Aquella información hizo que Peter
suspirara aliviado. El saber que había regresado a casa sola, sin aquel
guaperas le reconfortó, pero sabedor de que ella no se lo pondría fácil miró al
Gasti y añadió:
—Solo dime una cosa más.
—¿El qué?
—Lo que dijo el otro día en los
Oscar ¿es verdad?
Emocionado por recordar aquel
momento, Gasti gimió y tras retener el temblor de su barbilla respondió.
—Te quiere más que a su life...
Segundos después y guiado por Gasti,
un desafiante Peter fue en busca de su vida. De Lali. En el interior de la preciosa casa de la
actriz Mariana Espósito, el silencio reinaba y solo era roto por la banda
sonora de la película West Side Story.
Tumbada en su enorme sofá del salón
y vestida con un pijama blanco Lali, a oscuras, veía aquella maravillosa
película mientras comía galletas Oreo y lloraba a moco tendido. Tanto la el
tema que Leonard Bernstein creó para esa película como la historia de la misma
siempre la habían cautivado.
Sobre la mesita de centro que tenía
enfrente había cinco cosas: una caja de Kleenex, su Oscar, una bolsa enorme de
galletas Oreo casi vacía, una botella de agua y un vaso. Alargando la mano
cogió un Kleenex y se sonó la nariz. Después dio un trago de agua y,
finalmente, y ante nuevos sollozos provocados
al ver a María,
la prota de
la película, sufrir,
cogió una galleta
Oreo la mordisqueó y gimoteó:
—Ay Dios... que ya vas a morir...
que vas a morirrrrrrrrrrr.
Gasti y Peter que habían entrado sin
hacer mido por la puerta de la cocina, llegaron hasta el salón sin que ella
notase su presencia.
—Por el amor de mi life. La está
viendo otra vez —murmuró Gasti.
Peter apenas miraba la pantalla.
Solo quería ver a Lali, ya que en ese momento solo podía escuchar su voz.
—Yo me voy. Os dejo solos
—cuchicheó Gasti y tendiéndole algo dijo—: Toma lo que me pediste y ahora
como diría el abuelo Goyo ¡Suerte y al toro!
Tras enseñarle los pulgares de ambas
manos en señal de buena suerte, el joven se marchó por donde había llegado.
Durante más de diez minutos Peter estuvo escondido entre las sombras sin saber
qué decir, ni qué hacer.
Había pensado lanías
cosas durante aquellas
ultimas horas, que cuando
llegó el momento
de expresarlas apenas
si podía reaccionar.
De pronto la
observó levantarse y
dirigirse hacia una
mesa grande de donde
cogió un nuevo paquete
de galletas. El corazón le
comenzó a palpitar con fuerza. Escondido en la oscuridad la vio moverse por el
salón a oscuras hasta que se sentó despreocupadamente sobre el respaldo del
sillón.
—Oh Dios... no quiero verlo... no
quiero verlooooooooo.
Confundido por lo que ella decía y por la
intensidad de la música, la vio
escurrirse por el respaldo del sillón y
en el momento álgido de la película gritar entre sollozos:
—¿Por qué te tienes que
morirrrrrrrr? ¿Por quéeeeeeeee?
Asustado por sus sollozos, Peter
salió de las sombras dispuesto a consolarla. Ella al sentir una presencia se
asustó, se levantó a oscuras, cogió la botella de cristal y la lanzó contra su
oponente. Se escuchó un golpe, una blasfemia y el cristal caer al suelo y
hacerse añicos. Sin perder un segundo, la joven lanzó también el vaso y cuando
iba a tirar el Oscar escuchó:
—¡Canija... para que soy yo!
Esa palabra. Esa voz, le hicieron
parar de golpe. Se agachó y cogió un mando. Presionó un botón y se quedó sin
palabras al encenderse la luz y descubrir que quien estaba ante ella empapado
de agua era él, tan impresionantemente atractivo como siempre.
Deseo correr hacia él y abrazarle,
pero sus pies parecían clavados al suelo. Todavía recordaba lo que había sucedido
la noche anterior en casa de Anthony, y las terribles cosas que él le dejó en
el contestador de su móvil y eso no pensaba perdonárselo. Sin dejar de mirarle,
agarró el Oscar con
seguridad entre sus manos y se puso
tras el sillón para mantener las distancias con él.
—¿Cómo has entrado?
—Cielo... escúchame.
—¿Qué haces aquí? Le dije a Gasti
que no quería verle ¡Fuera de mi casa! —gritó con gesto hosco.
Peter, que gracias a la luz por fin
podía ver el rostro de Lali, sintió deseos de abrazarla, estaba preciosa con
aquel pijama, el pelo desgreñado y la boca sucia de migas de las galletas Oreo.
Pero su actitud combativa y la tensión que reflejaban sus movimientos le
indicaron cautela.
—Lo primero de todo cielo, baja el
Oscar y...
—¡No me llames cielo! Ni canija...
ni nada —vociferó muy enfadada.
—Vale... de acuerdo —asintió
acercándose a ella despacio.
—No quiero que estés aquí. No quiero
verte. No quiero necesitarte. No quiero quererte. Solo quiero que te vayas y
desaparezcas por dónde has venido o te juro que lo vas a lamentar.
—Lo siento, pero no puedo hacer nada
de eso, porque he venido a por ti.
—¿A por mi? ¿Te has vuelto loco?
Peter sonrió y al ver como ella
resoplaba asintió y dijo:
—Sí... estoy completamente loco por
ti.
Con el corazón latiéndole con
fuerza, Lali intentó centrarse. Ante ella estaba el hombre al que amaba, pero
que también le había partido el corazón con sus palabras, y cambiando el peso
de un pie al otro gritó:
—¡Me dejaste muy claro lo que
sentías hacía mi! En tu mensaje me dijiste que me odiabas. Que yo era la peor
persona del mundo. Me dijiste que...
—Siento todo lo que dije. Me
arrepiento de haberte enviado ese maldito mensaje cuando lo que realmente tenía
que haber dicho era que te quería. Que volvieras conmigo. Que no podía vivir
sin ti, que el único problema en nuestra relación era yo con mis continuos
miedos hacia ti y tu profesión, —al ver
que ella bajaba el Oscar continuó—: Esperé tu llamada.
Tu respuesta. Tu enfado. Tú siempre te jactas de decir la última
palabra ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no me insultaste? ¿Por qué?
—Porque no quería hacerte más daño
del que ya te había hecho Peter —gimió cogiendo un kleenex de la mesa— ...por
eso no te llamé.
—Sé que las cosas que me dijiste aquel
día no las sentías. Lo hiciste para que yo te odiara y me alejara de ti
¿verdad?
Ella no respondió y el insistió:
—La mujer que yo conocí, nunca me
hubiera dicho que yo no podría seguir su ritmo de vida porque nunca ha sido una
clasista. La mujer que yo conocí no tenía enamoramientos caprichosos porque ama
de verdad y selecciona muy bien a quien querer. Pero tú, como buena actriz,
dentro de mi furia aquel día conseguiste engañarme. La mujer que habló y dijo
cosas terribles fue Mariana Espósito. Escondiste a Lali y su sensibilidad y me
diste lo que yo, en cierto modo, me merecía escuchar ¿verdad canija? Y por
favor, no me mientas.
Boquiabierta por escuchar aquello
murmuró:
—Yo... yo te quería, te adoraba por
ser como eras, por mirarme como me mirabas, por reírte conmigo por lo mal que
cocino, pero...
—Canija ven...
—No.
—Ven cielo...
—No —gruñó ella—. Hemos tenido dos
oportunidades para darnos cuenta que lo
nuestro no puede funcionar. Somos demasiado diferentes. Nuestros mundos son
demasiado dispares y... y... a mi me gusta ser actriz, ¡quiero ser actriz!
Tanto como a ti te gusta ser un geo español. Tú no soportas que yo bese a otros
por exigencias del guión, y yo no soporto que te juegues la vida cada vez que
sales de casa y te diriges a alguno de esos peligrosos operativos. Además, está la prensa y sus
continuos cotilleos y...
—¿Y?
Sorprendida por aquella pregunta y
cada vez más aturdida por cómo la miraba, se retiró su rubio pelo de la cara y
aclaró:
—Pues que
yo no puedo
ofrecerte lo que tú
necesitas por que
mi mundo está
plagado de cámaras, fotos,
indiscreción, preguntas y...
—Ven cielo...
—No... escúchame —exigió ella—. Tú
adoras tu anonimato, tu tranquilidad y yo no puedo darte eso. La prensa,
ellos...
—Les miraremos y les diremos eso de:
¿Y a ti que te importa? Lali sonrió, pero segundos después cambio su gesto.
—Por favor vete. No lo hagas más
difícil.
Pero Peter no se movió y clavando su
oscura mirada en ella dijo
—Vi la entrega de los Oscar y creí
entender que sentías algo por mí.
K obstinados !!!!.
ResponderEliminarPeter dio en el clavo con las últimas palabras