miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 14

En una de las mejores suites del hotel Ritz, Lali desayunaba junto a su primo. No habían parado de recibir llamadas de los Estados Unidos preguntando cómo se encontraba tras lo ocurrido. Amigos como Salma, Angelina y Brad. Jennifer y un sinfín más de actores la llamaron preocupados a su móvil para saber si se encontraba bien.
Lali les atendía agradecida, pero ya estaba al límite de sus fuerzas cuando de nuevo sonó el teléfono. Ahora el de la habitación.

—Mariana, ¿estás bien? Se tensó al oír la voz de su madrastra. Ella, Mike Grisman y su padre eran las únicas personas que la llamaban así. Se sentó junto al teléfono y respondió:
—Sí. Estoy perfectamente. No me ha ocurrido nada. Fue solo un susto.
Samantha Riera, una impresionante mujer de ojos rasgados y sensuales prosiguió:
—Tu tía Lula ha llamado. ¿Está bien Gasti? Desviando la mirada hacia su primo que desayunaba con un hambre voraz respondió:
—Estupendo. Aquí le tengo comiendo como un animal.
—¡Perra! —susurró aquel al escucharla mientras masticaba un trozo de tostada con mantequilla.
El vacío de comunicación entre ellas se hizo patente una vez más, pero Samantha estaba dispuesta a continuar conversando
—¿Ocurre algo? Molesta por aquella forzada preocupación siseó:
—Estoy bien, aunque algo cansada.
Los horarios aquí son diferentes y llevo horas contestando el teléfono. Necesito dormir.
—En cuanto me cuelgues quiero que arranques el teléfono de la pared y descanses ¿me has oído? Si no descansas tu piel se ajará y te saldrán unas horribles bolsas bajo los ojos que luego te costará semanas quitártelas de encima.
—De acuerdo —asintió fastidiada.
Aquella mujer siempre igual. Pensando en la belleza y no en como ella se encontraba realmente.
—Tengo aquí a tu padre y quiere hablar contigo. Oh, Dios... pero yo con él no, pensó.
—De acuerdo, pásamelo.
— ¡¿Mariana?!... ¿Mariana estás ahí? Al escuchar aquella voz ronca y a pesar de las ganas que sintió de colgar, respondió:
—Sí, papá.
—Me llamó Walter para contarme lo ocurrido y...
—Fue un susto, pero la policía española lo supo resolver con celeridad.
—Me alegra saberlo. —Lo que vino a continuación no le sorprendió—. Este incidente avivará tu popularidad. Veamos lo positivo del asunto. Al escuchar aquello Lali suspiró. Aquel tipo de comentario era típico de él.
Deseó decirle cuatro verdades, pero al final se contuvo.
—Papá, estoy cansada y quisiera dormir.
—Por supuesto Mariana. Descansa y cuando regreses hablaremos. Max me llamó ayer y me dijo que ha recibido varias propuestas interesantes de la Paramount y Filmax.
—De acuerdo. —Y colgó.
 La relación con su padre iba de mal en peor y algún día iba a explotar.
Gasti, que había sido testigo mudo de la conversación, mirándola dijo:
—Come de esto, queen, está de muerte, ¿cómo dijo el camarero que se llamaban?
—Churros, Gasti. Eso se llama churros y te recuerdo que engordan una barbaridad. Mañana te volverás loco cuando te subas a la báscula. Te lo advierto.
Encogiéndose de hombros se levantó y antes de que ella pudiera añadir nada más le metió uno en la boca.
—Mastica, disfruta y olvídate de las calories por una vez en tu life, OK?
Lali disfrutó del sabor del churro. Desde hacía años cuidaba al máximo su alimentación. Sus contratos no le permitían coger ni un solo gramo y ella lo cumplía a rajatabla. Tras terminar con todo lo que había en la bandeja, Lali se retiró a dormir. Estaba agotada. Una vez se quedó sola en la habitación pensó en lo ocurrido, pero su mente volvió a recordar a aquel hombre parapetado tras su traje negro. ¿Podría ser él? Su secreto. El muchacho con el que se casó años atrás en Las Vegas. Si al menos se lo hubiera podido preguntar, pero él se marchó y no le dio tiempo a nada.
Tras dar cientos de vueltas en la cama Lali se levantó, abrió su agenda y marcó un número de teléfono.
—George, soy Mariana Espósito —tras escuchar lo que le decía su interlocutor respondió—: Sí, tranquilo, estoy bien. Escucha, necesito un favor. Quiero que mires en el fichero de James Benson, busques el documento que te voy a decir y me lo envíes al número de fax que voy a darte ahora mismo. Y, por favor, esto debe de quedar como siempre entre tú y yo. ¿De acuerdo?
Cuando colgó se sentó en la cama a esperar. Cinco minutos después sonó el fax y empezó a imprimir. Una vez finalizó lo cogió con manos temblorosas. Ante ella tenía la sentencia de divorcio que había firmado diez años atrás. Buscó con curiosidad un nombre, hizo un par de llamadas y finalmente .susurró para sí:

—Peter Lanzani. ¿Eres tú el policía que me ha salvado la vida?

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