lunes, 9 de marzo de 2015

Capítulo 92 (Final)

NOTA: Llegamos al final de la historia, gracias por leer y esperarme tanto tiempo disfruten de este capítulo y en un par de horas les subo el epílogo.
No se si seguiré subiendo, porque casi no tengo tiempo y los he dejado colgados bastante tiempo así que no prometo nada.

Asombrada  porque él hubiera escuchado  su breve discurso, tragó el nudo de emociones  que tenía atascado en la garganta y cogiendo otro nuevo kleenex se sonó la nariz.

—¿Vista la entrega de premios? —él asintió y ella bajando sus defensas cerró los ojos y dijo—: Oh Dios... soy patética ¡patética!

—Mi sueño eres tú —insistió acercándose a ella—, Y voy a luchar por ti, quieras o no. Y si hoy no me crees, mañana te buscaré y volveré a decirte que te quiero para que te des cuenta que soy real y que quiero hacer todos tus sueños realidad. Y si mañana sigues sin creerme, te seguiré como tú hiciste conmigo en Sigüenza hasta que conseguiste que no pudiera vivir sin ti.

—No sé por qué dije aquello...—murmuró confundida por las cosas tan bonitas que Peter le decía—. Estaba tan feliz por haber ganado el Oscar que... que se me fue la lengua como a Gasti y ¡oh Diosss!

Aquel descuido fue el que Peter aprovechó para acercarse a ella, quitarle el Oscar de las manos y abrazarla. Sin tacones aún era más pequeña de lo que recordaba y al aspirar el perfume de su pelo y su piel sonrió. Por primera vez en aquellos duros meses, su cuerpo sintió que estaba donde tenía que estar. Con ella. Durante unos segundos permanecieron callados y abrazados.

—Escúchame, cielo —ella le miró—. En España se dice que a la tercera va la vencida y esta vez le prometo que nada nos va a separar. Te quiero, me quieres y juntos vamos a encontrar la mejor opción para que podamos vivir y ser felices desempeñando nuestros trabajos.

—Vaya...

—Si. Vaya. —sonrió mirándola.

Tras darle un rápido beso, se arrodilló ante ella y con un gesto que a la joven no se le olvidaría en su vida, murmuró mientras le ataba en la muñeca una nueva cinta de cuero de todo incluido:

—Sé que he sido un idiota por no darme cuenta que tú siempre has sido Lali conmigo y con los  míos  —prosiguió  él  con seguridad—.  Sé  que  la  vida  no  es  de  color  de  rosa  como  tú en ocasiones te empeñas en pintarla —ella sonrió—. Pero me he dado cuenta que tampoco es de color gris como yo muchas veces me empeño en verla. Nunca he creído en el romanticismo, ni en el amor, ni en los finales felices hasta que te conocí  a ti, y tú, canija, desbarataste  mi vida y yo me he enamorado de ti como un loco.

—Ay Dios... —murmuró emocionada.

—Si me das la oportunidad de poder mostrarte cuánto te quiero y enmendar todos mis errores, prometo que te voy a cuidar, te voy a mimar, voy a enfadarme contigo cuando dejes a Senda subir en la cama, voy a besarte cada mañana y cada noche cuando regrese de trabajar, te voy a apoyar en tu carrera como actriz y, sobre todo y ante todo, prometo hacerte tan feliz que nunca querrás separarte de mi.

Boquiabierta por aquella preciosa declaración de amor, sintió que él le ponía un anillo en un dedo. Al ver de qué se trataba ella sonrió. Peter le había puesto el horroroso anillo de dados que diez años atrás se pusieron ante un juez vestido de Elvis Presley en Las Vegas.

—¿De dónde los has sacado? —al ver que él sonreía, ella murmuró—... Gasti.

—Sí... gracias a él, he podido llegar a ti —y mirándola  con auténtica  adoración susurró—: Recordé que me dijiste que guardabas estos anillos en un joyero de tu habitación corno tu seguro de vida —ella sonrió—, y perdóname, pero tu seguro lo estoy utilizando yo para conquistarte de nuevo.

Conmovida, emocionada y más feliz que en toda su vida Lali miró lo que él le había puesto en la mano y susurro divertida:

—Es horrible. Mas feo no puede ser.

—Lo se preciosa, pero yo te compraré el que tú quieras.

—¡¿El que quiera?!

Al entender aquella mofa, Peter sonrió y dijo:

—Estrellita, empeñaré mi alma al diablo, si es necesario, para darle a la mujer que amo el anillo que se merece. —Y aún con la rodilla clavada al suelo preguntó con voz ronca por la emoción—. ¿Quieres casarte conmigo?

Con el corazón latiéndole a mil por hora y emocionada por aquel bonito final de película ella cerró los ojos y respondió:


—Si, Xman. Por supuesto que quiero casarme contigo.

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