Responder a aquella pregunta le ponía en una
difícil tesitura. Como actriz le gustaba mucho. Era una mujer guapa y con
estilo, aunque a veces alguna de sus películas no habían estado en su línea,
así que intentó ser diplomático. —Eres una mujer muy guapa a pesar de esas
gafas y esa peluca que te has puesto y lo sabes. —
Ella sonrió satisfecha, a nadie le amargaba un
dulce—. Particularmente me gustas como actriz, y a mis amigos también, te lo
puedo asegurar. Escucharle decir aquello de «me gustas» provocó en ella un
extraño calor. Allí estaba a solas, con una pinta desastrosa y sin maquillar,
ante un hombre que apenas conocía, pero que había sido su marido y que, cada
segundo que pasaba, le atraía más y más. Por ello intentando que no se
percatara de lo nerviosa que la ponía dijo en broma:
—¿Puedo tomarme eso como un cumplido? —Tú has
preguntado y yo he respondido —asintió él, sonriendo mientras se levantaba.
Estar ante ella no era fácil. Era la famosa Mariana
Espósito. Su sonrisa picara, sus ojos y esa manera como se tocaba el cuello al
hablar le excitaba tanto como su precioso cuerpo. Ella era sexi, dulce y suave.
Solo recordar cuando la desnudó la noche
anterior para meterla en la cama y ella, borracha, había intentado besarle, le
puso duro. Al sentirle incómodo ella cambió de tema.
—Vale. Dejemos de hablar de mí y hablemos de ti.
Por lo que he podido comprobar conseguiste ser policía, ¿verdad?
—Si.
—Pero no eres un policía que patrulla y pone
multas.
—No.
—¿Eres un S.W.A.T? Peter sonrió divertido y
sentándose de nuevo frente a ella la miro y aclaró: —Te equivocas yo soy un
G.E.O. Eso de S.W.A.T. lo dejamos para vosotros, los americanos.
—¡¿G.E.O?! ¿Qué es eso?
—Grupo Especial de Operaciones, los geo. Somos
una unidad especial del Cuerpo Nacional de Policía de España especializado en
operaciones de alto riesgo.
—Vaya... te has convertido en un héroe. Aquel
comentario hizo sonreír a Peter y tras dar un trago a su café respondió:
—Yo no lo veo así. En todo caso los verdaderos
héroes son nuestras familias, por soportar todo lo que soportan.
—Uf... solo pensarlo da miedo, ¿no? Peter se
encogió de hombros.
—A mí, particularmente, me da más miedo ponerme
ante una cámara y que todo el mundo me mire y juzgue, que realizar cualquier
operativo policial.
—Vale, reconozco que, a veces, las críticas son
duras e incluso difíciles de asumir —suspiró esta—. Pero lo tuyo es peligroso.
Creo que has de amar mucho tu trabajo para arriesgarte tanto.
—Me gusta lo que hago —asintió con seguridad—.
Para mí pertenecer a los geo es un orgullo, a pesar de que mi familia en
ocasiones piense que estoy loco. Por cierto, cuanta menos gente lo sepa mejor.
Por lo tanto, te pido discreción ¿vale?
—Seré tan discreta como tú lo has sido conmigo
todos estos años. Tu secreto irá conmigo a la tumba.
Aquel comentario le gustó, y cuando ella le
preguntó sobre qué solía hacer en su trabajo recostándose en la silla contestó:
—De todo un poco. Liberamos rehenes —ella
sonrió—, neutralizamos bandas terroristas, prestamos servicios de seguridad en
algunas sedes diplomáticas, en fin... Sorprendida por lo que le contaba fue a
decir algo cuando oyó cómo la puerta principal de la casa se abría.
—Peter, soy Irene ¿estás despierto? —se escuchó.
Lali se quedó bloqueada por aquella intromisión.
—Mi hermana —le informó.
—¿Qué hago? —y tocándose los ojos murmuró—. Oh
Dios no tengo las lentillas puestas. No puede verme.
—Sube a la habitación. Rápido. Pero fue tarde.
Irene entró en la cocina y al ver a su hermano acompañado de aquella morena dio
un salto hacia atrás.
—Oh, Dios ¡disculpad! No quería, yo... Peter se
puso de pie impidiendo que su hermana viera a Lali, que se cubrió el rostro con
las manos. Después agarró a su hermana del brazo y sacándola de la cocina dijo
con voz molesta:
—No te preocupes, no pasa nada —y volviéndose
hacia Lali murmuró—. Sube a arreglarte.
Te
llevaré al parador. Como si le hubieran metido un petardo en el culo Lali salió
de la cocina y corrió escaleras arriba. Una vez se quedaron solo; Irene,
sorprendida porque su hermano nunca llevaba a ninguna mujer a su casa,
preguntó:
—¿Quién es esa chica?
—Una amiga. Si su hermana se enteraba de que era
Mariana Espósito, la estrella de Hollywood, el desastre estaba asegurado.
—¿La conozco?
—No
—¿Es del pueblo?
—No —repitió molesto.
—Ufss…pues por lo poco que he visto, es
monísima. Él asintió. Lali era una mujer preciosa pero no quería hablar de
ella. Nunca le había gastado hablar de su vida privada y menos con la cotilla
de su hermana.
—¿Ha pasado aquí la noche contigo?
—No voy a contestar a eso. Clavando la mirada en
su guapo hermano sonrió y mofándose cuchicheó.
—Ya me has contestado tontorrón. Peter, al ver
aquella sonrisita tonta, clavó su mirada en ella y gruño.
—Vamos a ver Irene, lo que yo haga o no con mi
vida a ti no te incumbe, ¿no crees? Molesta por el tono de voz que empleaba
murmuro:
—Bueno, hijo tampoco es para que te pongas así.
Que arisco eres a veces por Dios. Su hermano en todos aquellos años nunca les
había presentado ninguna chica, ni llevado una a casa de su padre. Solo se
interesaba por su trabajo, sus amigos y sus viajes, poco más. Aunque sabía por
lo que se hablaba por el pueblo que era un hombre que tenía gran aceptación
entre las féminas del lugar. Especialmente entre las amigas de Eugenia, la
mujer de Nicolas.
—Vaya... vaya... no sabía yo que salieras con
alguien en particular.
—Y no salgo.
— ¿Es una de las amigas de Eugenia?
—No
—Per...
—Se acabó el interrogatorio ¿vale? —cortó aquel.
Irene, sorprendida por el enfado repentino de su hermano asintió y con una
sonrisita que a Peter le quemó la sangre murmuró:
—Hijo, no me extraña que no te aguante nadie.
Eres un borde.
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