Una semana después había finalizado la promoción
de la película en España. El equipo, en el aeropuerto de Barajas, se disponía a
regresar a Los Angeles. Lali, desde lo ocurrido en el hotel Ritz, no había
podido dejar de pensar en una cosa: el policía o, mejor dicho, su exmarido.
Nadie conocía su secreto a excepción de su padre, las amigas que le acompañaban
en el viaje y Gasti, su paño de lágrimas. Tras recibir el fax del despacho de
abogados días atrás en el hotel, Lali se puso en contacto con un conocido en
Nueva York, y este hizo su trabajo. Cuatro días después Lali recibía noticias
en el correo de su portátil sobre Peter Lanzani. Su foto, su dirección, incluso
los horarios en los que hacía footing.
Durante días, guardó toda aquella información en
su maleta. No podía dejar de pensar en él y, mucho menos, dejar de admirarle.
El joven alto y algo desgarbado que conoció en Las Vegas diez años atrás, se
había convertido en un hombre sexy y varonil. Intentó zanjar el tema, olvidar
que lo había visto, pero, extrañamente, le resultaba imposible. Se lo impedía
aquella mirada turbadora a través del pasamontañas.
En la sala VIP, mientras esperaban a que su
avión privado estuviera preparado para partir Gasti se dirigió a ella:
—Me muero por cerrar los ojos y sleep. Qué
ganitas tengo de plantar mi traserito en el avión y sleep durante all el vuelo.
Al ver que ella no contestaba le quitó el
auricular del su Ipod y sacándola de su mutismo le preguntó:
— ¿Me has escuchado, queen? Lali asintió.
Le había escuchado perfectamente. En ese momento
una señorita muy mona vestida de azul y rojo dijo acercándose a ellos:
—Cuando quieran pueden comenzar a embarcar. Ya
tenemos su avión preparado. Parte del equipo de la película se levantó y se
dirigió hacia el avión, y Gasti, agarrando su enorme bolso de colores, indico a
Lali que se levantara.
—Cuchi... let'sgo. —Al ver que ella no se movía,
zapateando m el suelo, repitió—: Queen... no te hagas de rogar.
Lali se levantó, pero en lugar de dirigirse
hacia donde estaba todo el equipo buscó a Howard, el director de la película,
que en ese momento estaba hablando con Mike Grisman.
Tras
respirar profundamente y ser consciente de lo que Iba a hacer se quitó los
auriculares, se plantó ante él y dijo:
—Howard ¿sería un problema si hoy no regreso con
vosotros y me quedo unos días más en España? El director, sorprendido, le
preguntó:
—¿En España?
—Sí. Necesito unos días para relajarme. Tras lo
ocurrido no me siento con fuerzas para regresar a Los Angeles y atender a toda
la prensa. Solo serían unos días. Después te prometo regresar y atender todos
los compromisos que tengamos. Mike, su compañero de reparto, frunció el ceño y
dijo:
—Pero, amor, eso es imposible. Estamos en plena
promoción y no debes separarte del grupo. Molesta porque aquel se entrometiera
le miró.
Molesta porque aquel se entrometiera le miró.
—Tú te callas. Y no vuelvas a llamarme amor,
¿entendido? Mike Grisman no estaba acostumbrado a aquel tipo de trato y
frunciendo el ceño preguntó:
—¿Sigues enfadada todavía?
—Por supuesto que sí —siseó esta—. Lo que
hiciste en el hotel de Madrid, eso de marcharte y dejarme sola allí, me tiene
muy cabreada por lo tanto, ¡cállate!
—Pero amor... debemos regresar todos a...
Con cara de pocos amigos Lali miró a Mike, por
quien suspiraban millones de mujeres, y señalándole con el dedo le recriminó:
—No estoy hablando contigo. Cierra el pico.
—Pero... ¡no debes! —insistió aquel. Cogiéndole
de la pechera la joven, cansada, siseó:
—Mike eres un buenísimo actor y me lo paso bomba
contigo en la cama, pero o cierras tu boca en este instante o te juro por mi
abuela que te vas a enterar de quién soy yo.
Gasti, al ver qué estaba pasando, corrió a su
lado y aplaudió mientras decía:
—Muy bien dicho, queen, pero relájate... que
cuando te vuelves crazy eres la peor.
El director, con una sonrisa en la boca, ordenó
a Mike alejarse. Tal y como había dicho la joven, Mike era un excelente actor,
pero era tremendamente insoportable. Gasti, divertido, hizo lo mismo y, una vez
a solas, le dijo:
—Dentro de un mes tenemos que estar en Tokio.
Concretamente el doce de enero. Sabes que comenzamos la promoción allí y...
—Prometo estar en Tokio el día que me digas —y
sonriendo murmuró—: Venga, Howard que a Vin Diesel no le dijiste nada porque no
viniera a Europa. Howard, amigo de la familia de toda la vida, adoraba a la
joven. Sabía que ella era una profesional y que no iba a fallarle.
Pero aun así se le hacía raro regresar a Los
Angeles sin ella, por lo que insistió:
—Vamos a ver, Mariana. ¿Por qué no regresas con
nosotros y descansas en casa? Además, se acercan las Navidades y...
—Howard, sabes que allí no podré hacerlo. En
cuanto aterrice, no tendré un solo momento para mí, sobre todo después de lo ocurrido
aquí. Y en cuanto a las Navidades, ya sabes que no es mi época favorita del
año.
—Pero tu padre...
—¿Mi padre? —preguntó molesta—. Tengo treinta
años. ¡Treinta! Y por muy importante que sea él en la industria del cine, no
manda en mi vida y lo sabes. Howard, quiero que confíes en que estaré en Tokio
para el estreno. Solo necesito que tú confíes en mí, no que pienses en lo que
vaya a decir mi padre. Al ver la determinación en su mirada, el hombre asintió.
—De acuerdo. Pero te quiero en Tokio para el
estreno y no aceptaré ninguna excusa, ¿entendido? Sonriendo, le besó en la
mejilla.
—Allí estaré.
Acto seguido intercambió unas palabras con Sean,
su guardaespaldas, y este asintió. Después miró a su primo que la observaba
extrañado y, mientras se calaba una gorra para esconder su pelo rubio y se
ponía unas gafas de sol, dijo con decisión:
—Vamos, Gasti. Tú te vienes conmigo, Con su gran
bolsón de Gucci en la mano, este la siguió y preguntó:
—But... ¿dónde vamos cuchita? Nuestro avión sale
dentro de poco. ¿Y Sean?
—No necesitamos guardaespaldas, tranquilo.
—Por el amor de Diorrrr, ¿te has vuelto crazy?
Emocionada como hacia mucho tiempo que no
estaba, murmuró con una enorme sonrisa:
—Confía en mi Gasti. De momento vamos a hablar
con quien haga falta para que saquen nuestras maletas del avión.
Una hora después y antes de salir del
aeropuerto, oculta tras una gorra y unas enormes gafas negras, se pararon ante
una agencia de alquiler de coches.
—Necesito que alquiles un coche automático con
GPS a tu nombre para diez o doce días. Y, por favor, no menciones que voy a
viajar en él o tendremos a toda la prensa detrás ¿vale?
—Pero...
—Hazlo. Luego te explico —apremió ella.
Retirándose su flequillo de mechas púrpura de la
cara, el joven dijo:
—Ay, queen ¡qué miedo me estás dando! Media hora
después, ya estaban subidos en un Mercedes automático.
—Por el amor de my life, Lali ¿Qué hacemos aquí
sin guardaespaldas y dónde vamos? Con una inedia sonrisa ella puso en marcha el
vehículo y, tras darle un sonoro beso en la mejilla, dijo pisando el
acelerador.
—De momento vamos a ir a Guadalajara para
visitar un castillo que esta en Sigüenza, después, ya veremos.
Un par de
horas después, tras perderse por las carreteras por no hacer ni caso al GPS, Lali
y Gasti llegaron a las inmediaciones del castillo.
—Qué lugar más bonito —susurró la actriz
mirándolo con admiración.
—Divino, ¿pero qué te parece si buscamos un
hotel? Estoy agotado —protestó su primo mirando su alrededor—. Tengo frío...
very cold! Y también hambre... y sed y quiero ir al toilet. En definitiva
¡quiero irme de aquí!
—Por Dios, Gasti. En esta guía dice que el
castillo es un Parador Nacional. Un hotel.
El joven, no muy convencido, retirándose el
flequillo del rostro dijo:
—¿Por qué no buscamos algo más modern? ¿Seguro
que tienen calefacción? Sin hacerle caso, Lali paró el coche para admirar aquel
impresionante lugar. Hasta donde alcanzaba la vista, podía admirar la fortaleza
de formas sólidas y torreones cuadrados,
—¿Qué hacemos aquí en medio de este enorme, solo
y frío countiy? —protestó Gasti con desesperación— Let'sgo!
—No. Necesito ver como es el castillo por
dentro, y...
—¿Tú estás crazy, cuchi?
—No.
—But... ¡¿pero qué se nos ha perdido aquí?!
—gritó desesperado—. Está anocheciendo ¿Acaso pretendes dormir en ese sitio
tan... tan viejo y antiguo pudiendo dormir en los mejores hotels oft he world?
Sorprendida, miró a su finísimo primo y
preguntó:
—¿De verdad que este lugar no te parece lo más
bonito que has visto nunca?
—No.
—¡¿No?!
—Pues no —gruñó pasándose una toallita húmeda
por la cara—. Yo soy más cosmopolitan ya lo sabes. I love la ciudad y esto...
esto ¡es el country! ¿Qué pretendes?¿dormir en el country?
—Mmmmm, no me des ideas —se mofó ella.
Horrorizado por su mirada, Gasti se tapó los
ojos.
—Si es que no te tenía que haber hecho caso,
lianta. Me tenía que haber ido con Sean y ahora estaría calentito y durmiendo
cómodamente en el butacón del avión. Pero no, aquí estoy, congelado y sin saber
si volveré a estar hot algún día. Mataría por una buena mantita, un antifaz y
un delicious bloodymary.
—Oh, Dios, Gasti —se quejó al escucharle—.
Cuando te pones en plan reinona no te soporto.
Sin darle tiempo a responder se bajó del coche y
cerró de un portazo. Reflexionó unos instantes y se montó de nuevo en el
automóvil, arrancó y se dirigió hacia el castillo. Quería dormir allí. Quería
quedarse allí y lo haría. Aparcó y se bajó del coche. Al sentir la fuerza del
lugar y el señorío que emanaba, silbó sin poder evitarlo.
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