Al llegar a recepción vio a Menchu y esta
rápidamente salió de detrás del mostrador.
—Buenos; días, señora Espósito. —Lali, llámame Lali,
por favor, Menchu.
La joven feliz porque recordara su nombre,
ansiando hablar con ella sonrió y le preguntó cortésmente:
—¿Ha dormido bien?
—Si. Maravillosamente —susurró y mirándola preguntó
ensenándote un papel
—¿Sabes cómo puedo llegar hasta esta dirección?
Sorprendida, la joven leyó la dirección. Caminó
con ella hasta puerta del parador y cuando iba a responder se oyó tras ellas:
—Menchu, ¿cuántas veces tengo que decirte que no
abandones la recepción? Menchu se quedó petrificada, algo que Lali no pasó por
alta y, dándose la vuelta, la joven recepcionista respondió:
—Paula, le estaba indicando a la señora como ir
a...
—Para eso tienes los mapas que regalamos —espetó
la morena de grandes pechos poniendo un mapa sobre el mostrador Así es como hay
que atender a un huésped, no como lo estas haciendo. Pareces tonta, Menchu.
¿Cuándo vas a aprender? Lali se ofendió al escuchar aquello. Nunca le había
gustado la gente que para demostrar su superioridad insultaba a los que estaban
por debajo. Por ello, y sin poder remediarlo, se encaró con aquella, parapetada
tras sus enormes gafas oscuras y su gorra.
—Disculpe señora, pero Menchu estaba siendo
sumamente amable conmigo y no se merece que usted la trate así delante de mi.
La mujer la mió y respondió sin cambiar su gesto.
—Me alegra saber que Menchu ha aprendido al
menos a ser cortés, pero todavía tiene mucho que aprender para trabajar en este
parador. En ese momento sonó el teléfono de recepción y dándose la vuelta la
mujer atendió la llamada. Dos segundos después colgó y con el mismo ímpetu que
apareció, desapareció.
—¿Quién
es esa mujer tan estúpida?
—Oh... señorita Espósito ella…
—Lali... te he dicho que me llames por ese
nombre, ¿vale Menchu? La joven sonrió y respondió.
—Se llama Paula. Una mujer que llegó hace tres
años aquí y de la que poco más se sabe.
—¿Cómo puede tratarte así? ¿Por qué se lo
permites?
—Necesito el trabajo y ella es una de las
encargadas. Vivo sola, hay mucha crisis y sinceramente, por mucho que me ofenda
y me den ganas de arrastrarla por el parador, necesito este trabajo para vivir.
Conmovida por las palabras de la joven recepcionista Lali asintió.
En momentos así era cuando se daba cuenta que
ella era una privilegiada en la vida. Menchu, para olvidar lo ocurrido, dijo
señalando hacia la derecha de la fortaleza.
—Si baja por ese camino llegará hasta unas casas
blancas. Una vez allí, tuerce a la derecha y continúa de frente hasta una
rotonda. Uní vez pase la rotonda la segunda calle a la izquierda es la que
busca.
—Casas blancas, derecha, rotonda y segunda a la
izquierda —repitió Lali— Gracias, Menchu. Y por favor, si ves a mi primo no le
digas que me has visto ¿de acuerdo?. Ah, y tutéame, por favor.
La recepcionista asintió y, emocionada, vio como
la actriz más guapa de Hollywood, ¡la que acababa de pedirle que la tuteara!,
se alejaba en su coche.
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