ella y
cogiéndola del brazo exigió:
—Dime ahora mismito qué hacemos aquí o me pongo
a chillar como una crazy hasta que vengan los SWAT y me rescaten de morir
congelado en esta Siberia. Lali sonrió. Verdaderamente era una locura estar
allí, pero no había podido remediarlo. Sacándose la pitillera de oro del bolsillo
trasero de su vaquero, se encendió un cigarrillo y tras darle una profunda
calada miró a Gasti, quien contrariado, esperaba una contestación y dijo:
— ¿Recuerdas cuando te conté que en Las Vegas,
cuando era una jovencita, me casé con un español?
—Oh, yes... como para olvidar esa locura, queen.
Recuerdo incluso que el día que me lo contaste estábamos en el spa de Beverly
Hills dándonos unos masajes buenísimos. Esos de algas verdecitas y relucientes.
Incluso estaba Barbra Streisand y...
— ¿Quieres escucharme y cerrar la boca?
—protestó al ver que ya comenzaba con sus rollos de siempre.
—Vale, cuchi... pero no te pongas así. Continua,
te escucho.
—El chico con el que me casé, era del pueblo que
ves a tu derecha y él me habló de este castillo. Gasti se llevó las manos a la
boca.
—Oh, my God ¿estamos aquí por ese hombre?
¿Quieres verle? —ella asintió y él gritó fuera de sí—, ¿Para qué?¿ Para qué
quieres ver a alguien que apenas conoces, con el que pasaste un momento
traumático y que, seguramente, estará casado, gordo y feo? Ains, Lali... no te
entiendo.
Tienes babeando por ti a cientos de galanes
impresionantes, entre los que está Mike Grisman, one of the most guapos de
Hollywood y estamos aquí, en medio de la nada en busca de un tío normal y sin
glamour que no sabemos quién es ni... —pero al ver la su cara paró de hablar y
preguntó—. ¿Sabemos quién es? Ella asintió y dijo:
—Y cuando te lo diga no te lo vas a creer.
Gasti, olvidándose de todo lo anteriormente
dicho preguntó curioso. Si algo le gustaba era un buen cotilleo.
—¿Quién es? Dímelo, dímelo ahora mismito.
—Es alguien que estuvo muy cerca de nosotros
hace unos días y que a ti especialmente te llamó la atención.
—¿Cerca de nosotros y que a mí me gustó? Ay,
queen, no caigo —Lali sonrió—. Es más, si hubiera estado cerca de nosotros y
hubiera sido un man difícil de olvidar lo recordaría. Pero no, definitivamente
no recuerdo a nadie.
—Iba vestido de negro, armado hasta los dientes
y...
Al escuchar aquello clavó sus ojos castaños en
ella y con gesto indescriptible murmuró:
—Por-el-a-mor-de-my-life. No me digas que es uno
de los machotes de los hombres de Harrelson españoles que nos salvaron el otro
día. —Ella asintió y él, apoyándose en la puerta del coche, dijo emocionado
—: Ay, cuchi... ¿te casaste con un macho man de
esos y le dejaste escapar?
—No lo sé —suspiró molesta— Solo sé que oí algo
que me hizo sospechar y tras indagar a
través del detective Anderson, he conseguido saber cosas de Peter Lanzani y...
—Ay ¡qué nombre más varonil! Peter, how
romantic! Me encanta el destino. Pero oye ¿está casado? Porque mira Lali que si
está casado esto puede ser un scandal que nada beneficiaría a tu carrera. You
are Mariana Espósito y...
—Según la información que Anderson me ha
mandado, no —respondió con sinceridad—. Él sigue soltero, es policía, y vive
aquí, en este pueblo —murmuró señalando el municipio que había junto a la
fortaleza—. Y lo que no sé, es si el otro día no me reconoció o no quiso
reconocerme.
Gasti la agarró del brazo y empezaron a caminar
con seguridad hacia el castillo.
—Pues eso, queen mía, solo podremos saberlo si
se lo preguntamos, ¿no crees? En ese momento, y al ver a su primo tan entregado
en su misión, a Lali le entró pánico. ¿Que hacia allí, en realidad? Pero sin
responderse a la avalancha de preguntas que paralizaban su razón continuó
andando hacia la recepción del parador.
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