miércoles, 28 de enero de 2015

Capítulo 78

El timbre de la puerta volvió a sonar e Irene fue a contestar. Dos segundos después el abuelo Goyo, Manuel y Almudena con el bebé en brazos entraron. Peter, a punto de explotar, deseó gritar. De pronto, casi toda su familia se había plantado en su casa a la espera de una explicación.
Todos hablaban a la vez y estaban volviéndole loco. Entonces apareció Lali en la puerta de la cocina con gesto adormilado.

—¿Qué os pasa?

La familia al completo se quedó contemplando aquella aparición:

—Copón bendito, ¿te has desteñido gorrioncillo? —le preguntó el abuelo Goyo.

—¡La rubia! —murmuró Irene.

Lali  se  despertó  de  golpe.  Estaba  tan dormida  y sorprendida  por  el  jaleo  que  no  había reparado en su aspecto.

—Joder, es cierto —gritó Almudena—. ¡Eres Mariana Espósito!

—Y la rubia que vi esa noche con Peter —insistió Irene, ojiplática.

Fue a contestar, cuando reparó en las fotos de la portada del periódico que el padre de Peter llevaba en la mano. Con un rápido movimiento se lo arrebató.

—Oh no... oh no... ¡oh no!

—Oh sí my love...oh sí —asintió Gasti antes de que Peter pudiera ni gesticular.

Todos fueron testigos de cómo el gesto dormido de Lali se transformaba en otro devastador. Tan devastador que incluso Peter se asustó cuando vio cómo Lali paseaba sus claros ojos por la habitación y los clavaba en su hermana Eva. De pronto, una frialdad arrolladora se instaló en su mirada y levantando la barbilla al más estilo hollywoodiense se acercó a aquella y dijo:

—Felicidades Eva. Has conseguido tu gran noticia.

—No... yo no...

—Espero que esto te reporte muchas ganancias y un buen trabajo. Siempre quisiste una buena noticia y cuando la has tenido no la has desaprovechado, ¿verdad?

—Lali yo no he sido. Te lo prometo.

Con una fría sonrisa cabeceó y torciendo el gesto siseó:

—¿Acaso pretendes que te crea?
—Sí —suplicó aquella—. Tienes que creerme yo...

—¿Crees que soy tan tonta como para no entender que una periodista como tú simplemente ha optado por vender a su propio hermano con tal de ganar fama y dinero? ¿Acaso crees que eres la primera persona que me vende?

—Entiendo que no me creas —insistió Eva sollozando—, pero yo no he vendido nada. Te lo prometo.

Su padre, tan sorprendido como el resto del giro que habían dado los acontecimientos, al ver el estado en el que estaba a su hija se acercó y la abrazó con cariño.

—Papá te juro por lo que tú más quieras que yo no he sido, le lo juro. Con gesto devastador, Lali siseó llena de ira:
—Él es tu padre y puede creer lo que quiera, pero yo no. ¡No te creo!

Con la mente funcionando a mil por hora joven estrella del cine calibró la situación. Debía de salir cuanto antes de aquella casa.

—Sí mi hermana dice que no ha sido, debes creerla.

—Sí claro... no lo dudo —se mofó Lali.

Enfadado y con ganas de hacer una locura, Peter agarró a la joven a la que tanto deseaba por el codo y, atrayendo su fría mirada, se reafirmó.

—Te  repito,  que  si  mi  hermana  dice  que  ella  no  ha  sido,  no  ha  sido.  No  ocasiones  más problemas.

—¿Problemas?  ¿Yo ocasiono  problemas?  —gritó ella fuera de control—. Yo no soy ningún problema. Maldita sea, ¿por qué todo el mundo se empeña en llamarme así?

—Basta ya... Lali. Basta ya —siseó malhumorado.

Oír su dura voz y ver su mirada fuera de si la hizo reaccionar. Durante unos segundos se miraron a los ojos con desesperación. Sus miradas hablaban por si solas y al final Lali, retirándose su rubio pelo de la cara, dijo en un tono más conciliador:

—De acuerdo. Eva, te pido disculpas por lo que te he dicho. Pero estoy tan acostumbrada a que la gente me traicione por dinero, que es en lo primero que he pensado.

La muchacha al escucharla cabeceó abrazada a su padre, cuando el móvil de Peter sonó.

—Gorrioncillo, la base de toda buena familia es la confianza y el amor. Dinero no tendremos mucho, pero confianza y amor a raudales. Por cierto, ¿de cuantos rombos haces las películas? — quiso saber el abuelo Goyo.

Aquello la hizo sonreír y tras mirar a su primo y ver lo emocionado y calladito que estaba, entendió lo inevitable, se tenía que despedir de aquella maravillosa gente.

Al fondo del salón, Peter parecía discutir con alguien a través del móvil.

—No me toques más las narices, Fernández —le oyó gritar—. Eso que tú has visto no es nada por lo que yo deba de dar explicaciones. Es impensable lo que estás diciendo, impensable.

Impensable pensó con dolor Lali al escucharle, le gustara o no él tenía razón. Que pudiera haber algo más entre ellos era, como la propia palabra resumía, impensable.


Durante un rato le observó. Su gesto preocupado y sus aspavientos  al hablar le pusieron los pelos de punta. Todo lo que habían vivido durante aquel último mes había sido maravilloso, pero con un gran dolor en el corazón supo que aquello tenía que acabar.

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