—Oh my God, Mr. Policeman, creo que me voy a
desmayar dijo Gasti teatralmente abanicándose con la mano.
Volviendo a la realidad Peter apartó la mirada
de la mujer y la centró en el joven de mechas violetas, vestido con
escandalosos colores rojos. Llenó un vaso de agua y le dijo antes de acercarse
a Nicolas:
—Siéntese y tómese un vaso de agua. Ahora los
médicos le atenderán.
Gasti, al ver a aquel tio enorme con aquel
vozarrón, se sentó y tras pestañear con descaro provocándole una sonrisa,
murmuró.
—Thanks, machote.
Nicolas y Peter se miraron al oír aquello y
reprimieron una carcajada, pero Lali acercándose a su primo murmuró con
disimulo:
—Gasti... cierra tu bocaza que no es momento de
ligoteos.
—Lo sé... lo sé... ¿pero tú has visto qué pinta
tienen todos estos hombres de Harrelson vestidos de black? Oh, Dios... me
quedaría con cualquiera de ellos ¡qué bodiesl
— ¡¿Gasti?! —protestó de nuevo para hacerle
callar.
La joven, al ver el movimiento de los hombros de
los dos hombres, intuyó que estaban riendo y acercándose al gigante que había
hablado con ella le tocó en el brazo para llamar su atención.
—Por favor, disculpe a mi primo. Las situaciones
tensas le aligeran la lengua.
Peter la miró y fue a responder cuando se oyó:
—Mariana, cariño mío. Qué susto. ¡Qué horror!
¿Estás bien? Dime que estás bien.
La actriz y el policía al oír aquello desviaron
la mirada y comprobaron que aquel que hablaba era Mike Grisman, que entraba en
el salón con gesto de preocupación. Nicolas al verle aparecer le paró sin
pensárselo. No le dejó continuar hacia la joven. Su amigo no se lo había
pedido, pero Peter se merecía aquellos minutos con ella.
Consciente de que su trabajo había terminado y
se tenían que marchar, Peter ordenó con un movimiento de mano a sus hombres que
sacaran a los secuestradores del salón.
Luego, clavando sus inquietantes ojos en la
mujer que no le quitaba ojo de encima, murmuró:
—Señora, ha sido un placer conocerla.
—El placer ha sido nuestro, guapetón —respondió Gasti
tras un suspiro mientras la joven le observaba.
Sin querer continuar un segundo más junto a ella
Peter se dio la vuelta, pero ella le agarró de nuevo del brazo.
—¿Ya te vas? le preguntó.
Al volver a sentir su contacto a través de la
tela de su uniforme se volvió para mirarla. Tenerla allí, tan cerca, tan
tentadora y después de tanto tiempo le confundía. ¿Qué narices estaba haciendo
mirándola? Claramente ofuscado, se deshizo de su mano y sin querer escucharla
se dio la vuelta y dijo a su amigo con rotundidad:
—Nico, deja que el guaperas se acerque a
consolar a la canija. Vámonos. Nuestro trabajo ha acabado.
Peter salió por la puerta sin mirar atrás, pero Lali
que lo había oído, de pronto se quedó helada. Había oído la palabra canija y
solo había dos personas en el mundo que la hubieran llamado así. Una fue su
abuela y otra... otra...
—No puede ser... —murmuró mientras comenzaba a
seguirle.
Pero antes de que pudiera evitarlo, Mike llegó
hasta ella y la abrazó impidiendo que continuara su camino. Sin ningún tipo de
miramiento ella se desenvolvió de aquel abrazo y corrió hacia la puerta.
Necesitaba encontrar a aquel policía. Necesitaba comprobar algo. Pero, cuando
por fin consiguió llegar, no pudo salir. La aglomeración de gente y prensa era
tremenda. Corrió hacia un lateral del salón y se asomó a una de las ventanas
rotas. Desde allí solo pudo ver como aquel grupo de hombres vestidos de negro
que le habían salvado la vida se montaban en un furgón oscuro y desaparecían.
Al día siguiente la noticia de lo ocurrido a la
estrella de Hollywood en España ocupó todas las portadas de los diarios y
revistas del corazón. La prensa dio titulares como «Mariana Espósito una rehén
liberada» o «Los geo españoles evitan un conflicto internacional». Aunque el
que más gracia les hizo fue «Actriz de Hollywood salvada por los nuestros. Los
GEOS Españoles.»
—Podían hacer una película de esto —se mofó Nicolas
mirando el periódico.
—No te extrañe que la hagan —sonrió Peter
poniéndose una camiseta blanca mientras escuchaba de fondo la música de AC/DC—.
A los yanquis les encanta reflejar en el cine este tipo de cosas.
—Oye... pues espero que piensen en nosotros. No
estaría mal participar en un rodaje y ser famosos —rio Nicolas dejando a un
lado el periódico—. Aunque conociendo a estos yanquis pondrán al imbécil ese de
Mike Grisman en el papel principal.
Peter se carcajeó.
—Anda... deja de hablar de ese estirado y vamos
a entrenar. Lo necesito.
—Oye capullo, grábame este CD de AC/DC.
—¿El de Back in Black?
—Sí. Creo que mi Chinita me lo tiró a la basura.
¿Te puedes creer que dice que no soporta esta música con lo buena que es?
—Mujeres —susurró Peter consciente de lo mucho
que horrorizaba a sus conquistas aquel tipo de música.
Divertidos por los comentarios que soltaron
respecto a AC/DC y a las mujeres, se encaminaron hacia el gimnasio.
—¿Todo bien, nenaza? premunió Nicolas a Peter.
—Sí. Y deja de llamarme nenaza o te arrancaré
los dientes. Nicolas rio y respondió tras darle un puñetazo cariñoso.
—Es que me pone... nenaza. Ambos sonrieron por
aquello y volvió al ataque.
—Ella está muy guapa.
—Siempre lo fue —respondió acelerando el paso.
—¿Por qué no le dijiste que eras tú? Quizá te
recordara.
—No era buena idea.
—Joder, macho que esa era Mariana Espósito.
—Yo Peter Lanzani ¿Cuál es la diferencia?
Con una sonrisa socarrona Nicolas miró a su
amigo y murmuró:
—No te lo tomes a mal, pero las piernas de ella
me gustan muchísimo más que las tuyas, entre otras cosas.
—Cállate —ordenó.
—No me jodas, macho. Que estamos hablando de una
de las actrices más queridas de Hollywood. La que los directores de todo el
mundo se rifan para trabajar con ella, sin contar con que la humanidad está
rendida a sus pies.
—Gracias por la información churri. No la sabía.
Aquello hizo sonreír a Nicolas. Si algo tenía
claro aquel era que su buen amigo conocía absolutamente todo de aquella mujer.
En más de una ocasión le había pillado observando una foto suya en prensa o
leyendo alguna crítica de sus películas.
—Oye... no es por meter cizaña, pero la escena
de la película que vimos el otro día, esa en la que ella sale con ese biquini
de cuero impresionante. Dios ¡qué pechos!
—Me estás cabreando —resopló Peter.
— ¿Por qué? Solo hablo de una actriz de
Hollywood.
—Háblame de ti —se mofó Peter—. Eres más
interesante.
—Gracias, pero prefiero hablar de ese bombón.
Cansado de aquella insistencia Peter repitió.
—No quiero hablar de ello ¿de acuerdo, churri?
—Peter escucha —dijo deteniendo el paso—. Lo que
ocurrió fue hace diez años, todos éramos unos críos y estoy seguro que ella
guardaba también buen recuerdo de ti y...
—¿Por qué no cierras el pico de una puta vez?
—Porque soy tu mejor amigo y sé lo que piensas.
No hablo de que estés enamorado pero...
—¡¿Enamorado?! ¡Pero qué jodida chorrada estás
diciendo! — gritó descompuesto.
Al ver la cara de mala leche con que su amigo le
miraba retrocedió un paso.
—Vale... me he pasado, lo reconozco. Soy un
bocazas.
—Joder macho, vale ya con esto —protestó.
—Esa mujer te dejó marcado y...
Al límite de su paciencia Peter le empujó contra
la pared.
—Lo que ocurrió fue algo que ninguno provocamos,
pero pasó.
Ahora, podrías hacer el favor de callar esa puta
bocaza antes de que me cabrees y te la cierre yo de un puñetazo. No estoy de
humor y te aseguro que me estás llevando al límite de mi paciencia, y por mucho
que te quiera como amigo y exista confianza entre nosotros, si continúas con
ello, te juro que te lo voy a hacer pagar. Dicho esto, Peter, separándose de
él, comenzó a caminar. No le gustaba hablar de aquello, ni recordarlo.
Pero conocía a Nicolas y lo cabezón que era. Dos
segundos después le dio alcance:
—De acuerdo. No hablaré más de ello. Pero si yo
hubiera sido tú, la hubiera saludado. No todo el mundo ha estado casado, aunque
fuera quince minutos, con la maciza de Mariana Espósito.
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