Al comprender que su hermana tenía
razón dio un puñetazo contra la pared, lleno de frustración. Apenas quedaban
diez días para que Lali se marchara y no quería tener problemas. No quería
problemas, pero tampoco que ella se fuera. Eva pudo adivinar los sentimientos
de su hermano en su mirada y trató de consolarle.
—Al menos, vuestro secreto está a
salvo conmigo aunque te cueste creerlo —dijo haciéndole sonreír— Te quiero
tanto que soy capaz de renunciar a la pasta gansa que podría ganar por este
bombazo informativo. ¿Y sabes por qué? —él la miró—. Porque me gusta ver tu
cara de merluzo enamorado.
Al mirar a su hermana a los ojos y
sentir su franqueza, él sonrió y tras darle un abrazo murmuró mientras bajaban
las escaleras:
—Gracias señorita metomentodo.
Cuando llegaron a la casa del padre
de Peter, todo fueron risas y diversión. Eva observaba con disimulo a la famosa
actriz americana. Mariana Espósito ¡estaba allí! Ella parecía feliz con su
familia y eso, en cierto modo, le sorprendía.
Lali debía de estar
acostumbrada al lujo y glamour y allí
estaba, compartiendo canapés de sucedáneo de caviar y sonriendo a su abuelo
mientras este cantaba un villancico y rascaba con una cuchara una botella de
anís del mono.
Manuel, orgulloso, disfrutaba por
tener reunida un año más a su maravillosa familia y sonreía por ver a su hijo
tan solícito con aquella mujercita. Desde que Lali había entrado en su vida
sonreía más a menudo, y se le veía más feliz. Una felicidad que Manuel
saboreaba de una manera especial.
Irene llegó como una diva de
Hollywood. ¡Guapísima! Se había dejado
aconsejar en todo y parecía otra mujer, algo que a Lolo, su Lolo, le tenía
cautivado. No podía dejar de admirarla. Parecía increíble que la impresionante preciosidad que reía ante él fuera su mujer.
Irene, con su nuevo aspecto y, en especial, al escuchar los comentarios de
todos, se sentía guapa. Ataviada con un vestido de fiesta negro que realzaba
sus curvas, se dejó alisar el pelo por su hija Rocío y estaba impresionante.
Todos lo pasaban bien, pero Peter,
tras lo ocurrido en su casa, no podía disfrutar al cien por cien del momento.
El hecho de que alguien ya supiera la verdad sobre Lali, significaba que el
engaño comenzaba a hacer aguas y eso le preocupaba. En un par de ocasiones
cruzó la mirada con Eva y esta, con ñus gestos y guiños, lo hizo sonreír. Pero
ya nada era igual. Saber que la prensa mundial tenía la certeza de que Lali
estaba en España le inquietaba.
—¿Qué te ocurre hijo? —preguntó
Manuel acercándose a él.
—Nada papá, no te preocupes.
Manuel, que había sido testigo de
los gestos entre él y Eva sonrió y dijo:
—Vale. No me lo cuentes. Pero las
miraditas entre Eva y tú me hacen suponer que ha pasado algo entre vosotros,
y...
Al escuchar aquello preguntó.
—¿Qué te ha contado esa metomentodo?
—Absolutamente nada hijo.
—¡Joder!
—Vamos a ver Peter —indicó su padre
caminando con él hacia un lateral del salón—, sé que algo te ocurre esta noche
porque soy tu padre y te conozco.
Con esto no estoy diciendo que me
cuentes lo que te pasa, pero recuerda, tú, y la persona a quien tú ames,
siempre podréis contar con mi apoyo incondicional. —Y mirando a Lali que en
aquel momento reía con su nieta mayor murmuró—: Esa muchacha es un encanto de mujer.
—Sí papá, lo es.
Y por primera vez en su vida y como
si de un tsunami se tratara Peter sintió lo que era el verdadero amor. Adoraba
a aquella mujer y ya nada se podía hacer.
Poco después todos se sentaron a la
mesa engalanada y comenzaron a cenar. Los pequeños lo pasaban bien y los
mayores disfrutaban de la felicidad reinante. En aquella mesa no faltaron
langostinos, salmón, ibéricos de la tierra, patés y cordero. Todo ello regado
con vinos españoles, risas y canciones. A las once de la noche las mujeres se
afanaron por quitar la mesa y preparar las uvas.
—Quédate conmigo —pidió Peter al ver
que Lali se levantaba.
No quería que se moviera de su lado. Deseaba aprovechar
los momentos que les quedaban
juntos y vivirlos lo más intensamente posible. El tiempo corría inevitablemente
en su contra y quiso retenerla con él.
Al escuchar su voz sensual, y sentir
su mano sobre su brazo Lali le miro a los ojos y Peter, la atrajo hacia él y la
besó. Le dio igual lo que pensaran. Le
dieron igual sus propias y absurdas reticencias
en cuanto a ella. Necesitaba
besarla y lo hizo. La familia,
sorprendida por aquella demostración de afecto, aplaudió y
Lali, aturdida, tras separarse de él contestó:
—Mi abuela me enseñó que cuando se
está en familia hay que ayudar. Por lo tanto, ahora vuelvo, que voy a ayudar a
tus hermanas. No quiero que piensen que soy una comodona.
Dicho esto cogió varios platos
sucios y desapareció tras la puerta de la cocina. El abuelo Goyo sonrió.
Aquella demostración de su nieto ante todos le había henchido de orgullo.
—¿Quién quiere un helado?—preguntó
Irene que salió de la cocina con una caja en la mano.
—Yo mami —gritaron Ruth y Javi al
escucharla.
Tras darles un par de helados a sus
niños, Irene se dirigió a su hija mayor.
—¿Tú no quieres helado?
—No mamá, que engordan.
—Los helados no engordan.
Engorda quien los come —se guaseó el
abuelo Goyo haciéndoles reír a todos—. Y tú gorrioncillo mío te lo puedes comer
con tranquilidad porque tienes
mucho pellejo que rellenar.
—Pero qué dices abuelo Goyo
—protestó la cría—. Sí tengo unos muslos con los que se podrían cascar nueces.
—Uisss la puñetera qué cosas tiene.
Esta jodía tiene más salidas que la M—30 —se mofó aquel al oírla.
Cinco minutos después mientras las
chicas trajinaban en la cocina Gasti que hablaba con Rocío dijo.
—Oh my God, you are a very beautiful
girl.
—Thanks, Gasti —respondió la
muchacha.
El abuelo Goyo que estaba sentado
junto a ellos, les miró molesto por no poder entender de qué hablaban.
—En cristiano, por favor.
Irene, al escuchar aquello, se
acercó a su abuelo y le susurró con cariño:
—Gasti le habla en ingles a Rocío
para que practique el idioma abuelo.
—¡Me importa un carajo! — gruñó
aquel—. Quiero entender de qué hablan.
Gasti, al escuchar la queja, se
dirigió al anciano que llevaba toda la noche mirándole con horror.
—Oh lo siento abuelo
Goyo... le decía a Rocío
que es una chica
preciosa —dijo con una encantadora sonrisa.
El hombre, le miró y señaló su
atrevido flequillo.
—¿Por qué llevas ese extraño color
en el pelo?
—Because I...
—En cristiano, por favor —repitió el
anciano.
—Oh lo siento de nuevo. Decía que lo
llevo así porque me gusta.
—¿Te gusta llevar el pelo verde como
una rana?
Con la boca abierta, Gasti acarició
con mimo su cabello.
—No es verde rana. Es color pistacho
triguero. ¿No lo ve? —respondió provocando las risas de todos a excepción del
abuelo, que se apresuró a responder.
—Pues no hermoso... no lo veo.
—¿Seguro?
—Segurísimo —asintió el abuelo.
Gasti cruzó una mirada con Peter,
que se encogió de hombros, y comprendiendo que era más que lógico que aquel anciano
diera su opinión sobre su pelo, admitió:
—Sabe lo que le digo, que hay que
ser elegante en la victoria y en la derrota y creo que esta vez, usted tiene
razón. Mi pelo puede parecer de cualquier color menos pistacho triguero.
En el interior
de la cocina, las mujeres
se afanaban por quitar la cacharrería de en medio mientras charlaban.
—Ruth cariño, mete ese vasito en el
lavavajillas —pidió Irene a su hija, y volviéndose hacia su otro hijo gritó—.
Javi, como vuelvas a dar otro balonazo como el que acabas de dar a la nevera te
juro que te corto las orejas.
Todas sonrieron. Irene era muy
exagerada en palabras, pero luego no hacía nada de nada. Era demasiado buena y
sus hijos sabían manejarla.
—De acuerdo mamita. Dejaré el balón.
—Ainsss ¡lo que cuesta querer ser un
Iniesta! ¿Verdad? —dijo Lali tocando la cabeza del crío.
—¡Ya te digo! —rio el niño.
Eva, sorprendida por aquel
comentario, la miró, y preguntó con mofa:
—¿Pero tú sabes quién es Iniesta?
Rocío, que en ese momento entraba
por la puerta, cruzó una mirada con Lali y ambas sonrieron. Almudena llamó a su
sobrina mayor para que la ayudara a coger unos platos para las uvas y, en
compañía de Irene, salieron al comedor para ponerlos sobre la mesa. Javier,
cuando vio que su madre salía por la puerta, comenzó a jugar de nuevo con la
pelota. Y los acontecimientos se precipitaron.
Se tiene mas k ganada a toda la familia.
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