Menchu
que les preparara la cuenta porque al día siguiente se marchaban,
la joven se decepcionó. Pero la ilusión volvió a su rostro cuando Lali
la invitó a cenar con ellos aquella noche. Aconsejados por la recepcionista
fueron a cenar a un asador llamado La Secuntina. Un lugar donde disfrutaron de
la buena cocina, aunque a la joven actriz se le veía en la cara la pena.
—Esa
carita de perrilla apaleada me deja sin habla. Queen, alegra el gesto.
—Lo
sé Gasti... pero es que me da tanta pena irme que yo...
—Es
fácil. Quédate —se mofó Menchu ajena a lo ocurrido.
—Mira,
honey, el amor es como una paloma, viene, se caga y después se va. ¿Acaso
todavía no te has dado cuenta? Lali asintió. Desde hacía años su corazón estaba
cerrado con una puerta acorazada, pero sin saber por qué Peter había conseguido
traspasarla.
—Qué
bueno Gasti —rio Menchu—, Nunca había escuchado hablar así sobre el amor.
—Uis
pues como se lance, puedes escuchar burradas mil —se mofó Lali. Sin prestarles
atención el joven rebañó su plato con pan y dijo:
—Menchu
eres lo más... pero te odiaré cuando me pese tomorrow y vea que he engordado
five kilos. Por el amor de my life ¡qué rico está todo!
—Me
alegra saber que os gusta el sitio donde os he traído.
—La
salsita del cordero está... ¡increíble! —asintió !a joven actriz mojando pan en aquella exquisita salsa.
—Yo
me quedo con el asado de cordero y la sopa castellana ¡qué maravilla! Rio
—Gasti. Menchu encantada por lo mucho
que la comida de su tierra les había gustado bajó la voz y levantándose
murmuro; —Voy al baño. Por cierto si os ha gustado la comida, esperad a probar
las yemas de Doncel o los bizcochos borrachos ¡son la bomba!
—La
bomba de calorías querrás decir —se mofó Gasti al ver al carnero acercarse con
el carrito de los postres.
En
el mismo restaurante, pero en otro comedor, Nicolás Eugenia, Paula y Peter,
también cenaban. Todos reían ante las ocurrencias de Eugenia pero Peter no
tenía la cabeza al cien por cien con ellos. Inexplicablemente no podía dejar de
pensar en la joven estrella de Hollywood a pesar de que Paula ya había
desplegado sobre él todas sus armas de mujer. Intentó centrase en ella, pero le
era imposible. Cada vez que Paula le besaba, aquellos labios se le antojaban
vacíos y sin gracia a pesar de que él los aceptaba. Los devoraba deseoso de
disfrutarlos como siempre lo había hecho, pero su cuerpo no reaccionaba. No se
excitaba y eso le molestó.
De
pronto, Peter vio pasar a la recepcionista del parador por el pasillo. ¿Menchu
en aquel lugar? Verla allí le alertó y se levantó disculpándose. Con disimulo
se asomó a varios de los comedores que el asador tenía hasta que la vio. Ella,
la mujer que tenía presente en la mente a cada instante, estaba allí. Un
regocijo extraño inundó su cuerpo y su entrepierna reaccionó. Verla sonreír fue
suficiente para que se excitara. Feliz por aquel descubrimiento se encaminó a
los baños. Esperaría a que Menchu saliera y se haría el encontradizo.
—Hola
Menchu.
La
joven se sorprendió de que recordara su nombre y le saludé con una radiante
sonrisa:
—Hola.
—¿Cómo
tú por aquí?
—Ya
ves, cenando con unos amigos.
Sin
tiempo que perder él preguntó aun sabiendo la respuesta.
—¿Esta
Lali aquí?
—Si,
estamos haciendo una cena de despedida. Mañana se va.
Al
escuchar aquello a Peter se le contrajeron las tripas, ¿cómo
que se iba? Pero sin querer manifestar su malestar respondió con una sonrisa.
—Lo
sé, me lo dijo y me gustaría despedirme de ella. ¿Iréis a tomar una copa
después?
—Sí.
Hemos hablado de ir al Croll. Le gustó la otra vez que fuimos y hemos hablado
de pasar por allí.
Contento
por saber dónde localizar a la joven antes de su marcha, Peter se acercó a
Menchu y tras darle un beso en la mejilla, que la hizo ponerse colorada como un
tomate, le susurró:
—No
le digas que me has visto. Quiero darle una sorpresa.
Dicho esto
se alejó y Menchu
acalorada por el
acercamiento mantenido con aquel
hombre regresó a la mesa donde sus nuevos amigos atacaban con primor los
postres.
Gasti,
que no había estado en el Croll, se sorprendió al encontrar un bar repleto de
gente guapa y con ganas de pasarlo bien. Durante más de una hora los tres
amigos bailaron y disfrutaron de la música. Lali no quería pensar en Peter,
pero igual que le pasaba a él, le era imposible. Cada vez que veía a un hombre
alto y moreno su corazón latía a mil por hora. Aunque cuando comprobaba que no
era quien en el fondo anhelaba ver, la decepción la superaba. Todo en ella era
contradicción. Deseaba verle, pero
no quería verle.
Quería besarle pero
no deseaba besarle.
¿Qué la estaba pasando?
—Uis
my love —cuchicheó Gasti—. Esta noche aquí hay un meneo de
antología, pero siento reconocer que ninguno es como my Peterman.
—Vaya
Peterman ¿te ha cagado en el corazón? — se mofó Lali al recordar lo que él dijo
sobre las palomas.
—¡Perra!
—rio aquel al escucharla.
—Eh...
hola —saludó de pronto una muchacha acercándose a ellos.
Era
Eva, la hermana de Peter, quien tras recibir la llamada de Menchu e informarle
que estaría allí, se había animado a acudir al local. Lali sonrió al verla. Eva
era una muchacha muy simpática y lo comprobó
el día que la conoció.
Con ella era fácil hablar.
No como con el borde
de su hermano.
Cogiéndola
del brazo con familiaridad Lali se acercó a su primo y dijo:
—Gasti,
te presento a Eva. Ella es hermana de Peter —y mirando a la muchacha dijo—: Él
es mi primo.
—Encantada —y
observándole indicó—. Me
encanta la camisa
de Gucci que
llevas ¡es preciosa!
Contento
porque alguien se fijara en aquello, contestó el presumido de su primo
—Uis...
qué lady más mona. Pues la camiseta que llevas de Custo es una divinidad.
—¿A
que es una monada? —contestó tocándose la camiseta con una sonrisa de oreja a
oreja.
—¡Ideal!
—asintió aquel.
Si algo
le volvía loco a Gasti
era la moda, algo que a
Eva le apasionaba. Mientras
ellos hablaban de diseñadores, pasarelas y demás, Lali paseó su mirada
por el local, cuando el corazón se le paró de repente. Al fondo de la barra
estaba Peter con unos amigos y, muy a su pesar, descubrió que estaba de nuevo
con la pechugona del parador, que no paraba de besuquearle por el cuello.
Maldita
sea. ¿Por qué hoy ha tenido que venir justamente aquí?
Irritada
retiró la mirada. Pero inexplicablemente sus malditas pupilas volvían a
buscarle ¡y le encontraban!
No...
no... no quiero mirarle pensó enfadada.
Desde
su posición Peter se percató de que ella le había visto. Lo supo cuando la vio
retirar la mirada con brusquedad con el entrecejo fruncido. Estar con una mujer
tan ardiente como Paula, le hacía sentir que controlaba la situación, pero al
mismo tiempo se asqueaba porque quien quería que le estuviera tocando o besando
estaba al otro lado de la barra. Ofuscado, cogió su cerveza y le dio un buen
trago. Lo necesitaba.
—Vale
capullo. Ahora entiendo por qué querías venir de nuevo al Croll —murmuró Nicolás apoyándose junto a él.
—No
me jodas tú ahora ¿vale? Su amigo sonrió y dijo:
—¿Pero
no me habías dicho que lo tuyo con ella estaba finiquitado?
—Y
lo está...—resopló al ver como ella se retiraba un mechón salvaje que había
caído sobre su mejilla. Con una sensualidad que lo dejó para el arrastre
observó cómo se colocaba aquel mechón tras la oreja dejándole el camino libre
para poder admirar la bonita y sensual curvatura de su cuello.
La
boca se le resecó y tuvo que beber otro trago de su cerveza. Nicolás sonrió, y
con cuidado de que no le escuchara ni su mujer ni Paula cuchicheó:
—¿A
qué estás jugando?
—A
nada.
—¿Seguro?
—Seguro
— afirmó aquel.
Pero
su ceño fruncido y su mandíbula tensa no decían lo mismo.
—¿Tengo
que ir comprándome la pamela para la boda? —preguntó Nicolás mofándose. Al
escuchar aquello, Peter con gesto tosco siseó:
—Deja
de decir tonterías ¿quieres?
—Joder
Peter que ella es...
Sin
dejarle terminar la frase el espetó:
—Sé
quiénes, por lo tanto, cierra el pico ¿entendido?
—Vale,
pero déjame decirte que es impresionantemente guapa y...
Incómodo
por la situación fue a responder, pero Paula acercándose de nuevo a él se puso
de puntillas y le besó.
Sofocada
por la escena, Lali maldijo. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que sentirse como una
quinceañera a la que le habían quitado el noviete cuando ella, solo por ser
quien era, podía tener al hombre que quisiera? Acabada su bebida se pidió otra.
Necesitaba refrescar su garganta seca.
Eva
que observaba con curiosidad a Lali, se percató de lo que ocurría cuando al mirar al fondo de la
barra vio a su hermano. Eso la hizo sonreír y acercándose a ella cuchicheó:
—Si
pasas de él, te aseguro que se interesará más por ti.
—¿Cómo
dices?
—Es
mi hermano y le conozco. Pero también es un hombre y chica, todos funcionan
igual. Y también te diré que la mujer que está con él no es su tipo.
—¿Y
cómo puedes tú saber eso?
Eva
sonrió y contemplando como su hermano se
dejaba mimar por aquella murmuró
con desgana:
—Paula es una
mujer demasiado liberal
para él. Y ojo, yo no soy
ninguna mojigata. Pero, curiosamente, tengo unos amigos de
Madrid que la conocen, y me han comentado y enseñado algunas cosas de ella que
yo no creo que Peter sepa. Si él fuera consciente de la clase de vida que suele
llevar esa pechugona en Madrid ¡otro gallo cantaría!
—¿Quizá
lo sabe y no le importa? —insistió Lali quien retiró la mirada de la parejita
al ver como aquel sonreía ante algo que aquella le decía,
—No.
Te aseguro que mi hermano no lo sabe, pero creo que al final va a acabar
enterándose. Ambas sonrieron por aquel comentario y Lali, al recordar lo que
llevaba en el bolso, dijo para cambiar de tema:
—Recuérdame
que luego te de unos CD de música para que se los des a Peter. Mañana regreso a
Los Angeles y los compré para él.
—¿Por
qué no se los das tú?
Volvió la
cabeza y estuvo a punto
de gritar al
comprobar que Peter bailaba
abrazado a la pechugona.
Enfadada, retiró la mirada y respondió con gesto agrio:
—Está
demasiado ocupado y no quiero molestar.
Eva,
apoyándose en la barra durante unos
segundos, observó a su hermano y vio
como este miraba con disimulo hacia donde estaban ellas. Tras sonreír miró a la
joven morena que con gesto de enfado bebía de su copa y preguntó:
—¿De
verdad eres de Asturias?
—Digamos
que tengo sangre asturiana.
—Has
dicho que mañana regresas a Los Angeles ¿pero no vivías en Londres?
Lali
se percató de cómo estudiaba su rostro y todas sus respuestas, e intentando
satisfacer su curiosidad respondió:
—Vivo
en Los Angeles. Aunque por motivos de trabajo viajo mucho a Londres y París.
Eso
le cuadró más a Eva. El acento que ella y su primo tenían no era londinense.
Pero queriendo saber más volvió al ataque y preguntó:
—¿En
qué trabajas?
Respondió
rápidamente y con convicción.
—Gasti
y yo trabajamos en el mundo de la moda.
—¿Ah,
sí? ¿Y qué hacéis exactamente? insistió como buena periodista.
Con
un aplomo digno de una buena actriz, Lali bebió un trago de su cerveza y dijo
convencida de su mentira:
—Somos
personal shoppers. Tenemos nuestra propia empresa. Se llama Fashion Victim.
Aquello atrajo totalmente la atención de Eva.
—¡Qué
pasóte! Oye, ¿y qué hacéis aquí en Sigüenza? —al ver su gesto puntualizó—,
Vaaaale... lo asumo. Soy como
dicen mis hermanos una metomentodo, pero creo
que mis estudios
de periodismo, me han creado una deformación profesional.
Ambas
rieron y Lali acercándose a ella le cuchicheó en plan cotilleo:
—Hasta
ayer estuvo alojado en el parador Peter Fenson, un famoso pianista inglés.
—¿No
me digas? Joder, y yo sin saberlo. Podría haber cubierto la noticia —blasfemó
Eva. Con una angelical mirada Lali se encogió de hombros:
—Lo siento.
Pero nuestro contrato
no nos permite
hablar de los
famosetes a los
que aconsejamos.
—Vale...
lo entiendo —y al recordar en lo que trabajaban sonrió y silbó—. Uooo... me
atrae muchísimo vuestro trabajo. Soy una adicta a las compras.
Divertida
por ver que había conseguido desviar el interrogatorio fue a decir algo cuando
alguien se acercó a Eva y la saludo. Instantes después le presentó a varios de
sus amigos y diez minutos más tarde reía y bailaba con ellos. La semioscuridad
del lugar y su perfecto camuflaje le hacía pasar inadvertida. Era magnífico
poder mezclarse con la gente sin que nadir la reconociera, ni le pidiera una
foto o un autógrafo. Era fantástico ser una más.
Una
hora después, acalorada por lo mucho que estaba bailando con los amigos de Eva
fue al servicio. Había perdido de vista a Peter y dedujo que se había marchado
con la besucona.
Mejor
Así no tengo que ver lo que no quiero pensó mirándose al espejo.
Suspiro
de rabia, se echó agua en la nuca y salió del aseo. Pero se quedó petrificada
al verlo apostado en la purria.
—Vaya...
—susurró.
—Sí...
Vaya ¡qué coincidencia! Con todos los pubs que hay en Sigüenza y siempre
tenemos que coincidir en el mismo —dijo él en tono amenazador.
Llevaba
toda la noche muriéndose de celos por cómo esta reía y bailaba con los amigos
de su hermana y, cuando vio que se alejaba de ellos, no lo dudó y fue tras
ella.
Con
la boca seca por la impresión Lali fue a responder pero él se le adelantó.
—He
oído que mañana te marchas.
—Sí.
—¿Ya
has acabado lo que viniste a hacer aquí?
Nerviosa
e incapaz de hilar más de dos sílabas volvió a contestar:
—Sí.
Al
escuchar sus escuetas respuestas, Peter apoyó sus manos en la pared a ambos
lados de la cabeza de ella, y clavándole sus oscuros y enfadados ojos preguntó
en tono desafiante:
—¿Y?
Sus
defensas contra el huracán Peter comenzaban a flaquear.
—¿Y
qué? —balbuceó.
Más
próximo a ella de lo que él deseaba estar, le susurró cerca de su tentadora
boca:
—¿Lo
pasas bien con los amigos de mi hermana?
—Sí.
¿Y tú con la besucona?
Aquel
desdén en sus palabras le hicieron sonreír y acercándose aún más a ella
murmuró:
—No.
¿Y sabes por qué? —Cuando ella negó con la cabeza, él siseó—: Porque no me
gusta mirar cuando deseo algo, yo prefiero participar.
Aquella
mirada. Aquellos labios. Aquella mujer le volvía loco. Cogiéndola de la mano con posesión la hizo entrar de nuevo
en el aseo de señoras y tras cerrar la puerta y quedar los dos a solas dijo con
aplomo:
—¿Sabes
canija? Yo aún no he terminado lo que vine a hacer aquí.
Y
sin más la besó. La poseyó con la boca de una manera que hizo que ella se
estremeciera. La música del local pareció desaparecer, ambos olvidaron donde
estaban mientras sentían que un atroz deseo se apoderaba de ellos.
—Estás
preciosa esta noche.
—Tú
más...
Seguir enfadado,
con ella entre sus brazos, era imposible. Sonrió
y aquel gesto tan varonil calentó todavía más la sangre de
la joven, que con voz sensual murmuró;
—Gracias...
nunca me habían dicho que estaba preciosa.
Ella
también sonrió. Peter, con su seguridad, derribaba todas sus defensas de un
plumazo. Una mirada suya podía
con ella. Pegándose a él y
deseosa de su contacto,
sintió que la
sangre le quemaba y anheló que la
poseyera allí mismo. Un gemido de ansia y deseo escapó de sus labios cuando
sintió la mano de él subiendo lentamente
por su espalda. Aquella gran mano recorrió su cuerpo con movimientos
circulares hasta que llegó a su pecho, y cuando lo tocó a través de la tela del
vestido, sus pezones respondieron a la llamada del sexo haciéndola respirar con
agitación.
—Me
vuelves loco, canija —susurró con voz áspera—. Es verte y olvido todas las
señales que me alertan para que no me acerque a ti. Es tocarte y querer poner
en práctica contigo todas las fantasías húmedas que me provocas.
Con
la respiración entrecortada, Lali le escuchaba excitada. Después se lamió los
mojados labios, aún calientes por sus besos y susurró:
—Atrévete.
Con
una sonrisa peligrosa Peter posó las manos en el trasero de ella con posesión y
la alzó en volandas. La apoyó contra la puerta del aseo y ella le rodeó la
cintura con las piernas. Excitado por aquel atrévete, metió sus manos bajo el
vestido y mirándola a los ojos con morbo se lo subió. Ella se estremeció y
gimió.
Peter
comprobó con deleite que las medias que ella llevaba solo llegaban hasta los
muslos y eso le volvió loco. Sin contemplaciones tiró del tanga y lo rompió,
hasta que por fin sus grandes manos tocaron el terciopelo húmedo que tanto
deseaba.
—¿Quieres
que continúe? —susurró él mordisqueándole el lóbulo de la oreja.
Ella
no pudo decir nada, tan solo asintió. Sabía que aquel lugar, un baño público,
no era el más apropiado. Si la prensa se enteraba de aquello sería un tremendo
escándalo, pero no le importó. Le pudo más el deseo y dispuesta a todo murmuró:
—Sigue...
Su
tono ronco y excitado estremeció a Peter y sin dejar de mirarla los ojos y
deseoso de arrancarle mil jadeos más de placer, le introdujo entre los húmedos
pliegues de su sexo uno de sus dedos mientras le susurraba:
—Mírame...
Hechizada
por aquel momento le obedeció. Fijó su mirada en él y cuando sintió que Peter
metía dos dedos y jugaba con su sexo, se chupó los labios y exigió:
—Bésame...
bésame.
Peter
tomó posesión de aquellos tentadores labios y, entre gemidos, sintió su sexo
duro dispuesto para entrar en acción. Entre jadeos, y sin perder un segundo,
Lali le desabrochó el cinturón de cuero y después la cremallera
del vaquero. Cuando este resbaló
entre sus piernas ella suspiró.
Metió su mano bajo el bóxer negro y tocó con mimo su pene. Incapaz de continuar
aquel juego de toqueteos, Peter le retiró la mano y cogiendo su duro y terso
pene lo colocó entre las piernas de ella y de una certera estocada la penetró
mientras la tenía en volandas contra la puerta. Ambos jadearon por la
intensidad del momento y la situación y Peter, enloquecido, la besó robándole el aliento mientras animado por como ella lo
recibía entraba y salía de su interior una y otra vez.
Si k tardaron ,pero ahora se lo están pasando bomba!!!
ResponderEliminar