—Peter... Peter... ¡me aplastas!
Alertado él se echó hacia atrás con un rápido gesto.
—Lo siento, canija, pero eres tan preciosa que me haces perder el control.
Ella sonrió. Si tenía algo claro era que era una mujer sexy, aunque no fuera tan voluptuosa como la siliconada del parador. Por ello le besó con descaro y tras pasarle la lengua por el labio inferior preguntó:
—¿Te gusta lo que ves? —Quiso averiguar.
—Sinceramente sin luz, ver, veo poco ¿Por qué preguntas eso?
—No soy tan voluptuosa como la mujer del parador. Ella es alta, curvilínea, con grandes pechos y yo soy consciente de que clase de mujer soy y....
—Me excitas tú. Me gusta lo que toco y más si es natural —dijo posando una de sus grandes manos sobre uno de sus senos deseoso de disipar sus dudas.
Consciente de que ella estaba receptiva, le pasó su mano libre por la cintura para pegarla más a él y
eso
le excitó aun más. Ella era pequeña, suave y delicada, al tiempo que tentadora, sexy y deliciosa. Aquella joven estrella de Hollywood nada tenía que ver con las mujeres exuberantes con las que él se acostaba, pero su naturalidad resultaba absolutamente sexy. Morbosa.
Encantada con lo que le había
dicho, suspiró y sonrió. Ella conocía su potencial,
pero por primera vez en
su vida, al estar en
los brazos de aquel hombre había dudado. Excitada por como la tocaba
y en especial,
al sentir
la dureza
de su entrepierna,
soltó su bolso que cayó al suelo y acoplándose le respondió con ardor.
Durante unos minutos se besaron, se mordisquearon, se excitaron hasta que él la cogió en brazos sin
ningún esfuerzo y la llevó hasta su habitación. Una vez allí, la posó sobre la cama y con sumo cuidado, se tumbó sobre ella, le quitó las gafas, la peluca, le revolvió su melena rubia y
entre risas dulzonas comenzó a besarle el cuello. Acalorada y sin poder apartar sus manos de él, le acarició por debajo de su camisa vaquera. Tocar aquel duro abdomen y sentir como sus músculos se tensaban
a su tacto le pareció lo más morboso vivido con un hombre hasta el momento.
En el exterior de la casa una tormenta con rayos y truenos descargó sobre Sigüenza, mientras en el interior otra tormenta diferente se libraba. Sin mediar palabra y sin luz, Lali le quitó la camisa a Peter, mientras recorría con sus manos la curvatura de sus bíceps. Animado por la situación él le desabrochó la blusa lila y, subiéndole el
sujetador con deleite, le mordisqueó los pechos. Agitada al
sentir la magnitud de aquella pasión suspiró de placer y se arqueó contra él pidiéndole en silencio lo que quería. Necesitaba sentirle dentro. Quería que la poseyera ya. Y
llevando sus manos al cinturón de los vaqueros de él comenzó a desabrochárselo. Dos segundos después los pantalones de ambos volaron por la habitación.
—Ven, ponte así
—murmuró él con voz ronca deseoso de cumplir su objetivo.
Sin pestañear se acomodó dispuesta a recibirle. Estaba húmeda, caliente y tremendamente excitada cuando de pronto escuchó un pitido desconocido.
—No... Joder, ahora noooooooooo —maldijo Peter.
Al sentir la tensión en su cuerpo, la muchacha preguntó con la voz entrecortada por el momento:
—¿Qué ocurre? ¿Qué suena?
Peter, incorporándose, le pidió silencio con la mano. Después cogió su móvil y tras escuchar a alguien al otro lado concretó:
—En media hora estoy allí.
Una voz colgó el teléfono se movió con rapidez mientras ella aún excitada y medio desnuda sobre la cama le observa ha a oscuras moverse por la habitación.
—Peter... —le llamó.
Enfadado por
sentir la
decepción
en su voz
y
molesto por tener que
marcharse tan repentinamente, tras vestirse con rapidez se acercó hasta ella y la besó con ardor.
—... tengo que marcharme. Me han llamado de la base. Ha ocurrido algo y tengo que ir.
—¿Que te vas? —preguntó sobresaltada.
—Sí.
—Pero... pero ¿cómo puedes irte en un momento así? —protestó indignada.
Él la entendió y dándole otro breve pero intento beso en los labios
respondió
mientras su entrepierna y todo él se debatía por terminar lo que había empezado:
—Lo siento, canija, pero el deber me llama. Es mi trabajo.
Al
ver su cara de sorpresa preguntó con rapidez :
—¿Quieres quedarte aquí o prefieres que te acerque al Parador?
Molesta por tener que acabar tan
pronto lo que se perfilaba como una noche perfecta respondió
levantándose para coger la maldita peluca:
—Llévame al parador.
Minutos después los dos estaban en el interior del coche, serios y
confusos. Una vez llegaron al parador Peter detuvo el vehículo. Lali abrió la puerta para salir cuando sintió que la mano de él tiraba de ella para que se volviera a mirarle.
—Lo siento. Te aseguro que me gustaría tanto como a ti estar en
estos momentos haciéndolo que deseo. Y
lo
que deseo y
me
enloquece en estos momentos eres tú. No lo dudes. Te prometo que en cuanto vuelva te resarciré por este infortunio. —En ese momento ella sonrió y
él
se relajó—. Mi trabajo requiere este tipo de sacrificios y solo puedo pedirte disculpas una y mil veces.
Durante unos segundos ambos se miraron a los ojos y el enfado de Lali se Transformó en preocupación. Su trabajo era peligroso, pero decidió no decir nada. No era el momento. Por fin y tras besarle en los labios murmuro para alivio de él:
—Me debes una noche. Así que, ten cuidado con lo
que haces porque quiero esa
noche. ¿Me has entendido?
Él sonrió y tras darle otro rápido beso dijo mientras ella salía del coche:
—Te llamaré.
Peter se alejó bajo la lluvia mientras ella, preocupada, se dirigió hacia su habitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario