¿Qué compañero? pensó Peter y se volvió hacia el
camarero para pedirle otra cerveza. Durante un rato soporto estoica mente los
comentarios de sus dos amigos sobre la que fue su mujer.
Algo que el Cacheton no conocía ni por asomo, o
se hubiera enterado hasta el último habitante de la tierra. Sonó el claxon de
un vehículo. El Rúcula en su Seat León.
—¡Qué
pasa troncossssssssssss] —gritó tras aparcar sobre la acera.
—Hombre, ya estamos todos —sonrió Garlos al
verle.
El Rúcula, salió de su coche amarillo huevo y de
dos zancadas llegó hasta ellos.
—¡Qué pasa mamonazos\
—No dejes el coche así o te multarán —advirtió Peter
tras chocar la mano con él.
—¡Que se atrevan! —se mofó.
Si había un fantasma en el pueblo, ese era el
Rúcula. Al igual que el Cacheton se había tomado la vida de manera muy
relajada. El Rúcula trabajaba en lo primero que le salía. Era un hombre sin
oficio ni beneficio, pero al que nunca le faltaba trabajo. Sabía buscarse la
vida. Se sentó junto a los demás en la terraza y continuaron pidiendo cervezas.
—¿Dónde curras ahora, Rúcula?
—Estoy en la obra con mi primo Alfonsito.
Estamos rematando unos chalecitos a las afueras
del pueblo. Los que se construyeron en la parcela de los Gargalejo. En ese
momento pasaron ante ellos unas chicas y este interrumpiendo su conversación
silbó y dijo.
—¡Guapasssss! Eso son jamones, no lo que mi
madre compra en el súper.
—¡Viva la minifalda y su inventor! ¡Tías buenas!
—apostilló el Cacheton divertido.
Las chicas al escucharles sonrieron y el Rúcula
finalizó. ¡Venir aquí que os voy a dar con to lo gordooooo! Peter puso los ojos
en blanco ante semejante despliegue de vulgaridad y Nicolas tras carcajearse le
indicó: Indudablemente trabajas en la obra. Un coche de la policía municipal
pasó lentamente al lado de donde ellos estaban, y Peter saludo con un
movimiento de cabeza a Fernández, que conducía. La patrulla paro ti metros más
adelante del coche del Rúcula, y este, al verlo, se levantó escopetado.
—¡La madre que los parió! Me piro que estos
mamonazos me cascan un multazo. Y sin más fue hasta el coche. Fernández al ver
que se levantaba de la mesa de Peter asintió y se metió de nuevo en el coche
patrulla.
—Cacheton ¿te llevo? —gritó su amigo desde el
Seat León. Este se levantó y tras coger las revistas de su madre se despidió y
se marchó. Una vez quedaron solos, Peter se echó hacia delante y mirando a su
amigo susurró.
—¿Te he dicho alguna vez, churri, que eres un
cabronazo? Nicolas sonrió y tras dar un trago de su cerveza respondió:
—Sí... cada vez que hablamos de cierta actriz.
Por cierto ¿Qué haces esta noche?
—Cualquier cosa menos verte el careto. Nicolas
no le hizo caso.
—Vale, lo entiendo, soy guapo pero no tu tipo.
—Peter rio y le preguntó—: ¿Qué te parece ver el
careto de mi mujer y Paula? Hoy tenemos canguro para Sergio y como libramos han
planeado cenar y tomar algo en el Loop. ¿Te apuntas? Durante una fracción de
segundo Peter dudó.
No estaba
de humor para tonterías, pero sabía que quedar con Paula significaba sexo. Y en
ese momento lo necesitaba. Egoístamente pensó en él, y recostándose en la silla
murmuró tras beber de su botellín:
—¿A qué hora hemos quedado?
La joven actriz, apoyada en el quicio de la
ventana de su habitación, observaba como anochecía mientras intentaba organizar
sus ideas y entender lo que había pasado. Por norma, .siempre era bien acogida
por el sexo masculino, y lo ocurrido con aquel español, con Peter, la tenía
desconcertada.
—Ay cuchita no frunzas tanto el ceño o te
saldrán una terribles arrugas.
Lali miró a su primo que se miraba al espejo y
se depilaba con mimo sus cuidadas cejas. Como siempre le ocurría, atrás había
quedado el enfado del día anterior. Si algo tenía bueno era que igual que se
enfadaba se desenfadaba algo que su abuela siempre le había alabado.
Lali tenía un gran corazón a pesar de que la
gente, por su aspecto glamuroso, pensara que era de hielo y superficial. Al
contrario de todo pronóstico, la joven estrella de Hollywood era una muchacha
muy afable y cariñosa y que cuando la conocías un poco te dabas cuenta de que
solo quería querer y ser querida.
—¿Sabes? Creo que lo hice mal. No debí de ir a
su casa así. ser tan dura y...
—¿Dura?—chilló Gasti—. Oh, my God, pero si por
lo que me has contado, él te echó de su casa. ¿Cómo puedes permitir que un man
por muy divine que sea te haga eso? Sé que tienes un pronto terriblemente
puertorriqueño, pero luego no eres nadie.
—Vale... tienes razón —apuntó apagando el
cigarro sobre un cenicero—, pero yo tampoco fui muy amable que digamos.
Además...
—No... no... no. Ahora mismo vamos a recoger
nuestras cosas, coger nuestro auto e irnos ipsofacto para el airport. ¿De
acuerdo my darling? Estoy segura que el
bombonazo de Mike te recibirá con los
brazos abiertos en hause.
Oh...no veo el momento de darme un baño de color
en el pelo. Lo necesito. Pero Lali quería saber más de Peter. No sabía por qué
pero le costaba marcharse de aquel lugar. Necesitaba volver a encontrar al
muchacho que conoció años atrás. Aquel que fue amable y sincero con ella y que,
en cierto modo, se ganó su corazón. Estaba decidida a intentar de nuevo un acercamiento.
—Lo siento Gasti, pero yo tengo que hablar con
él antes de irme de aquí —al ver que su primo la miraba boquiabierto indicó—.
No te puedo explicar el porqué, pero quiero volver a ver a Peter y...
—¡Tú estás crazy\... pero loca de remate.
—No —respondió divertida.
Su primo, blanco como la leche, al ver como esta
sonreía se sentó sobre la cama y murmuró: —Por el amor de Diorrrrrrr... me
conozco esa sonrisita y no depara nada bueno ¿Qué es lo que pretendes?
—No lo sé. Pero no quiero irme con la sensación
de no saber qué hubiera pasado si yo...
—Te lo digo yo. La prensa se enterará de que
estamos aquí y... Sin querer escuchar más, se acercó a su primo, le dio un beso
en la mejilla y poniéndole un dedo sobre los labios consiguió callarle.
—La abuela siempre nos dijo que cuando algo nos
interesaba, y mucho, debíamos buscar la razón. Pues bien, quiero saber esa
razón —mirando su reloj dijo antes de salir—. Buenas noches, cielo. Que sueñes
con los angelitos.
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