lunes, 20 de octubre de 2014

Capítulo 48

Menchu que les preparara la cuenta porque al día siguiente  se marchaban,  la joven se decepcionó. Pero la ilusión volvió a su rostro cuando Lali la invitó a cenar con ellos aquella noche. Aconsejados por la recepcionista fueron a cenar a un asador llamado La Secuntina. Un lugar donde disfrutaron de la buena cocina, aunque a la joven actriz se le veía en la cara la pena.
—Esa carita de perrilla apaleada me deja sin habla. Queen, alegra el gesto.
—Lo sé Gasti... pero es que me da tanta pena irme que yo...
—Es fácil. Quédate —se mofó Menchu ajena a lo ocurrido.
—Mira, honey, el amor es como una paloma, viene, se caga y después se va. ¿Acaso todavía no te has dado cuenta? Lali asintió. Desde hacía años su corazón estaba cerrado con una puerta acorazada, pero sin saber por qué Peter había conseguido traspasarla.
—Qué bueno Gasti —rio Menchu—, Nunca había escuchado hablar así sobre el amor.
—Uis pues como se lance, puedes escuchar burradas mil —se mofó Lali. Sin prestarles atención el joven rebañó su plato con pan y dijo:
—Menchu eres lo más... pero te odiaré cuando me pese tomorrow y vea que he engordado five kilos. Por el amor de my life ¡qué rico está todo!
—Me alegra saber que os gusta el sitio donde os he traído.
—La salsita del cordero está... ¡increíble! —asintió  !a joven actriz mojando  pan en aquella exquisita salsa.
—Yo me quedo con el asado de cordero y la sopa castellana ¡qué maravilla! Rio —Gasti. Menchu encantada  por lo mucho que la comida de su tierra les había gustado bajó la voz y levantándose murmuro; —Voy al baño. Por cierto si os ha gustado la comida, esperad a probar las yemas de Doncel o los bizcochos borrachos ¡son la bomba!
—La bomba de calorías querrás decir —se mofó Gasti al ver al carnero acercarse con el carrito de los postres.
En el mismo restaurante, pero en otro comedor, Nicolás Eugenia, Paula y Peter, también cenaban. Todos reían ante las ocurrencias de Eugenia pero Peter no tenía la cabeza al cien por cien con ellos. Inexplicablemente no podía dejar de pensar en la joven estrella de Hollywood a pesar de que Paula ya había desplegado sobre él todas sus armas de mujer. Intentó centrase en ella, pero le era imposible. Cada vez que Paula le besaba, aquellos labios se le antojaban vacíos y sin gracia a pesar de que él los aceptaba. Los devoraba deseoso de disfrutarlos como siempre lo había hecho, pero su cuerpo no reaccionaba. No se excitaba y eso le molestó.
De pronto, Peter vio pasar a la recepcionista del parador por el pasillo. ¿Menchu en aquel lugar? Verla allí le alertó y se levantó disculpándose. Con disimulo se asomó a varios de los comedores que el asador tenía hasta que la vio. Ella, la mujer que tenía presente en la mente a cada instante, estaba allí. Un regocijo extraño inundó su cuerpo y su entrepierna reaccionó. Verla sonreír fue suficiente para que se excitara. Feliz por aquel descubrimiento se encaminó a los baños. Esperaría a que Menchu saliera y se haría el encontradizo.
—Hola Menchu.
La joven se sorprendió de que recordara su nombre y le saludé con una radiante sonrisa:
—Hola.
—¿Cómo tú por aquí?
—Ya ves, cenando con unos amigos.
Sin tiempo que perder él preguntó aun sabiendo la respuesta.
—¿Esta Lali aquí?
—Si, estamos haciendo una cena de despedida. Mañana se va.
Al escuchar  aquello  a Peter se le contrajeron las tripas, ¿cómo que se iba? Pero sin querer manifestar su malestar respondió con una sonrisa.
—Lo sé, me lo dijo y me gustaría despedirme de ella. ¿Iréis a tomar una copa después?
—Sí. Hemos hablado de ir al Croll. Le gustó la otra vez que fuimos y hemos hablado de pasar por allí.
Contento por saber dónde localizar a la joven antes de su marcha, Peter se acercó a Menchu y tras darle un beso en la mejilla, que la hizo ponerse colorada como un tomate, le susurró:
—No le digas que me has visto. Quiero darle una sorpresa.
Dicho  esto  se  alejó  y Menchu  acalorada  por  el  acercamiento  mantenido  con aquel  hombre regresó a la mesa donde sus nuevos amigos atacaban con primor los postres.
Gasti, que no había estado en el Croll, se sorprendió al encontrar un bar repleto de gente guapa y con ganas de pasarlo bien. Durante más de una hora los tres amigos bailaron y disfrutaron de la música. Lali no quería pensar en Peter, pero igual que le pasaba a él, le era imposible. Cada vez que veía a un hombre alto y moreno su corazón latía a mil por hora. Aunque cuando comprobaba que no era quien en el fondo anhelaba ver, la decepción la superaba. Todo en ella era contradicción. Deseaba  verle,  pero  no  quería  verle.  Quería  besarle  pero  no  deseaba  besarle.  ¿Qué  la  estaba pasando?
—Uis my love  —cuchicheó  Gasti—. Esta noche aquí hay un meneo de antología, pero siento reconocer que ninguno es como my Peterman.
—Vaya Peterman ¿te ha cagado en el corazón? — se mofó Lali al recordar lo que él dijo sobre las palomas.
—¡Perra! —rio aquel al escucharla.
—Eh... hola —saludó de pronto una muchacha acercándose a ellos.
Era Eva, la hermana de Peter, quien tras recibir la llamada de Menchu e informarle que estaría allí, se había animado a acudir al local. Lali sonrió al verla. Eva era una muchacha muy simpática y lo comprobó  el  día que  la conoció.  Con ella  era fácil  hablar.  No como  con el  borde  de su hermano.
Cogiéndola del brazo con familiaridad Lali se acercó a su primo y dijo:
—Gasti, te presento a Eva. Ella es hermana de Peter —y mirando a la muchacha dijo—: Él es mi primo.
—Encantada  —y  observándole  indicó—.  Me  encanta  la  camisa  de  Gucci  que  llevas  ¡es preciosa!
Contento porque alguien se fijara en aquello, contestó el presumido de su primo
—Uis... qué lady más mona. Pues la camiseta que llevas de Custo es una divinidad.
—¿A que es una monada? —contestó tocándose la camiseta con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Ideal! —asintió aquel.
Si  algo  le volvía  loco  a Gasti  era la moda,  algo  que  a Eva  le apasionaba.  Mientras  ellos hablaban de diseñadores, pasarelas y demás, Lali paseó su mirada por el local, cuando el corazón se le paró de repente. Al fondo de la barra estaba Peter con unos amigos y, muy a su pesar, descubrió que estaba de nuevo con la pechugona del parador, que no paraba de besuquearle por el cuello.
Maldita sea. ¿Por qué hoy ha tenido que venir justamente aquí?
Irritada retiró la mirada. Pero inexplicablemente sus malditas pupilas volvían a buscarle ¡y le encontraban!
No... no... no quiero mirarle pensó enfadada.
Desde su posición Peter se percató de que ella le había visto. Lo supo cuando la vio retirar la mirada con brusquedad con el entrecejo fruncido. Estar con una mujer tan ardiente como Paula, le hacía sentir que controlaba la situación, pero al mismo tiempo se asqueaba porque quien quería que le estuviera tocando o besando estaba al otro lado de la barra. Ofuscado, cogió su cerveza y le dio un buen trago. Lo necesitaba.
—Vale capullo. Ahora entiendo  por qué querías  venir de nuevo al Croll —murmuró  Nicolás apoyándose junto a él.
—No me jodas tú ahora ¿vale? Su amigo sonrió y dijo:
—¿Pero no me habías dicho que lo tuyo con ella estaba finiquitado?
—Y lo está...—resopló al ver como ella se retiraba un mechón salvaje que había caído sobre su mejilla. Con una sensualidad que lo dejó para el arrastre observó cómo se colocaba aquel mechón tras la oreja dejándole el camino libre para poder admirar la bonita y sensual curvatura de su cuello.
La boca se le resecó y tuvo que beber otro trago de su cerveza. Nicolás sonrió, y con cuidado de que no le escuchara ni su mujer ni Paula cuchicheó:
—¿A qué estás jugando?
—A nada.
—¿Seguro?
—Seguro — afirmó aquel.
Pero su ceño fruncido y su mandíbula tensa no decían lo mismo.
—¿Tengo que ir comprándome la pamela para la boda? —preguntó Nicolás mofándose. Al escuchar aquello, Peter con gesto tosco siseó:
—Deja de decir tonterías ¿quieres?
—Joder Peter que ella es...
Sin dejarle terminar la frase el espetó:
—Sé quiénes, por lo tanto, cierra el pico ¿entendido?
—Vale, pero déjame decirte que es impresionantemente guapa y...
Incómodo por la situación fue a responder, pero Paula acercándose de nuevo a él se puso de puntillas y le besó.
Sofocada por la escena, Lali maldijo. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que sentirse como una quinceañera a la que le habían quitado el noviete cuando ella, solo por ser quien era, podía tener al hombre que quisiera? Acabada su bebida se pidió otra. Necesitaba refrescar su garganta seca.
Eva que observaba con curiosidad a Lali, se percató de lo  que ocurría cuando al mirar al fondo de la barra vio a su hermano. Eso la hizo sonreír y acercándose a ella cuchicheó:
—Si pasas de él, te aseguro que se interesará más por ti.
—¿Cómo dices?
—Es mi hermano y le conozco. Pero también es un hombre y chica, todos funcionan igual. Y también te diré que la mujer que está con él no es su tipo.
—¿Y cómo puedes tú saber eso?
Eva sonrió y contemplando como su hermano se  dejaba mimar por  aquella murmuró con desgana:
—Paula  es una  mujer  demasiado  liberal  para  él. Y ojo, yo no soy ninguna  mojigata.  Pero, curiosamente, tengo unos amigos de Madrid que la conocen, y me han comentado y enseñado algunas cosas de ella que yo no creo que Peter sepa. Si él fuera consciente de la clase de vida que suele llevar esa pechugona en Madrid ¡otro gallo cantaría!
—¿Quizá lo sabe y no le importa? —insistió Lali quien retiró la mirada de la parejita al ver como aquel sonreía ante algo que aquella le decía,
—No. Te aseguro que mi hermano no lo sabe, pero creo que al final va a acabar enterándose. Ambas sonrieron por aquel comentario y Lali, al recordar lo que llevaba en el bolso, dijo para cambiar de tema:
—Recuérdame que luego te de unos CD de música para que se los des a Peter. Mañana regreso a Los Angeles y los compré para él.
—¿Por qué no se los das tú?
Volvió  la  cabeza  y estuvo  a punto  de  gritar  al  comprobar  que  Peter bailaba  abrazado  a la pechugona. Enfadada, retiró la mirada y respondió con gesto agrio:
—Está demasiado ocupado y no quiero molestar.
Eva, apoyándose  en la barra durante unos segundos,  observó a su hermano y vio como este miraba con disimulo hacia donde estaban ellas. Tras sonreír miró a la joven morena que con gesto de enfado bebía de su copa y preguntó:
—¿De verdad eres de Asturias?
—Digamos que tengo sangre asturiana.
—Has dicho que mañana regresas a Los Angeles ¿pero no vivías en Londres?
Lali se percató de cómo estudiaba su rostro y todas sus respuestas, e intentando satisfacer su curiosidad respondió:
—Vivo en Los Angeles. Aunque por motivos de trabajo viajo mucho a Londres y París.
Eso le cuadró más a Eva. El acento que ella y su primo tenían no era londinense. Pero queriendo saber más volvió al ataque y preguntó:
—¿En qué trabajas?
Respondió rápidamente y con convicción.
—Gasti y yo trabajamos en el mundo de la moda.
—¿Ah, sí? ¿Y qué hacéis exactamente? insistió como buena periodista.
Con un aplomo digno de una buena actriz, Lali bebió un trago de su cerveza y dijo convencida de su mentira:
—Somos personal shoppers. Tenemos nuestra propia empresa. Se llama Fashion Victim. Aquello atrajo totalmente la atención de Eva.
—¡Qué pasóte! Oye, ¿y qué hacéis aquí en Sigüenza? —al ver su gesto puntualizó—, Vaaaale... lo  asumo.  Soy como  dicen mis  hermanos una  metomentodo, pero  creo  que  mis  estudios  de periodismo, me han creado una deformación profesional.
Ambas rieron y Lali acercándose a ella le cuchicheó en plan cotilleo:
—Hasta ayer estuvo alojado en el parador Peter Fenson, un famoso pianista inglés.
—¿No me digas? Joder, y yo sin saberlo. Podría haber cubierto la noticia —blasfemó Eva. Con una angelical mirada Lali se encogió de hombros:
—Lo  siento.  Pero  nuestro  contrato  no  nos  permite  hablar  de  los  famosetes  a  los  que aconsejamos.
—Vale... lo entiendo —y al recordar en lo que trabajaban sonrió y silbó—. Uooo... me atrae muchísimo vuestro trabajo. Soy una adicta a las compras.
Divertida por ver que había conseguido desviar el interrogatorio fue a decir algo cuando alguien se acercó a Eva y la saludo. Instantes después le presentó a varios de sus amigos y diez minutos más tarde reía y bailaba con ellos. La semioscuridad del lugar y su perfecto camuflaje le hacía pasar inadvertida. Era magnífico poder mezclarse con la gente sin que nadir la reconociera, ni le pidiera una foto o un autógrafo. Era fantástico ser una más.
Una hora después, acalorada por lo mucho que estaba bailando con los amigos de Eva fue al servicio. Había perdido de vista a Peter y dedujo que se había marchado con la besucona.
Mejor Así no tengo que ver lo que no quiero pensó mirándose al espejo.
Suspiro de rabia, se echó agua en la nuca y salió del aseo. Pero se quedó petrificada al verlo apostado en la purria.
—Vaya... —susurró.
—Sí... Vaya ¡qué coincidencia! Con todos los pubs que hay en Sigüenza y siempre tenemos que coincidir en el mismo —dijo él en tono amenazador.
Llevaba toda la noche muriéndose de celos por cómo esta reía y bailaba con los amigos de su hermana y, cuando vio que se alejaba de ellos, no lo dudó y fue tras ella.
Con la boca seca por la impresión Lali fue a responder pero él se le adelantó.
—He oído que mañana te marchas.
—Sí.
—¿Ya has acabado lo que viniste a hacer aquí?
Nerviosa e incapaz de hilar más de dos sílabas volvió a contestar:
—Sí.
Al escuchar sus escuetas respuestas, Peter apoyó sus manos en la pared a ambos lados de la cabeza de ella, y clavándole sus oscuros y enfadados ojos preguntó en tono desafiante:
—¿Y?
Sus defensas contra el huracán Peter comenzaban a flaquear.
—¿Y qué? —balbuceó.
Más próximo a ella de lo que él deseaba estar, le susurró cerca de su tentadora boca:
—¿Lo pasas bien con los amigos de mi hermana?
—Sí. ¿Y tú con la besucona?
Aquel desdén en sus palabras le hicieron sonreír y acercándose aún más a ella murmuró:
—No. ¿Y sabes por qué? —Cuando ella negó con la cabeza, él siseó—: Porque no me gusta mirar cuando deseo algo, yo prefiero participar.
Aquella mirada. Aquellos  labios. Aquella  mujer le volvía loco. Cogiéndola  de la mano con posesión la hizo entrar de nuevo en el aseo de señoras y tras cerrar la puerta y quedar los dos a solas dijo con aplomo:
—¿Sabes canija? Yo aún no he terminado lo que vine a hacer aquí.
Y sin más la besó. La poseyó con la boca de una manera que hizo que ella se estremeciera. La música del local pareció desaparecer, ambos olvidaron donde estaban mientras sentían que un atroz deseo se apoderaba de ellos.
—Estás preciosa esta noche.
—Tú más...
Seguir  enfadado,  con ella entre  sus brazos,  era imposible.  Sonrió  y aquel  gesto  tan varonil calentó todavía más la sangre de la joven, que con voz sensual murmuró;
—Gracias... nunca me habían dicho que estaba preciosa.
Ella también sonrió. Peter, con su seguridad, derribaba todas sus defensas de un plumazo. Una mirada  suya  podía  con ella.  Pegándose  a él  y deseosa  de  su contacto,  sintió  que  la  sangre  le quemaba y anheló que la poseyera allí mismo. Un gemido de ansia y deseo escapó de sus labios cuando sintió la mano de él subiendo lentamente  por su espalda. Aquella gran mano recorrió su cuerpo con movimientos circulares hasta que llegó a su pecho, y cuando lo tocó a través de la tela del vestido, sus pezones respondieron a la llamada del sexo haciéndola respirar con agitación.
—Me vuelves loco, canija —susurró con voz áspera—. Es verte y olvido todas las señales que me alertan para que no me acerque a ti. Es tocarte y querer poner en práctica contigo todas las fantasías húmedas que me provocas.
Con la respiración entrecortada, Lali le escuchaba excitada. Después se lamió los mojados labios, aún calientes por sus besos y susurró:
—Atrévete.
Con una sonrisa peligrosa Peter posó las manos en el trasero de ella con posesión y la alzó en volandas. La apoyó contra la puerta del aseo y ella le rodeó la cintura con las piernas. Excitado por aquel atrévete, metió sus manos bajo el vestido y mirándola a los ojos con morbo se lo subió. Ella se estremeció y gimió.
Peter comprobó con deleite que las medias que ella llevaba solo llegaban hasta los muslos y eso le volvió loco. Sin contemplaciones tiró del tanga y lo rompió, hasta que por fin sus grandes manos tocaron el terciopelo húmedo que tanto deseaba.
—¿Quieres que continúe? —susurró él mordisqueándole el lóbulo de la oreja.
Ella no pudo decir nada, tan solo asintió. Sabía que aquel lugar, un baño público, no era el más apropiado. Si la prensa se enteraba de aquello sería un tremendo escándalo, pero no le importó. Le pudo más el deseo y dispuesta a todo murmuró:
—Sigue...
Su tono ronco y excitado estremeció a Peter y sin dejar de mirarla los ojos y deseoso de arrancarle mil jadeos más de placer, le introdujo entre los húmedos pliegues de su sexo uno de sus dedos mientras le susurraba:
—Mírame...
Hechizada por aquel momento le obedeció. Fijó su mirada en él y cuando sintió que Peter metía dos dedos y jugaba con su sexo, se chupó los labios y exigió:
—Bésame... bésame.
Peter tomó posesión de aquellos tentadores labios y, entre gemidos, sintió su sexo duro dispuesto para entrar en acción. Entre jadeos, y sin perder un segundo, Lali le desabrochó el cinturón de cuero y después  la cremallera  del vaquero.  Cuando  este resbaló  entre sus piernas  ella suspiró. Metió su mano bajo el bóxer negro y tocó con mimo su pene. Incapaz de continuar aquel juego de toqueteos, Peter le retiró la mano y cogiendo su duro y terso pene lo colocó entre las piernas de ella y de una certera estocada la penetró mientras la tenía en volandas contra la puerta. Ambos jadearon por la intensidad  del momento  y la situación y Peter, enloquecido,  la besó robándole  el aliento mientras animado por como ella lo recibía entraba y salía de su interior una y otra vez.

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