Lali se agachó para coger un trozo
de pan cuando un balonazo del tocapelotas del niño la desequilibró. El vaso que
llevaba en la mano se estrelló contra el suelo y se hizo añicos y ella cayó de
bruces, con tan mala suerte que se cortó. El crío se asustó y salió por patas.
Eva, que lo había presenciado todo, rodeó la encimera para ayudarla pero la
primera en llegar fue la pequeña Ruth.
—¿Te has hecho pupa? —preguntó la
cría.
Resignada a los balonazos del
pequeño monstruito, Lali se miró la mano y a pesar de que la sangre manaba,
murmuró tocándose la peluca con premura para comprobar que seguía en su sitio:
—No, cielo... esto no es nada.
La cría de pronto dio un salto hacia
atrás y gritó asustada:
—Tita Eva, tita Eva. A Lali se le ha
caído un ojo como a mi osito Sito.
A Lali le entró pánico, ¿cómo que se
le habla caído un ojo? Rápidamente, se palpó la cara, pero lo único que consiguió
fue ensuciársela de sangre. Su ojo seguía en su lugar. Eva, asustada, al llegar
a su lado comprendió lo que estaba pasando.
—Ve y dile al tito que venga en
seguida. ¡Corre! La cría salió corriendo entre aspavientos.
—Se te ha caído una lentilla
—comunicó Eva tratando de localizarla entre los crista les.
—¡¿Qué?! —preguntó Lali
desconcertada.
Tras
rebuscar unos segundos
más, al fin la encontró, y entregándole la lente
oscura le dijo apremiándola:
—La niña te acaba de ver tu ojo
marrón. Rápido, lava la lentilla aunque sea con agua y póntela antes de que
venga cualquiera de mis hermanas y vea que tus ojos son marrones y tengas que
empezar a dar cientos de explicaciones.
—¿Cómo? —preguntó perpleja.
—Joder Lali, que sé que eres Mariana
Espósito pero ahora no hay tiempo para explicarte porqué lo sé. Ponte la jodida
lentilla, como sea, si no quieres que todos sepan quién eres.
Sin pensárselo dos veces Lali se
levantó, abrió el grifo del agua, se quitó la sangre de la mano, lavó la
lentilla, y se la metió en el ojo justo en el momento en que se abría la puerta
y toda la familia entraba asustada. El primero en llegar hasta ellas fue Peter,
que con cara de preocupación, miró a Lali y al ver su mejilla con gotas de
sangre y su ojo lloroso e irritado preguntó:
—¿Qué te ha pasado?
—Nada... nada no te preocupes
—respondió quitándole importancia—. Me resbalé, nada más.
—¿Y la sangre? —gritó Irene
histérica.
—No os preocupéis —aclaró Eva—. Se
ha cortado con un vaso en la palma de la mano pero nada grave. Vamos... de esta
se salva y se come las uvas.
Aquello hizo sonreír a Lali, incluso
cuando vio al pequeño Javi mirarla con gesto asustado. Todos comenzaron a
hablar entre sí y Peter atrayendo de nuevo su mirada preguntó observándola de
cerca:
—Dime que estás bien.
Al sentir su preocupación le miró
emocionada y susurró:
—Estoy bien, cielo.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo —susurró deseando
besarle.
El abuelo Goyo, abriéndose paso
entre todos a bastonazos, llegó hasta la muchacha y la miró con preocupación.
—¿Estás bien gorrioncillo?
—Sí abuelo Goyo —dijo ella mirándole
con cariño—. Ha sido un corte sin importancia en la mano. Sin querer me he
tocado la cara y...
La pequeña Ruth metiéndose entre las
piernas de todos llegó hasta su tito y dijo para atraer su atención:
—¿Has visto que a Lali se le ha
caído un ojo como al osito Sito?
Sin entender de qué hablaba Peter la
miró, y Lali, al entender porque la niña decía aquello, sin poder evitarlo
dirigió su mirada hacia Eva y ambas sonrieron. De pronto un grito desgarrador
se escuchó tras ellos. Gasti al oír lo que la pequeña había dicho, antes de que
nadie pudiera hacer nada, cayó redondo ante todos. El susto fue morrocotudo y
el caos se reinó de nuevo de la cocina. Segundos después le trasladaron a una
pequeña salita y le recostaron en el sofá. Su prima empezó a abanicarle y
Gasti, por fin, reaccionó. Abrió los ojos y vió a su adorada Lali ante él.
—Ay mi love, dime que estás enterita
y bien.
—Sí Gasti si... no te preocupes.
Estoy bien. Ha sido solo un cortecito sin importancia en la palma de la mano.
Pero al ver la sangre seca en su
mano este gritó de nuevo horrorizado sacando toda su pluma dramática.
—Por
el amor de
Dios cuchita... estás... estás
sangrando. Please...
please... llamen a una
ambulancia. Esto es terrible... ¡esto es horrible! Necesitamos con urgencia que el mejor cirujano plástico
del país examine su linda mano.
Lali, al ver que su primo perdía los
papeles, se agachó para sisearle en el oído:
—Gasti, maldita sea, quieres cerrar
tu bocaza y relajarte. No ha pasado nada, y estás asustando a todo el mundo.
Aquel tono de voz, y en especial, su
mirada fue lo que le relajó. Si su prima le miraba así, no podía encontrase muy
mal. Así que sacándose un pañuelo del interior de su chaleco celeste, se lo
pasó por la cara y preguntó:
—¿Como he llegado hasta aquí? Yo
estaba en la cocina.
—Peter te cogió m brazos y te trajo
basta el sofá —respondió Manuel.
Al escuchar aquello, Gasti, con una
media sonrisa, miró al hombre que tanto le gustaba y haciéndole sonreír
preguntó con picardía:
—¿Has tenido que hacerme el boca a
boca?
—No. Pero si hubiera hecho falta te
lo habría hecho —respondió aquel divertido por sus aspavientos.
—Por el amor de my life... mi
hombretón preferido, my divine, me ha cogido entre sus fuertes y musculosos
brazos ¡y yo me lo he perdido!
—Me temo que si —asintió Lali
—Thanks rey divino —murmuró aquel—.
Ahora, además de ser el macho man más sexy y perfecto del mundo mundial,
también eres mi salvador. Aisss cuanto te I love you. Ven aquí que te coma a
besos cielito lindo.
El
abuelo Goyo, que
hasta el momento
se había mantenido
callado en todo
lo que hacía referencia a aquel muchacho no pudo más,
y dijo ante todos dejándoles boquiabiertos:
—Este muchacho es más maricón que un
palomo cojo —y levantando el bastón gritó—: Pero Petercito, hermoso,
que te está tirando los
tejos el muy sinvergüenza delante
de tosss. Que te ha llamado cielito lindo y te quiere comer el morro el
muy cochino.
—¡Abuelo, por favor! —le regañó
Almudena, mientras Peter y Lali se morían de risa.
—¡Ni abuelo, ni San Leches! —gritó
de nuevo el hombre.
—¿Un palomo cojo? Uisss que
comparación más poco glamurosa —se mofó Gasti. Los descalificativos en
referencia a su sexualidad eran algo que ya hacía tiempo que habían dejado de
afectarle.
Irene se llevó las manos a la cabeza
mientras Lolo y Manuel intentaban contener la risa. Todos parecían divertidos
excepto las tres hermanas.
—Abuelo cállate. No seas descortés
—gruñó Eva horrorizada.
—¿Qué me
calle?—protestó aquel garrote
en alto— .
Lo que voy es a ¡arrearle! Por sinvergüenza. Pero no habéis visto las
cosas que hace y que dice. En mi época ya...
—Tu lo has dicho abuelo, en tu época
—cortó Peter a ver el cariz que estaba tomando aquello. Después, miró a su
padre y a sus hermanas y con la mirada les pidió que les dejaran a solas y se
llevaran a los niños.
Cuando se alejaban, Lali sintió que
alguien le tocaba la espalda y al volverse sonrió.
—Lo siento mucho. Yo no quería
que...
—Psss, no pasa nada, Javi. No te preocupes. Sé que lo hiciste sin querer
y tranquilo, esto quedará entre
nosotros.
—Yo no quería que te cortaras, de
verdad, no lo quería.
—Lo sé, cielo, no te preocupes. El
crío suspiró aliviado.
—¿Me perdonas tita?
¡¿Tita?! Escuchar aquella palabra
tan familiar le puso los pelos de punta. Ella no tenía hermanos y ningún niño
nunca la llamaría así. Por ello y aprovechándose de aquella intimidad entre los
dos, Lali le besó con dulzura.
—Por supuesto que sí, cielo. ¿Cómo
no te voy a perdonar?
Peter observó la situación y, aunque
no podía oír lo que decían, se imaginó lo que había sucedido en la cocina.
Dos segundos después, todos se
marcharon al comedor dejando a solas en el saloncito al abuelo, Lali, Peter y a
un
perjudicado Gasti.
—I'm sorry abuelo Goyo, no era mi
intención molestarle —se disculpó Gasti al recordar las advertencias de su
prima. Ver el gesto crispado de aquel anciano y cómo le miraba, le recordó los
consejos que su abuela le había dado antes de morir.
—¿Amsorri? —repitió el anciano—. Ya
estamos con tus palabrejas. ¿Qué has querido decir?
—Que lo siento. Siento mucho haberle
incomodado con mi manera de ser —respondió bajando los pies del sofá— No era mi
intención. Y si a usted le molesta mi presencia entenderé que quiera que me
vaya y...
Lali fue a hablar. Si su primo tenía
que irse, ella se iría con él, pero el abuelo levantando el bastón les ordenó
callar. Miro fijamente al muchacho que, de pronto, parecía haber perdido toda
su espontaneidad.
—Vamos a ver hermoso. ¿Por qué te
vas a ir?
—Mire abuelo Goyo. Sé que a veces
soy algo exagerado en todo. Pero no lo puedo remediar, así soy yo. Intento no
hablar espanglish pero...
—¿Espanglis? ¿Pero qué leches es
eso? —repitió el anciano sorprendido.
—Abuelo —aclaró Peter—. El
espanglish es la mezcla de palabras en español con palabras en inglés. Vamos...
su manera de hablar.
—Anda leches... ahora comprendo
porque no te entiendo,
—Lo siento.
—Hermoso —sonrió
en viejo mirándole—, si
quieres que te
entienda, o hablas
castellano clarito o no te pillaré nada, por que sinceramente de cinco
palabras que dices a veces solo entiendo una y malamente.
—Lo intentaré.
—Harás bien, hermoso. Harás bien.
Peter observó a su abuelo con
orgullo, quien levantó la mirada indicándole que todo estaba bien.
—Como iba diciéndole, sé que tengo
más pluma que un lago lleno de cines rosas y espumosos, a pesar que delante de
usted he intentado cuidar mis formas y comportarme. —El anciano sonrió—. Mi
abuela, que en paz descanse, siempre me decía: «Tómasete, ten cuidado con lo
que demuestras con tus actos y con tus palabras o la gente te juzgará sin
saber». Y hoy ¡zas! He demostrado ante usted y su familia que estoy
enloquecido por este hombretón. —Peter sonrió—. Ese cuerpo, esa preciosa cara y esas manos me
tienen ¡crazy!, digo loco. —Al ver que el anciano comenzaba a levantar el bastón aclaró—: Lo que quiero
decir es que yo... I love you, Peter.
—Qué le aisloyus a mi nieto ¿Qué es
eso?
—Que le quiero —aclaró aquel—. Pero
no del modo en que usted piensa. Le adoro porque es una buena persona. Le
quiero por su temple, por su varonilidad,
por su seguridad, por su saber estar, y le admiro porque me gusta como
nos trata a mi prima y a mí, y como cuida de lodos ustedes, su familia. Creo
que él es un maravilloso hombre digno de admirar, y yo le admiro y le quiero.
—Es que mi Peterito es un chico muy
educado. Siempre nos sacó muy buenas notas en el colegio
—afirmó el encantado el abuelo
haciéndoles sonreír.
—Abuelo Goyo —prosiguió Gasti intentando hablar con claridad para que el anciano le entendiera—. Los gays
con plumaje rosado
como yo, cuando
estamos en familia
nos mista mostrarnos tal y como
somos, y usted y su familia me han hecho sentir tan bien, que he sacado toda mi
artillería gay creo que les he asustado, ¿verdad?
El anciano miró a su nieto Peter, y
al ver que este sonreía suspiró. Volvió su mirada hacia el muchacho que había
soltado toda aquella parrafada y dijo:
—Criatura, me has asustado. Por un
momento he pensado que mi casa se podía convertir en Sodoma y Gomorra y ¡copón!
Eso no me hizo ni pizca de gracia. En nuestra familia nunca ha habido un...
un... guy o jey o como leches se diga, y no estoy acostumbrado a tratar con
gente como tú.
—Pues somos gente normal se lo
aseguro —aseguró Gasti—, lo único que quizá, en mi caso, soy extremadamente
escandaloso y amanerado a la hora de manifestar lo que pienso y siento. Si ya
me lo dijo Lali antes de venir: «Gasti, controla esa lengua de víbora, o al
final te envenenarás con tu propio veneno».
—¿Eso le dijiste, gorrioncillo?
—Sí, abuelo Goyo —asintió esta—. Soy
la persona que más conoce a Gasti en el mundo y sé que cuando se siente en
familia, suelta su lengua hasta límites insospechados. Y aunque ha intentado
estar comedido, al final ha explotado.
—Si ya decía yo que eras demasiado
fino moviéndote. Lo aberrunté el primer momento que te vi hace días —sonrió el
anciano—. Y cuando esta noche te he visto aparecer con este traje azul y...
—No es un azul cualquiera...
—intervino Gasti de nuevo.
—Ya estamos con los colores —resopló
el anciano.
—El traje que llevo además de ser de
la última colección de Valentino, es color azul ozono. ¿No lo ve?
Peter fue a hablar. Aquellos dos iban a comenzar de nuevo con sus contradicciones, pero su abuelo adelantándose dijo.
—Yo lo veo azul. Simplemente azul.
—Como diría mí abuela —intervino
Lali—, Todo depende del ojo con que se mire.
—Exacto —cuchicheó Gasti—, La vida
tiene muchas tonalidades y, en este caso, el color azul tiene muchos matices.
—¿De que hablas muchacho?
—Veamos abuelo Goyo, el azul tiene
tonalidades como el ultramar, antracita, azul grisáceo, azul pastel, azul humo,
azul hielo, aguamarina, azul acero, celeste agua, celeste muerto etc... Solo
hay que mirar bien el color para acertar su nombre, y este divino traje de
Valentino, siento decirle que no es azul. Es azul ozono.
El abuelo examinó de nuevo el traje
y encogiéndose de hombros murmuró:
—Me parece muy bien muchacho, pero
yo sigo viéndolo azul.
—¿Cuántos marrones conoce?—insistió
Gasti.
—Uno. Bueno dos —reconoció el
anciano—. El azul claro y el oscuro.
—¡Genial! Vamos por buen camino. Eso
es ampliar miras al futuro. Pues la vida es así, solo hay que fijarse bien en
las personas para encontrar su color —sonrió el muchacho ganándose una
divertida mueca del anciano.
—De verdad hermoso...que hablar
contigo es como abrir una enciclopedia. ¿Te han dicho alguna vez que serías un
buen orador?
—No, pero me agrada saberlo.
Viendo que el momento tenso había
pasado y que su abuelo y aquel charlaban con cordialidad, Peter cogió del brazo
a Lali y dijo:
—Ahora que veo que empezáis a
entenderos, si no os importa iré con Lali al baño para curarle la mano.
—Sí hijo ve —indicó el anciano—.
Gasti y yo tenemos mucho de que hablar.
Tras cruzar una mirada con su primo,
Lali, se dejó guiar.
en lo k derivo el corte d Lali.
ResponderEliminarX poco se lia con el abuelo y Gasti