lunes, 22 de diciembre de 2014

Capítulo 73

Una  vez llegaron al  baño  Peter cogió  algodón y agua  oxigenada,  la obligó  a sentarse  en un taburete, se agachó delante de ella y la besó. Devoró sus labios con dulzura y deseó continuar con aquella salvaje pasión, pero se contuvo. No era lugar.

—Me estas volviendo loco. Es mirarte y deseo besarte.

—Vaya... ¿en serio?

—Sí... muy en serio —suspiró él.

Después  de  varios  sensuales  besos,  Lali  estaba  excitada  e  incapaz  de  ocultar  lo  que necesitaba decirle le miró fijamente y dijo en un susurro:

—Te quiero...

Al escuchar aquello, Peter se separó de ella y frunció el reno.

—¿Qué has dicho?

—Que te quiero —repitió sin dudar.

Boquiabierto, e incapaz de creer lo que acababa de conferirle, murmuró:

—No... eso no puede ser.

—Pues créeme, lo es —afirmó esta.

Adoraba escuchar aquello, pero no, no podía ser. Y mirándola a los ojos preguntó:

—¿Cómo puedes quererme si apenas me conoces?

Sabía que tenía razón. Pero ella era una mujer que vivía al día, sin pensar mucho en el mañana y necesitaba decirle lo que sentía. Así que, encogiéndose de hombros, añadió:

—Lo que conozco de ti me hace quererte. Es más, me haces tan feliz que a veces creo que voy a explotar. Me gusta estar contigo, pasear, jugar a la Wii, ver la televisión. Me encanta como me tratas, como me mimas, como me miras, como me haces el amor. Adoro a tu familia, a tus amigos, a tu perra... No sé cómo ha pasado, Peter pero tengo que decirte que te quiero...

—No sabes lo que dices... —cortó molesto.

—Si... si se lo que digo.

—Lo que yo creo es que has visto demasiadas películas románticas, o mejor dicho, has hecho demasiadas escenas románticas, y te crees que esto es una escena más —se mofo él haciéndola reír,

—Me encantan las películas románticas. ¿A ti no?

—No.

—¿Por qué?

—Porque la realidad del día a día no es tan bonita como el final de cualquiera de esas películas. Yo no creo en el amor, Creo en el deseo sexual, en la necesidad de tener a alguien u tu lado. Pero en esa romántica palabra llamada amor que a las mujeres os vuelve locas, sinceramente no.

Durante unos segundos ella le observó. Por su manera de mirarla y de cuidar de ella, sabía que él también sentía algo muy especial por ella. Pero era tan cabezón que nunca daría su brazo a torcer. Por ello, sin querer darse por vencida, levantó su mano derecha y mostrándole la muñeca murmuró:

—Llevó tu pulsera de todo incluido. ¿Acaso no puede incluir el amor?

—No canija, esa pulsera no lo incluye —siseó.

—Te quiero, Peter —cortó de nuevo ella tapándole con su mano la boca—, y aunque tú no me quieras, yo no puedo dominar mis sentimientos hacia ti, a pesar de nuestro trato, Una vez te dije que mi abuela me enseñó a vivir el presente y a eso es lo que hago. Quererte. Me encantaría que me dijeras que sientes lo mismo por mi, pero...

Sintiendo que un fuego abrasador le quemaba por dentro, pero incapaz de hablar de sus sentimientos, la atrajo hacía él y la besó. Deseó decirle muchas, pero se contuvo. No era buena idea. No tenían futuro. Interrumpió el beso y la desconcertó dándole un dulce beso en la punta de la nariz para  empezar  a curarle  la mano.  Durante  un rato ambos  es tuvieron en silencio  hasta  que  ella murmuró:

—Eva sabe quién soy.

—Lo sé.

—¿Lo sabes?

—Sí.

—¿Esto te ocasiona algún problema?

—No —respondió ceñudo.

Apenas si podía dejar de pensar en las palabras que minutos antes ella había pronunciado: «Te quiero». Le quería. Aquella mujer que tenía delante, que se dejaba cuidar y mimar por él, y por la que suspiraban millones de personas en el mundo, le acababa de confesar su amor, y él era incapaz de hacer lo mismo.

—¿Crees que dirá algo a la prensa?

Peter, concentrado en lo que estaba haciendo, murmuró:

—Tranquila.  Nuestro secreto sigue a salvo, pero he de decirte que la prensa ya sabe que tú sigues en España.

—¡¿Cómo?!

—Me lo ha dicho Eva.

Confundida fue a responder cuando la puerta del baño se abrió y apareció la pequeña Ruth.

—¿Te duele la pupa?

—No, cielo, no me duele nada.

—La tita es muy valiente —sonrió la niña abrazando a Lali.

—¡¿Tita?! — preguntó Peter.

—Ruth cariño, yo no soy tu tita —increpó la joven al ver la cara de aquel.

—Sí... sí lo eres. Javi me ha dicho que lo eres.

—¡¿Javi?! —volvió a preguntar confundido.

—Sí, él ha dicho que eres la tita, porque eres muy buena y nos quieres.

Abochornada, la joven cerró los ojos para evitar ver el gesto descolocado de Peter, cuando la pequeña, ajena a lo que aquellos pensaban, abrió un cajón del mueble del baño, sacó una cajita y dijo:

—Toma tito ponle una tirita de Dora la Exploradora en la mano a la tita. El yayo dice que son mágicas y que quitan el dolor muy rápido.

Divertido por las ocurrencias de su sobrina, cogió una de las tiritas y tras cruzar una mirada cómplice con una acalorada Lali, la abrió y se la puso en la palma de la mano.

—¿A que ya duele menos? —preguntó la cría.

—Uis, pues es cierto, Ruth —asintió Lali— . De pronto se me ha quitado el pequeño dolor que sentía.

Peter, incapaz de no sonreír ante aquel teatrillo, las miró alternativamente  y suspiró. La cría, encantada de haber ayudado a mitigar su dolor, se acercó a Lali y examinándola  los ojos con detenimiento, cuchicheó:

—Que suerte que encontraste tu ojo. Cuando se le cayó ni osito Sito, lo busque y lo busqué pero no lo encontré.

Lali, pasándose la mano por el ojo, asintió y Peter por fin comprendió lo que había ocurrido. Eso le provocó una carcajada que apaciguó los nervios entre ellos. Una vez concluyó su misión de enfermero, guardó el algodón, cogió a la pequeña en brazos y tras ayudar a Lali a levantarse dijo:

—Vamos, regresemos al salón.

Diez minutos después, una peculiar familia miraba con adoración el televisor mientras bromeaba con los cuartos, hasta que Irene gritó y todos comenzaron a comer  las uvas entre risas y jaleo. Cuando sonó la última campanada, y se metieron la última uva en la boca, todos prorrumpieron en aplausos y comenzaron a besuquearse. Peter, tras tragar sus uvas, asió de la mano a Lali y la atrajo hacia él. Lo que ella le había confesado aun le tenía bloqueado, pero encantado por tenerla junto a él, murmuró:

—Feliz año nuevo estrellita.


—Feliz año cucaracho.

1 comentario:

  1. Peter k poquito le falta,aun esta temeroso xk ella se vaya ,x eso se niega a decirle te quiero

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