lunes, 22 de diciembre de 2014

Capítulo 72

Lali se agachó para coger un trozo de pan cuando un balonazo del tocapelotas del niño la desequilibró. El vaso que llevaba en la mano se estrelló contra el suelo y se hizo añicos y ella cayó de bruces, con tan mala suerte que se cortó. El crío se asustó y salió por patas. Eva, que lo había presenciado todo, rodeó la encimera para ayudarla pero la primera en llegar fue la pequeña Ruth.

—¿Te has hecho pupa? —preguntó la cría.

Resignada a los balonazos del pequeño monstruito, Lali se miró la mano y a pesar de que la sangre manaba, murmuró tocándose la peluca con premura para comprobar que seguía en su sitio:

—No, cielo... esto no es nada.

La cría de pronto dio un salto hacia atrás y gritó asustada:

—Tita Eva, tita Eva. A Lali se le ha caído un ojo como a mi osito Sito.

A Lali le entró pánico, ¿cómo que se le habla caído un ojo? Rápidamente, se palpó la cara, pero lo único que consiguió fue ensuciársela de sangre. Su ojo seguía en su lugar. Eva, asustada, al llegar a su lado comprendió lo que estaba pasando.

—Ve y dile al tito que venga en seguida. ¡Corre! La cría salió corriendo entre aspavientos.

—Se te ha caído una lentilla —comunicó Eva tratando de localizarla entre los crista les.

—¡¿Qué?! —preguntó Lali desconcertada.

Tras  rebuscar  unos  segundos  más, al fin la encontró,  y entregándole  la lente  oscura  le dijo apremiándola:

—La niña te acaba de ver tu ojo marrón. Rápido, lava la lentilla aunque sea con agua y póntela antes de que venga cualquiera de mis hermanas y vea que tus ojos son marrones y tengas que empezar a dar cientos de explicaciones.

—¿Cómo? —preguntó perpleja.

—Joder Lali, que sé que eres Mariana Espósito pero ahora no hay tiempo para explicarte porqué lo sé. Ponte la jodida lentilla, como sea, si no quieres que todos sepan quién eres.

Sin pensárselo dos veces Lali se levantó, abrió el grifo del agua, se quitó la sangre de la mano, lavó la lentilla, y se la metió en el ojo justo en el momento en que se abría la puerta y toda la familia entraba asustada. El primero en llegar hasta ellas fue Peter, que con cara de preocupación, miró a Lali y al ver su mejilla con gotas de sangre y su ojo lloroso e irritado preguntó:

—¿Qué te ha pasado?

—Nada... nada no te preocupes —respondió quitándole importancia—. Me resbalé, nada más.

—¿Y la sangre? —gritó Irene histérica.

—No os preocupéis —aclaró Eva—. Se ha cortado con un vaso en la palma de la mano pero nada grave. Vamos... de esta se salva y se come las uvas.

Aquello hizo sonreír a Lali, incluso cuando vio al pequeño Javi mirarla con gesto asustado. Todos comenzaron a hablar entre sí y Peter atrayendo de nuevo su mirada preguntó observándola de cerca:

—Dime que estás bien.

Al sentir su preocupación le miró emocionada y susurró:

—Estoy bien, cielo.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —susurró deseando besarle.

El abuelo Goyo, abriéndose paso entre todos a bastonazos, llegó hasta la muchacha y la miró con preocupación.
—¿Estás bien gorrioncillo?

—Sí abuelo Goyo —dijo ella mirándole con cariño—. Ha sido un corte sin importancia en la mano. Sin querer me he tocado la cara y...

La pequeña Ruth metiéndose entre las piernas de todos llegó hasta su tito y dijo para atraer su atención:

—¿Has visto que a Lali se le ha caído un ojo como al osito Sito?

Sin entender de qué hablaba Peter la miró, y Lali, al entender porque la niña decía aquello, sin poder evitarlo dirigió su mirada hacia Eva y ambas sonrieron. De pronto un grito desgarrador se escuchó tras ellos. Gasti al oír lo que la pequeña había dicho, antes de que nadie pudiera hacer nada, cayó redondo ante todos. El susto fue morrocotudo y el caos se reinó de nuevo de la cocina. Segundos después le trasladaron a una pequeña salita y le recostaron en el sofá. Su prima empezó a abanicarle y Gasti, por fin, reaccionó. Abrió los ojos y vió a su adorada Lali ante él.

—Ay mi love, dime que estás enterita y bien.

—Sí Gasti si... no te preocupes. Estoy bien. Ha sido solo un cortecito sin importancia  en la palma de la mano.

Pero al ver la sangre seca en su mano este gritó de nuevo horrorizado sacando toda su pluma dramática.

—Por  el  amor  de  Dios cuchita...  estás...  estás  sangrando. Please...  please...  llamen  a  una ambulancia. Esto es terrible... ¡esto es horrible! Necesitamos  con urgencia que el mejor cirujano plástico del país examine su linda mano.

Lali, al ver que su primo perdía los papeles, se agachó para sisearle en el oído:

—Gasti, maldita sea, quieres cerrar tu bocaza y relajarte. No ha pasado nada, y estás asustando a todo el mundo.

Aquel tono de voz, y en especial, su mirada fue lo que le relajó. Si su prima le miraba así, no podía encontrase muy mal. Así que sacándose un pañuelo del interior de su chaleco celeste, se lo pasó por la cara y preguntó:

—¿Como he llegado hasta aquí? Yo estaba en la cocina.

—Peter te cogió m brazos y te trajo basta el sofá —respondió Manuel.

Al escuchar aquello, Gasti, con una media sonrisa, miró al hombre que tanto le gustaba y haciéndole sonreír preguntó con picardía:

—¿Has tenido que hacerme el boca a boca?

—No. Pero si hubiera hecho falta te lo habría hecho —respondió aquel divertido por sus aspavientos.

—Por el amor de my life... mi hombretón preferido, my divine, me ha cogido entre sus fuertes y musculosos brazos ¡y yo me lo he perdido!

—Me temo que si —asintió Lali

—Thanks rey divino —murmuró aquel—. Ahora, además de ser el macho man más sexy y perfecto del mundo mundial, también eres mi salvador. Aisss cuanto te I love you. Ven aquí que te coma a besos cielito lindo.

El  abuelo  Goyo,  que  hasta  el  momento  se  había  mantenido  callado  en  todo  lo  que  hacía referencia a aquel muchacho no pudo más, y dijo ante todos dejándoles boquiabiertos:

—Este muchacho es más maricón que un palomo cojo —y levantando el bastón gritó—: Pero Petercito,  hermoso,  que te está tirando  los tejos  el muy sinvergüenza  delante  de tosss. Que te ha llamado cielito lindo y te quiere comer el morro el muy cochino.

—¡Abuelo, por favor! —le regañó Almudena, mientras Peter y Lali se morían de risa.

—¡Ni abuelo, ni San Leches! —gritó de nuevo el hombre.

—¿Un palomo cojo? Uisss que comparación más poco glamurosa —se mofó Gasti. Los descalificativos en referencia a su sexualidad eran algo que ya hacía tiempo que habían dejado de afectarle.

Irene se llevó las manos a la cabeza mientras Lolo y Manuel intentaban contener la risa. Todos parecían divertidos excepto las tres hermanas.

—Abuelo cállate. No seas descortés —gruñó Eva horrorizada.

—¿Qué  me  calle?—protestó   aquel  garrote  en  alto—  .  Lo  que  voy  es  a  ¡arrearle!  Por sinvergüenza. Pero no habéis visto las cosas que hace y que dice. En mi época ya...

—Tu lo has dicho abuelo, en tu época —cortó Peter a ver el cariz que estaba tomando aquello. Después, miró a su padre y a sus hermanas y con la mirada les pidió que les dejaran a solas y se llevaran a los niños.

Cuando se alejaban, Lali sintió que alguien le tocaba la espalda y al volverse sonrió.

—Lo siento mucho. Yo no quería que...

—Psss,  no pasa nada, Javi. No te preocupes.  Sé que lo hiciste  sin querer  y tranquilo,  esto quedará entre nosotros.

—Yo no quería que te cortaras, de verdad, no lo quería.

—Lo sé, cielo, no te preocupes. El crío suspiró aliviado.

—¿Me perdonas tita?

¡¿Tita?! Escuchar aquella palabra tan familiar le puso los pelos de punta. Ella no tenía hermanos y ningún niño nunca la llamaría así. Por ello y aprovechándose de aquella intimidad entre los dos, Lali le besó con dulzura.

—Por supuesto que sí, cielo. ¿Cómo no te voy a perdonar?

Peter observó la situación y, aunque no podía oír lo que decían, se imaginó lo que había sucedido en la cocina.

Dos segundos después, todos se marcharon al comedor dejando a solas en el saloncito al abuelo, Lali, Peter y a un
perjudicado Gasti.

—I'm sorry abuelo Goyo, no era mi intención molestarle —se disculpó Gasti al recordar las advertencias de su prima. Ver el gesto crispado de aquel anciano y cómo le miraba, le recordó los consejos que su abuela le había dado antes de morir.

—¿Amsorri? —repitió el anciano—. Ya estamos con tus palabrejas. ¿Qué has querido decir?

—Que lo siento. Siento mucho haberle incomodado con mi manera de ser —respondió bajando los pies del sofá— No era mi intención. Y si a usted le molesta mi presencia entenderé que quiera que me vaya y...
Lali fue a hablar. Si su primo tenía que irse, ella se iría con él, pero el abuelo levantando el bastón les ordenó callar. Miro fijamente al muchacho que, de pronto, parecía haber perdido toda su espontaneidad.

—Vamos a ver hermoso. ¿Por qué te vas a ir?

—Mire abuelo Goyo. Sé que a veces soy algo exagerado en todo. Pero no lo puedo remediar, así soy yo. Intento no hablar espanglish pero...

—¿Espanglis? ¿Pero qué leches es eso? —repitió el anciano sorprendido.

—Abuelo —aclaró Peter—. El espanglish es la mezcla de palabras en español con palabras en inglés. Vamos... su manera de hablar.

—Anda leches... ahora comprendo porque no te entiendo,

—Lo siento.

—Hermoso  —sonrió  en viejo  mirándole—,  si  quieres  que  te  entienda,  o  hablas  castellano clarito o no te pillaré nada, por que sinceramente de cinco palabras que dices a veces solo entiendo una y malamente.

—Lo intentaré.

—Harás bien, hermoso. Harás bien.

Peter observó a su abuelo con orgullo, quien levantó la mirada indicándole que todo estaba bien.

—Como iba diciéndole, sé que tengo más pluma que un lago lleno de cines rosas y espumosos, a pesar que delante de usted he intentado cuidar mis formas y comportarme. —El anciano sonrió—. Mi abuela, que en paz descanse, siempre me decía: «Tómasete, ten cuidado con lo que demuestras con tus actos y con tus palabras o la gente te juzgará sin saber». Y hoy ¡zas! He demostrado ante usted y su familia que estoy enloquecido  por este hombretón.  —Peter sonrió—.  Ese cuerpo, esa preciosa cara y esas manos me tienen ¡crazy!, digo loco. —Al ver que el anciano comenzaba  a levantar el bastón aclaró—: Lo que quiero decir es que yo... I love you, Peter.

—Qué le aisloyus a mi nieto ¿Qué es eso?

—Que le quiero —aclaró aquel—. Pero no del modo en que usted piensa. Le adoro porque es una buena persona. Le quiero por su temple, por su varonilidad,  por su seguridad, por su saber estar, y le admiro porque me gusta como nos trata a mi prima y a mí, y como cuida de lodos ustedes, su familia. Creo que él es un maravilloso hombre digno de admirar, y yo le admiro y le quiero.

—Es que mi Peterito es un chico muy educado. Siempre nos sacó muy buenas notas en el colegio
—afirmó el encantado el abuelo haciéndoles sonreír.

—Abuelo Goyo —prosiguió Gasti  intentando hablar  con claridad para  que  el  anciano le entendiera—. Los  gays  con  plumaje  rosado  como  yo,  cuando  estamos  en  familia  nos  mista mostrarnos tal y como somos, y usted y su familia me han hecho sentir tan bien, que he sacado toda mi artillería gay creo que les he asustado, ¿verdad?

El anciano miró a su nieto Peter, y al ver que este sonreía suspiró. Volvió su mirada hacia el muchacho que había soltado toda aquella parrafada y dijo:

—Criatura, me has asustado. Por un momento he pensado que mi casa se podía convertir en Sodoma y Gomorra y ¡copón! Eso no me hizo ni pizca de gracia. En nuestra familia nunca ha habido un... un... guy o jey o como leches se diga, y no estoy acostumbrado a tratar con gente como tú.

—Pues somos gente normal se lo aseguro —aseguró Gasti—, lo único que quizá, en mi caso, soy extremadamente escandaloso y amanerado a la hora de manifestar lo que pienso y siento. Si ya me lo dijo Lali antes de venir: «Gasti, controla esa lengua de víbora, o al final te envenenarás con tu propio veneno».

—¿Eso le dijiste, gorrioncillo?

—Sí, abuelo Goyo —asintió esta—. Soy la persona que más conoce a Gasti en el mundo y sé que cuando se siente en familia, suelta su lengua hasta límites insospechados. Y aunque ha intentado estar comedido, al final ha explotado.

—Si ya decía yo que eras demasiado fino moviéndote. Lo aberrunté el primer momento que te vi hace días —sonrió el anciano—. Y cuando esta noche te he visto aparecer con este traje azul y...

—No es un azul cualquiera... —intervino Gasti de nuevo.

—Ya estamos con los colores —resopló el anciano.

—El traje que llevo además de ser de la última colección de Valentino, es color azul ozono. ¿No lo ve?

Peter fue a hablar. Aquellos  dos iban a comenzar  de nuevo con sus contradicciones,  pero su abuelo adelantándose dijo.

—Yo lo veo azul. Simplemente azul.

—Como diría mí abuela —intervino Lali—, Todo depende del ojo con que se mire.

—Exacto —cuchicheó Gasti—, La vida tiene muchas tonalidades y, en este caso, el color azul tiene muchos matices.

—¿De que hablas muchacho?

—Veamos abuelo Goyo, el azul tiene tonalidades como el ultramar, antracita, azul grisáceo, azul pastel, azul humo, azul hielo, aguamarina, azul acero, celeste agua, celeste muerto etc... Solo hay que mirar bien el color para acertar su nombre, y este divino traje de Valentino, siento decirle que no es azul. Es azul ozono.

El abuelo examinó de nuevo el traje y encogiéndose de hombros murmuró:

—Me parece muy bien muchacho, pero yo sigo viéndolo azul.

—¿Cuántos marrones conoce?—insistió Gasti.

—Uno. Bueno dos —reconoció el anciano—. El azul claro y el oscuro.

—¡Genial! Vamos por buen camino. Eso es ampliar miras al futuro. Pues la vida es así, solo hay que fijarse bien en las personas para encontrar su color —sonrió el muchacho ganándose una divertida mueca del anciano.

—De verdad hermoso...que hablar contigo es como abrir una enciclopedia. ¿Te han dicho alguna vez que serías un buen orador?

—No, pero me agrada saberlo.

Viendo que el momento tenso había pasado y que su abuelo y aquel charlaban con cordialidad, Peter cogió del brazo a Lali y dijo:

—Ahora que veo que empezáis a entenderos, si no os importa iré con Lali al baño para curarle la mano.

—Sí hijo ve —indicó el anciano—. Gasti y yo tenemos mucho de que hablar.


Tras cruzar una mirada con su primo, Lali, se dejó guiar.

1 comentario:

  1. en lo k derivo el corte d Lali.
    X poco se lia con el abuelo y Gasti

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