Al escucharla, la miró y apartándola
hacia un lado, se acercó intimidatoriamente a Nicolás, que no se movió ni un
ápice, y a un palmo de su cara murmuro:
— Bonito, vete comprando la pamela
porque la vas a necesitar.
Nicolás, al ver sonreír a su amigo,
le abrazó. Por fin había quitado el freno de mano. Todos a su alrededor más
relajados comenzaron a reír y Peter con las pulsaciones a mil, miró a su
hermana Eva y dijo:
—Necesito dos cosas, urgentemente.
—A sus órdenes. Usted dirá Xman — se
mofó está cuadrándose delante de él.
—La primera: búscame en tu
maravilloso portátil nuevo, un billete de avión para Los Angeles. Todos
aplaudieron.
—¿Y la segunda? —preguntó Eva
emocionada.
—Que me des el teléfono móvil de
Gasti. Tengo que hablar con él —y mirándoles a todos sentenció—: Me voy a por
Lali para traerla a su casa.
—¡Olé por mi nieto! —gritó el abuelo
Goyo encantado.
—Así se habla muchacho —aplaudió
Manuel mientras todos alborozados
sonreían. Peter, por primera vez en varios meses, volvía a sentir que le
latía el corazón de emoción.
A las nueve y media
de la noche del veintiocho
de febrero, Peter aterrizó en el aeropuerto internacional de Los
Angeles, más conocido como LAX. Una vez recogió su pequeña maleta, usó sus
contactos como policía y logró salir por un lateral del aeropuerto para
esquivar a la posible prensa. Su hermana ya le había avisado que a las puertas
de su casa ya había más de una docena reporteros y en aquel aeropuerto también
era muy posible que hubiera prensa. Cansado pero feliz, llamó a Gasti para
indicarle dónde podía recogerle. Cuando este por fin llegó, gritó al verle:
—Por el amor de Diorrrrrrrr el Xman
de mis más morbosos sueños ya está aquí.
Emocionados, se fundieron en un
candoroso abrazo: —Te he echado de menos Gasti.
—¿Qué me estás contando divine mío?
—Lo que oyes —sonrió Peter.
Encantado por aquel comentario, el
joven se acercó a él y le guiñó un ojo, arrancándole una carcajada.
—A mi no me digas eso que
rápidamente me emociono my love. Y mi crazy cabecita comienza a pensar en que
viniste por mí y no por ella.
—Siento decepcionarte pero...
—Lo sé... lo sé... no seas cruel
—río aquel.
Entre bromas se encaminaron hacia el
coche con el que Gasti había venido a recogerle.
—Menos mal que has venido para
solucionar esto de una vez por todas. Si llegas a tardar más creo que hubiera
salido en el New York Times por asesinato —le dijo Gasti colgándose de su brazo.
—¿Por qué?
—Lali se ha vuelto loca.
—¡¿Loca?! —preguntó preocupado.
—No para de comer galletas Oreo,
escuchar la horrorosa música que a ti te gusta y encima ha engordado dos kilos.
¡Dos!
—¿Y eso es malo? —rio Peter
divertido al imaginarla escuchando a AC/DC.
—¡Es terrible! Mi queen no debe
continuar comiendo así. Y tras ganar ayer el Oscar ¡ya ni te cuento cómo llora!
—No te preocupes, yo haré que deje
de llorar.
—¡¿Cómo no me voy a preocupar?!...
ella es mi vida,
—Y la mía Gasti... y la mía —asintió
Peter emocionándole.
Sin tiempo que perder, llegaron
hasta un reluciente Porsche rojo y tras meter su pequeña maleta en el pequeño
maletero Peter murmuró:
—Joder macho ¿este pedazo de cochazo
es tuyo?
—Uiss... me encanta lo de macho. Me
hace sentir fuerte y poderoso —se mofó y tirándole las llaves aclaró—: En
cuanto al coche es de la queen y toma, conduce tú.
—Sin problema —asintió encantado y
tras montarse murmuró—. Bueno, indícame donde está y vayamos a verla.
Gasti, con cara de circunstancias,
le miró, se toco el pelo, después se alisó el pantalón blanco y tras quitarle
una pelusilla a Peter de la camisa oscura dijo:
—A ver my love, como te explico yo
esto sin que parezca terrible. —Peter frunció el ceño y este prosiguió—. Ella
ha estado muy triste desde que regresamos primero de Spain y luego de Tokio y
¡oh my God! solo comía galletas Oreo...
—¿Dónde está? —exigió Peter al notar
como aquel daba rodeos.
—A estas horas, y como anoche ganó
el Oscar, debe estar en una fiesta en casa del guapísimo Anthony Wellinford
y...
—¡¿Y?!
—Pues que el bellezón de Anthony
bebe los vientos por ella y al aceptar mi queen su invitación, estoy seguro de
que intentará algo más que una copa y... —al ver que Peter daba un golpe al
volante Gasti gritó— . A ver Xman ¿qué esperabas? que guardara luto por ti toda
su life. Además, tú no querías que yo le dijera que venias.
Arrancando el coche, Peter lo miró y
dijo en tono tenso:
—Guíame hasta la casa de ese
Anthony.
En su alocada carrera por llegar a
aquel lugar Gasti no paró de parlotear, pero a excepción de las indicaciones
que aquel le daba, Peter no escuchaba más. Solo quería llegar hasta ella,
mirarla y saber que todo se podría solucionar.
Cuando aparcaron, el coche frente
a una preciosa casa en Beverly Hills
Peter se bajó y siguió a Gasti hasta la entrada con determinación.
En el interior de aquel lujoso
hogar, cientos de personas reían y bailaban al son de la música. Avanzó entre
la multitud en busca de ella, pero no la vio. Se cruzó con varias parejas que,
sin ningún tipo de pudor, se besaban desaforadamente sobre unos sillones de
cuero blanco, eso le preocupó. Imaginarse
a Lali en aquella situación con el tal Anthony hizo que su
mandíbula se tensara y maldijera.
Al llegar a un lateral del salón
barrió con la mirada la estancia y, cuando la localizó, se le cortó la
respiración. Allí estaba ella. Vestida con un sensual vestido rojo, con una
abertura lateral que le llegaba hasta su torneado muslo por donde se podía admirar
su estilizada y larga pierna. Sin ser consciente de que era observada, Lali
sonrió a un joven moreno y le invitó a bailar. Segundos después, ella movía sus
caderas al ritmo de la música.
Gasti, al ver como Peter maldecía y
tensaba la mandíbula le agarró del brazo.
—Vamos a ver Xman. Ella cree que tú
no quieres saber nada de ella. ¿Qué esperabas?
Sin quitarle la vista de encima,
Peter suspiró. Gasti tenía razón. Él había sido cruel con ella y era normal que
intentara rehacer su vida. Pero una cosa era que lo intentara y otra que él
fuera testigo de cómo aquel imbécil con cara niño le besaba el cuello allí
mismo sin que él hiciera nada por evitarlo.
Deseó ir
hasta ella. Llevársela con premura a algún sitio
donde pudieran estar a
solas, arrancarle aquel vestido rojo y hacerle con verdadera pasión el
amor. Así estuvo cinco mi nulos hasta que ya no pudo mas y a codazos, se abrió
camino hasta ella, que al verle aparecer se quedó paralizada y blanca como la
cera. ¿Qué hacía Peter allí?
Sin dejarla decir nada, y a
sabiendas de que no debía hacerlo, Peter la atrajo hasta él y la besó
reclamando su boca con urgencia y pasión. Aquel beso y su vehemencia dejaron a
Lali sin fuerzas y cuando sintió que él se separaba unos milímetros aprovechó
para empujarle y gritar.
—¿Qué estás haciendo? —al ver que él
no respondía se puso las manos en las caderas y al ver a su primo gritó—: ¿Por
qué le has traído aquí?
—Aisss queen no te enfades. Él me
pidió verte y yo no pude decir que noooo.
Bloqueado todavía por lo que había
sentido al devorarle la boca, Peter la cogió del brazo y, dando un tirón de
ella, dijo:
—Vámonos. Tengo que hablar contigo.
Incrédula, se soltó de su mano y
vociferó al sentir que Anthony se acercaba a ella por detrás:
—No... yo no tengo nada que hablar
contigo.
Ver como aquel tipo con cara de niño
posaba sus manos sobre la cintura de Lali hizo que a Peter le subiera la rabia
hasta el pecho.
—Tú y yo tenemos que hablar. Ven
conmigo.
Anthony, al escuchar aquello, se
interpuso entre los dos dejando a Lali a su espalda y encarándose a Peter.
—Esta es mi casa y yo no te he
invitado. Por lo tanto, o sales tú solo o haré que te echen.
—Lali ven conmigo —exigió aquel.
—Ella no va a ir a ningún sitio.
Está conmigo y no va a moverse de aquí ¿entendido? —siseó el guaperas
acercándose a aquel más de lo normal.
Peter no le escuchó. Intentaba
contactar con los ojos de Lali, algo que ella no le permitía y al sentir sobre
su hombro la mano de aquel guaperas, le dio rienda suelta a su furia.
Le lanzó un derechazo y milésimas de
segundo después aquel estaba espatarrado en el suelo para sorpresa de todos.
Lali se agacho a ayudar a Anthony y tras comprobar que estaba bien le dio un
empujón a Peter y gritó:
—Fuera de aquí. Fuera de mi vida. No
quiero saber nada de ti. No me interesan las personas como tú ¿pero tú que te
has creído? ¿Que eres indispensable en mi vida? ¿Acaso crees que puedes entrar
y salir a tu antojo? —Sentir su oscura mirada se le resecó la boca y finalmente
murmuró—: Tú y yo ya no tenemos nada que ver. Todo quedó claro en tu último
mensaje. ¡Vete!
Sabía que se merecía aquel golpe
bajo pero incapaz de dar su brazo a torcer insistió:
—Tengo que hablar contigo cielo.
Dame un segundo, solo un...
—No. No voy a darte ni un segundo
más de mi tiempo porque no te lo mereces. —Y, mirando a su aturdido primo,
gritó—: Gasti, sácalo de aquí si no quieres que llame a seguridad y se meta en
un buen lío.
Peter intentó zafarse de la mano de
Gasti, pero al ver que ella se daba la vuelta y comenzaba a atender al joven al
que él había golpeado se sintió mal. No solo por lo que había hecho, si no por
cómo Lali le había hablado. Finalmente, al ver como todo el mundo en la fiesta
le miraba, decidió desaparecer de allí sin mirar atrás. Lo que no pudo ver
fueron los ojos de Lali plagados de lágrimas.
A día siguiente, tras pasar la noche
en la bonita casa de Beverly Hills de Gasti, Peter comía algo mientras miraba
por la ventana. Eran las cuatro de la tarde, no había pegado ojo y estaba
cansado, pero su cabeza no le dejaba descansar. Pensó en coger el primer avión
de regreso a España, pero algo en él no le permitía rendirse. Tenía que volver
a intentarlo y cuando Gasti entró por la puerta de la calle le miró y preguntó:
—¿La has visto?
El joven se sirvió un café, se sentó
frente a él y resopló.
—Sí... y le he prometido que te
metería en el primer avión con destino a Spain.
—Sabes que eso no va a ser posible
¿verdad?
Tras dar un sorbo a su café y poner
los ojos en blanco Gasti con un gracioso gesto murmuró:
—No esperaba menos de ti divine.
Por primera vez desde la noche
anterior Peter sonrió.
—Ella está en su house viendo por
vigésima vez West Side Story.
—¿Viendo qué? —preguntó sorprendido
Peter.
—West Side Story —y al ver su cara
aclaró—: Conoces esa película ¿verdad?
Peter suspiró y negó con la cabeza.
No la conocía pero sí recordaba haber oído a Lali hablar sobre aquella
película.
—Oh my God. Esto sí que es terrible,
mira que no conocer una de las
maravillas del cine americano.
Imperdonable.
—Lo siento, pero el cine no es lo
mío —se disculpó Peter—. ¿Que tiene de especial esa película para que ella la
vea tantas voces?
—Es la película que se pone siempre
que está triste o deprimida, es la historia de Romeo y Julieta pero entre estadounidenses de origen irlandés e inmigrantes
puertorriqueños. Los Sharks
contra los jets.
Un amor imposible que
termina en tragedia como
en el argumento de
Willian Skakespeare. ¿De verdad que no sabes de qué hablo?
—Pues no —insistió Peter.
Gasti incapaz de creer que no
supiera sobre lo que hablaba comenzó a cantar:
I like to be in AMERICA! Okay by me
in AMER1CA! Everything free in AMER1CA! For a small fee in AMER1CAAAAAA
—¿En serio que nunca has oído this
canción?
Peter asintió. Si que había oído esa
canción. Ya sabía a que película se refería y mirándole preguntó conteniendo el
aliento.
—¿Regresó sola a casa anoche?
—Sí my love —Peter respiró—. Según
me ha contado mi amigo Lionel que estaba en la fiesta, cuando nos fuimos
nosotros ella se también se
marchó... sola y very... very enfadada. Y yo que vengo de su casa he
comprobado que ha dado unos días libres al servicio para poder estar tranquila
y llorar por las esquinas sin que nadie la vea. Oh my God cuanto sufre mi
queen.
A fuerzas no Peter.
ResponderEliminarJajjajajaja,pobre Gasti ,lo k sufre x los dos.
Lali está más k dolida,ella hizo d todo x Peter ,y él no la supo valorar.
Recién ahora se da cuenta Peter.
Buenisimo sube mass
ResponderEliminarAtte: Daniela
Buenisimo sube mass
ResponderEliminarAtte: Daniela